784 Zenbakia 2024-06-18 / 2024-09-16

Gaiak

El contexto de envejecimiento actual y el relevo generacional

ARRIETA, Elisabet

Helduak Adi! Red Social por un Plan Integral de Participación de las PM en Euskadi

Vivimos más tiempo y en mejores condiciones.

Si bien esta frase es un hecho, tiene muchos matices que incorporar porque no en todas las partes del planeta es una realidad. Los últimos conflictos de los que hablamos y aquellos otros de los que ya no se habla, suponen una tozuda realidad que invierte la frase inicial: no en todas partes ha mejorado la calidad de vida ni en todos los lugares se ha prolongado ni siquiera la vida misma.

En el marco de nuestro contexto local hablar de vivir más tiempo y tener unas mejores condiciones de vida son un logro obtenido de manera colectiva con tesón, trabajo, investigación, inversiones de todo tipo y políticas públicas. Algo que nos parece habitual y razonable no lo es tanto porque ha costado mucho esfuerzo y no hay duda de que está en permanente riesgo de regresión.

Porque estamos hablando de envejecer, del derecho a convertirnos en mayores, porque nuestros cuidados personales, comunitarios y también del conjunto de la sociedad, así como la sanidad pública y también las políticas públicas han permitido llegar donde estamos y en las condiciones en las que vivimos.

Envejecer significa cumplir años y asumir un deterioro, progresivo y no repentino en el mejor de los casos. Ciertamente no siempre es así y el deterioro, cuando alcanza determinado umbral, plantea también retos morales, retos a los que hay que dar una respuesta para el conjunto de los casos.

Pero a esta realidad hay que incorporarle, afortunadamente, la situación de la mayoría de las personas mayores de nuestra sociedad, que tienen por delante una media de veinte años una vez que dan por finalizada su vida laboral.

Y esa vida, a la que hay que dotar de sentido, se afronta con muchos interrogantes pero también con un buen número de certezas. El colectivo de personas que están abandonando su etapa “productiva” en términos tradicionales, tiene un perfil muy diferente al de las personas mayores de hace unas pocas décadas. Gozamos de buena salud, nuestras pensiones son dignas, nuestros hijos e hijas hace mucho que son independientes, hemos tenido una sólida carrera profesional, tenemos intereses variados, aficiones que cultivar, amistades de las que disfrutar y muchas ilusiones que vertebrar.

Todo ello nos sitúa ante un cambio de paradigma que requiere una revisión de la literatura científica existente pero nos hace percibir otra certeza incontestable: la situación de las personas mayores ha cambiado, el colectivo se siente diferente a sus propios mayores y las condiciones objetivas de vida también lo son. Somos más y ha cambiado nuestra mentalidad; queremos ser protagonistas de nuestra propia vida y no solo sujetos receptores sino que estamos dispuestos a ofrecer y a dar a nuestra sociedad.

También es cierto que la sociedad está empezando a ver a las personas mayores, de otra manera. No hay más que ver la publicidad de un número muy importante de productos que precisamente están dirigidos a ese colectivo; no se puede olvidar que son consumidores porque su nivel de renta lo permite y son un nicho de negocio.

Queremos ser protagonistas de nuestra propia vida y no solo sujetos receptores, ofrecer y a dar a nuestra sociedad.

Y en este escenario nos situamos ante un nuevo reto: la convivencia entre diferentes generaciones ahora que esa convivencia parte de nuevas circunstancias.

Nunca antes, demográficamente hablando, había habido tantas personas mayores y tan pocos jóvenes. El colectivo de mayores se está engrosando ya con el denominado “baby boom”, es decir aquellos nacidos en torno a los años 60 y se está empequeñeciendo el número de niños y niñas que nacen en nuestro entorno. Este hecho no es una novedad porque ya desde 1975 la tasa de natalidad está bajando, pero ciertamente no se había llegado a los niveles de la actualidad, donde el índice de reposición, es decir la propia reposición de la población que se pierde, está muy lejos de cubrirse.

Esta realidad demográfica atípica hasta ahora pero que ha llegado para instalarse, abre otros muchos frentes nuevos a los que hay que dar respuesta.

Concretamente el tema de las pensiones, descansa en la contribución de las generaciones más jóvenes. Siempre ha sido así y los mayores son merecedores de sus pensiones, por derecho y dignidad y también porque contribuyeron en su momento al mantenimiento de otros mayores.

Pero se habla menos de la posibilidad de organizar el sistema de pensiones de otra manera, sin que exclusivamente se nutra de las cotizaciones de las personas empleadas. ¿Por qué no plantearlo dentro de los presupuestos generales del estado?

Tampoco se habla de la realidad demográfica a partir de 2050, cuando el número de personas mayores se reduzca drásticamente por el mero hecho de que desaparecerán las cohortes más numerosas. Llegarán a mayores menos personas, porque la reducción de la natalidad se verá reflejada,

Hablar de jóvenes y mayores supone plantear la convivencia entre unos y otros, supone hablar de un pacto solidario implícito. Difícilmente podríamos conciliar trabajo y familia sin ese pacto, difícilmente se puede sobrevivir en determinados momentos sin las pensiones de los mayores que permiten ayudar a su entorno más frágil y sería imposible para los mayores vivir dignamente sin la contribución de los jóvenes, pero tampoco podríamos vivir ni unos ni otros sin la solidaridad entendida en términos afectivos y emocionales.

Esta solidaridad tiene también otro flanco importante que revisar: el relevo generacional.

Prácticamente ese relevo ha sido automático en las sociedades que nos han precedido. En este momento, sin embargo, el relevo generacional que se está dando (en empresas, asociaciones, mundo educativo…) presenta, para empezar, el reto de conseguir relevar a todas y cada una de las personas que salen del mercado laboral y que están abandonando su carrera profesional muchas veces después de casi cuarenta años.

Nuestra demografía no puede responder a esa sustitución de manera automática, porque recordemos, desde 1975, la tasa de natalidad ha ido bajando y no hay suficientes personas que garanticen el relevo.

El otro reto que presenta el relevo generacional tiene que ver con el perfil de las personas que cierran su ciclo laboral y aquellos que se incorporan. Una persona cualificada que ha estado en pleno rendimiento profesional los últimos, al menos treinta años, es una persona con un reconocidísimo bagaje que es difícil sustituir, pero hay que hacerlo y aquí también apelamos a la solidaridad generacional: los jóvenes necesitan de acompañamiento durante un tiempo para hacerse con el saber hacer de los profesionales que abandonan su carrera profesional e incorporarán como no podría ser de otra manera, su buen hacer, sus conocimientos, su formación y su valía.

Pero existe también un reto no menos importante, que es el cultural y de mentalidad que hace que los jóvenes no estén en los sitios en los que a los mayores nos parece que deberían estar. Los jóvenes son un colectivo escaso, ocupado laboralmente, comprometido con la familia y la crianza de los hijos, cierto. Pero los mayores creemos que deberían estar también en otros espacios más colectivos, menos individuales.

Y ese también es otro debate sobre el que deberíamos dialogar.


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