786 Zenbakia 2024-11-21 / 2025-01-15

Gaiak

Sostenibilidad y solidaridad intergeneracional

ABIO, Gemma PATXOT, Ció SOUTO, Guadalupe

La ciencia económica nació en el seno de la filosofía moral, cuando ésta abordaba aspectos éticos de la actividad comercial en cierto modo bajo sospecha. En el siglo XVIII, Adam Smith  sentó sus bases al plantear los aspectos positivos de los mercados como estrategia  de asignación y distribución de los recursos, contribuyendo a la generación de riqueza y bienestar en la sociedad. El supuesto del homo economicus (individuo tomando decisiones perfectamente racionales), el desarrollo formal apoyado en técnicas provenientes de la Matemática y al Física, y la posibilidad de cierta contrastación empírica le permitió subirse al carro de las ciencias positivas y alcanzar el estrellato dentro de las ciencias sociales.

Sin embargo, dos de los grandes supuestos de la Economía tradicional son cuestionados de manera creciente. Por una parte, el comportamiento humano ha resultado ser mucho más complejo (en palabras del Premio Nobel de Economía Richard Thaler, somos ‘humans’ y no ‘econs’). Por otra, el concepto de bienestar va mucho más allá de las unidades de medida tradicionalmente usadas (la renta o la riqueza monetarias): no todo se puede (debe) comprar y vender en un mercado, y no sólo importa el ‘cuánto’ sino también ‘cómo’ se reparte (equidad).

La transición demográfica en la que nos encontramos inmersos en la actualidad, con esperanzas de vida cada vez mayores a la par que las tasas de natalidad registran mínimos históricos, está también influyendo en el desarrollo de la Economía, al hacer evidente su interacción con otras disciplinas como la Demografía, la Sociología, la Psicología y las Ciencias Políticas, entre otras. El desarrollo económico está estrechamente relacionado con la evolución demográfica y ha avanzado en paralelo al desarrollo político que ha impulsado el rol del Estado en la actividad económica y el desarrollo y fortalecimiento del Estado del Bienestar como uno de los fundamentos de nuestra sociedad.

El envejecimiento demográfico está teniendo profundas consecuencias sobre la interacción entre generaciones. Se pone de manifiesto la importancia de desarrollar estructuras sociales adecuadas para cubrir necesidades cada vez más acuciantes, como los cuidados. Los seres humanos nacemos dependientes y afrontamos una cierta probabilidad de volver a serlo durante la edad adulta y muy especialmente durante la vejez. Recibir y dar cuidados genera un enorme impacto en el bienestar de las personas. Por ello, es absolutamente imprescindible repensar el modelo de cuidados, considerando detenidamente les interacciones entre las diferentes estrategias para proveerlos, como son la familia, la comunidad, el sector público y el mercado (éste último cada vez más extendido).

Nuestras investigaciones abordan la interacción entre los tres ejes del desarrollo previamente citados (económico, demográfico y político). Concretamente, en el marco del proyecto internacional Cuentas Nacionales de Transferencias (NTA por sus siglas en inglés), cuantificamos el papel de la familia, los mercados y el Estado en asignación de recursos. El método parte de la Contabilidad Nacional y emplea microdatos para imputar por edad la mayoría de los agregados. Con ello se identifican las edades en las que el consumo supera la renta laboral (déficit de ciclo vital) y viceversa, y se mide cómo el superávit (generado durante los años de actividad laboral) financia los déficits (de los más jóvenes y las personas jubiladas). De este modo, además del recurso al mercado de capitales, observamos las transferencias de recursos que tienen lugar entre generaciones (distintos grupos de edad) en un determinado momento del tiempo, tanto a través del sector público (impuestos pagados y transferencias recibidas) como en el ámbito privado (básicamente a nivel intrafamiliar, pero también entre diferentes hogares).

Fuente: Datos elaborados por las autoras (https://doi.org/10.1016/j.jeoa.2019.100208).

La Figura muestra un resultado interesante obtenido de las estimaciones de NTA para diversos países: cómo el Estado de Bienestar se ha focalizado principalmente en financiar las necesidades de consumo de los mayores. En cada uno de los ejes se muestran las transferencias netas recibidas por parte del sector público por los dos grupos de edad en los que se concentra la dependencia económica (los jóvenes menores de 20 años y los mayores de 65), en relación con el consumo total del mismo grupo de edad. En España, las transferencias públicas permiten a los mayores cubrir casi un 70% de su consumo, pero en el caso de los niños sólo un 35%. Este sesgo por edad del Estado de Bienestar no es exclusivo de España, sino que se observa en la mayoría de los países en los que está implantado. Teniendo en cuenta además que el Estado de Bienestar se financia vía reparto (los impuestos y contribuciones en cada momento se destinan a financiar las diferentes transferencias sociales vigentes), implícitamente se está produciendo una redistribución hacia aquellas personas adultas que no tienen hijos. Dicho de otro modo: tener hijos produce efectos externos positivos sobre el conjunto de la sociedad.

La metodología NTA se ha extendido para abordar la necesidad de incorporar la producción y el consumo que no pasan por el mercado y que, por tanto, no queda recogida en los agregados de la Contabilidad Nacional. Se trata principalmente del trabajo doméstico y las tareas de cuidados. Para ello, se desarrollaron las Cuentas Nacionales de Transferencias de Tiempo (NTTA), que cuantifican la producción doméstica y de cuidados, su consumo y las trasferencias resultantes tanto dentro del hogar como entre diferentes hogares, recurriendo a los microdatos de las encuestas de empleo del tiempo. Aunque dichas magnitudes están cuantificadas en tiempo, se les asigna a posteriori un valor monetario con tal de integrarlas con las estimadas en las NTA. Como resultado, el sesgo del Estado del Bienestar hacia los mayores se amplifica todavía más, ya que el coste privado para las familias de tener hijos aumenta considerablemente (buena parte de los recursos que los padres invierten en sus hijos es en forma de tiempo).

El Estado del Bienestar es sin duda uno de los grandes logros de nuestra sociedad en el siglo pasado. Pero actualmente se enfrenta a importantes retos que amenazan su sostenibilidad y su adecuación. El envejecimiento, los cambios en las estructuras familiares o la revolución tecnológica están entre los principales factores a tener en cuenta para diseñar una reestructuración del Estado de Bienestar, adaptado a la nueva realidad social. Ello implica una respuesta resiliente de todos los actores involucrados (familias, comunidad y sector público) y una visión global de las personas a lo largo de todo nuestro ciclo vital, que tenga en cuenta las posibles sinergias entre diferentes políticas sociales, favoreciendo también la igualdad de género. Para la ciencia económica, el reto es renacer de sus cenizas, comprender su identidad como ciencia humana y seguir avanzando sin renunciar al rigor, pero tampoco a sus orígenes.


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