YA NO SOMOS IRRISORIOS Ya no somos irrisorios *Traducción al español del original en euskera La Universidad Pública de Navarra ha organizado este año, por vez primera, el curso titulado "La Literatura Contemporánea Vasca de Navarra", en colaboración con Euskal Idazleen Elkartea (Sociedad de Escritores en Lengua Vasca). Gracias al mismo, aproximadamente cuarenta alumnos de la citada Universidad, bajo la dirección de un profesor, estudian las obras publicadas entre 1997 98 por ocho autores de nuestros días. No parece que sea una cuestión a anunciar a bombo y platillo, pero lo cierto es que, algo semejante hubiera sido imposible hace diez años. Tan problemático como reunir, en la UPNA, un grupo tan nutrido de alumnos, hubiera sido encontrar un corpus suficiente para ser analizado sin miedo a agotar demasiado pronto la materia. A finales de la década de los 70, Juan Mari Torrealdai calificaba de "irrisoria" la presencia de Navarra dentro de la literatura vasca, en su extensa monografía dedicada a los aspectos cuantitativos de nuestra cultura ("Euskal idazleak gaur"/ "Los escritores vascos hoy", Jakin, 1977). Veinte años más tarde, en un análisis del mismo autor no menos breve, continuación del anterior, ("Euskal kultura gaur"/ "La cultura vasca hoy", Jakin, 1997), al estimar la evolución del peso de cada región histórica en el ámbito de nuestras letras, se observa claramente que es Navarra la que ha experimentado el mayor crecimiento desde un punto de vista relativo: en veinte años ha duplicado su presencia porcentual, aunque numéricamente el salto no sea ni mucho menos espectacular (de un 3,2% a un 6%). Es fácil ascender partiendo prácticamente de la nada. Desde entonces, un buen grupo de creadores literarios ha publicado sus primeras obras con posterioridad a esa monografía, y existe alguno más cuyo trabajo no fue recogido en la misma. Se trata principalmente de poetas (Josetxo Azkona, Juan Karlos Lopez Mugertza, Mikel Taberna, Maite Urkia), y también de algún que otroautor teatral (Xabier Diaz Esarte). Por otro lado, antes de que este año de 1998 expire, se verán publicados unos diez o doce libros de autores navarros; más que toda la producción de los primeros cincuenta años del presente siglo. Y repito: me refiero únicamente a la literatura; la lista se extendería de referirnos a otros ámbitos. Es curioso este crecimiento. No es fácil de explicar desde factores sociales. Carece del amparo de las instituciones de la Comunidad Foral, y no ha venido acompañado de un vuelco significativo en la evolución del status de la lengua en Navarra. A despecho de quienes nos están preparando ya el funeral, nuestra situación va poco a poco mejorando, pero siempre más lentamente de lo que quisiéramos. Para muchos es un fenómenos sorpresivo. No falta quien lo observa con incomodidad mal disimulada, como si amenazara con romper esquemas tan útiles hasta el momento. Y no me refiero sólo al establishment cultural castellano. Además, no tiene equivalente alguno en otras manifestaciones de la cultura, en el cine, vídeo, teatro o música. Sí en cambio, con la evolución experimentada en esta provincia en el mundo de la traducción o los medios de comunicación. Por lo visto, los autores navarros se ven más fácilmente tentados por el placer/sufrimiento solitario, que por las disciplinas que requieren un trabajo en grupo. Lo he dicho líneas atrás. La cosecha de este 1998 es abundante. Escritores con años en el oficio: Patxi Zabaleta, Patziku Perurena, Pello Lizarralde, yo mismo (valga la licencia). Otros que, aún habiendo comenzado más tarde, despuntan cada día más: Juanjo Olasagarre, Jon Alonso (también Jokin Muñoz, aunque su último libro tan exquisito, tan silenciado sea del 97). Y gente, también, que acaba de empezar a dar a conocer sus trabajos en publicaciones normalizadas: Isidro Rikarte, Alberto Barandiaran, Felipe Rius. Más o menos la mitad se dedica a la narrativa. Hay algún ensayista, en el sentido más clásico del género. Los demás se colocan enesa tierra de nadie entre el periodismo y la literatura. Cada uno tiene sus propias características y es difícil extraer unos rasgos comunes, salvo el hecho de compartir un mismo espacio geográfico. Gente de asfalto, en su mayoría; a pesar de haber nacido en cualquier otro lugar, en general viven en Pamplona o su área metropolitana, y, salvo algunas excepciones, visten su literatura con un toque urbano. Muchos se han curtido en las redacciones o en las columnas periodísticas. Nada extraño que, al igual que es casi norma en cualquier otra literatura "más normalizada" de Occidente, la próxima generación de escritores vascos llamada a engrosar la lista ofrecida más arriba, se esté, también en Navarra, formando en el periodismo. Y un último aspecto, quizás el más positivo de todos: la mayoría está todavía por dar lo mejor de sí. Al loro. Aingeru Epaltza Fotografía: Aitor Bayo/Euskal Kultura Gaur. Liburuaren mundua (Joan Mari Torrealdai) Copyright © Eusko Ikaskuntza
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