384 Zenbakia 2007-03-02 / 2007-03-09
La Fundación Sabino Arana, en su presente edición, ha premiado, entre otros, al colectivo de maestras de la época de la clandestinidad con el fin de agradecerles el esfuerzo que supuso la creación de las ikastolas. En el acto participaron maestras de Iparralde, de Navarra y de la CAV. Este colectivo ha decidido confiar a la Sociedad de Estudios Vascos la custodia (ver documento) de la medalla de oro recibida a modo de galardón. Esta sociedad, así como el Movimiento de las Ikastolas, abarca todo el territorio de Euskal Herria y ha realizado una gran labor en el ámbito de las escuelas vascas. Foto: Arantza Cuesta Ezeiza.
Por aquel entonces, después de la guerra y durante la dictadura, la creación de una escuela basada en nuestra cultura y en nuestra lengua resultó tremendamente importante para un pueblo cuya lengua y cultura se encontraban reprimidas.
Si bien es cierto que los profesores tuvieron que superar importantes escollos y sortear graves peligros, cabe destacar que aquella experiencia transformadora también tuvo aspectos positivos que nos han ayudado a llegar hasta donde nos encontramos hoy. Foto: J.M. Pemán
El proyecto de las ikastolas despertó una gran ilusión entre los profesores:
- Si bien las aulas y el material eran escasos, el proyecto era muy rico en materia pedagógica y metodológica. En comparación con las entonces vigentes escuelas nacionales, se trataba de un proyecto mucho más progresista.
- Intentamos crear una escuela donde el alumno estuviera en relación con la naturaleza, donde hubiera espacio para los sucesos y celebraciones del entorno, donde pudiéramos acercarnos a nuestra mitología e historia, donde se trabajara el debate, el respeto y la naturalidad, donde se sustituyera el método de aprendizaje de memoria por otro más lógico y razonado. En definitiva, intentamos crear una escuela viva.
- Gracias a nuestra precursora Elvira Zipitria, aquella ikastola surgida en condiciones tan adversas tuvo una buena reputación desde el principio debido a la calidad de la formación impartida.
En cualquier caso, para que la ikastola pudiera existir lo imprescindible era tener alumnos. Por eso no podemos olvidar la ayuda y la confianza que los padres de nuestros alumnos depositaron en aquella ikastola clandestina llena de peligros.
Foto: Arantza Cuesta Ezeiza. En el curso 1964-1965, un grupo de padres y defensores del euskera liderados por Francisca Arregi abrieron en San Sebastián las instalaciones conocidas como la Residencia, un lugar de preparación y de encuentro para los profesores. Su influencia resultó vital en aquellos años de difusión y crecimiento de las ikastolas. Allí surgió la idea de las primeras colonias de verano en euskera y desde allí se fomentó la relación con la escuela y los profesores catalanes. Nosotros, siguiendo los pasos de Elvira y adaptándolos a las distintas épocas, sabíamos que estábamos construyendo la escuela que Euskal Herria necesitaba. Una escuela, la ikastola, revolucionaria en términos pedagógicos. Ése era nuestro punto de partida y no ha resultado ser del todo incierto, ya que aquella revolución continúa, aún hoy, presente en el actual sistema escolar.