176 Zenbakia 2002-07-19 / 2002-07-26

Gaiak

El yacimiento arqueológico de Irikaitz (Zestoa, Gipuzkoa) en el contexto del primer poblamiento de Euskal Herria

ARRIZABALAGA, Álvaro

El yacimiento arqueológico de Irikaitz (Zestoa, Gipuzkoa) en el contexto del primer poblamiento de Euskal Herria El yacimiento arqueológico de Irikaitz (Zestoa, Gipuzkoa) en el contexto del primer poblamiento de Euskal Herria Álvaro Arrizabalaga El yacimiento arqueológico de Irikaitz fue descubierto a inicios del año 1996 por parte de miembros del Antxieta Jakintza Taldea de Azpeitia. Tras haber observado que en la margen izquierda del río Urola, a su paso por el municipio de Zestoa, se había abierto una trinchera para insertar una canalización de agua, miembros de este grupo se acercaron a la misma para efectuar una comprobación estratigráfica. Pronto fueron recuperando diversos restos de industrias prehistóricas en superficie y sobre el perfil de la zanja abierta, lo que les llevó a ampliar el radio de los trabajos a terrenos vecinos al que había entregado los primeros indicios. Los miembros del grupo comunicaron su hallazgo a Jesús Altuna, en la Sociedad de Ciencias Aranzadi, quien les encargó una serie de catas perimetrales para ir delimitando la extensión del yacimiento. Nuevos avivados del cantil, sobre la trinchera abierta a principios de siglo por el tendido del ferrocarril, y diversos sondeos efectuados aleatoriamente en distintos puntos de una extensión amplia, fueron entregando nuevos materiales arqueológicos. A finales de 1997, la dispersión de materiales alcanzaba, por el oeste, hasta un área más occidental que la trinchera del ferrocarril del Urola, por el sur hasta la estación del Balneario de Zestoa, por el norte hasta el campo de fútbol de Zubiaurre y por el este, hasta el mismo río Urola. Los restos líticos recuperados en estas primeras intervenciones apuntaban hacia una ocupación en campamentos ocasionales durante la primera mitad del Paleolítico superior. Sin embargo, en la llamada Cata V efectuada por los miembros del Grupo Antxieta se reconocían unas industrias más toscas, que recordaban al Paleolítico inferior. Como resultado de esta observación,desde 1998 hasta la fecha venimos desarrollando sucesivas (cuatro) campañas de excavación en esta misma zona. En las mismas, hemos podido comprobar la existencia de varios niveles correspondientes al Paleolítico antiguo en la zona, alguno de los cuales (el IV) empieza a presentar ya un perfil tipológico más definido. Irikaitz es un depósito al aire libre, situado en una amplia ladera que desciende hacia el río Urola en su curso medio, entre los actuales núcleos urbanos de Lasao y Zestoa. Aunque resulta pronto aún para delimitar de modo definitivo el yacimiento, sabemos que han sido recuperados restos arqueológicos (en superficie o mediante sondeos) en una extensión de unos 80.000 metros cuadrados. La mayoría de estos testimonios ha sido localizada en estratigrafía, por debajo de la superficie del nivel alterado por la actividad antrópica. Los restos han sido recuperados en diversos puntos de una amplia ladera de pendiente moderada que desciende hacia el cauce del Urola. En momentos recientes se han sucedido las alteraciones severas del depósito, entre las que destacaremos el trazado del ferrocarril de vía estrecha del Urola (hacia 1920), incluyendo la apertura de una trinchera y la edificación de una estación para el Balneario, así como la construcción de un campo de fútbol sobre el propio yacimiento (hacia 1960). Estas actuaciones nos obligan a reconstruir la dinámica postdeposicional del depósito ya que, al incidir sobre sedimento arqueológico, han repartido restos industriales por una amplia superficie de terreno. A pesar de que el yacimiento ha sido recientemente (julio de 2001) calificado con la máxima protección jurídica y urbanística por el Gobierno Vasco, aún persiste el proyecto de remodelar el campo de fútbol existente en la zona, con grave riesgo para la conservación de su depósito. Hasta la fecha, contamos con cerca de cuatrocientos elementos inventariados para los niveles II a V (ambos inclusive) cuya elaboración y presencia en el lugar obedecen con seguridada la acción humana. Además, otro numeroso grupo de restos plantea dudas razonables acerca de uno o ambos aspectos arriba señalados, probablemente debido a problemas de conservación de los indicios en el sedimento acidificado del depósito. La distribución de estos restos muestra grandes diferencias entre unidades, representando con mucho el nivel IV (con más de doscientos elementos tallados) la principal unidad a ser valorada. Será necesario ampliar la superficie de excavación y recuperar más indicios de los restantes niveles, como fase previa a una descripción provisional de los niveles II, III y V. Sin embargo, comenzamos ya a tener una impresión bastante precisa sobre las características de la ocupación que describimos como nivel IV (Tabla I y Tabla II). IRIKAITZ. Nivel IV (1998 2001) Materia Prima f Arenisca 137 68'5 % Nódulos 16 8 % ferruginosos Limonita 13 6'5 % Sílex 13 6'5 % Marga 10 5 % Cuarcita 4 2 % Cuarzo 3 1'5 % Otros 4 2 % Tabla I: Irikaitz (Nivel IV). Distribución por materias primas líticas IRIKAITZ. Nivel IV (1998 2001) Restos tallados f Soportes no 140 70 % retocados Lascas brutas 87 43'5 % Lascas muy 15 7'5 % pequeñas Núcleos / 7 3'5 % matrices Masivos con 22 11 % extracciones Percutores 8 4 % Avivados 1 0'5 % Soportes 60 30 % retocados Tabla II: Irikaitz (Nivel IV). Distribución por tipos de soporte de la industria lítica En primer lugar, cabe destacar que los restos líticos recogidos en este nivel han sido sometidos a un filtrado previo, según el criterio de descartar aquellos elementos que no presentan (por su condición o por su estado de conservación) indicios seguros de estar manipulados por el ser humano. Sin embargo, resulta muy probable que no sólo los aquí presentados, sino todos ellos, hayan sido aportados al depósitopor éste, aunque todavía resulte problemático demostrar esta hipótesis. Siguiendo este criterio (el habitual para cronologías del Paleolítico antiguo), hemos tabulado sólo 200 restos líticos, a los que cabría sumar otras 12 piezas recuperadas en la cata inicial (cuadro G13 de nuestra excavación) por miembros del Grupo Antxieta de Azpeitia. Para una superficie de 35 metros cuadrados excavados hasta este nivel, obtenemos una densidad restringida al nivel IV, superior a 6 restos trabajados por metro cuadrado. Esta media no desentona con la presentada por otros depósitos relevantes del Paleolítico antiguo europeo: Clacton (0'4 a 4), Castel di Guido (0'9), Ambrona (1), Swanscombe (1'7 a 25), Schöningen (1'8), Torralba (2'5), Aridos (4'5 a 11), San Quirce (31'6 a 448) o Isernia (38'5 a 67'5) (Gamble, 2001). Siguiendo el criterio al uso en estas cronologías (Carbonell et alii, 1999), la clasificación de los soportes retocados se establecerá atendiendo a temas recurrentes en la organización de las piezas. Entre los temas que se van perfilando como relevantes en la interpretación cronotipológica del nivel IV de Irikaitz incluimos las grandes lascas con filo transversal (a modo de sencillos hendidores), los denticulados sencillos (tipo espina), los abruptos transversales o los grandes biseles en diedro. Hasta el momento sólo se ha recuperado una pieza compatible con la descripción de bifaz y las raederas descritas se ajustan muy superficialmente al concepto clásico de estos útiles. El único núcleo de aprovechamiento centrípeto recuperado en Irikaitz se localiza en otro nivel. En definitiva, aunque no resulta fácil encontrar paralelos para esta industria, tanto su caracterización, como la ausencia de determinados elementos tipológicos nos permiten ubicarla dentro del Paleolítico antiguo, probablemente final. La relevancia del yacimiento de Irikaitz radica en las relativamente buenas condiciones de conservación de sus materiales. El hecho de tratarse de un depósito al aire librey muy lavado por las precipitaciones ha impedido, desgraciadamente, la conservación de restos arqueozoológicos en el lugar. Sin embargo, todas las informaciones recopiladas hasta la fecha acerca de Irikaitz nos indican que se trata de un depósito de carácter primario, en el que los objetos no se localizan en posición derivada, como viene siendo habitual para los testimonios del Paleolítico antiguo en el País Vasco. Los datos diversos que venimos recogiendo en el lugar y que comentaremos a continuación nos permiten cifrar en menos de treinta centímetros el desplazamiento horizontal de los diversos restos de este nivel. Más difíciles de acotar resultan los movimientos verticales dentro de un suelo arcilloso en el que las lombrices, los topos, las raíces de los árboles y las grietas originadas en los ciclos de desecación e hidratación del suelo inciden en una desplazamiento de componentes de pequeña talla hacia puntos inferiores. Este desplazamiento vertical está acreditado para algunos materiales sedimentarios (con especial gravedad en determinados cuadros) y cabe suponer que también ha podido originar la percolación de algún resto lítico de pequeña talla. En este sentido, los muestreos arqueobotánicos y sedimentológicos acometidos lo han sido en zonas en las que se considera menor este efecto de percolación de materiales. Como primera premisa para el estudio de Irikaitz quisimos desde un primer momento averiguar si el depósito correspondía a una deposición de carácter primario o derivada. En la campaña de 1998 (y de manera reiterada en las consecutivas) fueron recopiladas numerosas informaciones que abogan a favor de que Irikaitz es un yacimiento en posición primaria. En primer lugar, los restos líticos elaborados sobre materias duras, como el cuarzo o la cuarcita, no muestran indicios de rodamiento o pulido, mientras que el redondeamiento de materias blandas (la marga, por ejemplo) es compatible con la evolución natural de este material en un suelo lavado y acidificado.El registro más numeroso (el lítico) no aparece clasificado, ni según un criterio de talla/peso (como lo organizaría una terraza fluvial), ni con una orientación dominante sobre el eje mayor de la pieza (como sucedería, por ejemplo, en un glacis u otras estructuras con movimiento de ladera). Como tercer argumento señalaremos la gran coherencia interna (materias primas, tipo de elementos presentes, interpretación conjunta de los mismos, etc.) que muestran las unidades descritas, incluyendo desde luego la posibilidad de efectuar (en varias ocasiones) remontajes de distintas piezas líticas cuyas fracturas presentan pátina antigua y próximas entre sí. En este mismo sentido, la lectura e interpretación estratigráfica del propio yacimiento también indica claramente que, con independencia del desarrollo postdeposicional del sedimento, éste se encuentra aproximadamente donde se depositó. Finalmente, cada una de las unidades descritas presenta otros materiales de contextualización, de modo muy visible, restos de carbón vegetal que atestiguan la presencia de seres humanos en las inmediaciones del punto que venimos excavando. En su conjunto, esta batería de argumentos cruzados nos permite llegar a la conclusión de que el nivel IV de Irikaitz (y probablemente los restantes) constituye un depósito de carácter primario. La investigación del Paleolítico antiguo en Euskal Herria ha adolecido tradicionalmente de problemas de muy distinta índole. En especial, la falta de actuaciones arqueológicas sistemáticas dedicadas a esta época (prospecciones, sondeos o excavaciones) y la ausencia de un adecuado conocimiento geológico y geomorfológico de nuestro Cuaternario han generado una impresión probablemente inadecuada. En virtud de la misma, a excepción de algunos hallazgos aislados y fuera de contexto de piezas "características" (generalmente, bifaces) había cundido la resignación sobre el conocimiento de las poblaciones humanas anteriores al Musteriense. Hasta la aparición de restos musteriensesen la base de varias secuencias relevantes en cueva o abrigo (Isturitz, Gatzarria, Olha, Amalda, Lezetxiki, Axlor, Venta Laperra o Arrillor, entre otras), poco se conocía y tampoco era mucho más lo que se podía hacer para incrementar esta información. Incluso un análisis detallado de algún lote significativo, inicialmente atribuido al Achelense, como Murba, permitió reubicarlo en un Musteriense de Tradición Achelense (Baldeón, 1988). Este caso permite evidenciar otra de las problemáticas generales que afectan al Paleolítico antiguo (y que terminan dirigiendo incluso nominalmente el clásico "Paleolítico inferior" hacia un "Paleolítico antiguo"): el difícil deslinde de las situaciones cronoculturales del Achelense final y el Musteriense antiguo (esta dificultad puede verse comentada en extenso por Rodríguez Asensio, 2001). Como podemos comprobar en diferentes síntesis (González Echegaray & Freeman, 1998; Moloney, Raposo & Santonja eds. , 1996) muchas de estas dificultades afectan a otros territorios peninsulares. Para los territorios litorales se aducían las diferentes condiciones de la costa (ausencia de rasa extensa) respecto a áreas vecinas y la ausencia de complejos de terrazas desarrollados como causa de un panorama pobre o estéril (ni una sola mención para Gipuzkoa o Bizkaia). En cuanto a las áreas interiores, serán los grandes complejos fluviales del Adour (sobre todo) y, en menor medida, el Ebro (Zadorra, Ega, Arga, Irati, etc.) los que nutren el mapa de localizaciones del Paleolítico antiguo, en posición derivada, junto a materiales posteriores y, por lo general, con bastante poca densidad de hallazgos. También la altiplanicie de Urbasa ha proporcionado materiales relevantes de esta cronología, aunque carentes de contexto estratigráfico y en apariciones generalmente aisladas de utensilios característicos (Barandiarán, I., 1980 y 1985; Barandiarán, I. & Vallespí, E., 1980). En las últimas dos décadas (sobre todo en la última), se ha percibido una fuerte aceleraciónen el conocimiento de estas cronologías antiguas. Efectivamente, durante los últimos años se han producido novedades relevantes en el mapa del Paleolítico antiguo vasco. En Navarra es preciso mencionar la ampliación del lote de la cuenca de Pamplona, en un conjunto bastante coherente e identificable con el Achelense medio (García Gazolaz, 1994). Del mismo modo sucede en Alava, donde el conjunto de yacimientos en torno al embalse de Urrunaga ha permitido tener una perspectiva bastante completa de la serie, relacionada por quienes han revisado el material con el Achelense avanzado o final (Sáenz de Buruaga, Fernández Eraso & Urigoitia, 1989). Hay que anotar también el hallazgo de Mendiguri como novedad en Alava (Sáenz de Buruaga, Urigoitia & Madinabeitia, 1994). En Bizkaia, carecemos hasta la fecha de testimonios seguros de esta época, aunque sí se cuenta con algunos materiales antiguamente recolectados en Kurtzia que sugieren la presencia en el área de depósitos inferopaleolíticos, quizás contrastables a través de referencias complementarias (Cearreta et alii,1991). En el País Vasco continental, concretamente en Bidache, se vienen recogiendo en superficie numerosos bifaces y triedros de aspecto primitivo, que delimitan un conjunto probablemente correspondiente al Achelense medio (aún no estudiados o publicados en detalle). Las novedades de Laburdi (Arambourou, 1989 y 1990; Chauchat, 1994) representan nuevas contribuciones a la lista de afloramientos de material arqueológico, pero en la misma línea de décadas anteriores: depósitos al aire libre, en posición derivada y en los que el criterio tipológico arrastra la adscripción cronocultural (siempre en la duda entre un Achelense avanzado o un Musteriense de Tradición Achelense). Probablemente es Gipuzkoa el territorio en el que se observan más y más relevantes novedades. Comenzando por Lezetxiki, se trata de un depósito en cueva excavado en primer término por J.M. de Barandiarán (1956 1968) y posteriormente, por uno denosotros (Arrizabalaga, 1996 hasta la fecha). La publicación de la industria de sus niveles inferiores por Baldeón (1993), la consideración de las dataciones absolutas efectuadas sobre los niveles V,VI y VII (Mariezkurrena, C., 1990) y de diferentes informaciones paleoambientales sobre el nivel VII, así como la refocalización del interés en el yacimiento sobre el húmero fósil localizado en la excavación clásica (que parece mostrar similitudes con restos humanos obtenidos en la Sima de los Huesos de Atapuerca) orientan la sospecha de que nos podemos encontrar ante un nivel del Pleistoceno medio sedimentado en cueva. De algún modo se reproduciría, a menor escala, el modelo de El Castillo (Bischoff, García & Straus, 1992). Ya al aire libre, además de la arriba detallada investigación sobre Irikaitz, queremos llamar la atención sobre el extremo nororiental del territorio, concretamente la sierra de Jaizkibel. Junto a las referencias arqueológicas de Jaizkibel publicadas en detalle (Merino, 1986; Arrizabalaga, 1994), se vienen prodigando los hallazgos en superficie de materiales paleolíticos correspondientes a los más diversos períodos. Aunque la investigación en la zona está dando todavía sus primeros pasos, contamos con información para suponer que los materiales publicados por uno de nosotros en 1994, algunos de los incluidos por Merino en su artículo de 1986 y al menos los obtenidos en otro punto de Jaizkibel deben ponerse en relación con establecimientos del Paleolítico inferior. Estos yacimientos permiten además enlazar las secuencias del Paleolítico antiguo litoral, tan ricas en Cantabria o Asturias, acaso con Kurtzia en Bizkaia y, desde luego, con la costa de Laburdi. En este contexto, el descubrimiento y excavación arqueológica de Irikaitz cobra un interés especial. Se trata del único depósito estratificado vasco que incluye materiales del Paleolítico antiguo y está en curso de excavación. Con la salvaguarda de lo más arriba indicado para diversos yacimientos guipuzcoanos,podríamos considerarlo incluso único (hasta la fecha) en cuanto al caudal de información potencial que de él puede obtenerse. Recapitulando acerca de lo expuesto en este apartado, señalaremos que la investigación del Paleolítico antiguo vasco se ha enfrentado a dificultades similares a las de territorios vecinos: ausencia de información previa sobre el terreno, prejuicios sobre la inexistencia de estas cronologías, escasez de hallazgos, falta de estratigrafías o restos en posición primaria, sesgo de las recolecciones según el criterio dominante de lo que es o no es un útil adjudicable a esta época, difícil deslinde entre las cronologías de tránsito entre Paleolítico inferior y Paleolítico medio, etc. Esta situación de práctica ignorancia puede corregirse en los próximos años si somos capaces de diseñar una estrategia en la dirección adecuada: contando con el apoyo directo de geólogos y especialistas en Cuaternario, seleccionando zonas de prospección preferente de acuerdo a sus criterios, sistematizando la prospección de sitios correspondientes a estas épocas, efectuando sondeos (hasta la roca madre) mejor que catas (hasta el primer material arqueológico significativo, lo que va en detrimento de las cronologías más antiguas) y, sobre todo, excavando correctamente aquellos sitios como Irikaitz, que nos aportan un registro de gran calidad para el conocimiento de esta época. 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