768 Zenbakia 2022-01-19 / 2022-02-16

Gaiak

Por una justicia y pedagogía de urgencia

UGARTETXEA ARRIETA, Arantxa

En el día de los Santos Inocentes (28/12/2021) traje a mi  memoria lo que en el canal cuatro de la televisión española el 8 de diciembre del año pasado presencié sobre el caso de los bebés robados, realidad nunca asumida con la rotundidad que se merece por los gobiernos tanto autonómicos como centrales del Estado Español. En una palabra parece que se trata de la existencia de un poder oculto ejercido desde las instituciones entre las que se encuentra la Iglesia. El dolor y la monstruosidad acampan como Pedro por su casa, mientras un ejército de personas con argumentos buenistas, por decirlo de alguna manera, sobre vuela sin pudor y menos conciencia la cifra de los 300.000 niñas y niños robados.

Conmovedor a todas luces, hasta el mismo presentador llegó a sentirse sobrepasado. “Falta una justicia y una pedagogía de urgencia” que responda a la callada por respuesta generalizada e institucionalizada con una naturalidad como mínimo repugnante. Basta ya de tanta exposición injustamente dolorosa de las personas afectadas que por cierto no son solo madres solteras porque existe una mayoría de casadas y bien casadas con sus respectivos maridos. Queremos que el Estado, los políticos, los investigadores, los jueces, la educación y todo el que se precie de un ápice de sensibilidad se pronuncie. No hace falta ser víctima para compartir lo evidentemente injusto.

Adoptados y adoptadas, madres y padres biológicos y adoptantes, forman parte de esta realidad que pertenece a nuestra memoria histórica. Al expresarlo acuden a mi inconsciente colectivo, aquellos niños y niñas que yo miraba desde la distancia, cuando íbamos a visitar a un primo de mi madre que era capellán en la Casa Misericordia de Donostia.  


 

En la época tenía yo 7/8 años 1949/50. Para mí aquellas tardes resultaban ser la visita a un pariente ni más ni menos pero con el tiempo estas imágenes acuden a mi memoria y considero que forman parte de aquella naturalidad  social de la época con la que aceptábamos estar dentro de la moralidad justiciera del nacional catolicismo del momento en la que creo que hoy ya no nos encontramos. Vivíamos en la calle Prim y era muy frecuente ver jugar en el patio de recreo del Asilo San José de esta misma calle que da al Paseo de los Fueros por la parte de atrás, a niños y niñas jugando al cuidado de las Hermanas de la Caridad. También salían a pasear o iban a la playa en grupos uniformados con unas batitas, si mal no recuerdo. Hoy me pregunto ¿en realidad quienes eran? ¿qué fue de ellos? Eran muchos.

El jugar a dioses y domadores de conciencias nos sigue fascinando hasta el día de hoy. Los que manejan el poder normalmente lo hacen con guante blanco y una buena dosis de buenismo pero en este caso concreto ante la inocencia de 300.000 niños/niñas resulta a simple vista además de burdo monstruoso, primero para sus propios padres y madres biológicos y también para sus padres y madres de adopción, en una sociedad que parece anestesiada y crédula intentando justificar lo injustificable. El derecho a la identidad personal debe de estar siempre protegido entre otras cosas porque así lo hemos decidido los humanos universalmente.

Más tarde en mi madurez he tenido la oportunidad de saber más de cerca sobre la casa cuna de Fraisoro, regentada también por las Hermanas de la Caridad. He tenido entre mis manos el libro escrito por Eva García Magriña “Fraisoroko amak Fraisoroko haurrak” (6 de Abril del 2011), siendo muy importante para mi leerlo.

La callada por respuesta al problema de los bebés robados huele a tufo de confesonario, existe un silencio cómplice en la muy cacareada democracia española mientras argumentan los defensores de la misma sobre el derecho a la protección de datos, intimidad, el respeto al silencio de cada cual, al si se quiere o no dar el paso para saber si verdaderamente tal o cual persona es madre y padre biológico,… ¡es que todo esto es muy complejo! se dice con la mayor naturalidad sabiendo que no siempre se protege la naturalidad de la identidad biológica.

Estamos ante un entramado: funcionarios, enterradores, notarios, registro civil, asistentes sociales… es un tema de Estado a través de sus instituciones. Somos cientos de personas contando historias parecidas pudiendo aportar y aportando datos para una mejor investigación porque somos los verdaderos sujetos históricos de lo ocurrido. Es un auténtico problema con el agravante de que además de existir culpables hay que buscar las víctimas.

Me duele y ya casi se me hace insoportable ver desfilar por los platós, los juzgados, los partidos políticos, mesas familiares, entre amigas… historias dolorosas que habitan en la memoria colectiva de esta Euskal Herria en la que vivo. Siempre estamos entre nosotras tirando de algún hilo y reconstruyendo historias biológicas que nos han sido robadas por H, B, o C. Es sabido por todas y todos que es una realidad, no podemos estar construyendo madejas y redes al margen del Estado, la justicia, los gobiernos autonómicos, las instituciones…, con el estigma maldito de que no hay suficientes pruebas, porque las hay, todo depende de los intereses que albergue el dichoso SUFICIENTE que en este caso no parece tener límites.

Deseo que se abran las grandes avenidas de los diferentes archivos civiles y religiosos, antes de que sean destruidos, para poder discernir identidades ocultas nunca reconocidas con el merecido respeto por estar bautizadas o clasificadas por los poderes y las jurisprudencias de turno como una práctica del derecho a la protección de datos. La desclasificación de archivos es totalmente necesaria sobre todo cuando esconden auténticas aberraciones humanas pertenecientes al inconsciente colectivo de nuestra sociedad parte indispensable de la memoria histórica como tal.


 

Para empezar a cambiar esta situación dejen de decir que mentimos, que no estamos en lo cierto, que estamos locas y que aquí no se han robado niños. La cordura inocente de los 300.000 niños y niñas partícipes de la desaparición forzada infantil nos espera.


Eusko Jaurlaritza