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La comunidad vasca y la gripe española en el Oeste americano
La epidemia llamada “gripe española” afectó dramáticamente a las comunidades vascas del Oeste de Estados Unidos. Entre 1918 y 1919, podrían haber fallecido entre 750 y 800 vascos, en su mayoría pastores (también murieron mujeres y niños, esposas e hijos de estos). Muchos más resultaron infectados. Hay algunos datos significativos: algunos de los fallecidos habían llegado al país pocos meses antes. Otros habían combatido en Europa en la Infantería americana, caso de Jean Ardans, de Minden NV. Está pendiente una investigación exhaustiva, condado a condado: seguramente la cifra aumentaría significativamente.
Utah, Idaho, el Norte de Nevada y el Sureste de Oregon se vieron especialmente afectadas. Da la impresión de que la pandemia en esta parte de Estados Unidos comenzó en Utah y, desde allí se fue desplazando hacia el Norte (Idaho) y hacia el Oeste (Nevada). Por ejemplo, los primeros casos significativos en Nevada tardarán más de dos semanas en aparecer.
Pocos días después comenzaban a caer los primeros vascos. Del primero de quien se tiene noticias fue Fernando Corta, de Gizaburuaga, que falleció el día 13 de octubre en un hospital de Salt Lake City. En Idaho, el que abrió la lista fue Spanish Joe Mendiola, de Ispaster, falleció a causa de neumonía en Boise el 17 de octubre de 1918. Fue enterrado en Winnemucca. El 26 de octubre fallecía en Boise Daniel Dobaran, de Elantxobe. Tan solo tenía 24 años. Sus restos descansan en el cementerio de Saint John. Segundo Achabal, de Ispaster, falleció en su rancho, el Oregon Canyon Ranch, de McDermitt. (junto a un pastor vasco de nombre Basilio) el 17 de noviembre de 1918. Días antes, había perecido (y por las mismas causas su hermano Fermín (Reno Evening Gazette, 1918-11-27). En aquellos días y por las mismas causas, falleció Manuel Yragüen, en Antelope. También era pastor y tenía 39 años. Otro vasco, Aureliano Lamiquiz fue ingresado en el hospital al sentirse enfermo con los mismos síntomas (Reno Evening Gazette, 1918-11-21). El 23 de noviembre, dejaba de existir en su rancho Segundo Alzola Arrien, también de Ispaster. El ciclo lo cerraba Adrián Barinaga, de Akorda-Ibarrangelua, que falleció en Odgen, Utah, el 23 de marzo de 1919.

Agonía en la montaña
Boni Oyarzabal, era un ovejero que vivía cerca de Mountain Home, se enteró que su mujer -Juan Josefa Ydoeta, con quien se había casado en abril de aquel año y estaba embarazada- había contraído la gripe, intentó trasladarlos a través del desierto para buscar un médico, pero no lo consiguió. Sus amigos encontraron a Boni delirante y a su mujer muerta en la parte trasera del carro. En el certificado de defunción Juana Josefa figura como fallecida el 27 de octubre de 1918. Boni falleció en Mountain Home en 1959
A finales de noviembre de 1918, Gaston Uhalde (n. Urepel), un ovejero (woolgrower) de Eureka, mandaba aviso que tres rebaños (bands) de Marcos Legarra (n. Markina) corrían en desbandada por Antelope Valley porque los pastores que los cuidaban debían estar enfermos. Legarra avisó a un médico y, en compañía de otras dos personas, salieron para el lugar. El viaje fue accidentado y, cuando llegaron al campamento, de nueve pastores, ocho estaban enfermos: tres en estado crítico. Solo pudieron ser trasladados tres pastores a Eureka. El resto -que no estaban en condiciones- se quedó en el Blair Ranch. Se vieron contagiados el dueño del rancho, Dewey Blair, y la maestra del distrito de Atelope, Estela Genoli. Uno de aquellos pastores, de 19 años, fue el primero en fallecer. En Eureka, las escuelas fueron cerradas, el Spanish Hotel, que regentaban León Aguirre y su hermana fue puesto en cuarentena (Eureka Sentinel, Nov, 30, 1918).
El 19 de noviembre de 1918, fallecía en Reno, NV, Alfred Pradere, nacido en Baigorri, de 39 años, ovejero de Dayton. Previamente, habían fallecido a causa de la gripe su esposa y uno de sus hijos, Albert, de cinco años. Sobrevivieron tres niños pequeños (Yerington Times, November, 23, 1918),
Hubo un caso que fue muy comentado en la prensa local de aquellos días: un ovejero vasco de McDermitt, Nevada, pagaba 35 dólares diarios (toda una fortuna) a una enfermera “de color” para que cuidase de su mujer y sus hijos que eran víctimas de la gripe (Evening Herald, Klamath falls, Dec, 2, 1918).
La historia de Juan Osa muestra cierto carácter. Cuando estalló la epidemia, se vio afectado, pero se negó a abandonar las ovejas que pastoreaba para Gregorio Anchustegui en Jordan Valley. Como consecuencia de la enfermedad, sufrió parálisis en una parte del cuerpo. Luego gangrena y una serie de ataques al corazón por lo que tuvo que ser hospitalizado: Benito Ysursa y Anastasio Odiaga se encargaron en organizar una recolecta entre los vascos para atender a nuestro hombre (Idaho Statesman, 1936-03-01).
Desde 1908, actuaba en Boise una Sociedad de Socorros Mutuos que tenía como fin ayudar a los vascos necesitados. Sin embargo, en 1918, los recursos de la Sociedad se agotaron debido a la epidemia. Esto forzó a la organización a recaudar dinero adicional para el tratamiento o entierro de víctimas vascas, e incluso de aquellos que nunca habían sido miembros de la misma. [1]

La tumba de los tres miembros de la familia Pradere en Reno.
Ostatuak convertidos en hospitales
A finales del 1918, la mayor parte de los ostatuak se habían convertido en auténticos hospitales, pero también en un foco de contagio. Sólo en una de ella, situada en Grove Street (Boise), había 32 pastores en cuarentena. La prensa se hizo eco de la muerte de cuatro pastores del Van Deusen Ranch que se habían contagiado en un ostatu de Boise (Emmett Index, 31-X-1918).
En Mountain Home, las hoteleras y las criadas hicieron de enfermeras mientras duró la epidemia. Y no solo eso: también limpiaban y amortajaban a los que iban muriendo. Y algunas de estas mujeres resultaron infectadas y varias asimismo murieron. [2]
En cierto que, en otras pensiones, dueños y clientes actuaban como si no ocurriese nada. Los bailes estaban expresamente prohibidos. La policía interrumpió uno en la pensión de Jayo deteniendo a algunos de los presentes. (Idaho Statesman. 1918- 10-14). La prohibición siguió vigente (Evening Capital News, Jan, 191-1919).
Morir en Boise
Boise se convirtió en eje de la pandemia que, proporcionalmente, afectó especialmente a más vascos, por encontrarse en la ciudad el hospital en el que murieron decenas de afectados. Algunos vivían en la ciudad. Otros, sin embargo, llegaron de poblaciones cercanas o desde los ranchos ovejeros.
Henry Alegria, de Boise, recordaba que su hermano Charlie (Facundo) enfermó en noviembre de 1918. Durante dos semanas, visitaba todos los días a Charlie en St. Alphonsus Hospital, y lo encontraba “en el pasillo, andando con el albornoz puesto”. Pero fue mejorando y, un día, Charlie le dijo a Henry que iba a abandonar el hospital la mañana siguiente y le pidió que le llevara ropa. Al día siguiente, después de trabajar, Henry recordaba que “fui a la pensión [de Charlie], en Idaho Street, 613, para coger sus cosas. Entonces supe que había muerto”. El día del funeral de Charlie, otras cinco víctimas vascas fueron enterradas. Henry asistió a los seis funerales y otro hermano suyo, Felix, actuó como monaguillo en cinco de ellos. Un anciano vasco, viendo lo cansado que estaba Félix, le mandó a casa antes del sexto funeral, el de su hermano Charlie.[3]

Domingo Bengoa (a la izquierda) y un amigo.
Últimas voluntades
Parece que, en aquellos días, los notarios también tuvieron trabajo. Morir sin testar afectaba, sobre todo, a las familias, cercanas y lejanas, El 21 de octubre de 1918 murió en Winnemucca, NV, el ganadero Domingo Bengoa, de Ispaster, nombrando heredera a su esposa en el lecho de muerte. De la misma forma, pronto comenzaron las reclamaciones ante los tribunales de las propiedades (estate) de los fallecidos a causa de la pandemia. Generalmente, los reclamantes son familiares, muchos de ellos residentes en el País Vasco. Estos últimos utilizan casi siempre a un paisano (muchas veces, un hotelero) para que les represente ante las autoridades. Así, Justina Labaca, de Morga, utilizó los servicios de Lorenzo Basterrechea, de Abadiño, hotelero en Price, para que le representase ante el tribunal de Price e interesarte sobre lo que había dejado su hermano Anastasio Labaca (Utah, Wills and Probate Records: County Court House, Price, Utah, Feb, 7, 1919).
Cipriano Alberdi había nacido en Bolibar en 1885 y, en 1909, emigró a Idaho sonde tenía un cuñado. Trabajó como pastor y reunió su propio rebaño. Falleció en Bruneau, Owyhee, el 24 de diciembre de 1918 y fue enterrado en Mountain Home. Poco después, en Mountain Home, se daban a conocer sus últimas voluntades y el testamento. Están presentes N.A. Becker, Ben Olaechea y Juan Badiola. Resultó que era propietario de un tercio de la Totorica Sheep Company. Su parte estaba valorada en 300.000 dólares, en ovejas y equipos en Bruneau, y otros 28.029 en Elko. Además, estaba pendiente el cobro de 1000 ovejas y 900 corderos, a 12 y 8,5 dólares por cabeza. Dejaba la mitad de sus bienes a su hermana Dominga., y la otra mitad a la viuda de su hermano y a los hijos de esta. Una auténtica fortuna en Bolibar de 1918. John Goitiandia fue nombrado albacea, encargándose de las gestiones (Idaho, Wills and Probate Records, 1857-1989 Records).

Saint Alphonsus Hospital, Boise.
Escasez de pastores
En vísperas de la Gran Guerra (I Guerra Mundial), comenzaba a escasear mano de obra. El problema se acentuó a partir de 1916. Los propietarios de ovejas llegaron a pedir al Gobierno que eximiese a los pastores de ir a la guerra[4]. Consecuencia de la pandemia, fue la desaparición de muchos pastores “entrenados”. Aún no había acabado 1918 cuando los ganaderos dieron la voz de alarma: la gripe española -sumada a la ralentización de la inmigración debido a la guerra[5]- estaba afectando al número de pastores necesarios para afrontar con éxito la próxima temporada (Idaho Recorder, December, 13, 1918). El Farm Bureau de Idaho aprobó publicar anuncios en la prensa solicitando pastores con la siguiente acotación: “Basque preferred” (Twin Falls Daily News, Feb, 28, 1919).
Muestra de algunos condados de Idaho, Nevada y Oregon
[1] John Bieter & Marc Bieter, Un legado que perdura. La historia de los vascos en Idaho, Vitoria-Gasteiz (2005): Servicio central de Publicaciones del Gobierno vasco, p. 51
[2] Testimonio de Rush Iglesias. BMCC Oral Histories
[3] Henry Alegria, 75 years of Memoirs, Caldwell (1981): The Caxton Printers, p. 23.
[4] Iker Saitua, Basque Inmigrants and Nevada’s Sheep Industry, Reno (2919: University of Nevada Press, p. 133 y ss.
[5] William A. Douglass & Jon Bilbao, Amerikanuak. Los vascos en el nuevo mundo, Bilbao (1986): Servicio Editorial de la Universidad del País Vasco, p.370 y ss.