781 Zenbakia 2023-11-25 / 2024-01-17

Gaiak

La función transformadora de la cultura

BELOQUI, Nieves

Centro Cultural de Noain

Inevitablemente, lo que pueda aportar respecto a la capacidad o funcionalidad transformadora de la Cultura está íntimamente ligada a mi trayectoria profesional y vital. Trabajo desde hace más de 30 años en lo que llamamos “el mundo de la cultura” y mi mayor dedicación profesional ha sido en un municipio de la comarca de Pamplona, Noáin, que cuenta con 8.000 habitantes distribuidos en 11 pueblos, acumulando Noáin, como capital del Valle de Elorz, casi 7.000 de estos vecinos/as. Además he formado parte activa desde los inicios de la Asociación de Gestores Culturales de Navarra fundada en 1989 y actualmente denominada KUNA, que agrupa a gestoras/es culturales que operan en los municipios de Navarra con tamaños diversos desde los 3.000 a los 10.000 habitantes, además de a gestoras/es al frente de equipamientos culturales de la capital y a las/los que trabajan en el ámbito privado o como autónomos/as en este sector cultural.

Esto me ha hecho estar en contacto muy cercano con la realidad de nuestra profesión y, al mismo tiempo, con la ciudadanía: usuarios/as, vecinas/os, artistas locales y sector creativo y artístico de nuestra comunidad. El trabajo en municipios de este tamaño favorece un contacto directo con toda la cadena de intervención en el hecho cultural: representantes políticos, asociaciones, personal técnico de otras áreas (administración, intervención, servicios jurídicos) y servicios de asistencia (taquilla, técnicos de escena…). La fortuna de trabajar en este ámbito configura, tras todo este tiempo, una forma de ver la vida, la sociedad y sus tensiones en estos tiempos convulsos.

En este contexto considero que una cultura transformadora es aquella que ayuda a comprender y actuar críticamente en la sociedad en la que vivimos para superar la desigualdad y la dominación, favoreciendo el acceso de todas las personas a la cultura. Bajo mi punto de vista, para promover la función transformadora, que parece una cuestión intrínseca de la cultura, hay que dotarse de una actitud de revisión permanente o, al menos, periódica de nuestra intervención en la realidad que nos rodea: ¿Qué hacemos? ¿Cómo lo hacemos? ¿Por qué lo hacemos? Y poner en cuestión axiomas que asumimos como válidos.

Y en este momento, ¿cuál es la realidad?, ¿qué es lo que la define? O, dicho de otra manera, ¿qué es lo que hay que transformar? Planteo aquí seis cuestiones en términos de dualidad contrapuesta en los que la cultura puede aportar su capacidad transformadora para generar cambios:

  1. Frente al individualismo exacerbado que cultiva nuestra sociedad capitalista, la cultura ejerce su función transformadora generando espacios de colectividad y comunidad. Menos individualismo, más comunidad.
  2. Frente a una sociedad en la que los estímulos siempre están mediados por la tecnología hasta el punto de haberse desarrollado toda una “economía de la atención”, una atención secuestrada/cautiva, la cultura ofrece y debe proponer presencialidad y carnalidad en sus propuestas.
  3. Frente a una visión economicista de la vida y las relaciones, la cultura aporta y apuesta por una visión humanista de nuestros entornos, base para transformar las desigualdades y las dominaciones.
  4. Frente a la velocidad y el tiempo acelerado, la cultura transforma la percepción del tiempo aportando espacios de calma y reflexión.
  5. Frente a la cada vez mayor desregulación y deslocalización de la fuerza de trabajo, la cultura debe transformar y generar entornos en los que se respeten los derechos y condiciones dignas de trabajo.
  6. Frente al crecimiento preocupante de postulados involucionistas y retrógrados, incluso con representación política de partidos de extrema derecha, la cultura tiene que ser absolutamente firme y beligerante en la defensa de todas las libertades y, en particular, de la libertad de expresión.

Todas estas cuestiones deben ser, en definitiva, un marco general de referencia para trabajar en el ámbito de la cultura en el contexto actual desde una óptica transformadora. Pero, además, precisamente la GESTIÓN PÚBLICA Y LOS MODELOS DE GOBERNANZA tienen la capacidad, desde sus políticas públicas, para generar transformación ya que:

  • Tiene capacidad para legislar (Navarra tienen el marco referencial de la Ley Foral 1/2019 de Derechos Culturales).
  • Tiene capacidad de regular y planificar a través de sus reglamentos y planes estratégicos de cultura.
  • Puede condicionar y transformar realidades concretar a través sus dotaciones de recursos: subvenciones y procedimientos de contratación.
  • Tiene la capacidad y el posicionamiento adecuado para ser ejemplar en sus políticas, condicionando la transformación de los contextos en los que interviene y colabora.
  • Además, tiene la posibilidad y el deber de llegar a aquellos ámbitos culturales en los que el mercado no llega desde una lógica de beneficio económico.

La cultura ejerce su función transformadora generando espacios de colectividad y comunidad.

Estas son las posibilidades que tiene la gestión y las políticas públicas para favorecer transformaciones, pero ¿cuál es la realidad? Me detendré en 3 cuestiones que conozco bien.

  1. Condiciones y salud laboral de las y los profesionales que trabajamos en la gestión cultural en los municipios navarros. Desde KUNA hemos elaborado un estudio diagnóstico sobre la situación de los servicios de cultura en las entidades locales navarras tras 30 años de implantación de los mismos, y lo que nos encontramos es una profesión feminizada (72%9 con una dilatada trayectoria profesional y alta cualificación) que trabaja en un territorio diverso en equipamientos polivalentes en muchos casos en solitario (sólo el 47% cuenta con servicio de conserjería y sólo 1/3 cuenta con personal administrativo) y llevando temas de otras áreas además de cultura (euskera, igualdad, juventud, fiestas…). Este estudio revela que las jornadas, calendarios, horarios y disponibilidad de estos puestos de trabajo no se adaptan a la jornada habitual establecida en la administración, lo que acaba generando alta disponibilidad, horas fuera de jornada, trabajo en festivos, no respeto de las jornadas de descanso… En definitiva, una falta de regulación que incide en la salud laboral de las personas trabajadoras de la cultura en el sector público. En una situación así, ¿cómo va a ejercer la cultura su función transformadora si no somos capaces de conseguir unas condiciones de trabajo dignas, reguladas, que permitan conciliar, descansar y contar con los recursos necesarios sin un coste tan alto para las y los profesionales de la gestión cultural? Por tanto, la transformación en este ámbito de la cultura tiene que venir de una regulación por parte de las administraciones públicas (entidades locales y Gobierno de Navarra-Función Pública) del ejercicio de la profesión de gestor/a cultural garantizando la protección eficaz de sus derechos laborales y el cuidado de su salud laboral.
  1. Condiciones de los contratos de asistencia y servicios. El sector privado que asiste a las administraciones en su cometido cultural. La pandemia ha puesto en evidencia de forma contundente la precariedad en la que trabaja también el sector privado de la cultura. La necesaria regulación de las condiciones de trabajo de las/os empleadas/os públicos en cultura tiene que servir de ejemplo para el sector privado, que trabaja paralelamente prestando su asistencia (empresas de asistencia técnica a eventos y espacios escénicos, servicios de taquilla, recepción, empresas de comunicación, ….). Para ello, las administraciones públicas cuentan con la herramienta de la Ley de Contratos, pero tienen que dejar de establecer casi únicamente criterios meramente económicos (precio) y dar valor a los intangibles, a los proyectos y a los criterios sociales bien desarrollados, con el fin de proteger y generar uno de los objetivos recogidos en los ODS de la agenda 2030 , “el trabajo decente”.
  1. Administración electrónica. Una barrera más a un sector con estructuras muy limitadas y pequeñas. Desde la administración local asistimos a la carrera de obstáculos que supone el acceso a la administración tanto a las/os usuarias/os como al sector amateur y sector profesional (licitaciones a través de PLENA, registro electrónico, factura electrónica…). Las políticas públicas tienen que perseguir la gestión eficaz y trasparente pero facilitando la transición digital a toda la población y al sector cultural en general.

Por último está la cuestión de la PARTICIPACIÓN como condición sine qua non para trabajar en procesos culturales transformadores. En este sentido cabe señalar que la propia configuración de nuestros equipamientos culturales polivalentes y de cercanía, dotados de biblioteca, salas multiusos, salón de actos, sala de exposiciones, plazas exteriores, etc. genera un flujo y unas dinámicas que los convierten en espacios comunitarios de cultura compartida. Personalmente me gusta la metáfora de imaginar que estos espacios son como el “cuarto de estar “ de nuestros pueblos.

Además de esto, es común en nuestros municipios la existencia de estructuras organizativas que garantizan la participación (patronatos, consejos sectoriales de cultura, coordinadora de cultura….). No obstante, es cierto que las decisiones sobre cuestiones de más calado (dotaciones presupuestarias, modelos de gestión de los equipamientos…) no están tan abiertos a la participación ciudadana y quedan adscritos a los niveles más técnicos y políticos.

Así pues, si aplicamos esa actitud revisora y crítica de la que hablaba al principio y nos hacemos preguntas como si acude a nuestros espacios todo el mundo o a qué personas o públicos echamos de menos en los mismos, podemos respondernos señalando que hay ausencias claras como son la de la población migrante (a excepción de la biblioteca por la conexión wifi y la gratuidad),  las personas jóvenes y adolescentes (sólo los tenemos si es público cautivo o para eventos puntuales) y la población necesitada de cuidados especiales (ancianos/as en soledad, dependientes…). El reto será, por tanto, dotarnos de recursos estratégicos de mediación que nos ayuden a minimizar estas brechas y a tender puentes en esas direcciones.

Imaginación, voluntad, espíritu crítico y compromiso nos harán falta en buenas dosis para abordar todos los retos señalados en estos tres apartados. Así que toca remangarse y a TRANSFORMAR.


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