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Transformaciones demográficas y equidad intergeneracional: retos para un desarrollo
sostenible en Euskadi
Departamento de Geografía, Prehistoria y Arqueología (UPV/EHU)
La población vasca está envejeciendo[1]. No es un fenómeno exclusivo, ya que todo el planeta está envejeciendo. Tampoco es un fenómeno negativo, sino el resultado de lo que se conoce como la revolución reproductiva, un cambio histórico motivado por un aumento extraordinario en la supervivencia y longevidad de las personas que permite mantener o aumentar la población con un menor número de nacimientos (MacInnes & Pérez Díaz, 2024). Derivado de ello, se produce un descenso en el trabajo reproductivo necesario, lo que provoca cambios sociales asociados como el declive del patriarcado, la liberación de la mujer de los roles reproductivos tradicionales, la desregulación social de la sexualidad y un cambio en la distribución de roles productivos-reproductivos basados más en la generación que en el género (Castells, 2000; MacInnes & Pérez Díaz, 2024).
En Euskadi, la reducción del número de hijos por mujer tampoco es un fenómeno nuevo. La transformación en los patrones de fecundidad comenzó en las áreas más urbanas y desarrolladas, como Bilbao y Donostia-San Sebastián, a finales del siglo XIX y se extendió paulatinamente a las áreas rurales y menos desarrolladas (Hernando Pérez, 2020). Esta divergencia en la transición demográfica evidenció la influencia de la educación y el desarrollo económico en la reducción de la fecundidad. Un recorrido descendente en paralelo al empoderamiento femenino y a su incorporación al mundo laboral que, aunque sufrió un breve repunte con el baby boom de las décadas de 1960 y 1970, ha supuesto una reducción constante en el número de hijos por mujer hasta las cifras actuales en torno a 1,3 hijos por mujer.
Atendiendo a las proyecciones demográficas, se trata además de un fenómeno imparable. La natalidad baja, pero no es tanto el resultado de tener menos hijos por mujer, al mantenerse el índice de fecundidad relativamente estable, sino responsabilidad de la propia estructura demográfica y la menor proporción de mujeres en edad reproductiva[2]. Sin embargo, esas transformaciones en la estructura tienen grandes implicaciones en la dinámica demográfica, ya que salen más individuos de los que entran. Las mayores tasas de mortalidad asociadas a cohortes de edades avanzadas no se ven compensadas por unos nacimientos en continua reducción en términos absolutos, dando origen a la conocida como madurez de masas (Pérez Díaz, 2002).
La pérdida de población vía crecimiento vegetativo sólo es compensable mediante inmigración y, en este aspecto, el saldo migratorio de Euskadi es netamente positivo. El incremento casi ininterrumpido desde comienzos del siglo XXI de la población de origen extranjero -con una ralentización de sus llegadas en los años posteriores a la crisis económica de 2008 e, incluso, con saldos migratorios negativos en 2012 y 2013-, amplía las cohortes por los grupos etarios intermedios de la pirámide, con lo que contribuye positivamente al rejuvenecimiento de la población.
El colectivo de extranjeros presenta estructuras más jóvenes y una alta feminización, consecuencia de la oferta laboral orientada al servicio doméstico y a los cuidados (Vicente Torrado, 2021). Es una población con niveles educativos relativamente altos, dado que casi un 60 % dispone de estudios secundarios, formación profesional o estudios superiores. Su paulatina integración en el sistema productivo vasco está permitiendo reducir el porcentaje de inmigrantes cuya principal fuente de ingresos proviene de prestaciones no contributivas (Departamento de Empleo y Políticas Sociales, 2018). No obstante, todavía se trata de un grupo de población que presenta una marcada precariedad económica, agravada primero por la crisis de 2008 y, posteriormente, por la pandemia de COVID‑19 (Ikuspegi, 2022).
Las generaciones más jóvenes también se han visto afectadas por la crisis y las posteriores políticas de austeridad, incidiendo de forma intensa en el empleo juvenil y comprometiendo con ello la estabilidad económica de muchos jóvenes. Ello influye en un retraso de los proyectos vitales individuales, retrasándose de forma generalizada la constitución de nuevos hogares y la decisión de tener hijos. Aunque se han implementado medidas para mejorar las condiciones laborales, como la reforma del mercado de trabajo y el incremento del salario mínimo, aún existen importantes condicionantes que llevan a que la natalidad no se recupere. Uno de los principales es el difícil acceso a una vivienda asequible, que afecta de manera directa en el retraso de la edad de emancipación. La baja corresponsabilidad y la escasa conciliación laboral, con brechas de género persistentes, son también dos factores disuasorios para tener descendencia.

Los gastos por prestaciones sociales destinados a vejez se han casi triplicado en los últimos veinte años.
A pesar de que el envejecimiento afecte a la disponibilidad futura de mano de obra[3], desde 2014 se ha observado un crecimiento importante en la actividad y la ocupación[4]. Sin embargo, el mercado laboral también presenta una tasa de temporalidad superior a la media europea, una alta parcialidad laboral y un estancamiento salarial desde la crisis de 2008, que afecta especialmente a los trabajadores menos cualificados. Aunque el desempleo se reduzca, no es una reducción generalizada, siendo las mujeres mayores de 45 años sin prestaciones las principales damnificadas (De la Rica, 2023). La mayor longevidad, pero también la automatización y digitalización están transformando el mercado laboral e incrementando la desigualdad salarial, ampliándose la brecha entre los empleos altamente cualificados y los empleos sin cualificación.
Es cierto que el modelo vasco se ha distinguido por su eficacia tanto en aspectos predistributivos como redistributivos, combinando un sistema productivo que generaba menos desigualdad inicial con un robusto modelo de protección social. Sin embargo, el crecimiento económico no ha beneficiado equitativamente a todos los grupos de población, ampliando la brecha entre los menos favorecidos y el resto de la población. Esta situación ha llevado a una paradoja donde coexiste un bienestar creciente en el núcleo mayoritario de la sociedad vasca con un aumento general de la desigualdad económica. Pero a pesar de estas tendencias, las tasas de pobreza se han mantenido relativamente estables, lo cual se atribuye en gran medida a las políticas de protección social implementadas y que permiten a Euskadi mantener sus indicadores más favorables (Sanzo González, 2023). Sin embargo, este incremento de la desigualdad hace aflorar las crecientes necesidades generadas por las dinámicas del mercado laboral, de los sistemas contributivos y de la propia demografía, necesidades a las que las políticas redistributivas tendrán que dar respuesta.
Obviamente, la reestructuración de las cohortes hacia edades más avanzadas generará una creciente presión sobre determinadas partidas de gasto público. Por ello, el sistema público de pensiones, basado en la solidaridad y el reparto intergeneracional, está en el foco del debate. Diagnósticos pesimistas auguran una insostenibilidad del sistema y justifican reformas dirigidas a la reducción de las pensiones y al fomento de planes de pensiones de capitalización privados. Pero evidentemente, más que una cuestión económica, es una cuestión de voluntad política y de decisiones de la propia sociedad vasca. Especialmente cuando el artículo 50 de la Constitución española establece la obligatoriedad de los poderes públicos de garantizar mediante pensiones adecuadas la suficiencia económica de las personas en la tercera edad, convirtiendo la garantía asistencial de este colectivo en un derecho social. Sin embargo, ante presupuestos públicos limitados, garantizar la equidad intergeneracional se convierte en todo un reto.
Así lo evidencia el incremento de los gastos por prestaciones sociales, en los que los destinados a vejez se han casi triplicado en los últimos veinte años[5]. Dadas las proyecciones demográficas, evidentemente los gastos por pensiones subirán. Buscar un equilibrio presupuestario implicará, por tanto, incrementar los ingresos fiscales actuando sobre un empleo de calidad, una reducción del desempleo y unos regímenes fiscales más progresivos que graven en mayor medida a las rentas altas. De hecho, el colectivo de personas de la tercera edad presenta una situación comparativamente privilegiada, ya que la distribución de la pobreza en la sociedad vasca muestra una concentración desproporcionada en tres grupos especialmente vulnerables: los residentes de nacionalidad extranjera, las personas con bajo nivel educativo y la población infantil. Estos colectivos llegan en algunos casos a triplicar las cifras observadas en el grupo más favorecido, el de los adultos mayores (Zalakain, 2022).
Estas disparidades no son coyunturales, sino que se inscriben, como hemos argumentado, en un contexto de transformación demográfica más amplio relacionado con cambios tanto en la composición por edades de la población como en el incremento de la población inmigrante o, en menor medida, de los hogares unipersonales y monoparentales, grupos tradicionalmente más precarizados. No podemos obviar tampoco que, aunque la comunidad autónoma mantiene indicadores de pobreza, desigualdad y exclusión social más favorables que el promedio español, la tendencia desde 2008 muestra un deterioro relativo. Para abordar esta nueva realidad, será necesario desarrollar políticas integrales basadas en la justicia intergeneracional que garanticen la calidad de vida y al bienestar de forma equitativa a toda la población. Es preciso seguir avanzando en una sociedad cohesionada, inclusiva e igualitaria. Por último, es fundamental mantener un diálogo abierto sobre las prioridades de gasto público para abordar de manera efectiva todos los retos que el nuevo panorama demográfico plantea.
Referencias
Castells, M. (2000). El fin del patriarcado: Movimientos sociales, familia y sexualidad en la era de la información. En La era de la información: Volumen III: El poder de la identidad (pp. 159-269). Siglo XXI Editores.
de la Rica, S. (2023). Diagnóstico del empleo en Euskadi ante las grandes: transformaciones: oportunidades y retos. Revista Hermes, (74), 4-9. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/8945546.pdf
Departamento de Empleo y Políticas Sociales. Gobierno Vasco (2018). Tablas estadísticas de la Encuesta de la Población Inmigrante Extranjera de 2018. https://opendata.euskadi.eus/catalogo/-/estadistica/encuesta-de-la-poblacion-inmigrante-extranjera-de-2018-cae/
Eustat (2024a). Cuenta de la protección social. https://www.eustat.eus/banku/id_2353/indexLista.html
Eustat (2024b). Población en relación con la actividad (PRA). https://www.eustat.eus/bancopx/spanish/id_2307/indiceRR.html
Eustat (2024c). Pirámides interactivas. https://www.eustat.eus/indic/indicadoresgraficosvista.aspx?idgraf=11680&opt=0&tema=163
Hernando Pérez, J. (2020). La evolución de la fecundidad en Euskadi (S.XX): Un análisis a partir de los censos de población. Vasconia, 44, 127–149. https://ojs.eusko-ikaskuntza.eus/index.php/vasconia/article/view/935
Ikuspegi, Observatorio Vasco de Inmigración (2022). Tendencias y retos en la integración de la población inmigrante en Euskadi. Análisis de la Encuesta de la Población Inmigrante Extranjera en la CAE (EPIE 2018). https://addi.ehu.es/handle/10810/56456
MacInnes, J., & Pérez Díaz, J. (2008). La tercera revolución de la modernidad; la revolución reproductiva. Revista Española De Investigaciones Sociológicas, (122), 89–118. https://doi.org/10.5477/cis/reis.122.89
Pérez Díaz, J. (2002). La madurez de masas. Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/perez-madurez-01.pdf
Sanzo González, L. (2023). Desigualdad y pobreza en Euskadi: Tendencias recientes. En J. Shershneva (Ed.), Dimensiones desde la desigualdad (pp. 79–110). Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea, Servicio Editorial. https://www.ikuspegi.eus/documentos/zabaldu/zabaldu1cas.pdf#page=81
Vicente Torrado, T. L. (2021). Población inmigrante y mercado de trabajo en Euskadi: ¿Se ha producido la recuperación tras la crisis económica y de empleo iniciada en el año 2008? En N. del Álamo Gómez, E. M. Picado Valverde, & A. V. Parra González (Eds.), Políticas públicas en defensa de la inclusión, la diversidad y el género III: migraciones y derechos humanos (pp. 643–657). Ediciones Universidad de Salamanca. https://eusal.es/index.php/eusal/catalog/view/978-84-1311-467-5/5556/6271-1
Zalakain, J. (2022). Crecimiento económico y políticas para la inclusión social en Euskadi. Ekonomiaz: Revista vasca de economía, 101, 105–129. https://www.euskadi.eus/web01-a2reveko/es/k86aEkonomiazWar/ekonomiaz/abrirArticulo?idpubl=98®istro=8
[1] En el año 1976, sólo el 8,3 % de la población vasca superaba los 65 años. En el año 2000, este porcentaje ya ascendía a 17,2 %. En 2024, asciende al 24,2 % y se estima que en 2035 alcance el 28,9 % de la población total (Eustat, 2024c).
[2] En Euskadi, en el año 2000, las mujeres en edad fértil (15-49 años) representaban el 26,3 % de la población. En 2024, representan el 19,9 % (Eustat, 2024c).
[3] Se prevé una reducción de un 8% para 2035 de la población activa (De la Rica, 2021)
[4] Según datos de la Encuesta de Población en relación con la actividad (PRA), de 2014 a 2023, la población activa se ha incrementado un 0,6% mientras que la población ocupada se ha incrementado en un 10,5% (Eustat, 2024)
[5] Los gastos de Euskadi en prestaciones sociales han incrementado del 17,6% del PIB en el año 2000 al 27,9% en 2021 (Eustat, 2024a).