
Gaiak
Cuento vizcaíno: el regreso de Jaun Zuria
Apoderado en las Juntas Generales de Bizkaia 1999-2019
La base mítica de esta historia me la contó cuando yo era niño mi abuela Francisca Bravo Oregui, “Mabu” para mí, una bondadosa vizcaína nacida en el caserío Izkoaga, en el barrio de Eitua, en Berriz. Me dijo que era un relato que de niña había escuchado narrado en su "vascuence" natal, como ella llamaba al euskera.
Con los años y las lecturas me he dado cuenta que “Mabu” me contaba una versión “pro duranguesa” del origen del Señorío de Vizcaya diferente a las versiones más “pro vizcaínas” articuladas en torno al papel central de Jaun Zuria, el “Señor Blanco” como clave para la fundación del Señorío, basadas en lo escrito en la baja edad media por el Conde Barcelos y Lope García de Salazar.
La fábula fantástica de mi abuela es también próxima a la relatada en 1634 por el durangués Gonzalo de Otálora en su “Micrología” y además enlaza en algún punto con la llamada balada de “Kanzuria” cantada en Urdaibai.
¿Cómo refrescó mi abuela el recuerdo de aquel cuento infantil? El caso es que, de vez en cuando, ”Mabu” para hablar en euskera quedaba en casa con el padre Donato Gorrochategui Chinchurreta, un agustino guipuzcoano, organista de la vecina iglesia de San José de la Montaña.
Gorrochategui era muy culto (gracias a Antonio, un amigo del colegio, he sabido que el religioso tenía no solo conocimientos de latines y música, sino estudios universitarios de Ciencias, Filosofía y Teología) y por lo visto conocía bien muchas historias y tradiciones del País Vasco.
En sus reuniones "Mabu" practicaba con Gorrochategui su melodiosa lengua vasca materna, charlaba sobre asuntos espirituales y rememoraba historias de cuando ambos eran niños y vivían en sus caserios. Lo cierto es que los días siguientes a las visitas del padre Gorrochategui la abuela siempre tenía algún nuevo relato o sucedido que contar.
Recuerdo con especial cariño el cuento que ahora voy a intentar transcribir, modernizando su lenguaje, sobre Jaun Zuria pues hablaba de batallas, aventuras medievales, caballos de piedra voladores y seres mágicos.
Han pasado muchos años y hoy no sé cuánto de lo que rememoro proviene de los adornos literarios con los que seguramente con el tiempo y las muchas lecturas, mi memoria ha completado los huecos del relato de “Mabu”, ni cuanto se origina por lo aportado a esta por el padre Gorrochategui, ni cuánto proviene de historias oidas más tarde en mis vacaciones en Amurrio, cerca del “árbol Malato”.
Sesenta años son bastantes para destejer la madeja de los recuerdos propios y ajenos entremezclados formando un poutpurrí. Pero como me parece una historia bonita y diferente sobre nuestro origen como vizcaínos, pues convierte a Sancho Esteguiz, conde de Durango, en el personaje clave de la creación del Señorío, he decidido redactarla en estilo moderno con algunos toques de fantasía para intentar que, como fábula navideña infantil, no se olvide.

"La Jura de los Fueros de un Señor de Bizkaia ('Jaun Zuria')", Anselmo Guinea, 1882.
Su contenido sería más o menos así:
“Hace muchos años vivía en la torre de Tavira de Durango una niña llamada Dalda, la hija del conde de Durango Sancho Esteguiz. Dalda era huérfana pues su madre había fallecido al nacer ella, pero a pesar de criarse sola tenía un carácter muy alegre y se hacía querer por todos. Pero en la torre no había otros niños con los que Dalda pudiera jugar y de pequeña acostumbraba a pasear por el precioso prado cercano a la torre donde el río Mañaria se unía al Ibaizabal y al Zaldi Erreka (arroyo del caballo) llamado así por una gran escultura de piedra cercana que representaba un animal cuadrúpedo con un globo bajo su vientre.
Los más ancianos decían que esta escultura era de “los gentiles” que habitaron esas tierras antes de nacer Cristo, y que luego desaparecieron, dejando monumentos y castillos de piedra en los altos.
El prado se tenía por un lugar mágico por la presencia del animal. Las gentes acudían al mismo a resolver pleitos y realizar juramentos ante aquel vestigio de los antiguos que les imponía respeto.
Además, a menudo se veía junto al río a las lamias peinando sus largos cabellos dorados con peines de oro. Dalda se hizo muy amiga de ellas y del ser mágico al que servían, Mari, la Dama del Amboto, que tenía muy cerca su morada en una gran caverna. Los años fueron pasando en aquel jardín y Dalda creció y se convirtió en una hermosa joven.
Pero un día la paz que había reinado durante su infancia se acabó, pues Alfonso, Rey de León, mandó a su hijo, el conde Ordoño, atacar Vizcaya porque los vizcaínos le habían ofendido, ya que no le habían enviado el tributo anual que acostumbraban ofrecerle como reconocimiento a su autoridad regia: un toro, un buey y un caballo blanco.
Cuando los vizcaínos supieron que iban a ser atacados, se reunieron y enviaron un emisario para desafiar a Ordoño a una batalla campal. Pero este, que era hijo de rey, rechazó entrar con ellos en combate, pues no tenían a su frente a nadie de sangre real. Ordoño les dijo que sólo lucharía con ellos si lo tuvieran y, mientras tanto, se dedicaría a devastar el país.
Entonces los vizcaínos recordaron que en Mundaka vivía un joven de veintitrés años al que llamaban Jaun Zuría, por ser de piel muy blanca y cabello rubio, algo muy raro entonces. Jaun Zuria que era hijo de una princesa escocesa y, por tanto, de sangre real, había nacido en Mundaka porque su madre había sido abandonada allí por los suyos tras descubrirse que estaba embarazada.
Ella nunca quiso revelar quién era el padre de Jaun Zuria. Se decía que había sido un genio al servicio de Mari llamado “el Culebro’ o Sugaar. Jaun Zuria aceptó de inmediato liderar a los vizcaínos. Que además no iban a acudir solos a la batalla, pues el conde Sancho Esteguiz de Durango, padre de Dalda, les iba a apoyar contra los leoneses.
Los dos ejércitos se enfrentaron en un lugar cercano a Bilbao, llamado hasta entonces Padura. Pero de tantos muertos que hubo aquel día, las piedras del suelo quedaron teñidas de rojo por la sangre y por eso desde entonces el campo de batalla se llama Arrigorriaga, es decir, “piedras rojas”. Los leoneses fueron derrotados y Ordoño y unos pocos de sus hombres huyeron hacia el sur intentando alcanzar la meseta por Orduña, seguidos de cerca por los vizcaínos con Jaun Zuría y Sancho Esteguiz a la cabeza.
Estos les persiguieron hasta un robledal situado en Luyando, en la Tierra de Ayala, dónde un arquero leonés emboscado en un roble frondoso, esperó la llegada de los vizcaínos y lanzó una flecha contra sus capitanes, que se clavó en la cabeza de Sancho Esteguiz, junto al ojo, causándole una herida mortal. Lleno de furia, Jaun Zuria dio muerte con su espada al arquero, y luego tajó con su arma en el árbol donde se había ocultado. Al momento el árbol enfermó y desde entonces fue llamado "árbol Malato o árbol Gafo".
Visto tal prodigio los vizcaínos quedaron espantados. El único que comprendió su significado fue el conde Sancho Esteguiz pues era un hombre sabio. Por ello les dijo: “La batalla que hemos ganado ha sido derramando la sangre de muchos cristianos: no derramemos más sangre, dejemos de perseguir más allá de este robledal al resto de los leoneses y que vuelvan a sus tierras pues nunca volverán atacar Vizcaya”. Así Ordoño y los pocos hombres que le quedaban pudieron escapar por la sierra, que desde entonces se llama Sierra Salvada pues cruzarla supuso su salvación. Y nunca más volvieron a pisar Vizcaya.
Sancho Esteguiz continuó diciéndoles que para mantener la paz y proteger Vizcaya necesitaban elegir un Señor y éste debía ser Jaun Zuria. Y ahora que él iba a morir, Durango debía unirse a Vizcaya y para ello Jaun Zuria debería casar con su hija Dalda. Pero la boda y la jura como Señor de Vizcaya, no podría tener lugar hasta que Jaun Zuría expirará la sangre de cristianos derramada en Arrigorriaga. Para ello debería luchar durante diez años en el sur contra los infieles que lo habían invadido. Luego podría volver el siguiente día de Navidad, fecha poderosa, cuando llega de nuevo la noche en la que nace la luz del mundo, el momento mágico en que lo viejo se extingue y la nueva esperanza se abre paso, casar con Dalda en Tavira y los vizcaínos tomarlo como Señor. Finalmente Sancho les pidió que llevarán su cuerpo para ser enterrado junto a su esposa.
Los vizcaínos recogieron sus armas y se dirigieron hacia Tavira. Al llegar allí Jaun Zuria juró ante el animal de piedra casar con Dalda tras pasar diez años expiando la sangre cristiana derramada y, como prenda de su promesa, le entregó a Dalda la vaina de oro de su armas. Por ello los vizcaínos acordaron que, cuando volviera y casara con Dalda, lo tomarían como Señor.
El primer año de espera comenzó a pasar y Dalda estaba preocupada. Las lamias intentaban consolarla y contaron a Mari el miedo que tenía de que Jaun Zuria, estando tanto tiempo lejos, olvidara su promesa.
La Dama del Amboto les dijo que, cada año la víspera de la fecha del compromiso de boda, regalaran a Dalda un peine de oro y que esta lo enterrara antes de la puesta del sol al pie del animal de piedra, y así el oro, un metal que en realidad era el rocío del Sol, obraría un prodigio que haría que Jaun Zuría, por más lejos que se encontrara, pudiera volver el día comprometido para su matrimonio con Dalda.
Fueron pasando los años uno tras otro, y la víspera del día de Navidad correspondiente al de la boda Dalda enterraba un peine de oro al pie, del animal.
Cuando llegó el décimo año y Dalda realizó la ofrenda del peine, a la puesta del sol Mari envió un cuervo al lejano lugar del sur donde Jaun Zuria luchaba contra los infieles que habían invadido el país.
El cuervo entró en la tienda de Jaun Zuria y le recordó que al día siguiente se cumplía la fecha en la que debía estar de regreso para cumplir su promesa de matrimonio y luego ser tomado como Señor por los vizcaínos. Jaun Zuria respondió al cuervo que era imposible llegar a la mañana siguiente porque estaban a cientos de leguas de Tavira.
El cuervo le dijo que un corcel mágico de piedra había sido enviado por la Dama del Amboto, y acababa de llegar a la puerta de su tienda para llevarle volando. Entonces el jóven tomó su espada y montó el corcel, que se alzó y comenzó a cabalgar por los cielos esa noche.
Al amanecer Jaun Zuría llegó a Tavira de Durango, dónde nadie le pudo reconocer, pues habían pasado diez años y su pelo antaño rubio era ahora casi gris. Entonces dijo a los servidores de la torre quién era y que venía para casar con Dalda Esteguiz, como había prometido, por lo que avisaron a su señora. Ella salió a recibirle, pero por su cambio de aspecto tampoco le reconoció.
Entonces Jaun Zuria le pidió que trajera la prenda que le había dado. Y cuando Dalda vió que la misma era la vaina de la espada que portaba en su mano aquel desconocido, le dijo: “Sí, tu eres mi prometido.”
Y esa mañana Jaun Zuria casó en Tavira con Dalda Esteguiz y al día siguiente en Guernica, junto al robledal, fue tomado por los vizcaínos como primer Señor de Vizcaya, bajo la protección de Mari, la Dama del Amboto.”