La tradición de emigrar en el Valle de Erro en Navarra
Durante el siglo XIX y el primer tercio del siglo XX se sucedieron guerras, y desastres así como importantes crisis cíclicas en el agro vasco, todas ellas contribuyen a explicar muchas salidas migratorias de jóvenes de nuestros pueblos. La necesidad de abandonar el territorio navarro ante la ausencia de expectativas de mejora en el entorno, la obligatoriedad del servicio militar y la escasez de oportunidades en la industria fueron los componentes que empujaron a muchos jóvenes del Valle de Erro a la emigración. También el mayorazgo de nuestra tierra que designaba a un único hijo para ser el heredero, provocaba enormes fricciones familiares, por lo que los no herederos optaban por la emigración a América, o el servicio religioso.
Por otra parte, las familias eran muy extensas, por ello, la emigración era vista como un mecanismo de solución al grave desequilibrio existente entre las grandes familias y la carencia de recursos. Finalmente, otra razón de la migración vasca fue la llamada de aquellos emigrantes que ya se habían instalado al otro lado del Atlántico. Sin duda influyó la tradición migratoria de determinados valles o localidades y las noticias que llegaban sobre las oportunidades de éxito, así como el tener un pariente que ofrecía posibilidades de trabajo. En muchas casas del Valle de Erro, ya era la tercera generación que emigraba.
De esta manera, en el Pirineo navarro, según los estudios de San Sebastián (1988) sobre la emigración a América en nuestros valles, más de 1000 personas entre 1870 y 1970 partieron de los valles de Erro, Esteribar, Arce y Oroz-Betelu. Sin duda, este número de emigrantes es muy alto para unos valles pequeños como estos. En ese estudio están identificados 800 oriundos de estos valles, con nombres y apellidos. La mayoría se instaló en California, aunque otros fueron a Nevada, Idaho y Wyoming.
Precisamente en California señala que en los valles de San Joaquín y Fresno hay más valderranos que en el mismo valle de Erro. Especial mención merece Matías Erro. Aunque los inicios de este valderrano fueron en el pastoreo, después se dedicó a la agricultura y al ganado vacuno y llegó a ser vicepresidente del Growers National Bank. Casado con Juanita Esnoz, también del Valle, fue un hombre muy relevante y financió el viaje de muchos paisanos, lo que explica la intensa presencia de pastores en Fresno y en la California Central.
También Juan Miguel Urrutia, apodado “Mexkirix”, natural de Mezkiriz, era hijo de Antonio, y de Manuela Irigoien. Emigró a Fresno con 17 años, y fue un próspero hombre de negocios, su biografía aparece entre los ilustres de del Condado de Fresno. Sin duda sus inicios no fueron fáciles, su padre Antonio, arriero, murió cuando él tenía 10 años. En la biografía de Fresno (Vandor 1919: 2258) señala que fue un emprendedor hombre de negocios, compró extensas tierras, rebaños y era próspero agricultor. Tal y como señala la página web donde se recopila los registros de muchos que emigraron. “Nacido en Mezkiritz, Valle de Erro, Nafarroa, hacia 1882. Llegó a Nueva York a bordo de “La Champagne” procedente de Le Havre el 25 de noviembre de 1901. Se dirigió a Fresno. Dio como referencia la de J. Bidegaray.” (Basques in USA-Amerikanuak, 2016)
Pero no a todos les fue tan bien. Otros dos hermanos de Juan Miguel emigraron también; contaba mi amatxi (eran tíos suyos) que estos pastores jóvenes tuvieron que sacar a las ovejas de unas zonas pantanosas, con un enorme esfuerzo. A partir de este suceso cayeron enfermos y ya no estaban capacitados para trabajar. Así que los enviaron a casa “a morir”. Cuando llegaron a su casa nativa de Apesui tenían fiebres altísimas y tiritaban fuertemente a pesar de los calores de agosto, envueltos en mantas murieron con alta fiebre. El diagnóstico de la época decía “que se les había dado la vuelta el hígado”. Con estos antecedentes, no era de extrañar que un antepasado de Gilontro (Erro), cuando volvió de acompañar a su hijo de 17 a embarcarse en Burdeos para ir a América, el padre dijera a la vuelta “muerto lo dejé de pena”. Y es que su amado hijo podía hacer fortuna como se decía, “hacer las Américas” o podía no verlo nunca más, como ocurrió con otro tío pastor que murió a consecuencia de la gangrena al despellejar una oveja con carbunco.
Pero no todo fueron penurias en el Oeste para los vascos, varios de ellos llegaron a cumplir el "sueño americano" y triunfar en su nuevo país, donde se convirtieron en grandes ganaderos Hubo ilustres descendientes de valderranos como Robert Erburu, mecenas de Arte y director general de Los Angeles Times, nieto de Mariano Erburu de Espinal. (San Sebastián, 2016). Más cercano a nuestros días están los hermanos Campos, de Olondriz. Representan en la actualidad una de las mayores empresas agrícolas de California, y son líderes mundiales en producción de almendras.
La mayoría de los emigrantes se instaló en California, aunque otros fueron a Nevada, Idaho y Wyoming.
El viaje, la llegada y la tierra de acogida
Tomamos como ejemplo el caso de Pedro Mari Murillo de Erro, que es un paradigma de la emigración en la década de los 60. El primer destino era Bakersfield, Condado de Kern, en California. Había ya tradición de vascos en esa zona. Su viaje era el paradigma en los viajes de los pastores de esa época, más recientes, ya no estaban obligados a las largas travesías en barco. En el caso que nos ocupa, el primer viaje fue el año 1957; en concreto salieron desde el valle de Erro, a Pamplona hacia Bilbao. Después de despedir a padres y hermanos, tomaron la Burundesa a Bilbao. Eran unos 20 jóvenes, cerca de la mitad del Valle, y otros tantos de Roncal. Tenía 18 años y era el más joven de los hermanos. Su madre lloró los días siguientes desconsoladamente; la casa despedía al chico pequeño y además se quedaba sin su en los trabajos del campo.
En Bilbao hicieron el visado, recogieron los certificados médicos; los exámenes eran muy rigurosos, para garantizar que iban en buenas condiciones de salud. Desde allí eran enviados, unos vía París y otros por Madrid hacia el Oeste americano. El viaje lo realizaban en 3ª categoría. Tras pasar un día tomaron el vuelo de Madrid, primera experiencia en avión, un viaje con turbulencias que les pilló a él y a un roncalés en el baño; ¡Ay, Ay!, que me hundo! Gritaba este mareado, en Nueva York, tenían que cuidarse de no toser, cuando mostraban el pasaporte, certificado médico y la placa torácica que era examinada allí mismo. Desde allí había que cruzar América de Este a Oeste. Llegó a Los Ángeles “destrozado”; y finalmente le esperaba el último vuelo hasta Bakersfield.
Allí, a pie de avión estaba el patrón, le montó en su pick up y lo condujo a su casa, su esposa le preparó un desayuno americano. Ya repuesto, se dirigió con el patrón al campo donde estaba su hermano mayor Miguel que también trabajaba para él. Gran alegría el poder reunirse con él en tierras tan lejanas. Durante breve tiempo, se reunían para pasar la noche, ya que estaban no muy alejados. Pero esta época fue breve porque el pastoreo de otoño e invierno se hacía en las alfalfas, que eran de regadío y alquiladas por el patrón. Es decir, había que trasladarse de un rancho para otro, bastante alejados entre sí.
En la zona de Bakersfield, relata Pedro Mari cómo iban a la sierra en la más completa soledad. Sólo cada 5 días veían a alguien, cuando les traían las provisiones; las noches sólo eran rotas por los aullidos de los coyotes, que ponían nerviosos a los perros. En esta soledad y aislamiento, una enfermedad constituía un grave peligro; Muchas veces estos pastores perdieron la cordura, tal era la soledad de las montañas; “basque crazy”, se le llamaba o “aovejado” a los que habían pasado demasiado tiempo con las ovejas en soledad.
Bakersfield era considerada, la capital culinaria vasca, con siete restaurantes vascos. Esta ciudad y las vecinas del condado de Kern tenían la mayor concentración de vascos de California. Se suponía que había entre unos cinco mil y diez mil vascos residiendo en este área, los vascos llevaban más de un siglo establecidos allí. Ellos representaban en parte un reflejo del ideal norteamericano de entrega por las costumbres frugales y la moderación del estilo de vida, los vascos se ganaron el respeto. Aunque es evidente que existía un abismo entre los vascos más prósperos y sus compatriotas dedicados al pastoreo como ovejeros itinerantes. Había familias destacables en la historia de Kern County; como los Etcheverry, Eyherabide, Ansolabehere, Goñi, Cadet Argain, Etchechury, Urepel, Mendiburu e Yribarren entre otras (Estornés Lasa; Totoricagüena, 2019). Cercanos a nuestros días, los ovejeros más importantes de la década de los 60 años en Bakersfield eran los Mendiburu y los hermanos Iturriria, procedentes de Lekarotz.
El regreso
Tras el proceso migratorio, la idea del retorno ha estado siempre presente, después “de hacer las Américas”. Esta idea aparece con claridad en las cartas y en la mente de muchos que emigraron y ciertamente muchos volvieron. Por otra parte, la figura del indiano rico que venía para casarse resultaba muy familiar. Los jóvenes que estaban en América regresaban con el atuendo típico, vestidos con vaqueros, botas puntiagudas y sombrero vaquero eran fácilmente reconocibles
Así, durante la década 1970, se dio el fin de la emigración a causa de los sueldos competitivos del País Vasco, una reducción de la demanda de pastores en los EE.UU, y la llegada de trabajadores más baratos de Sudamérica. De alguna manera, el ciclo de la emigración se cierra en los 70, cuando el contexto mundial de la lana y la carne cambian rápidamente al igual que la situación económica. Por ello, no fueron pocos los emigrantes que derrotados por la soledad, la vejez o el fracaso económico serán incapaces de adaptarse al nuevo país. No lograrán incorporarse a su nuevo país y tampoco podrán regresar a su tierra prometida porque las adversidades sufridas hacían físicamente imposible ese retorno.
Pedro Mari regresó en el año 68. El objetivo se había cumplido, había conseguido ahorrar un dinero y una experiencia; la lejanía de los suyos era algo que le pesaba enormemente. Ahora bien, no todos los que fueron de pastores, sobre todo a California y Nevada, regresaron. Quienes pudieron cambiar de oficio (elería, lecherías, panaderías etc.) o se independizaron con su propio rebaño de ganado, optaron por quedarse. En estos casos se han mantenido los matrimonios entre gentes de esta tierra. Según Imízcoz (1992) en 1917 de 40 varones establecidos en California, 3 permanecían solteros y del resto, 27 contrajeron matrimonio con navarras y 7 con bajo navarras. La dureza de las condiciones de trabajo no les arredró a estos pastores, con enormes sacrificio contribuyeron a mejorar la economía de sus familias y allí dejaron una huella de honestidad y laboriosidad que contribuye a engrandecer el recuerdo de los vascos en estas tierras.