Carnaval en Sangüesa Carnaval en Sangüesa Juan Pedro Aramendia Resumen de lo recogido a fuerza de dar la lata, en conversaciones con los siguientes hombres y mujeres de Sangüesa y otros pueblos como Gallipienzo, Cáseda, Aibar, Leache y Liédena Serafín Ojer, Ricarda Zabalza, Lola Landaretx, Cristina, Longinos, Heraclio, Pantxo Aribe,, R.Aiape, B. García, Javier I. Uriz, Sinforoso Vicente, Juan Artazcoz y otros muchos que han ido quedando en el más absoluto olvido. En Sangüesa, como en otros muchos lugares de nuestra cercana geografía, los carnavales desaparecieron por decreto, aunque la verdad les hacía falta poco trozo de decreto para caer del todo, dada la precaria vida que llevaban los años anteriores a la guerra del año 1936. Los cambios sociales, políticos y religiosos que estaban transformando la sociedad rural de aquellos años ya eran causas suficientes para su lenta pero segura desaparición. Los ayuntamientos también hacían lo que podían para minar las ya de por sí debilitadas fuerzas de nuestros carnavales. En el año 1927, las ordenanzas municipales de Sangüesa, en sus artículos 16 18 20 21 22 29, prohibían expresamente actividades propias del carnaval, como las latas, o determinados disfraces como los de militares o clérigos. Por otra parte, desde los años de la postguerra, las celebraciones de los quintos tomaron en mucha medida el relevo al carnaval, en cuanto a disfraces y cuestaciones se trataba. Centrándonos ya en lo que es exclusivamente el carnaval, podemos decir, que en Sangüesa las celebraciones carnavaleras, comenzaban el día de S. Babil, 24 de enero, día en el que los mocetes, al acabar la función religiosa de la tarde en la ermita del Obispo santo, descendían hacia Sangüesa, encorriendo a todo aquel que había acudido a la celebración, armados con una vara o un palo y ocultando su rostro con una burda y humilde máscara papel, trapo, o cartón a la que le daban el nombre de Mascareta. A partir del día de Mascaretas, los mozos solían juntarse paradecidir conjuntamente y con ayuda del calendario religioso las diferentes celebraciones del Carnaval. Como la mayor parte de los lugares en donde se celebraban estas fiestas, los días verdaderamente importantes eran los diez o doce justamente anteriores al día de ceniza, y en Sangüesa concretamente, el domingo, el lunes y el martes. Según serafín Ojer, hombre de campo y con unas ganas envidiables de disfrutar de todas las fiestas y en especial de los carnavales, solamente a partir del sábado, se hacía baile a la noche y hasta el sábado los actos de carnaval era esporádicos y sin coordinación, no así los de los días restantes. Costumbres y comparsas del carnaval de Sangüesa: las latas. No habría un carnaval propiamente dicho sin una cuestación. Esta cuestación suele ser lógicamente, de respuesta más o menos voluntaria, aunque a veces se fuerce esa voluntad de respuesta afirmativa. En nuestra pequeña ciudad, los mozos encargados de la cuestación iban con los músicos apalabrados, recorriendo las calles bailando y haciendo las tonterías habituales en estos casos hasta conseguir que las amas de casa o las mozas de su edad les dieran comida y bebida con lo que pasar los días festivos, repitiendo la cuestación tantas veces o días como fuera necesario. También en Sangüesa como en otros lugares, tenían la misma música para la misma labor y en este caso se trataba de un hermoso vals al que daban el nombre de Tomasico o Vals Antiguo, según me lo contaron personas como Sebastián Vital o D. Estanislao Goñi. La cuestación se solía hacer antes del atardecer si era día laborable, y por la mañana si el día era festivo y los mozos podían o no ir disfrazados. Cuando en alguna casa no se les daba nada, o se les daba poco, según su consideración, quedaba guardada en la memoria y pasaba al apartado de "robos" nocturnos, con lo cual ellos consideraban pagada la deuda de la cuestación no entregada anteriormente. Normalmente, estos "robos" solían reducirse a comida que las etxekoandres teníanreposando en las ventanas esperando su posterior consumo. Los mozos accedían a las casas haciendo torres de tres personas de base, dos en el primer piso y arriba el ejecutor que no era raro que fuera habitante de loa casa robada. Pasando al apartado de comparsas, hay que decir que según Serafín y Cristina Cemborrain, había comparsas o cuadrillas de mozos que año tras año repetían las mismas "carnavaladas". Así, nos encontraríamos con "la Culebra", que consistía en una retahíla de mozorros con similar disfraz, que agarrados por las cuerdas (vencejos) y, portando en la mano una media de mujer cuyo pie (el de la media), habían llenado previamente de tierra y dejado endurecer a fuerza de arrastrarlo por el suelo, hacían la entrada en el baile chillando y golpeando con las medias a todo aquel que no se apartara a tiempo. El disfraz que llevaba los componentes de "la Culebra" solía ser el más habitual de los carnavales sangüesinos y consistía en lo siguiente: Abarcas, calcetines con peales o escarpines de tela, pantalón de labor, normalmente llamados azul de Vergara y cubriendo todo el resto del cuerpo una sábana de tela de saco de las utilizadas en los trabajos de cosecha como recipiente para llevar la paja desde la era hasta el pajar; como remate final, sobre la cabeza y por encima del saco, un sombrero de los utilizados en el campo, bien de tela, o bien de paja, cuanto más viejo y estropeado, mejor. Ciñendo su cintura una cuerda basta de esparto llamada Vencejo, a la que se agarraban unos a otros para hacer incursiones en el baile. Otra de las representaciones repetidas dentro del desorden de la fiesta de carnaval era lo que llamaban pomposamente "La Boda", comparsa que se componía de todos los aditamentos normales de una celebración seria, simplemente que en estas ocasiones todos los personajes eran absolutamente grotescos y de rebuscado "mal gusto", para llamar más la atención de las mentes "bienpensantes". Según una mujer a la que llamaban "la Rufa" y cuyo nombre eraPilar, aunque a las mujeres no les estaba permitido participar activamente en el carnaval, ella tomó la costumbre de hacer esta particular ceremonia, de novio, eligiendo como "novia" a un hombre muy pequeño de estatura, lo cual era muy fácil, pues ella tenía un tamaño muy grande. Esta farsa duraba lo que sus componentes estuvieran dispuestos a aguantar, pasando sus estrafalarios atuendos por las calles más concurridas, representando una y otra vez la parodia de la boda. Esta representación, no estaba exenta de riesgo, pues a pesar de las prohibiciones expresadas en las ordenanzas municipales, siempre había dentro de los personajes de la comparsa la lógicamente necesaria presencia de un clérigo, y como asistente importante a la ceremonia, un militar de muy alta graduación, con lo que está asegurada la bronca con la autoridad, que trataba indefectiblemente de disolver la boda, a lo que se oponían, también lógicamente, desde los novios, hasta el último invitado. Siguiendo con las comparsas de nuestro carnaval, tenemos una a la que he llamado "la Labranza" pues como me la contaban, se limitaban a decir lo que hacían, sin ponerle nombre. Consistía esta farsa en una fiel representación de las labores del campo en su más dura expresión, la de labrar la tierra, trabajo que por supuesto, estaban más que acostumbrados. No faltaba en la farsa ninguno de los elementos necesarios para labrar la tierra(la calle, en este caso), sólo que los caballos o mulos, eran cambiados por mozos aparejados con los arreos pertenecientes a los animales antes mencionados. Según mi mejor contador de cuentos e historias de carnaval, Serafín; había veces que se permitían el lujo de montar también un carro tirado por bueyes que solía acabar lleno de niños animados por el jolgorio. Ocasionalmente, se producían hazañas curiosas como la del hijos de unos tenderos de la calle Mayor que por dos años consecutivos se disfrazó de mendigo y fue a pedir a las casas algo de dinero y comida, y su madre, siguiendosu costumbre le sacó a la escalera un plato de sopa y un pantalón viejo de su hijo, añadiendo que le quedará bien pues era más o menos de su estatura. Las latas. Cuando alrededor de 1970, un grupo de gente preocupada por las tradiciones populares, comenzamos a entrevistar a gente mayor, nos encontramos una especie de muro de silencio cuando preguntábamos por las latas; concretamente, mi tía, Ricarda Zabalza, me amenazó de no contarme nada más si se nos ocurrió tratar de revivir esa costumbre. ¿Qué eran las latas? Pues las latas eran una especie de ronda nocturna que sólo se hacía en carnaval y que por lo general, aunque no siempre era así, estaba preparada para airear, escondidos en el anonimato de las máscaras y la oscuridad de la noche, lo que hoy podría definirse como cotilleos, y que podían ir desde leves y sin importancia, hasta muy graves, llegando en ocasiones a provocar la marcha de Sangüesa de la familia "afectada" por la lata. ¿Qué podía ser motivo de una lata? Pues, todo, desde un embarazo "prematuro" hasta una deuda de juego no pagada, pasando por unos amores escondidos o no correspondidos. ¿Modo de hacer una lata? Se pensaba en el tema, se hacían dos versos, procurando meter alguno con acento de chiste y una vez llegada la noche, se plantaba la cuadrilla delante de la casa en cuestión, pero a prudente distancia por si las moscas, y con la voz en falsete se soltaban todos la sarta de versos adornándolos entre copia y copia con acompañamiento de todo tipo de instrumentos de percusión, como esquilas, cencerros, botes de lata con piedra en su interior, ect. En honor a la verdad, habría que decir que también se producían latas buenas o agradables, como para tratar de conseguir el favor de una chica, y chistosas, contando al vecindario que salía a las ventanas, chascarrillos graciosos de la vida diaria del lugar o del barrio. Las latas estaban, cómo no, prohibidas por los munícipes, por lo cual, su ejecución todavía era más apetecible para sus ejecutantes. Comoel Alcalde de la ciudad no se fiaba del cumplimiento de las ordenanzas, solía pedir a los alguaciles que le acompañaran en las rondas de vigilancia y muchas veces se dio el caso de que los alguaciles, mozos al fin y compañeros de los rondadores "ilegales", avisaran a estos de la dirección de la ronda, con la finalidad de que, o bien suspendieran la lata, o la cambiaran de destinatario. Poco más pudo añadir a estas notas sobre el carnaval sangüesino. Decir que no sólo había eso, y que también había otros disfraces más sofisticados que los socios de los casinos, lucían en sus bailes privados. Decir que desde el entorno del Grupo Rocamador de Danzas se ha tratado de revivir el carnaval "popular"y que no ha habido éxito. Decir que el carnaval que hoy se celebra en nuestra pequeña ciudad se parece a cualquiera de los que se ven en la televisión, lo que no se sabe si será bueno o malo para la propia fiesta, pero decir también que, por lo menos, se hace, que ya es algo. Pequeños apuntes sobre el carnaval de Gallipienzo. En este hermoso y empinado pueblo, llegado el carnaval, los mozos con los músicos hacían la correspondiente cuestación, casa por casa, ataviados con pieles de oveja y cabra y llevando en sus cinturas, una cuerda llena de esquilas con las que llamaban la atención del vecindario, con el fin de quitar las ganas de compartir lo recogido a aquellos que no habían hecho la ronda con ellos, los avispados mozos llevan colgado de un palo y atada por una cuerda de la cola, una rata muerta en cuyo lomo pasaban, o por lo menos hacía que pasaban, los diferentes alimentos con los que las amas de casa los obsequiaban. De Gallipienzo y de Ayesa tengo recogido de boca de Longinos, residente en el primero, la presencia en los días de carnaval, de una figura a la que daban el nombre de "el Hombrón" y que en su descripción recuerda como en un calco a "Ziripot" el mítico gigante del Carnaval de Lanz y que según mis amigos Longinos y Heraclio, todos los años se paseaba por las callesde esos pueblos vecinos. Lo que no recordaban era, si había un personaje para los dos pueblos, o uno para cada uno de ellos. Liédena. Juan Artazcoz, huésped de la residencia municipal de ancianos de Sangüesa, nos contaba que las latas eran una cosa muy bruta que en su pueblo nunca se hacía, aunque también nos contaba con una media sonrisa, que en Liédena, cuando querían que una chica fuera del baile, sólo tenían que llenarle la cabeza de ceniza, que por otra parte, siempre estaba presente de una manera u otra en el carnaval. Comidas de Carnaval. Los días de carnavales, no sólo eran días de diversión callejera, sino también se notaba la fiesta en casa, así, además de las habituales comidas a base de nabos o el inevitable y magnífico cardo, se solían degustar los embutidos resultantes de la todavía cercana matanza del cuto, así las txistorras, morcillas y otros productos habituales eran consumidos con delectación por los componentes de la familia y los invitados si los hubiera, pero lo que sólo se consumía en carnavales o que por lo menos en nuestra ciudad ha quedado así, eran los morros, patas y orejas de cuto, limpias, escaldadas, rebozadas en huevo y harina y por último fritas y forradas de azúcar. Debían estar deliciosos estos rústicos manjares. También existía otro dulce exclusivo de carnaval, aunque éste ha sobrevivido hasta nuestros días y todavía conozco alguna casa en la que se consume, aunque ligeramente alterado. Se trata de los Arteletes, elaboraciones dulces hechas de un hojaldre a base de harina y manteca de cuto al que se le daba diversas formas y que después de rellenado con una crema de leche se echaba a freír en una sartén, con manteca bien caliente, al final se rebozaba en azúcar o en una disolución de agua y miel. Posiblemente el postre más humilde y encantador de todos los carnavales, ha llegado a mí, de labios de mi tía Ricarda de casa de Monrealico y era la siguiente. Lo llamaban "leche helada" y consistía en sacar un plato, (o dos, o tres, etc.)llano y lleno de leche, a pasar la noche a la ventana más fría de la casa, si había suerte se helaba y al día siguiente, echándole azúcar por encima se podía disfrutar de un magnífico plato de "leche helada". Podíamos escribir alguna cosa más sobre los carnavales de nuestros pueblos, como las opiniones de las personas se alegrarían de su muerte y no de su resurrección, pero eso, al menos yo no quiero hacerlo, pues yo amo los carnavales de mi pueblo y sin haberlos vivido los echo en falta. Que quede aquí testimonio de mi agradecimiento a todos as, los as que me han contado cosas sobre los carnavales de mi pueblo o de cualquier otro. Mila esker denori Juan Pedro Aramendi, fundador de Rocamador Euskal Dantzarien Taldea.
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