782 Zenbakia 2024-01-18 / 2024-03-18

Gaiak

El genio desconocido o la importancia de ser el almirante Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga (1656-1728)

RILOVA JERICO, Carlos

En menos de una semana  desde que este artículo sea publicado, el 23 de enero de 2024, se presentará en el Museo Marítimo Vasco el volumen 2 de una colección de biografías de personajes históricos guipuzcoanos que, en principio, parecen haber sido bien anclados a la memoria colectiva pero que, sin embargo, también parecen ser peor conocidos de lo que se creía o se podía suponer. Razón, de peso, por la que la Diputación guipuzcoana decidió lanzar esa serie de biografías históricas.

Probablemente pocos, o nadie, dirían que el almirante (y general) Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga es un desconocido. Seguramente el nombre suena vagamente. En algún lugar tiene una calle, o una plaza, dedicada. ¿O tal vez no?

Pero, probablemente, hasta ahí llega todo el conocimiento de Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga para una gran mayoría de personas que, por afinidad territorial al menos, deberían saber más de él.

¿Quién se acuerda, por ejemplo, de que en el año 1992 el entonces Museo Naval donostiarra le dedicó una exposición que acabó en un libro en cuya portada campeaba el magnífico retrato del almirante por el que hoy día es más conocido? ¿Quién se acuerda, también, de que su gran tratado de Ingeniería naval, el “Arte de fabricar reales”, fue publicado, a todo lujo y detalle, por la editorial Lunwerg?

Retrato del almirante Gaztañeta expuesto en la actualidad en su
casa solar de "Arrietakua". Hacia 1718.

Probablemente sólo unos pocos especialistas y bibliómanos empedernidos recuerdan esos libros y mucho otro material escrito que se ha ido redactando, en tiempos más cultos, hacia finales de la “Belle Époque”, sobre el almirante Gaztañeta y hace muy pocos años por investigadores como Itsaso Ibáñez y Gabriel Pintos.

El corolario, o conclusión, que se saca de esto no deja de ser asombroso para el historiador que ha investigado la figura de Antonio de Gaztañeta: ese marino mutrikuarra, de ese punto geográfico en el que se juntan dos territorios tan históricos -en más de un sentido- como el guipuzcoano y el vizcaíno, es prácticamente un desconocido para las decenas de miles de habitantes de ambas provincias.

Y ahora, tal vez, surgen preguntas, inevitables, acerca de esta primera conclusión: ¿realmente es tan importante tener un vago recuerdo, o casi ninguno, de quién fue el almirante Gaztañeta? Es más ¿era necesaria una nueva biografía sobre él? La respuesta a esas preguntas, tal vez, habrá que buscarla mirando -como suele ser habitual- por encima de los Pirineos y podría ser otra pregunta: la biografía de un personaje como Antonio de Gaztañeta, como la que se hará pública este 23 de enero de 2024, ¿habría tardado tantos años en plantearse, redactarse y publicarse a ese otro lado de los Pirineos? Tercera pregunta a la que el historiador que estas líneas escribe sólo puede responder con un rotundo “no”.

Y si nos preguntamos el porqué de ese “no” empezaremos a entender mejor que el olvido histórico del almirante Gaztañeta es algo que debería preocuparnos más de lo que parece que nos ha preocupado hasta ahora. 

Comencemos por considerar que esa biografía suya ahora publicada por el Departamento de Cultura de la Diputación guipuzcoana, tiene un generoso número de páginas dedicadas a recomponer para el público de este año 2024 la vida de Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga a base de lo que ya se había escrito sobre él y a base de nueva documentación. Pero, sobre todo, a través de un ejercicio que rara vez se hace a este lado sur de los Pirineos y que, creo, resulta sumamente esclarecedor. Es decir: poner al personaje biografiado en el contexto histórico general en el que vivió.

Anton van Leeuwenhoek, desarrollador holandés del microscopio,
por Jan Verkolje. Hacia 1680. Museo Boerhaave.

Así es, y es que ese caballero que nos mira desde su retrato versallesco en su casa solar de “Arrietakua” con una sonrisa entre desafiante e irónica -como bien supo verlo Borja de Aguinagalde en otro artículo sobre el personaje- vivió en el mismo tiempo que Isaac Newton, Gottfried Wilhelm Leibniz, Robert Boyle, Luis XIV y muchos otros personajes, como el almirante holandés Michiel de Ruyter, que en sus países de origen aparecen de manera recurrente en libros, películas, series de Televisión, novelas… y por eso son, en definitiva, muy conocidos por un gran público. Tanto en Holanda, Francia, Inglaterra, Alemania… como fuera de esos países.

Y lo más llamativo del caso no es que el almirante Gaztañeta viviera en el mismo tiempo y en la misma Europa que aquellos nombres eminentes, es que, por más que cueste admitirlo hoy a un público no especializado, se codeaba perfectamente con figuras como esas. Caminaba, por así decir, a su mismo paso.

Como el espacio de un artículo como éste es limitado (y su objetivo, al fin y al cabo, es animar a la lectura de la más explícita biografía que ahora se publica) sólo voy a destacar de ella un detalle para que caigamos en cuenta de la importancia que pudo tener Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga en su propia época y, por ende, en la nuestra.

El almirante Gaztañeta como producto de la Europa barroca fue un hombre de muchas facetas: inició su carrera como piloto comercial en la famosa Carrera de Indias (es decir: en el comercio transatlántico entre Cádiz y América), posteriormente fue capitán de Mar y Guerra, luego almirante y general de Artillería, pero también fue lo que hoy llamaríamos un científico -trajo los que, probablemente, fueron los primeros microscopios del País Vasco, hacia 1680- e ingeniero naval de primer orden. 

Sus logros en ese ramo, el de la Ciencia en general y, en especial, la aplicada a la Ingeniería naval, son verdaderamente llamativos cuando los comparamos con lo que se hacía en esos momentos en el resto de esa Europa que era ya para entonces la vanguardia del avance científico. Fijémonos con atención en un pequeño (pero importante) detalle que ha pasado desapercibido para este lado (y el otro) de los Pirineos. Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga (como ya se sabía desde hace muchos años para los que lo habían estudiado previamente) investigó en astilleros franceses y holandeses (aliados a España de nuevo desde 1674) la manera de construir esos barcos tan vitales para la prosperidad (e incluso la supervivencia) de Europa. De ahí salió un tratado, al que ya he aludido, “Arte de fabricar reales”, basado en esa experiencia y en su trabajo en astilleros vascos y cántabros como el de Colindres. A cuyo cargo fue puesto por la Corona española.

La flota holandesa simula un combate naval en honor al zar Pedro I en 1 de septiembre de 1697.
Por Abraham Storck. Hacia 1700. Het Scheepvaartmuseum.

En principio no parece nada importante... Seguramente habría en la Europa de Luis XIV muchos libros como ese e incluso mejores, ¿o no? Lo cierto es que no. Preguntemos a todo un eminente personaje contemporáneo del almirante Gaztañeta: el zar de todas las Rusias Pedro I Románov, llamado “el Grande”. Nos cuenta uno de sus biógrafos, Robert K. Massie, que cuando el zar quiso en 1695 llevarse con él los secretos de la construcción naval holandesa, que pasaba por ser la mejor de Europa -y del mundo- en esos momentos, descubrió que no existía tratado alguno, que el “Arte de fabricar reales” holandés era inexistente, que todo lo que sabían sus ingenieros navales, tan admirados, pasaba de boca en boca, de padres a hijos, de maestros a aprendices… de un modo asistemático, en una especie de analfabetismo científico…

Ahí tenemos, pues, la importancia de Antonio de Gaztañeta e Iturribalzaga. Casi completamente desapercibida para propios y extraños excepto para especialistas que, sin embargo, no han sido leídos por historiadores divulgados mundialmente como Robert K. Massie. El almirante mutrikuarra, ese caballero retratado en su día al óleo con un más que merecido aspecto versallesco, escribió un manual de Ingeniería naval del que, en el Gran Siglo de Newton, Leibniz, Boyle…, los holandeses carecen absolutamente. Esos mismos holandeses hoy famosos por dar entonces al mundo figuras como el astrónomo Christiaan Huygens o el desarrollador del microscopio Anton van Leeuwenhoek.

Pero, al fin y al cabo, ¿esto tuvo alguna consecuencia, digamos, histórica? Ciertamente sí. El manual sistemático de Ingeniería naval de Gaztañeta dio lugar a lo que se llamó la “perfección española”. Es decir: unos diseños náuticos que una de las principales -y más reconocidas- Marinas mundiales (la británica) iba a copiar para crear esos barcos que hoy inundan las pantallas de los Cines y los estantes de las librerías y bibliotecas dedicados a esas novelas que llaman “históricas”… He ahí pues la contribución de un casi desconocido marino vasco del siglo XVII a eso que, millones de personas en el mundo actual, llaman “Historia”.

No hablaré ya aquí (para eso está esa nueva biografía a presentar el día 23 de enero de este año) de las hazañas como marino de Guerra que Antonio de Gaztañeta realizó gracias, sobre todo, a esos vastos y sistemáticos conocimientos científicos. Sólo diré que sus hábiles maniobras tácticas podrían haber llenado páginas y más páginas de esas novelas marítimas británicas (las de C. S. Forester, Patrick O´Brian, Dudley Pope, Alexander Kent…) que ahora leen absortos en todo el mundo millones de lectores, o ven, plasmadas en el Cine, otros tantos millones de espectadores.

Sin duda algo que debería hacernos tener muy presente la medida de lo (injustamente) desconocido (o mal conocido) que ha sido el genio del almirante Gaztañeta (que vivió en el tiempo de Newton, Leibniz, Van Leeuwenhoek…) y la verdadera importancia que tuvo y que aún estaría por serle bien reconocida. 


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