761 Zenbakia 2021-05-19 / 2021-06-24

Gaiak

Universidad: ¿Sin libros y sin cultura? En defensa de un conocimiento holístico

URSUA LEZAUN, Nicanor

Hace ya un tiempo Helmut Schiedermair, ex Presidente de la Asociación Alemana de Universidades, que falleció en agoste de 2020, publicó un artículo titulado Universität ohne Kultur? Das Bildungs und die Industriegesellschaft von morgen, en “Mitteilungen des Hoschulverbandes.” 34, (1986) y Norbert Hinske tomó el relevo publicando Universität ohne Kultur? Plädoyer für eine neue Lese-, Gesprächs- und Esskultur, en “Universitas. Zeitschrift für Wissenschaft, Kunst und Literatur”. 3, (1988).  Partiendo de estas dos publicaciones nos podemos hacer hoy las siguientes preguntas: ¿Existe relación entre Ciencia y Cultura? ¿Es la cultura el resultado necesario del avance del conocimiento? ¿Existe la cultura porque se cultiva la ciencia? ¿Además del saber con el que tiene que ver la ciencia, existe un saber de otro tipo?

Dejando de lado las diferentes definiciones de cultura, -los etnólogos A. Kroeber y C. Kluckhohn en “Culture: A Critical Review of Concepts and Definitions” (1952), recogen más de 100 definiciones diferentes y afirman, a modo de síntesis, “la cultura consiste en patrones de comportamiento, explícitos e implícitos; adquiridos y transmitidos mediante símbolos, que constituyen los logros distintivos de los grupos humanos, incluyendo su plasmación en utensilios. El núcleo esencial de la cultura se compone de ideas tradicionales (es decir, históricamente obtenidas y seleccionadas) y, sobre todo, de sus valores asociados”-, vayamos al uso de la cultura en el lenguaje ordinario. Aquí “cultura” designa una determinada cualidad de las actividades del ser humano, que no se dirigen a una determinada producción inmediata. “Cultura” no significa aquí la mera y simple ejecución de una acción, sino su elevación a la más alta perfección posible. “Cultura” tiene aquél que sabe realizar su acción tal como lo requiere la cosa misma. En este sentido, hablamos de “cultura gastronómica”, “cultura lingüística”, “cultura musical”, “cultura de la vida”, “cultura digital” (hoy muy en auge), etc. “Cultura” posee aquél que no derrocha el tiempo de su vida, sino que obtiene la mayor ganancia posible. Pero no se trata aquí del consumo y tampoco del simple placer; la “cultura” es, siguiendo a los clásicos, el fundamento de la felicidad.

¿Qué papel juega en todo esto la Universidad? ¿Es la Universidad la única responsable de la cultura? ¿No la estaremos sobre valorando? La Universidad tiene actividades intelectuales especiales, que cultivadas, tienen, al mismo tiempo, un significado importante para la cultura. La Universidad no tiene el uso exclusivo, pero sí puede desempeñar un papel importante para potenciar la cultura. Cuando nos preguntamos ¿Universidad sin cultura? Podemos mencionar dos actividades muy importantes desempeñadas por la Universidad y una tercera que comentaremos más adelante que tiene una larga tradición: 1) La actividad de la lectura; 2) La actividad de la discusión/debate y 3) La actividad gastronómica.

La lectura requiere ejercicio, mucha atención, reflexión, reposo e intimidad.

1. La “cultura de la lectura”

Muchos son los autores que han tratado del tema de la Universidad y la “cultura de la lectura”, pero me interesa reseñar en este tema a I. Kant (1724-1804), fundador del idealismo trascendental, donde en su monumental obra de las “Críticas”, encontramos interesantes observaciones sobre la lectura:

“Un libro se ha de leer al menos dos veces, una vez rápidamente y donde se ha marcado el lugar que necesita una aclaración.” Kant equipara la capacidad o facultad del saber juzgar con la sabiduría, porque piensa que el juicio requiere de tres condiciones esenciales que son también estimuladas por la sociabilidad y presuponen la madurez —la ilustración—: a) pensar por uno mismo (tener una capacidad crítica frente a los otros y a lo que ocurre); b) pensarse —en la comunicación con otros seres humanos— en lugar del otro (porque sólo así es posible evitar instrumentalizar a los demás), y c) pensar acorde consigo mismo o ser coherente con uno mismo. El espíritu crítico, necesario en la vida, según la obra de Kant, se desarrolla mejor y más eficazmente en la persona que lee, sabe leer y releer.

¿Existe hoy en nuestra Universidades una “cultura de la lectura”? ¿Estudiantes sin libros? Se ha pasado del placer de la lectura a la fotocopia (“efecto fotocopia”, tengo la fotocopia y ya no necesito leerla), a la Tablet, a la WWW (la nueva biblioteca de Alejandría). “Efecto Google,” no necesito recordar nada, pues tengo Google y sé buscarlo). Hoy el consumo cultural no depende de los ejemplares físicos (átomos), pues ha pasado a plataformas y redes digitales (bits).  Virtualmente podemos acceder a cualquier producto que alguien haya situado en la WWW al alcance de un clic. Desplazados al ciberespacio, ése es precisamente el terreno de la cibercultura, caracterizada por la hipertextualidad (que trasciende la linealidad), la multilinealidad (integración en el hipertexto de distintos medios), transmedialidad y la interactividad.

Pero, ¿se lee más? ¿Se sabe leer la Web con cierto criterio?  La lectura requiere ejercicio, mucha atención, reflexión, reposo e intimidad. Se puede ser un muy productivo científico y tener una relación incómoda con los libros. El reverso de la medalla es: sin un trabajo científico serio toda cultura de la lectura en el círculo universitario no tiene valor. La cultura de la lectura no es un sustituto del trabajo científico. Podemos afirmar que la ciencia y la cultura se complementan y se fructifican mutuamente.

2. La Universidad y la “cultura de la discusión/debate”

En el pasado existía las “Quaestiones disputatae” con sus argumentos y contraargumentos y se enseñaba el “De Methodo disputandi”. Aunque hoy no se insiste en este método y al “diálogo disputado”, le va muy mal en la sociedad actual, me gustaría citar por su actualidad, las seis reglas de Johann Heinrich Feder (1740-1821) en su libro “Institutiones logicae et metaphysicae (1777):

1) Cada uno se ha de esforzar para que su lengua no vaya antes que su pensamiento y aporte poco.

2) En la medida en que el otro aporte pensamientos, se ha de prestar atención y tener un espíritu abierto.

3) En cuanto surja pelea, determinar cuidadosamente de dónde proviene y en qué consiste.

4) Contradecir de manera prudente y amigablemente y al que contradice tratarlo como un amigo.

5) Evitar con todos los medios amargar el ánimo.

6).  Distanciarse de la discusión si alguien tiene la costumbre de alejarse de estas reglas o ayudarse de su error por otros medios.

La cultura de la lectura no es un sustituto del trabajo científico. Podemos afirmar que la ciencia
y la cultura se complementan y se fructifican mutuamente.

3. La Universidad y la “cultura gastronómica”

La comida ha sido desde la Antigüedad un lugar de conversación/diálogo. El Simposio (Banquete) de la obra de Platón es el punto álgido de una literatura del simposio de la Antigüedad que ha perdurado mucho tiempo. Este género literario no se hubiera podido pensar si no hubieran considerado los Clásicos la comida en común como el lugar del intercambio de ideas, como la plaza donde el escuchar y el oír se realiza de la mejor forma posible. Kant, además del rechazo al idealismo en su “Crítica de la razón pura,” rechazó también el “solipsismus convictorii” tal como lo podemos leer en su “Antropologie in pragmatischer Hinsicht” (Königsberg, 1798), pues Kant tenía el convencimiento de que una persona no podía comer sola, ya que la comida en común, como lo formuló en un concepto paradójico, era el bien más alto moral y psíquicamente, ya que era el lugar donde el “mundus intelligibilis” se captaba sensorialmente. “Comer solo (“solipsismus convictorii”) es para un erudito insano”. En la mesa no solo se come, es un medio de unión y de conversación donde el espíritu se distrae y se alimenta de los pensamientos e ideas de los demás comensales. Una comida de este tipo requería reglas, pero no de cómo manejar el cuchillo y tenedor, o cómo preparar un buen plato, sino cómo se ha de tratar un problema e intercambiar ideas de la mejor forma posible. Estas reglas regulan también el número de invitados (no menos de tres (las tres Gracias) y no más de nueve (las nueve Musas), el tema que se ha de tratar, etc.

Conclusión

En esta breve exposición, se ha intentado revitalizar la “cultura de la lectura”, “el debate” y el “banquete” como lugares donde se desarrolla la cultura. Ojalá podamos recuperar esos valores de nuestros clásicos. En una sociedad donde predomina la superficialidad, la excesiva información y el culto a la ignorancia, peligros que nos acechan, se han de vencer con profundidad y rigor académico, con reflexión, constancia y trabajo, así como con apertura y el aprendizaje de los mejores.


Eusko Jaurlaritza