
Gaiak
El tarot
Centro de jubilados del barrio del Antiguo - Donostia “Toki atsegina”
Hace algo más de diez años quedé sorprendida al escuchar y ver a Alejandro Jodorowsky por primera vez en una pantalla de televisión. Este hombre me dio a entender con su forma de expresarse que más allá de la adivinación existía el tarot como un alfabeto simbólico extraordinario para ser leído, es decir interpretado, ¡pero no de cualquier forma por supuesto!
Lo más sorprendente para mí, en aquel momento, fue comprender que lo realmente importante de la lectura del tarot no era la adivinación, sino el ir descubriendo progresivamente quien era yo a través de su simbología. Me sorprendió y agradó todo lo que él comentó ese día. Como consecuencia compré inmediatamente el Tarot de Marsella de Alejandro Jodorowsky.
En un principio, atraída por la curiosidad, revolvía el mazo de cartas y las soltaba encima de la mesa al buen tuntún sin percatarme de que realmente era un alfabeto simbólico lo que tenía entre manos y ante mis ojos. Poco a poco fui dándome cuenta que de la misma manera que existe una simbología alfabética para leer y escribir en la que la “A” nunca es la “B”, lo mismo ocurría en el tarot con cada una de las cartas quedándome claro a modo de ejemplo que la “Papisa” nunca es “El Papa”.

Y así comencé a jugar con el Tarot sin saber muy bien en qué andaba, movida por mis quereres y mis curiosidades. Buscaba respuestas a la vez que hacía preguntas. Al cabo de un tiempo me di cuenta que necesitaba una guía que me ayudara en este proceso, si no quería cultivar un egocentrismo y una falta de libertad personal, al dejarme influir por mis propios quereres y apreciaciones sin más. Al mismo tiempo deseaba vivir este conocimiento lúdico como una terapia y aquel enganche con las cartas que estaba experimentando no contribuía a liberarme y fue así como compré “La vía del Tarot” de Alejandro Jodorowsky, y desde entonces hasta hoy, las cartas y el libro, se han convertido en mis compañeros de viaje por este mundo.
Llevo más de diez años, como he comentado antes, experimentándome en esta práctica extraordinaria al hilo de su conocimiento terapéutico. En un comienzo pasé dos años leyendo y experimentando con calma el dichoso libro. Después y hasta el día de hoy sigo encontrando en sus páginas la sabiduría terapéutica que necesito. Me resulta sencillamente liberador recorrer, a través de las diferentes simbologías, ese paso del inconsciente que habita en mí a ese ser más consciente de mi propia realidad y del entorno que me rodea. Las cartas son el instrumento adecuado para ello porque a modo de espejo al mismo tiempo que me hacen tomar distancia de mi misma, son capaces de sugerirme mi propia imagen desde un conocimiento más objetivo, produciéndome ese placer que la sabiduría que contienen me trasmite para disfrutarla.
Es como si fluyera en esa palabra tan recordada del pedagogo brasileño Paulo Freire: “Concientización”. Al mismo tiempo que esta práctica me ayuda a mejorar la lectura que hago sobre mí y la realidad. Podría decir que la tan conocida frase freireana “lectura de la palabra/lectura de la realidad” se transforma en “lectura de la carta/lectura de la realidad”.
El hallazgo de esta experiencia abre mi mente y mi corazón y con el objetivo de no quedarme solo para mí esta riqueza experimental voy compartiendo esta lectura, interpersonalmente, en grupos de amigas y amigos, en aulas de clase y finalmente en el centro de jubilados del barrio del Antiguo en Donostia denominado “Toki atsegina”.

La realidad es que cuarenta mujeres compartimos sabiduría simbólica en dos grupos de veinte una vez por semana durante todo el curso en este espacio peculiar. Hay quienes no habían visto nunca un tarot, otras ya conocían alguno… pero todas atraídas por la curiosidad y el deseo de conocer y practicar. Al comienzo del curso consideré necesario comunicarles tres aspectos que yo creo que son fundamentales en esta práctica: 1) no pienso trabajar la adivinación y vamos a seguir el conocimiento de esta simbología desde la sensibilidad que yo experimento en la lectura del tarot de Alejandro Jodorowsky en su libro; 2) No hay carta buena ni carta mala. Todas son como la vida misma, tienen de todo, la cuestión es que vamos a trabajar lo positivo de manera especial para intentar disminuir los efectos negativos. Es un camino de construcción; 3) Cada una de nosotras y nosotros somos nuestro propio gurú y la simbología de las cartas es una posibilidad más en el camino de nuestro propio conocimiento.
Este curso hemos pasado de saber poco o nada a sentirnos capaces de una posible lectura. De manera lúdica hemos disfrutado de colores, números, personajes, reconocimientos, frustraciones, en definitiva hemos descubierto mejor el propio conocimiento y la sabiduría personal. Hablamos con asombro del amplio contenido que alberga la lectura de estas cartas, del aspecto lúdico de las mismas y sobre todo del deseo de continuar por este camino el próximo curso. La profesionalidad y el hacer terapéutico de Alejandro Jodorowsky nos ha ayudado todo el tiempo a viajar del inconsciente que albergamos a ser cada vez más conscientes de lo que vivimos.

Alejandro Jodorowsky nació en Tocopilla–Chile. Hijo de padres Ucranianos. Participé de su actuación en Santiago de Chile en dos ocasiones durante los años que viví allí (2005/2010): una en la feria internacional del libro en el salón principal, donde nos regaló un comentario sobre el momento chileno que estábamos viviendo después de un enorme y desolador terremoto, y la otra en el teatro Caupolicán en el taller denominado “Cabaret Místico”.
Paulo Freire era natural de Brasil. Tuve ocasión de conocerle de cerca, en el aula, en torno a una mesa en su casa y en la nuestra, he leído la mayoría de sus libros…, durante mi estancia en São Paulo – Brasil en la década de 1980. Dos profesionales extraordinarios. Muy potentes. En definitiva, dos grandes maestros de la vida.