786 Zenbakia 2024-11-21 / 2025-01-15

Gaiak

Luis Martín-Santos y la cultura vasca, en su centenario

GORROTXATEGI GORROTXATEGI, Pedro

Doctor en Medicina. Miembro del Grupo de Historia de la Asociación Española de Pediatría. Expresidente de la Sección de ciencias de la Salud de Eusko-Ikaskuntza

El 11 de noviembre de 1924 nació Luis Martín-Santos. En estas fechas se recuerda el centenario de su nacimiento y durante todo el año 2024 se han realizado varias actividades para valoración sus aportaciones desde diferentes puntos de vista.

Un aspecto que se ha tratado con menos profundidad es su participación en la cultura vasca y que Eusko Ikaskuntza es el lugar ideal para abordarlo.

Este tema me ha preocupado desde hace años, así, en las jornadas celebradas en Madrid, los días 24 y 25de noviembre de 1995, organizadas por la Sociedad de Historia de la Filosofía y de la Psiquiatría, bajo el título: “Luis Martín-Santos, Psiquiatría y Cultura en España en un Tiempo de silencio”, expuse el tema de “La impronta cultural de Luis Martín-Santos en la cultura vasca”[1].

Retrotrayéndonos a la época en la que vivió en Euskadi, su infancia y adolescencia, estuvieron marcados por la sobra de las actividades de su padre, el Coronel Leandro Martín Santos, que participó activamente en la represión de médicos de ideología nacionalista. Esta imagen que tenía del hijo de una persona del régimen, cambió a partir de 1958 cuando es detenido por su implicación en el Partido Socialista (PSOE) y que le llevó a la cárcel junto a otros médicos donostiarras como Vicente Urcola y José León Careche, entre otros. 

“Rehabilitado”, podríamos decir como persona crítica con el régimen, en los años 60 tuvo una intensa actividad cultural en dos instituciones, la “Asociación Artística de Guipúzcoa” y la “Academia Errante”, en las que queremos expuso su teoría literaria del “realismo dialéctico”. Igualmente aportaremos otras relaciones con intelectuales vascos como Koldo Mitxelena y Eduardo Txillida.

Asociación Artística de Guipúzcoa

Entre los años 1960 y 1961 el Dr. Munoa, Presidente de la Asociación, trasladó la experiencia del Ateneo de Madrid, con la realización de conferencias seguidas de un debate público. En aquel tiempo este tipo de charlas era inusual y la sala de la Asociación del Museo de San Telmo, se ocupaba hasta el límite, incluyendo las puertas de acceso, llegándose a quedar público en la Plaza de la Trinidad. Todo lo que tenía un significado progresista o aportaba una crítica a la opresión política, tenía cabida en la Asociación. Estas actividades comenzaron a preocupar en el gobierno civil que destinó a un policía para escuchar lo que allí se exponía.

Puerta de acceso a la Asociación Artística de Guipúzcoa, en la trasera del
Museo de San Telmo, en la Plaza de la Trinidad. (Foto del autor)

 

El organigrama de la misma era el siguiente. El Dr. Munoa era el presidente, de ideología republicano-liberal,  y contaba con el apoyo de Enrique Múgica (Partido Comunista), José Ramón Recalde (Frente de Liberación Popular) y Luis Martín-Santos (Partido Socialista)[2].

Además de la participación en el impulso de las sesiones, una participación muy importante fue las tres conferencias que pronunció: Fenomenología de la obra de arte (10-11-1960), La función expresiva en la obra de arte (17-11-1960) y la obra de arte como instrumento de modificación (24-11-1960).

En ese grupo de conferencias enadas, van desde la filosofía a la conceptualización de lo que él entendía como “realismo dialéctico”. En la última de ellas hablaba de la función desacralizadora-sacrogenética de la obra de arte y esa era la base de su forma de entender la literatura.

Así se lo comentó a la Hispanista Janet W Díaz en una entrevista realizada unos años después: “La función del novelista en la sociedad es la que llamo desacralizadora-sacrogenética: Desacralizadora, destruye mediante una crítica aguda de lo injusto. Sacrogenética, al mismo tiempo colabora en la edificación de los mitos que pasan a formar las sagradas escrituras del mañana”[3].

Academia errante

La segunda institución es la Academia errante.  La "Academia Errante" fue una institución cultural de gran transcendencia en Gipuzkoa en los años 50 y 60. La dinámica de la misma consistía en una serie de reuniones de intelectuales vascos de ideologías dispares socialistas, nacionalistas, comunistas que hablaban y discutían sobre aspectos culturales diversos. Unas breves palabras del académico Luis Peña Basurto retratan con maestría el espíritu de aquellas reuniones: "Producto de la caótica sedimentación social de una horrible guerra civil, nos creíamos proscritos en el ambiente indiferente y desmoralizador que nos rodeaba, mas a impulsos de un afán constructivo, logramos superarnos por encima de una apatía general y sustituimos la crítica incoherente y baladí por el diálogo ameno y ordenado. Habiéndonos hecho la guerra individualista feroces, nos hicimos sociables. Indisciplinados, nos plegamos a la razón. Anárquicos en nuestras aficiones, aceptamos el método. Heterogéneos en nuestras ideas y creencias, prescindimos de colores para gozar de la amistad y disfrutábamos creyéndonos bullir en el ilusorio crisol ardiente de un nuevo renacimiento". Así, la Academia errante fue la suma de actividades desarrolladas por un grupo de vascos con ideas políticas diversas en un empeño común: engrandecer la cultura vasca[4].

Luis Martín-Santos en la Academia errante.
(Foto tomada de: https://www.diariovasco.com/culturas/libros/fascinante-regreso-tiempo-20220218190214-nt.html)

 

Uno de los muchos participantes en esta institución fue Luis Martín-Santos y para conocer su participación formal tenemos el testimonio de otro de los participantes, Jorge Oteiza, que dice lo siguiente:

“En esas reuniones a su turno se levantaba, quedaba quieto y vertical como un palo, miraba lejos y su discurso lineal y monótono era como si estuviera leyéndonos unas páginas sabiamente meditadas y corregidas; literariamente perfectas. En una de esas reuniones discutí con él para defender a Baroja. No es que yo no creyera que sus objeciones a Baroja desde nuevas experiencias e ideas sobre la novela no fueran justas, es que revelaban que no simpatizaba, que no quería a Baroja. Le pasaría, con algunas otras razones, pero lo mismo con Ortega.

Creo que no quería a los vascos, no nos quería a nadie, estaba por encima de todos, él lo sabía y también lo sabíamos nosotros. Su rostro egipcio oscuro y a la vez de lámpara encendida, era un privilegiado, su memoria toda, sus inteligencias, pues poseía varias, selección genética de estatua griega algo más delgado, vestido de blanco lo recuerdo, ajustado muy ceñido el pantalón  y abultado de torero.

Yo le veía así o me lo figuraba, otros hablarán distinto, yo lo veía, le sentía así, callado, frío, desnudo como una estatua por fuera, por dentro habitado por el solo y soberbio, aunque no soberbia, más bien era para economizar su tiempo, nada de lo que nos interesaba de nuestro país a él le interesaba, lo suyo era el razonar científico y la escritura, y todo lo que no era en él, no era lo suyo”[5].

Y es cierto que las objeciones a Baroja partían desde un punto de vista literario, porque las palabas que pronunció en aquella sesión fueron las siguientes:

“Baroja no llega a plantear mediante sus personajes un problema metafísico, filosófico o social definido. Son personajes que se presentan como estampas; están vistos desde fuera, su psicología es un poco sumaria.

Para que una obra llegue a la plenitud de su desarrollo, a mi modo de ver, es necesario que el personaje, a lo largo de su acción evolucione. Es necesario que se encuentre ante un problema moral (un conflicto entre dos deberes, muy a menudo) y que lo resuelva y que al resolverlo él se modifique. A lo largo de una obra auténticamente grande podemos ver una evolución del personaje paralela a la evolución y solución del problema planteado”[6].

Exposición de su concepto del realismo dialectico

Su concepción estética la denominó “Realismo dialéctico”, y esa concepción donde más fue enunciada fue en las tribunas del País Vasco, de la Asociación Artística y la Academia errante. Es un concepto proveniente del marxismo según algunos autores como Ricardo Domenech. Esto decía en una conversación:

“El concepto de realismo dialéctico en Luis Martín-Santos no se puede entender bien, si no partimos de una base y es el realismo que se hacía en España en los finales de los cincuenta y los años sesenta y el tipo de literatura que se había producido dentro del marco de ese realismo de postguerra. Era un realismo social de denuncia de las lacras sociales y era una literatura de protesta que estaba enraizada con el neorrealismo italiano en el cine. Luis Martín-Santos se enfrenta con ese momento y advierte que la idea del realismo había llegado a ser muy monótona, monocorde, que había unos ciertos clichés que los escritores iban repitiendo. Entonces, se plantea el problema desde el principio, que es lo que hacen los buenos escritores y su respuesta es lo que llamará “realismo dialéctico”, que no será ya solo un realismo testimonial o un realismo como arma de combate sino algo más profundo. Será un realismo que será capaz de asumir toda la tradición literaria que viene de las vanguardias: Joyce, Kafka, etc. y a la vez será capaz de insertar la tradición desde una visión marxista, o mejor, neomarxista, de la realidad. Yo lo que creo es que el “realismo dialéctico” de Luis Martín-Santos es un intento de hermanar lo que es la tradición existencial y la tradición de las vanguardias con el marxismo y con una literatura que presente una imagen profunda de la realidad”[7].

Relaciones con otros intelectuales vascos

Aunque fueron muchas las personas de la cultura vasca con las que se relacionó vamos a citar a dos de ellas: Koldo Mitxelena y Eduardo Txillida.

A Koldo Mitxelena le conoció en las sesiones de la Academia Errante y éste sintió admiración por Luis, como lo demuestra, que a su muerte escribiera unas líneas en su honor en la revista Egan. Son las siguientes:

“Erioak eraman du itxuratxarki, eraikik traketsen, ixtripu ergei batean. Askok deitoratudute: ezin konta ala, sendabile bila, beregana jotzen zuten eriek, adiskideek eta lagunek, bertatik ezagutu gabe maite eta miresten zutenek.

Azkeneko aldiz elkarrekin izan genuen izketaldia datorkit gogora: mundu onetako gertakariak, alegia, txingurritegi bateko txingurrien lanen giza, asmoz eta buruz doazela ustekabeko ezbearren batek naasketa zoro bihurtzen eztitueiño. Orrelako zerbait dirudi Luisen biziak zapalduaz datorren ostiko zentzugabea. Baiña, txingurriek oin zanpatzaillearen berri eztakitelarik, iragazi naasia eta urrutua eun ederragoren baten gai biur dikete goragoko eule aren eakuz eta arduraz. Siñeste ori da gure ezaiñaren sustengua”[8].

Eduardo Txillida, de quien también se conmemora este año el centenario de su nacimiento, tuvo una relación inicial en la infancia y que luego se reanudó cuando eran adultos. Estas son sus palabras:

“Yo le conocía de siempre y siempre hemos tenido una buena relación. De jóvenes yo era muy deportista y él no. Había cosas que nos separaban. Luego, ya más formados, volvimos a tener más relación. Incluso recuerdo que un poco antes de morir estuvo aquí, estuvo en mi antiguo estudio que estaba aquí. Yo estaba haciendo unas maderas enormes que ahora están en el Art Institute de Chicago. Una escultura que se titula Abesti gogorra. Le llamé a Luis para que la viera. Estaba prácticamente terminada, aunque no finalizada. Fue una de las últimas veces que le vi. Creo que sólo le vi en otra ocasión más. Y cuando murió le dediqué esa escultura. Es un homenaje a Luis Martín-Santos y hoy está en el Museo de Chicago. No se puede decir que haya sido una amistad muy íntima. Más bien había un conocimiento y, por mi parte, una admiración a su talento natural”[9].

Conclusiones

La participación de Luis Martín-Santos en las organizaciones culturales de San Sebastián y Gipuzkoa fue activa.

Fue el primer lugar en el que expuso sus conceptos literarios fundamentales que eran, lo que él denominaba “realismo dialéctico”.

Tuvo relación con las personas representantes de la cultura en aquel momento en Gipuzkoa, como Eduardo Txillida, Jorge Oteiza y Koldo Mitxelena, por citar tres ejemplos.

También es importante recordar la labor cultural, dentro de las dificultades existentes de estas las dos instituciones citadas, la “Asociación Artística de Guipúzcoa” y la “Academia errante”.


[1] Gorrotxategi Gorrotxategi P. Luis Martín-Santos. Su impronta en la cultura vasca. En: Fuentenebro, F. (ed). Psiquiatría y Cultura en España, en un Tiempo de Silencio. Necodisne ed. 1999; pp. 53-62.

[2] Gorrotxategi Gorrotxategi P, Munoa Roiz JL., Luis Martín-Santos en la Asociación Artística de Guipuzcoa. (Un hiato de libertad en el oscurantismo de la sociedad donostiarra en los años 60). En: Varios Autores, Elkar-ezagutuz, reconmociéndonos. Zarautz, Zuaitzpean, 2005.  pp. 104-112.

[3] Díaz J.W., “Luis Martín-Dantod and the contemporary Spanish nobel”. Hispania, 1968, 51,2, pp. 332-338.

[4]  Gorrotxategi Gorrotxategi, P. Cultura y tolerancia. Significación de la Academia Errante. Euskonew & media, 127. zbk (2001/6/15-22). Disponible en: http://www.eus-konews.com/0127zbk/gaia12701es.html

[5] Oteiza J., Luis Martín-Santos en el recuerdo de Oteiza. Agosto 1988. En Gorrotxategi P., Conversando sobre Luis Martín-Santos. 2ª parte. Boletín de estudios Históricos de San Sebastián, nº 58, 2025 (en prensa).

[6] Martín-Santos, l., “Baroja-Unamuno”. En Varios Autores, Sobre la generación del 98. La Academia Errante, nº 3, San Sebastián, Colección Auñamendi, 1963, pp. 103-113.

[7] Domech R., “Testimonio. 13 de junio de 1986”. En En Gorrotxategi P., Conversando sobre Luis Martín-Santos. 1ª parte. Boletín de estudios Históricos de San Sebastián, nº 57, 2024, pp. 633-637.

[8] Mitxelena, K., “Luis Martín-Santos”. Egan, 1964, 2ª ´wpoca, Vol XXII, Nº 4-6, pp 245-246.

[9]Txillida E. “Testimonio. 25 de agosto de 1987”. En Gorrotxategi P., Conversando sobre Luis Martín-Santos. 2ª parte. Boletín de estudios Históricos de San Sebastián, nº 58, 2025 (en prensa).


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