Presente y futuro del trabajo de la mujer en la CAPV Presente y futuro del trabajo de la mujer en la CAPV Mercedes Larrañaga Sarriegui En general, parece que la sensibilidad de los investigadores se ha dirigido más al análisis y conceptualización de la participación de las mujeres en ámbitos de la vida social diferentes al económico. La marginación de la mujer dentro de la economía puede deberse al hecho de que esta ciencia se ha ocupado sólo de uno de los subsistemas que existen en la sociedad: el subsistema de producción de bienes y servicios dominado tradicionalmente por los hombres, y apenas ha analizado el subsistema de la reproducción (la reproducción biológica y la reproducción de la fuerza de trabajo) en el que se han ocupado casi exclusivamente las mujeres. Cuando se aborda el examen de la situación laboral de la mujer aparecen como aspecto central del análisis las relaciones existentes entre trabajo y familia. Ocuparse hoy del "trabajo femenino" en esta sociedad significa ocuparse de todo el trabajo que realizan las mujeres, esto es, del trabajo familiar y del trabajo profesional. Empíricamente es fácil constatar que la división de tareas tiene lugar no sólo entre el trabajo doméstico y extradoméstico, sino también en el interior de cada uno de estos ámbitos. Esto permite hacer la siguiente afirmación: existe división sexual del trabajo en la medida en que las actividades de hombres y mujeres en una sociedad, tanto dentro como fuera del hogar y la familia están segregadas en función del sexo. Esta división sexual del trabajo se traduce en la mayor parte de las sociedades en una jerarquización en cuanto a la valoración social y económica otorgada a las funciones que unos y otras desempeñan, valoración que se realiza en perjuicio de las mujeres. En el hogar la carga de las tareas domésticas sigue recayendo myoritariamente sobre el sexo femenino y esta división doméstica del trabajo debilita a su vez la posición de las mujeres en el mercado laboral. Así, enla CAPV, en 1998, a las mujeres correspondía el 56 por 100 de todo el trabajo necesario para mantener el nivel de bienestar existente mientras que los varones de la CAPV desarrollaban el 44 por 100 restante. Lo que sucede es que a las unas se les ha atribuido socialmente el trabajo no remunerado, mientras que los hombres se concentran en el que permite obtener ingresos. En la CAPV, en 1998, en el promedio semanal los varones dedican el 72 por 100 de su tiempo al trabajo remunerado y el 28 por 100 restante a las tareas domésticas y al cuidado a personas del hogar. En el caso de las mujeres estas proporciones son muy distintas porque dedican en el promedio semanal el 63 por 100 de su tiempo al trabajo no monetarizado y el 37 por 100 al trabajo remunerado. Además la distribución de las diferentes tareas domésticas entre mujeres y hombres sigue siendo muy desigual. que se produce una "especialización" que resulta generalmente desfavorable para las mujeres, tanto en cantidad como en calidad. Las mujeres suelen ocuparse de las más duras y de las que deben realizarse a diario, como la preparación de los alimentos, la limpieza y el cuidado de los niños, mientras que los hombres se ocupan de tareas más esporádicas como el bricolage, las relaciones con la comunidad de vecinos o los trámites burocráticos. Las transformaciones en la división del trabajo en el ámbito doméstico se operan a un ritmo mucho más lento que en el del trabajo remunerado y la escasa implicación de los varones en el trabajo doméstico constitye, en palabras de Sylviane Agacinski,"el mayor fracaso del feminismo". En todos los países occidentales, en algunos antes y de forma más intensa y en otros más tarde y en menor medida, la actividad fuera del hogar se ha ido convirtiendo en la norma para las mujeres. Es, pues, mayoritaria la voluntad de las mujeres, incluidas las mujeres casadas y con hij@s, de obtener un empleo mercantil (asalariado o autónomo). Por lo tanto la mujer que con el paso de las sociedadesagrarias a las industriales había quedado relegada en la esfera reproductiva, ha protagonizado desde mediados de este siglo una inmensa revolución silenciosa y ha vuelto a ocupar con fuerza un lugar propio en la producción mercantil. Puede decirse que las mujeres constituyen "la última oleada migratoria histórica hacia el mercado de trabajo". Es éste un fenómeno de alcance universal y en el que han tenido incidencia factores de índole cultural, ideológica, demográfica y económica. Al abordar el análisis laboral de la mujer se constata, en primer lugar, que la tasa de actividad de la mujer en 1998 en la CAPV se reducía al 40,9 por 100 mientras que su tasa de paro ascendía al 26,1 por 100. La mujer ha entendido que su liberación pasaba, siguiendo el patrón masculino, por trabajar fuera de casa y cobrar por su trabajo. Pero precisamente cuando ha empezado a incorporarse y competir en el mercado laboral éste ha entrado en una profunda crisis, una de cuyas manifestaciones más dolorosas es la persistencia de elevadas tasas de paro. Esta coincidencia no parece casual y, sin duda, el trabajo asalariado de la mujer es una de las causas de la impotencia del mercado laboral para satisfacer a todos y a todas. No se puede negar que algunas transformaciones importantes han mejorado considerablemente la condición femenina pero, a veces, estos cambios se revelan un tanto ambiguos y han venido acompañados de efectos perversos. Por ejemplo, si bien las mujeres han sabido imponerse en su deseo de incorporarse al mercado laboral, están todavía más amenazadas que sus colegas masculinos por el paro y la precariedad. El análisis de los datos de la CAPV nos lleva a concluir que en 1998 las mujeres representaban el 35,2 por 100 de la población activa y el 50,6 por 100 de la población parada. Además, si tenemos en cuenta que ese mismo año 26 de cada 100 mujeres activas estaba sin empleo y que sólo eran activas 41 de cada 100 mujeres en edad de trabajar llegamos a la sorprendente conclusión deque en la CAPV solamente "trabajaban" 30 de cada 100 mujeres. El número de los varones que trabajan se elevaba en las mismas fechas a 59. Los estudios que han analizado la cuestión salarial constatan que el sueldo medio mensual de la mujer es claramente inferior al sueldo medio mensual del hombre. Sin embargo, si se analizan los salarios de hombres y mujeres por "el mismo trabajo" las diferencias prácticamente desaparecen. Esto quiere decir que la razón de las diferencias salariales hay que buscarla en la diferencia del nivel de cualificación de los puestos de trabajo de unas y de otros: las mujeres cobran menos que los hombres porque realizan trabajos de menor cualificación. Pero no está muy claro lo que se quiere expresar con este término. Es más, su significado está íntimamente unido a la división sexual del trabajo. El concepto de cualificación es un concepto social, y como hombres y mujeres desempeñan trabajos distintos, muchas veces basta que sea la mujer quien ocupe un determinado puesto para que a ese puesto se le asigne un nivel de cualificación más bajo. Es decir, a menudo los trabajos desempeñados por las mujeres son trabajos de baja cualificación simplemente porque son realizados por mujeres. Por lo tanto al estudiar las diferencias salariales entre mujeres y hombres conviene no perder de vista que la estructura de empleos no es neutral y que las mujeres tienden a concentrarse en ramas de actividad muy concretas donde, por lo general, los salarios son inferiores a los de las ramas donde los hombres son mayoritarios. De igual manera los empleos a tiempo parcial se consideran de menor categoría que los empleos a tiempo completo y están, por ello, peor pagados. Para acabar con la discriminación salarial de la mujer resulta imprescindible cambiar el sistema de cualificación y sustituir el principio de "mismo salario para los mismos trabajos" por el de "mismo salario, o más exactamente, misma retribución para los trabajos de igual valor". Es decir, la segregaciónhorizontal y la segregación vertical siguen persistiendo de manera que las mujeres con empleo se concentran en un limitado número de sectores (el 84 por 100 de las mujeres trabaja en el sector servicios) y profesiones al tiempo que en la estructura ocupacional las mujeres se sitúan generalmente en los escalones más bajos. La constatación de todas estas diferencias no significa que las cosas hayan permanecido invariables en el tiempo. Así, la evolución de los indicadores laborales y del uso del tiempo nos incita a un cierto optimismo en lo que respecta a la situación laboral de las mujeres al tiempo que se observa una menor desigualdad en la distribución del tiempo de mujeres y hombres entre el trabajo de mercado y el trabajo doméstico. Mercedes Larrañaga Sarriegui, Economía Aplicada I, UPV/EHU Euskonews & Media 94.zbk (2000 / 10 / 6 13) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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