76 Zenbakia 2000-04-28 / 2000-05-05

Gaiak

La novela vasca en la década de los 60

LASAGABASTER, Txuma

La novela vasca en la década de los 60 La novela vasca en la década de los 60 Jesús María Lasagabaster Hablar, desde una perspectiva global, de la novela vasca en la década de los 60, exige no olvidar a algunos novelistas vascos en castellano que a lo largo de esos años escribieron novelas importantes y en algún caso decisivas para la renovación de la narrativa española contemporánea. Me voy a limitar a tres autores y otras tantas novelas, que me parecen de especial significación y que completan de algún modo una reflexión que está centrada fundamentalmente en la novela euskérica y en el sentido de su renovación en los años 60. En 1960, el vizcaíno Ramiro Pinilla gana el Premio Nadal con su novela Las ciegas hormigas, una novela que por el tema y su desarrollo semántico tiene un indudable carácter épico, pero que Pinilla ha sometido a un tratamiento narrativo que podemos calificar de lírico, ya que en lugar de confiar el relato a un narrador típicamente épico, externo y objetivo, lo confía a los diferentes personajes que en sucesivos monólogos dan al relato un tono perspectivista, que interioriza la aventura, y enriquece la densidad humana y psicológica del personaje. Más decisivo sin duda es el dato de la aparición en 1962 de la novela Tiempo de silencio, del donostiarra, aunque nacido en Larache, Luis Martín Santos. Se trata de un texto que marca la frontera entre la novela social, típica de la década de los 50 y la novela posterior que Sobejano ha bautizado como "novela estructural"; a partir de Martín Santos, la novela española hace estallar el marco estrecho del realismo social y busca nuevas vías de expresividad narrativa; sirva citar, a modo de ejemplo, Señas de identidad de Juan Goytisolo, Cinco horas con Mario de Delibes, o San Camilo 36 de Cela; y, naturalmente, el "boom" de los latinoamericanos. Por fin, hay que citar Parte de una historia, del vitoriano Ignacio Aldecoa, publicada en 1969. Tras ese espléndido fresco épico que es la novela Gran Sol (1958),Aldecoa se sitúa claramente en el marco de una novela renovada , donde, sobre la historia de esa pequeña isla del archipiélago canario donde localiza la acción de la novela, flota de manera intermitente la "biografía sumergida" del propio narrador y resulta contada al mismo tiempo aventura de la propia escritura novelesca. La renovación de la novela euskérica debe inscribirse, en primera instancia, en el marco de los cambios que se producen en la sociedad y la cultura vascas de la época. En el caso concreto de la novela, la renovación no se apoya en una tradición novelesca anterior, casi inexistente, fuera de la novela costumbrista, que no sirve para exigir y proyectar desde sí misma la búsqueda de nuevos caminos narrativos. La referencia para la renovación de la novela vasca, tal como la protagonizan escritores como Txillardegi o Saizarbitoria hay que buscarla necesariamente en la narrativa europea de esos años. Además, es preciso señalar la importancia del nuevo contexto socio político, cultural e ideológico que hace posible lo que podríamos llamar "la llegada de los heterodoxos" Aresti, Mirande o Mikel Lasa en poesía, Txillardegi, Saizarbitoria y el mismo Mirande en novela , que materializan, desde la literatura una necesaria e higiénica corriente cultural, estética, ideológica y hasta política, como expresión de una nueva intelectualidad vasca. No estaría de más recurrir también a la infraestructura urbana e industrial del país, al pluralismo ideológico vigente en la nueva sociedad vasca e incluso en las alternativas de resistencia al franquismo que se van diseñando en esa época. La novela es entonces la materialización literaria de una ruptura más global, frente a la interpretación dualista, idealizada e ingenua que de la realidad vasca había venido haciendo la novela costumbrista. Asistimos a un despegue real de la novela en el interior del sistema literario vasco; si en la década de los 50 son 8 las novelas que se habían publicado en euskera, este número sedobla exactamente en la década siguiente; y el aumento crecerá en progresión casi geométrica a partir de los 70. Pero este aumento cuantitativo no es sino la expresión estadística de un profundo cambio cualitativo, de un proceso acelerado que se opera en la narrativa vasca en el contexto de las literaturas desarrolladas de Europa y América. No es por esto extraño que sea en la narrativa y no en la poesía donde, en el año 1989, se consagre esa especie de "puesta de largo" de la literatura vasca con la concesión a Obabakoak de Bernardo Atxaga del Premio Nacional de Narrativa. En este proceso, y con referencia a la década de los 60, hay algunos textos que pueden considerarse emblemáticos y a los que merece la pena dedicar unas breves consideraciones. En primer lugar, la novela de Txillardegi Leturiaren egunkari ezkutua; aunque se publica en 1957, pertenece sin duda a este esfuerzo de renovación de la narrativa vasca a que nos estamos refiriendo, mejor incluso que otras novelas posteriores de su autor. Parece acertada la adscripción de un texto como Leturia a la literatura existencialista, tan en boga en Europa y sobre todo en Francia en los años de la posguerra del 45. Es verdad que Leturia es un existencialista "a la vasca"; su problemática, de raíz efectivamente existencial, no tiene ni la radical conflictividad vital, ni la angustia existencial de los personajes típicos de la novela existencialista francesa. Leturia no es desde luego hijo del inefable pastor Joanes de Garoa, de Txomin Agirre,pero tampoco pertenece a la estirpe del Roquentin sartriano de La nausée, o del Mersault de L’étranger de Albert Camus. De cualquier manera, Leturia es el primer "héroe problemático" de la novela vasca, el conflicto que vive es de raíz existencial y su final trágico hace especialmente significativo este carácter. Esta función renovadora de la narrativa euskérica es más evidente y más radical al mismo tiempo en la primera novela de Ramón Saizarbitoria, Egunero hasten delako, de 1969,es decir, doce años después de la novela de Txillardegi, doce años en los que han ocurrido muchas cosas en el marco de la novela europea y ésta es la referencia, el "intertexto" más evidente de la obra narrativa de Saizarbitoria, ya desde su primera novela. La estructuración de la intriga novelesca sobre un doble eje de acción, la historia del aborto de Gisèle y el diálogo, o monodiálogo, de ese extraño y anónimo personaje en cuyo discurso interminable se materializa la posibilidad misma de la palabra, ponen de relieve la modernidad de una novela como Egunero hasten delako, en la que adquiere una importancia decisiva el proceso mismo de generación del texto, el contar y no la historia contada, la enunciación y no el enunciado. A los nombres de Txillardegi y Saizarbitoria, con los que ya es tópico personalizar la renovación de la novela euskérica en la década de los 60, añadiríamos aquí el de Jon Mirande. Normalmente, Mirande suele formar pareja con Gabriel Aresti para explicar la renovación de la poesía vasca y no se ve muy claro que con una sola novela, novela corta más bien, haya podido hacer algo importante en la renovación del género novelesco. Su única novela, Haur besoetakoa, aunque escrita en 1959, no se publica hasta 1970. Los comentaristas suelen relacionar esta novela de Mirande con la famosa Lolita, del ruso americano Vladimir Nabokov, por el tema la ambigua relación amorosa entre un hombre maduro y su ahijada, una niña todavía , pero señalando al mismo tiempo las evidentes diferencias entre ambos textos. Pero en mi opinión, un texto como el de Haur besoetakoa, "viene de París", como los niños; quiero decir que trae el aire de una cierta literatura, de una "escritura" , en el sentido barthesiano, francesa, que sin duda le resultaría familiar a ese vasco parisino que era Mirande. Y no precisamente el "nouveau roman" francés, sino el refinado clasicismo de autores anteriores; yo pienso en el André Gide de Coridon y sobre todo de Les nourritures terrestres.El aquilatamiento de un lenguaje novelesco clásico o "clasicizante", la importancia del análisis psicológico del personaje principal, su interioridad como filtro de percepción de la realidad y como medida de los valores definen una escritura novelesca personal y nueva, en el contexto de la narrativa vasca, aunque es verdad que Jon Mirande no ha abierto vías nuevas a la evolución de la novela vasca, como es el caso de Txillardegi y sobre todo de Saizarbitoria. A lo largo de la década que nos ocupa y en concreto en los autores que aquí se han estudiado de manera más monográfica, la novela vasca de nuestros días ha cambiado también el sistema de referencias literarias y culturales, el "intertexto" en el que se había venido moviendo con anterioridad. Los referentes de nuestros narradores de hoy, no sólo los temáticos o ideológicos, sino los específicamente literarios, no son los de Txomin Agirre, ni siquiera los de Etxaide o Erkiaga. Lo que une a estos autores con un Txillardegi, un Saizarbitoria o un Mirande es, ni más ni menos, el euskera; nada menos que el euskera; pero también nada más que el euskera. Porque no sólo la problemática tratada y la visión del mundo que ese tratamiento supone, sino la misma escritura como compromiso del escritor consigo mismo y con su mundo es totalmente diferente. Los referentes literarios de nuestros narradores actuales, de aquellos que se están moviendo en el marco de la modernidad, o de la "postmodernidad", si se quiere, son los de cualquier escritor de otras literaturas: el mundo de hoy y la escritura novelesca como forma específica de percepción y de compromiso del escritor con ese mundo. Jesús María Lasagabaster, profesor de la Universidad de Deusto Euskonews & Media 76.zbk (2000 / 4 28 / 5 5) gratuita | Abonnement gratuit | Free subscription Eusko Ikaskuntzaren Web Orria webmaster@euskonews.com http://ikaskuntza.org/cgiBanner/banner.cgi?datos=bizkaia&link=www.bizkaia.net/bizkaia/Euskara/Foru Aldundia/Kultura/eu cultu.htm http://ikaskuntza.org/