161 Zenbakia 2002-04-05 / 2002-04-12

Gaiak

La fotografía de José Ortiz-Echagüe en el País Vasco y Navarra

DOMEÑO MARTÍNEZ DE MORENTÍN, Asunción

La fotografía de José Ortiz Echagüe en el País Vasco y Navarra La fotografía de José Ortiz Echagüe en el País Vasco y Navarra Asunción Domeño Martínez de Morentin Hablar de José Ortiz Echagüe (Guadalajara 1886 Madrid 1980) es referirnos a una de las figuras más sobresalientes de la fotografía en España, un embajador del arte que dio a conocer la imagen de España por los países de todo el mundo. Ingeniero de profesión, piloto de globos aerostáticos y de aviación, fundador de dos de las empresas de mayor peso en nuestro país, C.A.S.A. (Construcciones Aeronáuticas S.A.) en 1923 y SEAT en 1950, la fotografía constituyó para él su afición más importante. Su contacto con el mundo de la cámara comenzó en 1898 tras negarse su familia a que José siguiera los pasos de su hermano mayor, Antonio, y se formara como pintor, su principal deseo en ese momento. Fue entonces cuando recibió su primera cámara fotográfica, a modo de consuelo, con la que empezaría a realizar sus primeras instantáneas, iniciando así una trayectoria que le conducirá a las cimas más altas de la fotografía española y a convertirse uno de los fotógrafos de mayor reconocimiento a nivel internacional. A través de su fotografía, José Ortiz Echagüe tuvo un único objetivo: el de recoger a través de su cámara aquellos aspectos más representativos de la tradición española, consciente de que esa tradición constituía un vestigio pronto a desaparecer por efecto de la rápida expansión del progreso y del desarrollo industrial del que él mismo era parte integrante a través de las dos empresas que dirigía. Imbuido por el espíritu de la "Generación del 98", el fotógrafo vuelve su cámara hacia aquellos asuntos impregnados de tradición, de pasado, compartiendo la mirada de Azorín, de Unamuno o de Machado en sus recorridos por España, donde tienen cabida los tipos, los trajes populares, los paisajes, las fortalezas medievales o las costumbres religiosas. Como ellos, siente el fotógrafo la emoción por la tierra y por sus habitantes;pero la tradición no sólo impregna los temas que recoge a través del objetivo; la estética, cuajada de composiciones equilibradas, de ejes de simetría, de luces de rayos sesgados, de volúmenes escultóricos, lo definen como un artista de vena clasicista, y la técnica, mediante el laborioso proceso del carbón directo sobre papel Fresson que otorga a sus imágenes ese aspecto tan peculiar y diferente al de la fotografía convencional, viene también a subrayar con el efecto de tradición las imágenes echagüinas. La búsqueda de la tradición no es una actitud aislada de Ortiz Echagüe, sino que, en su proceder, el fotógrafo se integra en un ambiente generalizado en España que afecta, además de a la literatura, a la fotografía o a las artes plásticas en especial a la pintura, en torno a la cual van a surgir una serie de escuelas regionales interesadas por unos asuntos comunes como los retratos de tipos, costumbres del lugar, paisajes, etc... . Taller de costura (1905). La relación de José Ortiz Echagüe, con el País Vasco y Navarra fue cercana en diferentes momentos de su vida, por razones de muy diversa índole. El hecho de que este futuro fotógrafo pasara su infancia en Logroño, le permitió acercarse en repetidas ocasiones a Vitoria donde residían sus abuelos por parte materna. Allí, su hermana Encarnación acudía al taller de labor del nº 5 de la calle Florida, que el fotógrafo inmortalizó en su conocida imagen Taller de costura (1905), llena de preciosismos lumínicos. En esa misma ciudad, su hermano mayor Antonio, recibió algunas clases en el taller del vitoriano Ignacio Díaz Olano. La familia Ortiz Echagüe, además, pasaba los veranos en San Sebastián, donde tenía alquilada una casa en la calle Miracruz nº 5, situación que se repetiría año tras año hasta el estallido de la Guerra Civil y que aprovecharía José para realizar fotografías con su cámara. Con San Sebastián le unirán estrechos lazos porque fue allí mismo donde conoció a la que se convertirá en su esposa y madre desus ocho hijos, Carmen Rubio Sandoval. Sus visitas a San Sebastián quedarían interrumpidas cuando se declaró la Guerra, que le sorprendió en la misma ciudad. Al finalizar la contienda bélica, se encontraba embargado de un gran dolor: sus dos hijos mayores habían fallecido en el hundimiento del crucero "Baleares" y durante los años siguientes no pudo asomarse al mar. Esta fue la razón de que la familia Ortiz Echagüe Rubio cambiara el mar por la montaña y buscara un nuevo destino para sus vacaciones; el lugar elegido fue el pueblo de Burguete, cerca de Roncesvalles a donde regresarían en varias ocasiones en los años 40, circunstancia que una vez más aprovecharía para realizar instantáneas de la provincia, pero especialmente en los valles colindantes de Aézcoa y Salazar y en la propia Colegiata de Roncesvalles. En el parque de Ayete (1912). Su producción fotográfica referida al País Vasco y Navarra dio lugar a un variado repertorio en el que se incluyen algunas de sus imágenes de mayor elegancia y glamour, como es el caso de la titulada En el parque de Ayete (1912). Guipúzcoa despertó en Ortiz Echagüe un interés muy especial por el medio marino; fue el único lugar en el que retrató a gentes del mar ya fuera haciéndolos posar para conseguir rotundas imágenes de primeros planos, ya fuera capturándolos en las labores del quehacer cotidiano de estos personajes "intrahistóricos". De todas las imágenes dedicadas al tema del mar, sin lugar a dudas, sus Remeros vascos, constituyen la serie de fotografías más destacada. Realizados a fines de la década de los 20 y comienzos de la siguiente, en los lugares de Orio, Pasajes, Ondárroa o Zumaya, José Ortiz Echagüe mostraría una fuerte fascinación por la fortaleza de estos hombres que a diario tienen que enfrentarse a un medio hostil y amenazador como es el mar. Remeros jóvenes o entrados en años, vistos de frente o de perfil, ataviados con sus rígidas "xiras" que los protege de la continua lluvia; llevan el remo entre sus recias manosque se convierte en un elemento estructurador de la composición. José Ortiz Echagüe aprendió, entre otras cosas, de su hermano Antonio, el pintor, que la expresión de una figura humana no sólo radica en la mirada o en el gesto de la boca; las manos cumplen también un papel de primer orden por lo que siempre adquieren un protagonismo destacado en retratos de este tipo en las que los personajes ocupan la mayor parte de la superficie de la toma mientras que los fondos o han desaparecido o simplemente se han convertido en un telón desvaído que ayudan a concentrar la atención en la figura. En esta misma línea se sitúan también sus famosos retratos de Lino de duelo. En el ejercicio de sus labores Ortiz Echagüe nos presenta a los Pescadores de angulas, Los pescadores parten, lasVendedoras de pescado en Orio o el Portal de Orio. La cámara se distancia para mostrarnos las figuras inmersas en su entorno, en tomas en las que de nuevo el fotógrafo juega con la distinción de texturas para enriquecer la visualidad de la imagen. Pasajes. Gipuzkoa. Pero si los tipos son los que acaparan una mayor atención en la producción dedicada al País Vasco, no por ello descuida Echagüe el paisaje urbano y natural proporcionándonos imágenes de tanta belleza como Casas de Pasajes o Barcas de Pasajes, pintorescos cuadros en los que el agua va describiendo suaves ondulaciones, mientras se respira un aire de vetustez y de reciedumbre a través de las paredes descarnadas de las viviendas y de sus destartalados tejados. En Navarra, los Bosques de Roncesvalles causaron una honda fascinación en el fotógrafo hasta el punto de realizar hasta doce versiones distintas del mismo asunto, en las que juega con los contrastes intensos de luces y sombras, con la sinfonía de tonos plateados que recorren los troncos de las hayas o con la presencia romántica de la figura del caminante que aparece en varias de sus tomas. Junto a ellas, encontramos excelentes ejemplos del retrato de tipos como lo son las instantáneasrealizadas a los alcaldes de Garralda o a las roncalesas vestidas con sus elegantes trajes regionales que constituyen una buena carta de presentación, por un lado, del buen hacer del fotógrafo y, por otro, de la pervivencia de la tradición en las tierras del viejo reino. La espiritualidad que emana el lugar de Roncesvalles le inspiró una de sus imágenes de mayor belleza: Cruceros de Roncesvalles. Para la toma dispuso la cámara en un ligero contrapicado con el cual obtuvo un punto de vista en el que magnificó la presencia de las figuras encapuchadas y de su esfuerzo duro y callado cargando con la cruz, al tiempo que destacaba el protagonismo de los pies desnudos de los penitentes caminando por el terreno pedregoso y difícil. Todos los elementos de la naturaleza, en un silencio sobrecogedor, se suman al sufrimiento de estos hombres anónimos, las enormes piedras del camino, que dificultan la marcha, reducidas únicamente a una pequeña referencia en primer término; y la gran masa de cielo gris sobre la que se recortan los perfiles oscuros de los penitentes y de sus cruces, surcada de cúmulos amenazantes, tormentosos. Cruceros de Roncesvalles. Éstos son sólo algunos ejemplos del buen hacer de Ortiz Echagüe en sus recorridos por el País Vasco y en Navarra donde encontró un interesante filón para convertir en imágenes inmortales los últimos rescoldos de la tradición: sus gentes de recio carácter, sus paisajes llenos de pintoresquismo, sus devociones religiosas, que despiertan en el fotógrafo una vena neorromántica. Son imágenes del ayer que, elevadas a la categoría de arte, han quedado perpetuadas para siempre. Asunción Domeño Martínez de Morentin, Departamento de Historia del Arte Legado Ortiz Echagüe. Universidad de Navarra Euskonews & Media 161.zbk (2002 / 4 / 5 12) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria