395 Zenbakia 2007-05-18 / 2007-05-25
Debo hablar, me han pedido que lo haga, en nombre de los amigos del Padre Madina para dar entrada a este concierto homenaje. El Padre Madina, gran músico vasco, gran oñatiarra, el artista integral, con un espíritu y una sensibilidad proclive a todas las artes pero esencialmente un gran compositor. En su formación, indudablemente, bebió con gran deleite en las fuentes del postimpresionismo francés y sus obras instrumentales dan fe de este gran amor suyo. Gran amor pero no exclusivo, porque también frecuentó otros campos y especialmente el de la polifonía contrapuntística del que ha dejado hermosos ejemplares dentro de la gran tradición vasca. Su notoria facilidad para la composición le facultaba para acometer obras de gran empeño, pero no por eso dejaba de mostrar su enjundia en obras de tono menor como las composiciones para teatro folklórico, para ballet, para canciones y danzas populares. En fin, algo así es lo que seguramente empezaría a decir quien con mayor capacidad para ello pudiera extenderse en la exégesis de su obra, pero ello no es necesario puesto que todos vosotros vais a tener dentro de unos instantes la medida parcial, claro está, de su talento a través de la interpretación de sus obras. En cuanto a mí, yo casi prefiero referirme al Padre Madina a través de mi experiencia personal a lo largo de una prolongada y profunda amistad.
La cosa empezó en Buenos Aires allá por el año 1946. Nosotros estábamos preparando un gran espectáculo vasco y a mi me dijeron “Hay aquí un cura que es un gran músico”. Yo fui a verle, hablamos, y nos entendimos para siempre. Saski Naski.
El empezó a darnos su maravillosa música, y a su conjuro se fue formando en todos nosotros un fervor, una compenetración, una mística diría yo, que hicieron posible ese milagro del SASKI-NASKI porteño hasta ahora insuperado. Porque desde el primer momento nos fue dando la revelación de sus grandes dotes para el teatro. Y al mismo tiempo esa ya conocida facilidad extraordinaria de composición que resolvía los problemas en un tiempo increíblemente breve. De esa manera, y a través del espectáculo, la música del Padre Madina fue recorriendo toda la geografía argentina y uruguaya, y pasó después, aunque de forma muy fragmentaria, a nutrir los repertorios de numerosos conjuntos vocales.
Entretanto vino lo que nosotros llamamos el exilio de Salta. La rectoría del colegio de esa hermosa ciudad del norte argentino. Nosotros le pedíamos música y más música para renovar nuestros programas, y él se excusaba y nos decía “Esto es un verdadero pueblo. 530 alumnos, de los cuales 180 internos, 24 padres, muchos sirvientes indómitos, unos cuantos perros y no pocas gallinas. A pesar de ser el rector tengo que dar 23 horas de clase semanales, sacrificar los pocos momentos de descanso para atender a unos papás y mamás que creen que sus changos (hijos) son una lumbrera y merecen una atención especial. ¿Cuándo voy a escribir?”. Nosotros en realidad no podíamos imaginarnos al Padre Madina enseñando a pronunciar la e, la ü, la “ou” francesas (daba clase de francés), ni luchando denodadamente para poner orden en los horarios de clase, lo que constituía su mayor tortura, ni hundiéndose, en fin, en todo el papeleo administrativo del colegio, pero pese a todo, el Padre Madina siempre cumplía con nuestras incesantes requerimientos y ... bueno, algunas veces había que recurrir a la visita a Salta, claro está, que por otra parte resultaba muy grato ya que el ambiente cordialísimo del colegio y su compañía hacían muy agradable la estancia para ir arrancando nota a nota las partituras muy urgentes.
En Junio del 49 nos escribe diciéndonos que pese a sus forcejeos le obligan a quedarse en Salta 3 años más. Nosotros, de muy mal humor, le escribimos diciéndole que hay que felicitar a los niños bien de Salta por poder permitirse el lujo, del que por otra parte no se daban cuenta, de tener como director a uno de los valores máximos de nuestra música. Felicitación que no podíamos hacer extensiva ni al arte ni a nuestro país ni a la música vasca que nada habían perdido en aquel remoto lugar o que podían perder mucho, pero en realidad estas expresiones nuestras resultaban un tanto excesivas porque el Padre Madina siguió haciendo el milagro de encontrar tiempo para seguir componiendo. Dejaría, por otra parte, de ser lo que era si el Padre Madina, a través de su prolongada estancia en Salta no hubiera dejado su impronta. Y en efecto, las paredes del refectorio fueron viendo con cierto asombro como se iban cubriendo de imágenes de dos murales espléndidos que dejó allí pintados por encargo suyo Néstor Basterretxea.
Vienen los conciertos de Oñate, San Sebastián y Bilbao, dirigidos también por el maestro Bastida, que le colmaron de satisfacción a través de las verdaderamente entusiastas descripciones que nos hizo en sus cartas. Fue a Nueva York a abrir brecha, y el contacto con ese centro importantísimo musical le fue muy propicio, ya con el primer concierto sinfónico-coral del Town Hall, como después con los Romeros, que llevaron a todos los principales teatros de los EEUU su Concierto para 4 guitarras y orquesta, y el segundo Concierto flamenco que también estrenaron, cerrándose así una trayectoria vital que empieza con los grandes conciertos de Buenos Aires, conciertos sinfónicos ejecutados por formaciones orquestales de primerísimo orden y bajo la dirección de batutas eminentes y el estreno en el teatro argentino de la Plata de su única ópera “Flor de Durazno” sobre temas de Hugo Wats (Martínez Zubiría). 1972. Oñati. En el homenaje póstumo al organista Julián Celaya.
I. Murua, J.M.ª González Bastida, Julián Sagasta, Celayaren alarguna, Aita Madina eta Carmelo Llorente. Rafael Celaya, Reyes Korkostegi alkatea, J.M.ª Agirrebalzategi, J. Etxeberria.
Trece años de íntima cooperación artística y 26 de profunda amistad nos han permitido conocer, admirar y amar al Padre Madina. Los que hemos tenido el privilegio de gozar de su amistad, otorgada como todo lo que de él emanaba, sin retaceos, veremos siempre su figura menuda y saltarina de agilidad pareja a la de su ingenio. Amalgama de fino espíritu francés con punzante ironía británica y vivaz inteligencia latina, enmarcado todo ello en una basta cultura y en una luminosa simpatía dentro de una recia personalidad vasca.
Es así como recordaremos siempre a este hijo de baserritarras nacido aquí, en el barrio de Zubillaga, que se paseó por la vida con el donaire de un abate de Versailles. Madina hombre y Madina artista, abrieron al Padre Madina puertas que solamente su jerarquía artística, su simpatía personal y su sentido humano podrían abrir en aquellas épocas de fuertes sentimientos anticlericales. Hoy la iglesia es la primera anticlerical. Pero Madina era, sobre todo, un gran catequista del madinismo, muy convincente en ese aspecto, y era a través de él que filtraba su sutil influencia espiritual.
Madina era notable en la seguridad que tenía en sí mismo. De esa conciencia en su superioridad intelectual, en su talento musical nacía su decantada vanidad que tantos comentarios despertara entre sus amigos. Se expresaba de una manera tan fresca y tan espontánea que en realidad resultaba muy simpática y llena de encanto. Por otra parte si una personalidad como Madina, de su preclara inteligencia y de su talento musical hubiera simulado una estudiada modestia, por consiguiente falsa, hubiera caído en el vicio de la hipocresía, que es lo que menos puede imaginarse en la personalidad de Madina. Así lo entendía además, él mismo.
En unas correspondencias, como por ejemplo en una de Salta, quejándose de la chatura intelectual y artística de esa ciudad, nos dice “Mi narcisismo musical es poco, a pesar del volumen que Vd. le asigna, para sobreponerme a los arañazos de los aristarcos y seguir produciendo con optimismo”. Y más tarde, en una carta desde Nueva York, esta vez respondiendo o reaccionando ante unas puyas mías, me dice en un texto en inglés que más o menos, traducido, viene a ser lo siguiente: “Desde mi temprana edad he tenido que elegir entre la honesta arrogancia y la humildad hipócrita. Yo he elegido la honesta arrogancia y no he tenido nunca ninguna ocasión de cambiar de opinión”. Arrogancia más su característico sentido del humor, en este caso humor negro. Y viene a cuento una anécdota de un año antes de morir. Había tenido un fuerte derrame cerebral y estaba en la sala de cuidados intensivos del Hospital de los Cedros de Líbano en Bronx. Le fuimos a visitar. Madina estaba reducido a su más doliente y mínima expresión, apenas podía moverse ni hablar, y con enorme dificultad fue articulando su queja de las enfermeras “Me tratan como a un moribundo cualquiera”. Madina era prepostconciliar y en realidad mucho antes del concilio había tirado ya por la borda una serie de tabúes, hoy fuera de circulación. Madina era profundamente humano, su comprensión de los problemas de los demás no conocía límites, pero al mismo tiempo fustigaba con gran energía y severidad a los mercaderes de la iglesia y era intransigente con la injusticia, con la vulgaridad, con la falsedad, con el adocenamiento. Era Madina, la antítesis del domine envarado triste y dogmático. Lo que más nos divertía de él era ver cómo gozaba con las pequeñas zancadillas y burlas con que se vengaba, decía él, de las pequeñas fechorías que le habían hecho. Madina era de una integridad absoluta, jamás supo condicionar sus actitudes a una circunstancia determinada y se expresaba con la misma libertad en los ambientes más dispares, ya fuera en una reunión de cofrades como en el ámbito más contrario que se pueda imaginar. Madina músico, Madina artista, han dejado en las filas de los que luchan por la dignificación del arte y la cultura de nuestro país un vacío inmenso. Madina hombre, ha dejado entre los que por conocerle le amamos, la herida lacerante de su partida sin retorno. Algo muy importante ha dejado de ser entre nosotros, y nuestro mundo afectivo se ha visto dolorosamente mutilado. A su entrañable memoria, el pueblo de Oñate dedica hoy este homenaje. Ofrenda de Luis Mújica (director artístico de Saski-Naski) al Padre Madina en el Concierto-Homenaje celebrado al año siguiente de su muerte, el 6 de octubre de 1973 en Oñati.