776 Zenbakia 2022-12-14 / 2023-02-15

Gaiak

Pío Baroja médico

GORROTXATEGI GORROTXATEGI, Pedro

Todos sabemos que Pío Baroja fue médico, pero esa faceta, muchas veces, pasa desapercibida en las referencias al médico y escritor donostiarra. Los médicos reivindicamos esa formación que además de ser material para alguna de sus más conocidas novelas, como “El árbol de la ciencia”, influyó en su modo de ver el mundo y el ser humano. Una prueba de que la profesión médica le reivindica como tal, lo tenemos en el compendio de biografías “Diccionario Histórico de Médicos Vascos” que incluye una del Doctor Pio Baroja Nessi1.

Médicos y escritores

El hecho de que sea relativamente frecuente que haya escritores de renombre que hayan sido médicos es muy conocido. Remontándonos a la historia de la literatura española tenemos los casos de Mateo Alemán y Jerónimo de Alcalá y más recientemente los donostiarras Luis Martín-Santos y el que estamos glosando en este momento Pio Baroja. Es una circunstancia que se encuentra en todos los países. Por citar algunos ejemplos: en Inglaterra podemos nombrar a Arthur Conan Doyle, en Francia a Rabelais y Celine y en Rusia a Chejof. La vivencia de la enfermedad y la reflexión sobre la figura del médico es un elemento que está presente en alguna de las obras literarias de todos estos escritores.

Para analizar la figura como médico de Pio Baroja, relataremos su periodo de estudiante de medicina, la elaboración de su tesis doctoral y su faceta de médico rural.

Podría haber múltiples fuentes y extensas descripciones que nos acercaran a la labor médica de Baroja, pero, con alguna referencia externa, el grueso del texto se va a basar en el discurso de ingreso a la Academia Española de la Lengua, donde bajo el título: “La formación psicológica de un escritor”2 hace un repaso a su trayectoria formativa y vital.


 

Estudiante de Medicina

La faceta más conocida de la formación médica de Pío Baroja es gracias a su personaje Andrés Hurtado de “El árbol de la ciencia”. Libro de obligada lectura para nuestros bachilleres y con el que han aprendido y disfrutado de la prosa de Don Pío, muchos de ellos. Pero como decía, la referencia principal de esta exposición va a ser el discurso de Ingreso en la Academia de la Lengua. En él, Baroja reconoce su escasa formación médica, hecho habitual en aquella época. Dice: “Yo estudié Medicina en mi juventud bastante mal, como se estudia casi siempre, y tengo algunos rudimentos de Patología y Fisiología, ciencia esta última para mí muy atractiva”. Y más adelante lo explica más detalladamente: “Cuando estudiaba Medicina tenía una vaga afición a la Fisiología; no sé si esta afición la hubiera podido desarrollar y conseguir que fructificase. De todos modos, no tuve medios de ver si mi afición podía desarrollarse o no. ¿A quién dirigirse? Si un estudiante le hubiera dicho al profesor: “Yo tengo afición a esto”, el profesor se hubiera reído o hubiera creído una habilidad o una martingala”. Este comentario va dentro de una crítica a la enseñanza de aquella época: “Que la enseñanza estuviera entonces hecha a base de trozos aprendidos de memoria no puede chocar; en casi todas las partes sucedía lo mismo, pero que a lo largo del Instituto y de la Facultad no se encontrara alguien capaz de inculcar unas ideas claras y fundamentales parecía más raro. Así se podían dar estudiantes, y yo los he conocido, que en el doctorado de Medicina no tuvieran un concepto de los cuerpos simples o no hubieran oído hablar jamás de la teoría de Copérnico”. Y relata con más detalle sus años de estudiante:

“Cursé parte de la carrera de medicina en Madrid y parte en Valencia. En el preparatorio de Medicina teníamos profesores muy viejos: Torres Muñoz de Luna, Pérez Arcas, Orío.  (…) Había algunos profesores de grandes conocimientos, por ejemplo: don Federico Olóriz, que hizo un libro sobre la distribución geográfica del índice cefálico en España de los más serios y fundamentales, lo cual no le quitaba el ser demasiado adusto, inútilmente, con los estudiantes.

Había otros profesores excesivamente literarios, como Letamendi. Letamendi se creía hipocrático. No creo que fuese de la cantera de Hipócrates ni de la de Virchow o Pasteur. (…). En mi tiempo Ramón y Cajal no estaba aún en la facultad de Madrid”.

Muchas de estas consideraciones se repiten en los textos literarios, principalmente, en “El árbol de la ciencia”.

Tesis doctoral: “Estudio acerca del dolor”

Don Pío realizó los estudios de Doctorado en Madrid. La tesis no fue valorada positivamente por el propio Baroja. En el discurso de ingreso en la Academia de la Lengua, se refiere a ella de la siguiente manera:

“Recuerdo que al acabar la carrera hice una memoria bastante mala del doctorado de medicina sobre el dolor. Defendía que la vida normal daba una sensación de indiferencia ni dolorosa ni placentera.

El doctor Dan Martín, que estaba entre los examinadores, me preguntó:

-¿Pero usted no cree que andar, respirar, tomar el sol, es un placer?

-Para mí no lo es, le respondí yo. Los días que no tengo más que esas preocupaciones de andar, respirar y tomar el sol prefiero pasarlos dormido”.

Portada de la Tesis de Pio Baroja y Nessi3.

En esta tesis se observa el interés de Baroja por la fisiología, como ya había expresado previamente, y por estudiar las características y mecanismos por los que sentimos el dolor. Su fisiólogo de referencia, según este escrito, es Fechner, para el que hay tres conceptos interrelacionados entre sí, la Impresión (I) la fuerza de tensión (F) y la energía de excitación (E). La ley de Fechner se puede expresar diciendo que el aumento de la impresión (o del dolor) está en razón directa con el aumento de la excitación y en razón inversa de la fuerza de tensión. Esa es la base del desarrollo fisiológico de la percepción dolorosa para Pío Baroja.

Otros autores, como Mª Pilar Fernández Martínez4, se fijan sobre en qué medida esta tesis refleja las preocupaciones y reflexiones del Pio Baroja escritor. Y así encontramos que para Baroja “el dolor es un modo de conocimiento del mundo, una experiencia de la vida”, el punto límite ante el cual el ser humano se enfrenta y se ve obligado a tomar una respuesta, con lo que se unen sus preocupaciones médicas y filosóficas.

Médico rural

La valoración de Baroja del médico rural, casi se podría suscribir en el momento actual. Dice: “El oficio de médico de aldea era entonces, y seguirá siendo ahora, difícil, mal pagado, trabajoso y de gran responsabilidad. La vida de médico de pueblo me pareció dura, aunque tenía algunas compensaciones. Un tanto de escepticismo y otro tanto de prudencia me evitaron el hacer disparates, que deben ser muy frecuentes entre personas que comienzan a ejercer la profesión, aunque sean sabias y bien entrenadas”. 

Baroja había accedido a la plaza de médico de Cestona el 18 de agosto de 1894 y cesó por renuncia propia el 10 de septiembre de 1895. Posteriormente solicitó la plaza de Segura tras la vacante dejada en dicho municipio por el Dr. Silverio Garmendia. El ayuntamiento realizó una convocatoria para cubrir dicha vacante el 17 de noviembre de 1895. Se presentaron a la misma, además de Pio Baroja, Ángel Imaz Aramburu, J. Bautista Nazabal, Victoriano Ilumbe Aguirre, y José Alberdi y Alberdi, siendo la plaza otorgada a éste último5.

Sea como fuere, al dejar la plaza de Cestona, cesó su breve actividad como galeno, pero su formación médica y sus recuerdos de esta etapa impregnan buena parte de las novelas del escritor que sería después.

Bibliografía

1- Granjel L.S. “Baroja Nessi, Pio”. En Diccionario Histórico de Médicos Vascos. Seminario de Historia de la Medicina Vasca. Universidad del Pañis Vasco. 1993. pp. 41-42.

2- Discurso leído ante la Academia Española en la recepción pública del Dr. D. Pío Baroja. 12 de mayo de 1935. https://www.rae.es/sites/default/files/Discurso_ingreso_Pio_Baroja.pdf

3- Baroja P. Estudio a cerca del dolor y en: Hojas sueltas. Ed. Caro Raggio. Madrid 1973. pp. 353-410

4- Fernández Martínez  M. P. “El dolor” en Pío Baroja. Análisis de una tesis. Actas XIII Congreso AIH (Tomo II), pp. 170- 176. Disponible en: https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/pdf/13/aih_13_2_021.pdf

5- Garmendia Larrea J.C. Historia médica de Segura. Tesis Doctoral. Universidad del País Vasco. 1992.


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