329 Zenbakia 2006-01-06 / 2006-01-13
M e contaban hace unos días, como lo que más llamaba la atención a los emigrantes que de la zona de la Ribera iban a trabajar a Vitoria, aún a mediados del siglo pasado, era: ¡que los de la ciudad defecaban sentados! En sus pueblos aún después de la guerra, para tales menesteres, los varones iban al campo y las mujeres lo hacían en una esquina de la cuadra, a la que por cierto no iban los hombres nunca. Solamente había retrete en las casas curales, en la de los maestros, boticarios, médicos y alguna más.
Esta carencia de “lugar común” de antaño era general, y si no baste recordar la carta que la duquesa de Orleans, Princesa palatina, envió el 9 de octubre de 1694 a la emperatriz de Hannóver1:
“Sois muy dichosa de poder cagar cuando queráis, ¡cagad, pues, toda vuestra mierda de golpe!... No ocurre lo mismo aquí, donde estoy obligada a guardar mi cagallón hasta la noche; no hay retretes en las casas al lado del bosque y yo tengo la desgracia de vivir en una de ellas, y, por consiguiente, la molestia de tener que ir a cagar fuera, lo que me enfada, porque me gusta cagar a mi aire, cuando mi culo no se expone a nada. Item todo el mundo nos ve cagar; pasan por allí hombres, mujeres, chicas, chicos, clérigos y suizos... Ya veis que no hay placer sin pena, pues si no tuviera que cagar estaría en Fontainebleau como el pez en el agua.”
Dibujo del "local común" de una familia pudiente del siglo XV. Esto, que puede resultar sorprendente a las nuevas generaciones, nos da pie a hablar un poco de la higiene. Tomando la palabra de higiene como “parte de la medicina que tiene por objeto la conservación y mejoramiento de la salud individual”.
El término higiene viene de la diosa griega Higiea, protectora de la salud2.
Pero la higiene, ha sido, es y será distinta según la época y según el lugar. De forma que al igual que siempre han existido distinciones entre ricos y pobres de una misma sociedad, y entre pueblos ricos y pueblos pobres, igual se ha reflejado en las formas de vida, y en la higiene, que también es parte del modo de vivir.
No se puede comparar las pautas higiénicas de los ricos romanos y las de los campesinos de esa época. Ni hoy entre la forma de vivir de las depauperadas sociedades de África, con las del opulento mundo occidental.
En Euskal Herria, en nuestros caseríos, en una esquina de la cuadra se amontonaba el estiércol. Los primeros retretes que se montaron consistían en un cuarto de apenas 1,5 x 1,5 m. en el que como retrete había una simple tabla con un agujero, a los que en algunos casos se dotaba de tapa.
Este habitáculo se colocaba en el primer piso justo encima de la esquina de la cuadra donde se guardaba el estiércol, de forma que todo lo que “caía” de arriba posteriormente servía también de abono.
En las urbes, en las casas “de pisos”, el primer retrete se colocó en el exterior, en una caseta, muchas veces fuera del propio edificio, por lo que en algunos casos tenían que vestirse para ir al servicio. Era un habitáculo con una tabla con agujero y una tapa (“y sin luz” insisten mis informantes).
Cuando se trasformaba esta planta de una vivienda en dos viviendas, compartían ambas familias la “komuna”. No tenían en la “komuna” agua y se servían de un balde con agua y un cazo.
Posteriormente se fue dotando de un tubo para dar salida a los desperdicios, por lo que se empezaron a instalar las “comunas” en el exterior de cada vivienda, junto o en el balcón. Así los podemos aún ver en las casas antiguas de Zumaia, Pasaia, Durango, etc. "Komuna" en el molino de Txalaka de Oiartzun, con desagüe al río.
En los casas en las que las viviendas daban al mar, puerto o río, los excrementos iban directamente hasta el cauce (si había marea alta, o caudal hasta el agua).
Recuérdese que fue Carlos III (1716-1789) quien mandó a Francisco Sabatini (1722-1795) que proyectara el empedrado y limpieza de las vías centrales de la capital y decretó que los propietarios de las casas colocaran canalones, bajantes, sumideros y pozos para las aguas fecales. Y estamos hablando de finales del siglo XVIII en la capital del Estado.
En Getxo, aún en 1916 se cobraba un impuesto por la instalación de retretes en las casas (bonita forma de fomentar la higiene, digo yo).
Con la llegada del agua corriente a las casas llegó la moda de la “taza de retrete de porcelana” (fue el inglés Tomas Turifed quien en 1883 fabricó el primer retrete de porcelana).
En Euskal Herria fue hacia 1950 a 1955, cuando en la mayoría de las casas y caseríos se modernizaron los retretes. Una época en que todos los albañiles y linterneros estaban haciendo lo mismo: reformas de cuartos de baño. Al principio era simplemente la taza, luego se puso de moda la colocación de un pequeño lavabo. En las casas pudientes, además se instalaba una gran bañera de hierro vitrificado, con su ducha, y el bidé que se creía era para limpiarse los pies y por ello la gente de los pueblos les llamaba el “lava-pies”. En la bañera no se ponían cortinas que evitaran que se mojara el suelo.
Debo a mi amigo Pedro Argandoña los siguientes datos:
“En junio de 1950 se hizo la traída de agua por las casas, y ese mismo invierno se construyó el primer aseo de Lezaun, en Navarra, en casa Lidio, que era albañil. Como anécdota podemos contar que, a los meses, recibió la visita de dos parientes de Etxarri-Aranatz, uno de ellos con una minusvalía física. Al llegar la noche se tenían que dividir los dos huéspedes en dos casas distintas y el cojo decidió quedarse en esa casa ya que tenía dificultades para hacer sus necesidades en el corral y los otros parientes carecían de retrete. Ante esa explicación Lidio se sorprendió y les dijo: “Todavía estoy yo por estrenarlo”.
Con la traída de aguas, rápidamente se fueron instalando báteres en todas las casas. En principio era únicamente una taza y, en ocasiones, una ducha de agua fría ya que, donde había cocinilla, éstas tenían un depósito para el agua caliente con una tapa y a veces, con un grifo. A finales de los 50 y principalmente a inicios de los 60 se colocan las cocinillas o cocinas económicas con calderín para el agua caliente que supusieron el fin de los fogones y la actuación de los cuartos de aseo.
Con anterioridad a estos aseos el corral cumplía las funciones de evacuatorio. Para el aseo personal se usaba un barreño y, parece ser, que era algo más frecuente entre las mujeres que entre los hombres quienes sólo lo hacían cuando tenían auténtica necesidad.”
Para que sirva de comparación diremos que en Madrid, en esas mismas fechas: año de 1950 el censo de viviendas era el siguiente: Nº viviendas 321.130 % Sin agua corriente 58.510 18,22 Sin retrete 69.710 21,70 Sin baño 228.690 71,21 Sin electricidad 13.520 4,21
Hoy los servicios de la mayoría de las casas de Euskal Herria son semejantes, incluso es habitual que en las casas de dos plantas haya dos servicios. Uno con taza y pequeño lavabo, generalmente en la primera planta, y otro mejor, en el piso de los dormitorios con taza, lavabo y baño, e incluso “bidé”.
Según nos indicaron, el 80 % de los servicios que se colocan hoy en día (año 2005) no ponen ya bañera, solamente ducha y la mayoría con mampara de cristal o similar. ¡Y es que los tiempos cambian que es una barbaridad! 1 Laporte, Dominique. Historia de la mierda. Editorial Pre-textos. Valencia. 1998. p. 20. 2 También incorporada al panteón romano. Tenía un templo en Roma, ya que se le consideraba como protectora de la salud de sus ciudadanos.