756 Zenbakia 2020-12-17 / 2021-01-20

KOSMOpolita

Los siete vascos de El Álamo del Pacifico. La Batalla de Wake, 1941 (II/II)

OIARZABAL, Pedro J. TABERNILLA, Guillermo

Los siete vascos de El Álamo del Pacifico. La Batalla de Wake, 1941 (I/II) 

La evacuación de Wake

Tras la ocupación japonesa de la Isla Wake el 23 de diciembre de 1941, tanto militares como civiles fueron hechos prisioneros de guerra sin distinción alguna, dando comienzo a un tratamiento inhumano que continuará a lo largo de toda la guerra. El hijo de Joseph Goicoechea Zatica, Dan, recuerda como su padre “fue golpeado tan fuerte con la culata de un rifle que se le salió el ojo de la cabeza […] Se desangró de los ojos y oídos y nadie podía creer que estaba vivo”[1]. Contra todo pronóstico sobrevivió.

Los prisioneros fueron trasladados al barco mercante Nitta Maru el 12 de enero de 1942. La crueldad no se hizo esperar. A bordo los japoneses torturaron, ejecutaron y desmembraron a varios marines norteamericanos. El barco prosiguió su rumbo hacia Yokohama, Japón, y desde allí al campo de prisioneros de guerra Woosung, un área suburbana en Shanghái, China. Tristemente pasaron a ser de los primeros prisioneros de guerra (militares y civiles) estadounidenses de la SGM, y entre estos nuestros protagonistas vascos. Las familias no recibieron noticias de ellos durante años. Por ejemplo, la familia de George Acordagoitia Mallea, nacido en 1918, en Jordan Valley, Oregón, recibió su primera carta en enero de 1945, en el que se decía que se encontraba con buena salud. (Quizás sea necesario mencionar que las cartas debían de pasar el filtro de los censores japoneses). La carta estaba fechada el 2 de agosto de 1944. De manera similar a la familia de Joseph (Laucirica) Mendiola, nacido en Ogden, Utah, en 1917, le fue entregada una primera carta en mayo de 1945. La carta estaba fechada el 10 de septiembre de 1944, en ella Mendiola escribió, “estoy bien y espero regresar algún día”[2].

Fotografía de Joseph Mendiola, uno de los héroes vascos de la Batalla de Wake.
(The Times-News. Twin Falls, Idaho, 23 de septiembre de 1945).

La angustia en las familias y en la comunidad vasca de Boise era evidente. La madre de Goicoechea, Eladia Zatica Uriate (nacida en Ispaster en 1891), inició diariamente una peregrinación descalza, llevando una vela encendida desde su casa a una pequeña iglesia católica en el centro de Boise para asistir a misa a las 5 de la mañana. Según comenta su nieto Dan Goicoechea, “ella sabía qué si la vela no se apagaba, él estaba vivo. No me digas que mi hijo está muerto [le espetaba a la gente]. Una madre sabe cuándo su hijo está muerto”[3].

Prisioneros en campos en China y Japón

En diciembre de 1942, los supervivientes de Wake fueron trasladados a otro campo de prisioneros de guerra de Shanghái, en Kiangwan. Pasaron un invierno escalofriante en ropa tropical, y en el caso de algunos como Goicoechea, sin zapatos. En agosto de 1943, más de 500 hombres fueron enviados a Japón y obligados a trabajar en el esfuerzo de guerra nipón. Ignacio Arambarri Alberdi nacido en 1917 en Gooding, Idaho, tenía 24 años cuando fue hecho prisionero. Fue enviado a la mina de carbón de Fukuoka-Kashii, en la isla japonesa de Kyushu, reconvertida en un campo de prisioneros. El 20 de diciembre de 1943, el Departamento de la Armada de EEUU en Washington notificó oficialmente a la madre de Arambarri su paradero en Japón. Allí fue forzado a trabajar diez horas al día, bajo el maltrato de sus captores, hasta su liberación el 15 de octubre de 1945 por parte de las tropas americanas.

En Fukuoka-Kashii Arambarri coincidió con el cabo del 31º Regimiento de Infantería, Manuel Eneriz Arista, nacido en Santa Clara, California, en 1920, de padre navarro y madre andaluza. Eneriz había sido hecho prisionero durante la invasión japonesa a Filipinas y tras haber sobrevivido a la infame “Marcha de la Muerte de Bataán” fue enviado a Japón. Durante su cautiverio, a una distancia de 48 kilómetros de distancia de Nagasaki, Arambarri y Eneriz fueron testigos de cómo la bomba atómica golpeó la ciudad el 9 de agosto de 1945. Eneriz falleció en 2001, a la edad de 81 años en Camarillo, California.

Fotografía de Ignacio Arambarri, testigo de la detonación de la bomba atómica contra Nagasaki.
(The Times-News. Twin Falls, Idaho, 10 de noviembre de 2001. Pág. 6).

La mayoría de los prisioneros de guerra restantes permanecieron durante tres años en varios campamentos de prisioneros de guerra en Shanghái. Entre ellos estaban, Mendiola y Angel Madarieta Osa, nacido en Boise en 1921. Tenía tan solo 20 años cuando cayó prisionero en la isla.

Acordagoitia y Joseph Pagoaga Yribar estuvieron internados juntos en el campo principal de Osaka, Japón (conocido también como Chikko, Osaka 34-135) hasta su destrucción el 1 de junio de 1945 en un bombardeo incendiario por parte de las super-fortalezas volantes estadounidenses “B-29”. Acordagoitia y Pagoaga, junto al resto de prisioneros, fueron entonces trasladados al campo de Tsumori y de allí a Kita-Fukuzaki. En el puerto de Osaka realizaron trabajos forzados, cargando y descargando barcos.

Fotografía de George Acordagoitia tomada del anuario del Instituto de Boise en 1937, donde estudió.
Cuatro años más tarde el destino cambiaría su vida drásticamente.

En la primavera de 1945, la mayoría de los supervivientes de Wake fueron llevados a varios campos de prisioneros de guerra para trabajar en minas de carbón en el norte de la Isla Hokkaido en Japón.

El último campo de prisioneros en el que estuvo retenido Goicoechea fue el Campo de Área 1 (Kawasaki), en la zona de la Bahía de Tokio. Al final de su cautiverio, según relata su hijo Dan, la pierna de su padre recibió un corte de espada y se infectó. “Uno de los médicos japoneses pasó de contrabando sulfamidas a mi padre para tratar de mantenerlo con vida”. Mientras tanto, otros prisioneros robaron comida para compartir con Goicoechea. Los japoneses se enteraron. “Mi padre fue golpeado durante tres días y nunca dio sus nombres”[4]. Goicoechea fue repatriado después de 46 meses de cautiverio vía Filipinas. Recibió el Corazón Púrpura por las heridas recibidas durante el combate en la Isla Wake.

El tiempo total de encarcelamiento de los prisioneros de Wake fue de 44 a 46 (3 años y de 6 a 8 meses). Madarieta, por ejemplo, estuvo cautivo durante 44 meses y Mendiola fue repatriado en septiembre de 1945. Recibió atención médica en el hospital de la flota en Guam camino a casa, vía San Francisco, California, en octubre de 1945.

Los prisioneros de Wake fueron brutalmente golpeados, muertos de hambre, torturados y forzados a realizar trabajos esclavos dentro de las fábricas e industrias de guerra de Japón. Muchos murieron de disentería y malaria, entre otras enfermedades. Se estima que unos 250 del más del millar de empleados civiles murieron en los barcos de transporte o en los campos de trabajos forzados.

Veteranos de guerra

Wake se mantuvo bajo posesión japonesa hasta el 4 de septiembre de 1945, dos días después de la capitulación del Imperio nipón. La guarnición japonesa contaba con 2.200 efectivos. Unos 1.600 japoneses hallaron la muerte en la Isla Wake durante la guerra. Unos 600 murieron en los ataques aéreos, mientras la mayoría pereció de hambre. El contraalmirante Shigematsu Sakaibara y el teniente comandante Shoichi Tachibana de la Armada Imperial fueron sentenciados a muerte por los crímenes de guerra cometidos bajo sus órdenes en Wake. Sakaibara fue ahorcado en Guam en 1947. La pena de muerte de Tachibana fue conmutada por una condena a prisión de por vida.

En 1981, los defensores civiles de Wake recibieron el estatus de veteranos de la Armada de EEUU, siendo considerados elegibles para los beneficios de veteranos de guerra al igual que sus compatriotas en las fuerzas armadas. En 1988, se erigió un monumento conmemorativo, el “Harry Morrison y Memorial de la Construcción Civil”, dedicada a su memoria. Tal y como recuerda el hijo de Pagoaga, Richard, “todos sus compañeros prisioneros de guerra formaron un vínculo de por vida y mantuvieron rees anuales hasta su final”[5]. Goicoechea y Pagoaga, juntos a sus inseparables amigos Murray Kidd y George Rosandick, se unieron a los Supervivientes de la Isla Wake, en la ceremonia que tuvo lugar durante la inauguración del monumento de 1988. En el viaje les acompañó el hermano de Pagoaga, Albert Pagoaga, un veterano del Cuerpo de Marines de la SGM.

A pesar del sufrimiento que padecieron durante casi cuatro interminables y crueles años, los vascos supervivientes de Wake tuvieron una longeva y plena vida. Encontraron su porqué en la vida y se forjaron un cómo para sobrevivir. George Acordagoitia que falleció el más joven lo hizo con 65 años. Joseph Mendiola murió a los 76 años, Ignacio Arambarri a los 84, Angel Madarieta a la edad de 88, y los dos amigos inseparables, Richard Pagoaga y Joseph Goicoechea, murieron, uno seguido del otro en 2015 y 2016, a los 93 y 95 años, respectivamente. Goicoechea fue el último superviviente vasco de la Batalla de Wake, y uno de los últimos del país. Fueron los primeros héroes anónimos en una guerra atroz, sin precedentes, que arrasó el mundo conocido, estableciendo un nuevo orden internacional, que perdura, en cierta manera, hasta nuestros días.


[1] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).

[2] The Times-News (Twin Falls, Idaho, 27 de mayo de 1945. Pág. 6).

[3] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).

[4] En Roberts, Bill. (10 de enero de 2017). “‘No one could believe he was alive.’ Boisean survived WWII capture on Wake Island”. Idaho Statesman (Boise, Idaho).

[5] Citado en el obituario de Richard Pagoaga, escrito por su hijo Richard Jr. Pagoaga.


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