Zuloaga y su ascendencia armera Zuloaga y su ascendencia armera (Artículo publicado en Ondare 2, Cuaderno de Artes Plásticas y Monumentales, pp. 193 204. Eusko Ikaskuntza) Ramiro Larrañaga Disertación de Ramiro Larrañaga en Santiago Etxea de Zumaya, con motivo del anuncio de edición del libro EL DAMASQUINADO DE EIBAR el 19 de septiembre de 1981. Pienso que la reunión de este año, en este recinto al que bien pudiera llamarse «Mansión del Arte Vasco», difiere en algún sentido de los actos culturales que se han venido celebrando aquí otros años. Hoy, entre estas pinturas y piezas damasquinadas que alcanzan su máxima expresión, intentaremos perfilar la ascendencia netamente armera de Ignacio Zuloaga, así como a través del arte del damasquinado, de igual origen, y en el que su padre y abuelo fueron los creadores. Evitaré repetir conceptos y criterios que se han detallado en el libro que, bajo el título EL DAMASQUINADO DE EIBAR, se está terminando de imprimir y que, por causas de fuerza mayor, lamentándolo muchísimo, no ha sido posible presentar en este acto. Pero lo importante es que se haya editado. He dicho que esta reunión es diferente a otras, porque hoy, en cierto modo, tratamos de rescatar, por unos momentos, la figura de Ignacio Zuloaga del ámbito en que generalmente se le considera, y traerlo «a casa», a su ambiente inicial, entre los suyos, haciendo que sus cuadros huelan algo a pólvora quemada; perciban el eco de los chasquidos de las llaves de chispa que forjaron sus antepasados, así como el repiqueteo del martillo que su padre y abuelo emplearon para damasquinar. En este sentido, me inclino a observar su figura como al final de un proceso, cuyo desarrollo va «in crescendo» desde su bisabuelo Blas de Zuloaga, al que tras la guerra de la Independencia, en la que toma parte como maestro armero, vemos en la Real Armería de Madrid ocupando un puesto muy codiciado. Después Eusebio, al que su padre envía a aprender el oficio junto a su hermano Ramón, maestro examinadorde mucho prestigio en las RR.FF. de Armas de Placencia, que acoge a su sobrino y le alecciona en el arte de la arcabucería y la decoración de ejemplares especiales. Y de las inquietudes que se producen en Eusebio. Zuloaga al ver las incrustaciones que se hacían en las armas de lujo, nace probablemente su singular descubrimiento del damasquinado actual, del que se hace depositario su hijo Plácido, que no sólo mejora los procedimientos de ejecución, sino que lo aplica para ornamentar objetos tan ajenos a las armas, como son toda la gama de artículos damasquinados que ahora podemos contemplar. Ante tales antecedentes familiares, cabe esta pregunta: ¿Hubiera sido Ignacio Zuloaga un pintor estelar o simplemente pintor de no haber vivido ese ambiente de artistas y heredado de ellos esa disposición para el arte? Difícil es la respuesta. Pero si es cierto lo que dice el refrán de que el artista nace, no se hace, podría afirmarse que el arte le venía de casta; que lo heredó en su sangre. También deseo mencionar otros aspectos genealógicos de los Zuloaga, porque afectan al tema que nos ocupa. Aunque el cuadro familiar que compuso sobre Ignacio Zuloaga su biógrafo Enrique Lafuente Ferrari, comienza con Manuel de Zuloaga, padre de Blas y Ramón, de los que se ha hablado, existen otros antecedentes, que en su día me facilitó el P. José Ramón Eguillor, archivero del Santuario de Loyola, cuyos datos, conjugados con otros de mi propia investigación, quizá puedan ser relacionados con los anteriores, por las siguientes razones: Pedro de Zuloaga y su esposa Mariana de Ibarlucea, son vecinos de Eibar en 1596, con antecedentes inmediatos en Ermua y Oñate. Su hijo Celedón, casado con María de Arzamendi, también lo es. Los hijos de estos son: Juan, Diego, Celedón y Manuel. El primero, emigra a Sevilla y aparece como dueño de una respetable fortuna en 1860, y precisamente un hijo de éste, que tiene por nombre Alonso de Zuloaga, es maestro armero de profesión, en Sevilla, lo que hace suponerque sus antecesores, padre, abuelos y tíos, también lo serían en Eibar. Y como muchas veces se repiten nombres iguales en las familias, volvemos a encontrarnos con otro Manuel, quizá hijo de uno de los anteriores, que es vecino de Eibar en 1709, y que en igual fecha también lo son Ambrosio y José, quizá sus hermanos. Y precisamente este José Zuloaga Rezábal, maestro cañonista integrado en los gremios de las Reales Fábricas de Guipúzcoa y Vizcaya, con sede en Placencia, fue ayudante del diputado gremial Damián de Bustindui, también eibarrés, el año 1712. Labor de un buen genealogista sería ahora hallar un posible entronque de los dos Manueles de este siglo XVIII, relativamente poco distanciados. A pesar de que en el libro, que próximamente se presentará, se explican con bastante amplitud los distintos métodos del grabado y su diferencia con lo que hoy se entiende por damasquinado, hay que añadir que son bastante usuales las versiones abultadamente erróneas que se hacen sobre estas labores. Digo esto porque cualquiera de los presentes podrá apreciar diferencias si compara las definiciones que en distintas publicaciones se han dado. También se verá en dicha obra la amplia información que sobre los Zuloaga y sus primeros discípulos aporta D. Pedro Celaya en su trabajo literario. ¿Conclusión a la que se llega mediante la documentación tributada? Que Toledo no nos enseñó a damasquinar, sino al revés. Aunque aquí mismo, en nuestra tierra, muchísimos ignoren esta circunstancia. En relación con estas labores decorativas y como antecedente directo de ellas, se ha solido arrancar de una cita o frase que escribió Jovellanos, a raíz de la visita que hizo a Eibar en 1791: «Los cañoneros saben incrustar perfectamente las miras y puntos de plata y las piezas de adorno en el hierro». Pienso, sin embargo, que si esa visita se hubiera producido muchos años antes, hubiera escrito lo mismo. Porque en nuestras fábricas de armas había grabadores, digamos, desde siempre. Se hacían las marcasde estampación, los rótulos y emblemas en las armas de cierta categoría, los adornos en las guarniciones de las espadas, etc. El oro y la plata, como metales nobles, figuraron entre los componentes más solicitados para la confección de adornos de todo género, aunque esas labores nada tenían que ver con lo que se entiende actualmente por damasquinado. Y aunque en el libro se toca algo este punto, añadiré que, aunque aquí no fue excesiva la tendencia a exhibir adornos, en las Juntas Generales celebradas en Deva, el año 1738, se dictaron reglas de moderación para que no se abusara de ellos. Pero no tardaron en aparecer metales sustitutivos o de igual apariencia que el oro, bajo los nombres de «similor», «metal del príncipe», etc., lo que motivó que por los junteros, doce años después, es decir, en 1750, en las Juntas Generales celebradas en Motrico, se prohibiera todo metal que fuese producto de mezclas con el exclusivo fin de suplantar la apariencia del oro verdadero, aunque no se entendiera tal prohibición y éste es el dato que quería resaltar «cuando se utilizase en pequeñas proporciones para completar algunos trabajos que se hicieran en oro, cobre, hierro y acero para ornamentar, entre otras cosas, las distintas guarniciones y aderezar toda clase de armas».Resulta extensa la exposición de este documento, pero se trasluce el deseo de evitar fraudes y de conservar la pureza de la artesanía decorativa. Es un antecedente más de que aquí, en nuestra armería vasca, ya se practicaba la decoración de determinados ejemplares. "Objetos de Eibar" Jarrones y arqueta damasquinadas. (Arch. J. San Martín) El alcanzar las mejores propiedades para el acero con el que se han de ejecutar numerosas labores, ha sido permanente preocupación y objeto de estudio por parte de nuestros artesanos. Cuando Eusebio Zuloaga ocupaba su destino en la Real Armería de Madrid, ya realizó curiosos experimentos para descubrir la composición del acero damasquino (no hay que confundir el término conel damasquinado) de algunos alfanjes. Pero esas inquietudes no eran nuevas. Durante el reinado de Felipe II, a fines del siglo XVI, a raíz de la pugna competitiva que se traían durante muchos años los ferrones venaqueros de Mondragón y los espaderos de Tolosa, fueron los armeros soraluzetarras y hay que incluir también aquí a los eibarreses, puesto que bajo el nombre de Reales Fábricas formaban un único conjunto laboral entre varios pueblos de la cuenca del Deva los que elevaron al monarca un curioso dictamen sobre las propiedades que debía reunir el acero para que fuera considerado como tal para que las armas que se forjaban alcanzasen la mejor calidad posible. A mediados del XVIII, el ilustre mondragonés Diego de Aranguren, al que el rey nombró Director de las aludidas Reales Fábricas por despacho firmado en Aranjuez el 9 de junio de 1742, dirigió unos experimentos, para mejorar la calidad del acero, que se verificaron en las ferrerías de Eibar y Oñate, con cargo a la Hacienda Real, porque se trataba de construir con dicho acero una armamento superior con destino a los Guardias de Corps. Efectivamente, se llevó el intento a buen fin, porque en el extenso documento cuyo contenido estoy estudiándolo durante estos días constan datos variadísimos, como, por ejemplo, que se consiguió mayor alcance con un canon más corto; quiénes fueron los maestros que trabajaron los fusiles, carabinas y pistolas del nuevo modelo; sus pruebas en el probadero de Placencia y otros muchísimos detalles. Este asiento puede servir de curiosidad:«Por poner el tablero que sirvió de blanco para tirar y probar el alcance de el fusil, y clavos que se emplearon, 10 reales de vellón». Años después, entre 1771 y 1793, fueron los Caballeritos de Azcoitia, es decir, los miembros de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País los que, a pesar del tilde de aristócratas que se les ha dado, trataron profundamente la cuestión del acero con los «caballeros ferrones» así los nombran y consideran entendiendo que la sidero metalurgía constituía uno de los más firmes pilares de la economía del País Vasco. En este aspecto y bajo ese concepto se han recogido ya en una obra de Joaquín Almunia, los experimentos, fórmulas y hasta los atisbos de «espionaje industrial» que como en todo tiempo se practicaba entonces, según consta en los «Extractos» de la Bascongada. Todo cuanto he dicho es parte complementaria muy importante de la industria armera, de la nuestra en particular. Y quiero hacer hincapié en ella porque quizá es la materia más desconocida, la gran ignorada, dentro de la Historia del País Vasco. Así opinó en cierta ocasión, hace bastantes años D. Julio Caro Baroja, cuando recomendó que se investigase sobre esta materia. En efecto, se da el caso de que los antecedentes de nuestra industria armera no sólo la desconocen hasta los mismos que siguen la práctica en el oficio heredado de sus padres y abuelos, sino también gran parte de las anteriores generaciones, que jamás se ocuparon de recoger y de legarnos datos suficientes, sino tan sólo de trabajar, considerando como secundario todo lo demás. Y este detalle lo observamos también en los Zuloaga, padre e hijo, cuando, en lugar de ocuparse de poner un nombre específico a la modalidad de incrustación del oro sobre acero que habían descubierto, se conformaron en que se llamase damasquinado, incluso potenciándolo así, sin darle importancia alguna. Exposición de objetos de Eibar, en 1975. (Arch. J. San Martín) Y ahora ocurre que debido a tal despreocupación de los nativos de esos pueblos taller, como han sido Eibar, Placencia, Ermua, Elgoibar, etc., en dejar noticias escritas aunque hay que tener en cuenta la dificultad del idioma nos encontramos con que cierto libro escrito a fines del XVIII por un arcabucero de la Corte, Isidro Soler, bajo el título HISTORIA DE LOS ARCABUCEROS DE MADRID, se ha convertido en una especie de catecismo armero del que todos los escritores copian y copian sin pararse a comprobare investigar algunas aseveraciones. Pero tal publicación, que ciertamente es útil para conocer las marcas y épocas de los armeros reales, entre los que hay bastantes vascos, aunque no los cita como tales, porque parece que, como en otras ocasiones, el decir vasco ha sido palabra tabú , no refleja la realidad histórica cuando se refiere a nuestros artesanos que trabajan aquí, en la tierra. En las jornadas de las III Semana de Antropología Vasca, del año 1973, en Deusto, el erudito en esta materia, Antonio de Aldecoa, calificó de tendenciosa esta publicación en la parte que nos afecta. Y así es. Aunque más bien en este sentido la calificaría de ignorante. Y digo esto porque da la casualidad de que en el mismo período, ilustres personalidades de las Letras, de la Política y de la Ciencia, como Jovellanos, el corregidor Cano Mucientes, el veedor Florencio José de Lamot, y muchos más, de los que he tomado nota, no sólo califican a nuestros armeros de artistas, que sirven y confeccionan, además de las contratas para fines militares, valiosos ejemplares para«los príncipes y nobleza de los reinos de Europa», sino que la industria armera misma es calificada como «la mejor de Europa». Alude ese libro a Agustín de Bustindui, canonista eibarrés, del que dice que merced a que aprendió en Madrid, creó escuela y linaje armero. Porque lo que no sabía el autor del libro al mencionar al padre del famoso Juan Esteban y del no menos famoso José Joaquín, que fue maestro examinador, es que ciento cincuenta años antes, a principios del siglo XVII existía esta estirpe de armeros en Eibar según me informó Juan San Martín y lo mismo en Placencia, en que hacia el año 1612 aparecen dos arcabuceros de este apellido. Y también algo más tarde en Elgoibar, en 1656. Resumiendo: que se ignora totalmente nuestra propia historia armera; sus dos etapas principales de funcionamiento, con cabecera de zona en Placencia durante la época gremial más caracterizada, siglos XVI, XVII y XVIII, y en Eibardurante estos dos últimos siglos en que prepondera la liberalización industrial; que al hablar sobre los linajes armeros destacados en la comarca, además de los Zuloaga y Bustindui ya citados merecen especial mención los Guisasola, Aldazábal, Astiazarán, Gabiola, Aranguren, Ibarzábal, Zarandona y demás de esta misma época. Que antes, muchos años antes de que según señala esa publicación trajera el emperador Carlos V al armero alemán Marcuarte a enseñar la armería de fuego en España, existían aquí, en nuestra cuenca armera, destacados fabricantes que servían armas de fuego a sus abuelos los Reyes Católicos. Y así, en esa guisa, podía citar muchas más noticias fidedignas. Resulta absurdo que escritores actuales con respaldo de título universitario, al tocar este tema, ignoren los más elementales conceptos. Nadie, espada en mano, vino aquí con la orden de fundar una industria armera, de la misma manera que se ha solido representar la fundación de algunas ciudades. Surgió de la propia necesidad de subsistir. En cambio sí se estableció por Real Disposición esta misma industria en Asturias, pero mediante armeros vascos. Y es preciso que no se oculten estas cosas, hay que decirlas, porque continuamente se está tergiversando la historia y si les conviene hasta los apellidos. Ahí tenemos al maestro José Ramón Larrosa, asturiano, autor de modificaciones en los fusiles, pero de familia ermuarra, Larrosa Iturbe, con su apellido cambiado en Rosa, cual si fuera un buen ejemplar de un jardín botánico, casado con una Guisasola, de familia eibarresa, cuyo hijo vendría a la fábrica de fusiles «Euskalduna» como especialista. Y para qué seguir con más reivindicaciones... Y terminaré con unas sugerencias; sugerencias que están en la mente de esa Comisión que hemos formado espontáneamente para la edición del libro sobre el damasquinado: Es ya hora de que se establezca en Eibar un Museo del damasquinado, una vieja aspiración que quedó al aire, tras haberla solicitado al gobierno el año1910, en cuya instancia se pedía también el establecimiento del Banco Oficial de Pruebas, la Escuela de Armería y el Museo de Armas. Aunque este último existe, tenemos que aspirar a que esté ubicado en una planta de fácil acceso para el público visitante y a que se concedan ayudas para ello. Muy pocos saben que precariamente y sin medios, sólo por vocación, se vienen realizando trabajos de clasificación y terminología moderna, al objeto de poder editar un catálogo general, digno de una de las más caracterizadas y antiguas industrias de Euzkadi, porque hace años se agotaron las ediciones anteriores. Pero hace falta ayuda por parte de los organismos culturales para poder divulgar una realidad histórica, por una parte, y para mantener el prestigio de la actual armería, por otra. Y hay más. Está el beneficio que generarían estas exposiciones en Eibar, así como esta misma de Santiago Etxea en verano, si se programaran por las organizaciones vascas del Turismo y por las Agencias del ramo esas excursiones que itineran por Loyola, Guernica, Oñate, Aránzazu, etc., que tendrían en Eibar un punto más de interés. Y por último, tras mis excusas por haberme alargado quizá mas de la cuenta en esta disertación, desearía rogarles a mis compañeros de Comisión, en particular a Joxé Zuloaga, que con su dinamismo y valía nos ha hecho danzar a todos y es lo que hace falta en estos casos que no cese aquí la actuación; que hay mucho quehacer y que investigar, y que hay que continuar en estas tareas culturales aunque como pago recibamos crítica maliciosa e incompresión. El próximo objetivo del que ya se comentó algo , el museo y su catálogo. Si la Comisión funciona, aparecerán más colaboradores; es una fuerza que suele arrastrar a muchos indecisos que luego resultan también útiles. Por mi parte, espero que sigamos viéndonos, proyectando, discutiendo y... hasta tomándonos el pelo; que es también algo muy nuestro. Revólveres con incustraciones de oro. Obras de mediados del s. XIX, de TeodoroIbarzabal. Museo de la Escuela de Armería de Eibar. Presentación del libro EL DAMASQUINADO DE EIBAR en el Salón de actos del Ayuntamiento de Eibar. 30 de noviembre de 1981 No sé si lo que hoy estamos celebrando aquí es un «requiem» por el damasquinado o el inicio de su resurrección. De todas formas, ambas circunstancias son festejables por estos contornos. Si resucita el arte del damasquinado, el acontecimiento sería de primera magnitud porque habríamos recobrado el bastón de mando de esta singular artesanía, que no debe estar en otro lugar que en Eibar. Y si es el «requiem», también sería motivo de celebración, pero bajo un aspecto bien distinto; a modo de aquellas «onra janak», las célebres comidas de entierro con que en tiempos no tan lejanos, también formaban parte del tributo póstumo que se rendía al desaparecido. Bajo este aspecto, este acto que hoy nos reúne constituiría un testimonio de homenaje y recuerdo para esta peculiar labor artesana eibarresa. Pero procuremos que no sea así y que el damasquinado vuelva a resurgir con ímpetu. Y por eso estamos aquí. Se ha editado un libro sobre el damasquinado. Un libro que en lugar de la fecha de 1981 debiera haber tenido, por lo menos, la de hace ciento cuarenta años, porque hubiera recogido amplias y directas declaraciones de sus creadores Eusebio y Plácido Zuloaga, padre e hijo, con todos esos pequeños detalles que, generalmente, escapan cuando la recopilación de datos, en forma monográfica, como en este caso, se verifica con semejante retraso. Pero el libro está ahí, realizado con todo interés, con respeto y veneración hacia ese conjunto de artesanos que inclinados sobres sus correspondientes bolas de hierro colado crearon tantas y tan maravillosas obras. La edición ha sido espontánea; casi sin premeditación, algo así como cuando nace una planta silvestre. Análogas inquietudes por mantener y amarrar el exponente artístico más peculiar de Eibar, hizo que todavía no me explico cómo nos reuniéramos una tarde en laEscuela de Armería los que inicialmente formamos ahora parte en el Patronato del Museo, aportando ideas y preocupaciones muy parecidas. Y así ha resultado este libro, fruto de unas inquietudes coincidentes. Juan San Martín, D. Pedro Celaya y yo, veníamos escribiendo algo sobre este tema del damasquinado desde hace algunos años, pero de forma aislada, aunque no faltó entre nosotros el comentario sobre los respectivos puntos de vista. Esto explica el que en los textos puedan existir algunos conceptos reiterativos que, por otra parte, creo que caen bien donde están situados. Y he aquí que si para algunos ha sido la pluma el medio de salir en defensa de este arte para situarlo en su origen, en el mismo manantial de donde surgió, la colaboración de los demás compañeros no ha sido menos destacada: la imagen, los gráficos y su selección, son factores que delatan el entusiasmo e interés de Joxé Zuloaga, Antxón Aguirresarobe, de la misma María Rosa que representa en línea directa la estirpe de los Zuloaga, los creadores del damasquinado así como los demás miembros de este improvisado Patronato, en otros aspectos de esta edición. En consecuencia, se ha de considerar este libro bajo una realización conjunta, cuyos textos y gráficos posibilitarán que, si no resurge este arte, al menos quede algo en conserva, en hibernación, para que posteriores generaciones sepan o tengan una noción de cómo se verificaban estas labores, quiénes fueron sus creadores y cuál fue su cuna. Pero el damasquinado no pudo ser de otro modo esta vinculado desde su origen a la industria armera, porque el uso que desde su comienzo se le dio no fue otro que el de embellecer las armas blancas y de fuego, en la misma línea ornamental que se seguía mediante parecidas labores como la ataujía, el nielado y otras más. Pero todo esto ya se explica en el libro. Y dentro de este concepto artístico laboral armero, como anticipo noticiable, he de señalar que antes de quince días va a salir otra publicación, editadapor la C.A.P., cuya materia afecta de lleno a toda nuestra comarca en particular, pues lleva por título SINTESIS HISTORICA DE LA ARMERIA VASCA, donde se recogen de forma bastante apretada, a pesar de sus 570 páginas, quinientos años de nuestra propia historia; de unas noticias que en gran parte han permanecido en el olvido y que con su correspondiente respaldo documental podrán ser invocadas para situar la categoría laboral de nuestros antepasados en el lugar que históricamente les corresponde. Ellos fueron, con sus organizaciones gremiales y sus peculiares normas, los verdaderos precursores del movimiento cooperativo y social. Asombra el ver cómo se anticiparon en la aplicación de unas fórmulas laborales que ahora se nos presentan como de nuevo cuño. En el acto cultural del 19 de septiembre en Santiago etxea, de Zumaya, hice alusión a ciertos experimentos que, en distintos tiempos, realizaron nuestros artesanos para mejorar la calidad del acero, experiencias cuyos registros constan desde el siglo XVI. Citaba las pruebas que a mediados del XVIII se verificaron en la ferrería de Olaerreaga y cómo, también, pocos años después, la RSBAP desde sus primeros tiempos, se ocupó de proporcionar los medios científicos adecuados para estos mismos fines. Todo esto enlazaba con las pruebas que también en este mismo aspecto realizó Eusebio Zuloaga. Pero se me quedó algo por decir. Y lo diré ahora: es el hecho de que esta entidad, la RSBAP, creada, como se ha dicho, durante el XVIII, y a la que algunos de los aquí presentes tenemos el honor de pertenecer, fundase en aquellos años ciertas escuelas gratuitas de dibujo industrial, con prioridad en esta cuenca del Deva, donde es ocioso decirlo radicaba la flor y nata de la artesanía manufacturera; donde la transformación del hierro y el acero, particularmente a través de la armería, tuvo sus más destacados artífices. En efecto, esas escuelas de dibujo pueden ser consideradas como antecesoras, de igual naturaleza, respecto a la Escuelade Armería y otros centros de forma ción profesional. La noticia está recogida por Landázuri en los Extractos de las Juntas Generales de Vitoria de 1789, y dice: «Producción feliz de esta Real Sociedad y de singular utilidad han sido las escuelas gratuitas de dibujo que se han erigido, además de la de Vergara en el territorio de esta provincia de Guipúzcoa, la una en la ciudad de San Sebastián, fundada por los socios que residen en aquella república y fomentada y sostenida a expensas de la Real Sociedad Vascongada de los Amigos del País. La otra, aunque erigida en la Real Fábrica de Placencia y con aprobación de S.M., tiene la gloria de la Real Sociedad Vascongada de haberse debido su erección a influjos y desvelos del socio supernumerario, el gobernador de estas reales fábricas, D. José María de Lardizábal, su director, quien le dictó las órdenes con que se gobierna. Estas utilísimas escuelas darán el adelantamiento y enseñanza de que tanto necesitan muchas de las artes mecánicas que se ejercen en el País...» Debo aclarar a quienes desconozcan el funcionamiento y la composición de tales Reales Fábricas, unas veces llamadas de Placencia, otras de Cantabria y también de Guipúzcoa y Vizcaya, que a la sazón, Eibar, no sólo era parte integrante de ellas, sino un componente de mucha importancia dentro de su organización gremial, cuestión a la que antes me he referido. No podemos, en consecuencia, dejarnos arrebatar las más importantes facetas de nuestra historia laboral. El damasquinado, la industria armera, deben permanecer siempre como firmes baluartes demostrativos del tesón, la iniciativa y la creatividad de tantos y tantos artesanos que se sucedieron al pie del banco de trabajo ininterrumpidamente durante estas últimas centurias. Me gustaría, como detalle anecdótico, mencionar algunos casos curiosos que reflejan la manera de ser de nuestras gentes, y aunque son más propios para una sobremesa que para este acto, no me resisto a relatar con brevedad la de aquel eibarrésque a primeros de siglo, al llenar las hojas del censo de habitantes puso, profesión: ninguna, porque de tantas ocupaciones distintas que ejercía no quiso menospreciar en beneficio de una todas las demás. O la de aquel sacerdote placentino, a quien yo mismo conocí hace muchos años, que después de sus obligaciones religiosas, tiraba de lima, en «bitxartes» como aquí decimos, ajustando básculas de escopetas o realizaba a la perfección una culata para las mismas. He dicho todo esto para reflejar de alguna manera las virtudes de nuestros operarios. No creo que venga ahora al caso citar los defectos, que también los hay, pues todo hay que decirlo en su momento respectivo. Para finalizar esta disertación, me he permitido tomar algunos fragmentos de la instancia que el día 1 de febrero de 1910 elevaron al Ministerio de Fomento los representantes del Ayuntamiento de Eibar y de la Junta Patronal Siderúrgica, cuyo contenido afecta de lleno a la cuestión que nos ocupa. Son los siguientes: «El Ayuntamiento que representamos decían entre otras cosas viene sosteniendo desde hace tiempo una Academia de Dibujo, plantel de hábiles artistas; pero para marchar al unísono con los adelantos modernos, es preciso ampliar la enseñanza al obrero, procurando que el grabado del trabajo artístico denominado "Trabajo de Eibar" se extienda a otras aplicaciones. Es también propósito del Municipio crear en Eibar una Escuela de Armería, similar a las que existen en Lieja y Birmingham, etc. Es necesario también en Eibar un Probadero de armas y un Museo permanente comercial e histórico; y su creación es otro de los proyectos del Ayuntamiento. El Museo comercial será una Exposición permanente de los productos que se fabrican en la zona armera, donde cada industrial podrá exponer muestra de lo que fabrique, con indicación de los precios, al objeto de que el comerciante o el particular, sin necesidad de recorrer todos los talleres o fábricas pueda conocer cuanto le interese para la compra de sus géneros.En la sección histórica de dicho Museo podría estudiarse en todo momento la evolución adquirida por la industria eibarresa en las distintas épocas.» Y terminaba la instancia con el... «Suplicamos a V.E. se sirva conceder al Ayuntamiento de Eibar una subvención con cargo a los fondos del Estado de cinco mil pesetas anuales a ser posible, o en la cuantía suficiente con destino a la instalación y sosteniemiento de un Pro badero Municipal de armas, un Museo Comercial e Histórico de las industrias de armas y damasquinado y, especialmente, para la creación y gastos de enseñanza de una escuela de aprendizaje de obreros armeros y ampliación de la Academia Municipal de dibujo ya establecida». Y aquí vemos cómo, a pesar del tiempo transcurrido, no se han completado todavía las aspiraciones de aquellos entusiastas eibarreses de primeros de siglo, cuyas ideas constituyen toda una doctrina de previsión y de creación de riqueza intelectual, cultural y laboral. Falta ese museo del damasquinado y ese otro museo comercial que tantos beneficios hubiera reportado en todos estos años si nuestra industria se hubiera desarrollado sin altibajos desmesurados, pues resulta que en los momentos de euforia suelen olvidarse con facilidad todos estos detalles, mientras que en los de decadencia y crisis se recuerdan y se lamenta la falta. De todas formas, es conveniente atemperar estas iniciativas que quedaron pendientes. Y es lo que se pretende. Creo que es preciso sacudirse del prolongado letargo padecido. El tal ministro de Fomento, que ayudó e hizo posible las aspiraciones o buena parte de ellas, no fue otro que el donostiarra D. Fermín Calbetón. Ahí tenemos bien cerca una calle en su recuerdo como gran benefactor de Eibar. Y también quedan vestigios fotográficos del banquete campestre celebrado en su honor en el castaña1 de Olarreaga el 23 de julio de 1911, al aire libre y en un ambiente de fervor popular de agradecimiento y simpatía hacia él. Ahora que se han puesto de moda en las altas esferaspolíticas las comidas y cenas de trabajo así se nos informa en crónicas y por la misma televisión diría yo en torno a este asunto o nueva costumbre, que aquel ágape también lo fue. Y es que aquí, en nuestra comarca, no resulta nada nuevo ni especial eso de las cenas de trabajo, porque frecuentemente en los manteles y servilletas de papel de las sociedades populares se dibujan durante la sobremesa, tras darle el culto debido al contenido del plato, diseños o croquis que pueden representar desde la profundidad de una rosca, el módulo de un engranaje o la figura de un resorte. Son improvisaciones laborales, actitudes espontáneas, cuya paternidad, lo mismo que la del damasquinado, no se nos puede negar. Total; que nos hemos dejado copiar y arrebatar muchas cosas. Ramiro Larrañaga Fotografías: Enciclopedia Auñamendi Euskonews & Media 79.zbk (2000 / 5 / 19 26) gratuita | Abonnement gratuit | Free subscription Eusko Ikaskuntzaren Web Orria webmaster@euskonews.com http://ikaskuntza.org/cgiBanner/banner.cgi?datos=denda&link=www.euskoshop.com http://ikaskuntza.org/
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