20 Zenbakia 1999-02-05 / 1999-02-12

Gaiak

Carnavales de Altsasu

ZELAIA, Enrique

Carnavales de Altsasu Carnavales de Altsasu Enrique Zelaia Una de las manifestaciones lúdicas más importantes del extenso calendario festivo alsasuarra es el Carnaval, el cual ocupa tradicionalmente tres fechas: comienza el domingo anterior al miércoles de ceniza con lo que se llama "Carnaval Txikito"; continúa el martes con el denominado "Momotxorren Eguna" y ya dentro del ciclo cuaresmal, finaliza el sábado siguiente con el "Día de Piñata". En estas celebraciones carnavalescas convergen dos corrientes culturales claramente diferenciadas. Por una parte, está el componente rural, como exponente de manifestaciones tradicionales del mundo antiguo, (martes de carnaval) y por otra aflora el componente urbano, relacionado con respuestas pertenecientes a la modernidad (Día de la Piñata). Del "Carnaval Txikito" (dedicado a los más pequeños) poco reseñable se puede destacar; y el "Día de la Piñata", a excepción de la fecha carece de singularidad, exponiéndose no más de lo que en otros lugares pueda uno encontrar. Por tanto, este comentario se centrará en el "Momotxorroen eguna", "Martes de carnaval" o " Carnaval rural". Diferentes personajes y comparsas se funden en un conjunto armónico, conservando y exponiendo las esencias recogidas de un pasado carnavalesco tradicional, cuyas formas, movimiento, y expresiones se repiten año tras año de forma indefectible. La siembra, la boda, el bautizo, las Maskaritas, el Juantramposo y otros personajes, entre los que se incluye "El Akerra" y su multitud de brujas, (de reciente incorporación) dan al acto carnavalesco una inusitada atracción. Pero aparte de los citados, vamos a destacar y centrarnos en los personajes más importantes del carnaval rural alsasuarra como son los "Momotxorroak". Ellos son los auténticos protagonistas de la fiesta, constituyéndose en una de las figuras más impresionantes del Carnaval rural vasco. Representan una especie totémica cuya imagen expone la siguiente indumentaria: Enormes cuernos embutidos en un cestilloconforman el casquete que cubre la cabeza. La parte frontal se ve protegida por un "ipuruko" del que cuelga abundante crin de caballo que oculta un rostro. Un gran "narru" cubre el dorso desde la cornamenta, sujeto a la cintura con cencerros. El resto del vestuario se completa con camisola blanca, pantalón de mahón con "zatak" y calcetines blancos de "ardila" sobre la parte inferior del pantalón. Portan una "sarda" de madera y tanto el rostro como los brazos se impregnan con roja sangre de animales sacrificados. Personajes monstruoso que acosan una y mil veces a todo lo que se les ponga por delante, bramando su fuerza ancestral, como arrancados de un ritual prehistórico cuyo simbolismo resulta difícil de concretar con exactitud. Para unos, la crin de caballo tiene un sentido purificador y a su vez de efecto ahuyentador de malos espíritus. A la sarda se le atribuían poderes fertilizantes, por lo cual y azuzándose con él a las muchachas casaderas se garantizaba numerosa prole. Con los cencerros se despertaba la naturaleza dormida en su fase invernal, viéndose reforzados a su vez los efectos del crin contra espíritus malignos. La sangre podría simbolizar la ofrenda sacrifical. Para otros, todos estos signos externos pertenecen a la vieja nomenclatura totémica, (lo cual personalmente comparto), con sus primordiales cultos cinegéticos transferidos a las paredes de las cavernas. Imagen terrorífica y feroz, como fiel reflejo de acciones que en otro tiempo fueron utilizadas como medida de subsistencia ante la precariedad existencial, superada únicamente por los fuertes. En cualquier caso, lo que se representa únicamente como signo de expresión lúdica y originalidad coreográfica, pertenece tanto a representaciones simbólicas, como a rituales y dialécticas paganas que aluden a fuerzas y comportamientos de índole sagrado, o a respuestas arcanas próximas a conductas primitivas muy difíciles de ser interpretadas con una mentalidad contemporánea. Enrique Zelaia, músico.