329 Zenbakia 2006-01-06 / 2006-01-13
Laura Esteve nació en Donostia en 1939, pertenece por tanto a la generación de la postguerra, una generación que fue educada en los valores franquistas y a la que le fue negada la libertad individual y la colectiva. En cuanto a las mujeres, el franquismo fomentó los valores de madre y esposa como modelos de mujer ideal, y les privó del derecho a disfrutar de su sexualidad. Pero parece que todos estos condicionantes no hubieran dejado huella en Laura Esteve, quien no responde al modelo preestablecido, al contrario, parece que éste hubiera provocado en su personalidad el nacimiento de una fuerza disidente.
Laura inició su andadura artística con el profesor Cobreros Uranga en la escuela de Arte y Oficios de Donostia, y, más tarde, con Ascensio Martiarena comenzó su relación con el cartelismo. Su formación artística inicial fue de maestro-discípula, pero la continuó de manera autodidacta. Buscó información en revistas, libros, viajes y amplió sus conocimientos y los compartió con los amigos pintores con los que se relacionó, Rafael Ruiz Balerdi, Vicente Ameztoy, Carlos Sanz, José Luis Zumeta... Si bien hubo mujeres de su generación que se dedicaron a la pintura, como Ana Mari Parra, podemos decir que Laura vivió y se educó en un mundo de hombres. Pero a pesar de haber iniciado su formación artística y creativa en la pintura ella nunca la consideró como salida profesional. “Era una cosa muy íntima... Me parecía que si estaba obligada a pintar algo muy comercial para venderlo, no tenía interés. Por eso empecé con el diseño gráfico. Una vía con más salidas y que además me entusiasmó”. Catálogo de Ruiz Balerdi.
La relación que Laura establece entre la pintura y el mercado es interesante y original en tanto que ha marcado la separación entre su profesión y su afición, entre lo que da de comer, y lo que se hace por placer. Pero si la frontera es clara en lo económico, no lo es tanto en lo artístico, ámbito en el que el diseño y la pintura siempre han estado mezclados. La influencia de la pintura en sus diseños es clara, no sólo por los trabajos que ha realizado para los catálogos de los pintores Amable Arias, Rafael Ruiz Balerdi, Carlos Sanz o Marta Cárdenas, sino porque el color, la composición, el dibujo y el collage aparecen en muchos de sus diseños. Sus portadas de libros para la editorial Hordago son una clara muestra de esta influencia. Fijémonos, por un momento, en la portada del libro de Arantxa Urretavizcaya Zergatik Panpox. Ésta tiene un fondo-cielo azul nocturno plano, el perfil de un monte limita la frontera entre el cielo y la tierra, y en primer plano, sin guardar escala, aparece la silueta de una mujer-verde en actitud de recogimiento. Esta portada siempre me ha atraído, y ahora me doy cuenta por qué, porque su composición es similar a la del cuadro del perro de Francisco de Goya. El perro se asoma al mundo buscando un nuevo ser; la mujer, en cambio, ausente, habita en su interior mientras le da la espalda al mundo porque necesita pensar en sí misma. La portada emana una tranquilidad fría provocada por el uso de los colores azul, verde y negro, y por la posición recogida y sosegada de la mujer.
Laura siempre se pone en el lugar del otro e intenta plasmar la otredad en sus diseños. Su peculiaridad reside en que cada encargo lo plantea como un nuevo proyecto, como una ruptura y no cómo una demostración de estilo. Laura trabaja con la libertad del artista que se enfrenta a cada obra como si fuera la primera vez, por eso no tiene un “estilo” con el que fácilmente podamos identificar su trabajo. Si comparamos sus portadas con algunos de sus trabajos publicitarios observaremos que la comunicación, porque al fin el diseño es comunicación, es tratada de manera muy diferente. El lenguaje utilizado en sus diseños comerciales es directo y sintético, pensado para captar la atención del consumidor y para vender. Pero Laura decidió separarse del diseño comercial, digamos utilitario, y pasar a trabajar desde una perspectiva más artística. Esta elección le relaciona con la manera en que algunos artistas actuales abordan el diseño, alejados de los postulados del marketing convencional. Laura dio un carácter especial a su trabajo, y aunque hoy nos parezca normal esta manera de entender el diseño en su tiempo todavía era inusual. “... me entusiasmé con el diseño gráfico, aunque, igual, no haya sido muy comercial. Mis cosas, sobre todo cuando trabajaba en la agencia... Yo notaba cierta resistencia a algunos trabajos míos, por eso al final me decidí por la independencia. Y me metí en bastantes historias, en Euskadi Sioux (ésta fue fantástica), en portadas para la editorial Hordago, portadas y maquetaciones para la revista Ere...”
Otro de los aspectos que han definido la carrera profesional de Laura Esteve ha sido su relación con la ciudad, y su compromiso como ciudadana. En este sentido podemos afirmar que su trabajo ha sido político, si bien tenemos que entender éste en un sentido amplio. “Me he implicado en historias de todo tipo, qué sé yo, desde la época de la Asociación de Vecinos de Gros, en urbanismo. Por ejemplo, lo de la casa de Tomás Gros...”. Más tarde, ya en los noventa, impulsó un programa cultural desde la Asociación de comerciantes, hosteleros y servicios de Gros, pero desde una perspectiva diferente a la de aquellos 70 en los que la comisión de urbanismo de la Asociación de vecinos de Gros trabajaba dinámicamente en la planificación del barrio, desde la necesidad de mantener la actividad cultural y comercial a pequeña escala, de avivar la vida de barrio bastante, por cierto, desdibujada por los nuevos ritmos de vida y de consumo.
Laura ha sido una pionera solitaria, una de las primeras mujeres, que en su contexto, consiguió dedicarse a una profesión que no existía, y en la que no había mujeres. Hay que tener en cuenta que cuando ella decide dedicarse profesionalmente al diseño gráfico la Escuela de Bellas Artes del País Vasco acababa de ser inaugurada. Seguramente la fortaleza física y la afición por la escalada de Laura Esteve tengan que ver con este espíritu pionero, con esta fuerza que le empuja a hacer lo que le apasiona, aunque el riesgo para conseguirlo sea grande. Ella lo contaba así: “Mi proximidad con la naturaleza ha sido una necesidad vital y estética. Por eso empecé a ir al monte, y el monte me llevó a escalar, a esquiar...” Quizá estas palabras encierren la fórmula de su manera estética y política de entender la vida. Ya en 1966 la diseñadora industrial Charlotte Perriand dijo algo parecido “Amo profundamente las montañas, las amo porque las necesito. Ellas siempre han sido el barómetro de mi equilibrio físico y mental”. Obviamente el diseño gráfico había estado muy presente desde las primeras vanguardias en los países europeos, más tarde se socializó con los diseños realizados por la Bauhaus, y ya en los cincuenta tenía una presencia importante en EEUU, pero en el periodo de la dictadura el marketing y por tanto el diseño aplicado a la industria y al comercio, era escaso. Debemos tener en cuenta que la inexistencia de un mercado libre lo hacía casi inútil, y esta situación condicionó el desarrollo y la socialización del diseño. Laura ha sido una creativa que se adelantó a su tiempo. Dos son las características que han hecho que los diseños de Laura se relacionen más con las dinámicas de hoy, que con las del contexto en el que trabajó. La primera, la idea de trabajar con la ciudad como sujeto de análisis, en el que la reflexión se une a la acción; y la segunda, la de trabajar en el diseño desde unos paradigmas no comerciales, lo que le relaciona, de alguna manera, con esta corriente actual del no-diseño. Sin embargo, su práctica pictórica se ha mantenido dentro del “clasicismo”, los movimientos y las reflexiones más contemporáneas no han calado en su obra, como ha sucedido en su práctica creativa. No obstante, Laura Esteve tiene un gran dominio del dibujo, de la composición y del color. El dominio de la técnica aparece con fuerza en todas sus pinturas y dibujos, pero su pintura permanece en el ámbito de lo privado y funciona como un refugio de bienestar, aunque a veces aparezca el dolor propio del acto creativo. Una actividad relacionada con la libertad, que está más ligada al placer que la actividad intelectual. “Ahora es cuando realmente estoy metida en la pintura a fondo, ya mucho más en serio, y estoy descubriéndome”, “Pintar es una necesidad. Como es más libre, se realiza obedeciendo a un impulso propio de cada momento”. ¿Una vuelta a los orígenes o una nueva acción política? Las citas de Laura Esteve que aparecen en el texto han sido extraídas del catálogo Laura Esteve, el croquis en la mirada. Donostia : Gipuzkoako Foru Aldundia, 2004