748 Zenbakia 2020-03-18 / 2020-04-22

KOSMOpolita

Los vascos y el nacimiento de la Marina mercante mexicana (II/II)

SAN SEBASTIÁN, Koldo

Los vascos y el nacimiento de la Marina mercante mexicana (I/II) 

En la Baja California

Las primeras referencias a marinos vascos en la Baja California en el México independiente se remontan a 1833. Aquel año, José Antonio Aguirre “Aguirrón” se encontraba en Guaymas donde constituyó una empresa naviera. Compró un barco de guerra norteamericano, el Dolphin, al que cambió el nombre por Leónidas. De forma inmediata se dedicó al comercio entre la Baja California y San Francisco. Su hombre de confianza desde el primer momento fue el bordelés Charles Baric. Su hermana estaba casada con Arturo Jauregui, pariente de Aguirre.  En 1838, Aguirrón se instaló de forma permanente en Santa Bárbara. Compró entonces el Roger William, de 400 toneladas que rebautizó como La Jóven Guipuzcoana.

Desde entonces, siempre hubo marinos vascos navegando en buques mexicanos o haciendo rutas que tenían como origen y destino puertos del Pacífico mexicano. Hasta 1917, había vascos embarcados en buques como el SS General Pesqueira o el SS Jim Butler.

A partir de entonces, algunos de los marinos vascos que se habían quedado en México se fueron enrolando en los buques de la Compagnie du Boleo que no tenían bandera mexicana: el SS Korrigan III, el SS Argyll, el SS Providencia, el SS San Luciano o el SS Santa Agueda.

Korrigan III.

El Boleo, en Baja California Sur, nació como un complejo minero fundado y construido a finales del siglo vinculado de las bóvedas de la Casa Rothschild, se inició con el hallazgo casual que el ranchero José Rosas Villavicencio hizo de una bola de oxicloruro de cobre en las inmediaciones de unos cerros ubicados en el cañón de Purgatorio.

La fundición de El Boleo fue además una devoradora insaciable de carbón y coque El combustible era transportado desde Hamburgo y Gales por la ruta del Cabo de Hornos en unas goletas enormes de casco de acero, cuatro mástiles, velamen en cruz y fuerza motriz sobre cubierta.

Las goletas, alemanas la mayoría, permanecían durante dos y hasta tres meses en el puerto, pues, en cierto modo, debían servir también como almacenes del carbón. Las embarcaciones regresaban a Europa con cargos de madera de Portland y Vancouver, trigo del oeste americano, nitrato de Chile, o el propio cobre de Santa Rosalía.

Pero el puerto siempre albergó embarcaciones con banderas europeas y americanas, aun sin contar con un dique firme, hasta que los ingenieros de El Boleo dieron con la solución de moldear la propia escoria del mineral en bloques de 3 toneladas y media.  Así se construyó el formidable muelle de El Boleo Y con ello, los franceses hicieron una aportación a la ingeniería de su tiempo.

En sus primeros diez años de operaciones, El Boleo recibió 215 barcos de Europa y Norteamérica, que trajeron más de 250 mil toneladas de carbón, coque y mercancías varias, y 27 millones de pies de madera para minas y construcción.

La compañía —en tiempos de Joseph Conrad— contaba con sus propios barcos: El Kórrigan, que dejó descendencia hasta el Kórrigan IV, el Providencia y el Argyll, botado en Le Havre a pedido de El Boleo. Estos vapores hacían el servicio regular Guaymas-Rosalía-La Paz, y navegaron el Pacífico desde Vancouver hasta Panamá.

La plaza de Santa Rosalía fue tomada en varias ocasiones por diversos contingentes revolucionarios del sur de la península. Las acciones fueron incruentas y no alteraron la vida normal, excepto la rebelión fallida de Manuel F. Montoya.

Montoya y sus hombres eran de Santa Rosalía, pero ahora, en 1913, traían línea y armamento de Canane. Se parapetaron en la casa blanca, estación de recarga del tren, frente a la playa, en una trampa mortal. La fragata Tampico, de la armada federal se colocó a 70 metros de la orilla y desde allí comenzó a disparar cañonazos hasta que la casa blanca se derrumbó sobre los revolucionarios. Menos conocida es la historia insólita de las doce goletas carboneras alemanas que se quedaron en Santa Rosalía con todo y tripulación durante diez años, a causa de la primera guerra mundial.

Al declararse la guerra, en 1914, el alto mando alemán, por medio del cónsul en Guaymas, ordenó a los capitanes permanecer en Santa Rosalía, puerto neutral Cuando la guerra terminó, en 1918, las goletas no tenían ya puerto de regreso: las compañías a las que pertenecieron habían desaparecido en la debacle alemana La última embarcación zarpó de Santa Rosalía en 1924. Ninguno de los marineros regresó a casa.[1]

El final de la primera guerra mundial coincide con la entrada en vigor de la nueva Constitución mexicana y el despido masivo de los marinos vascos embarcados en buques con pabellón de aquel país.

Hotel Francés.

En 1911 residía en Guaymas, Francisco Lezamiz Elorriaga, de Busturia.  había llegado a México en 1901 y vivió un tiempo en Veracruz donde se casó en primeras nupcias con Guadalupe Monreal, de la que divorció. En 1941, volvió a casarse con Salvadora González. Lezamiz navegó como camarero y mayordomo en distintas compañías mexicanas hasta 1917. Ese año, cruzó la frontera y, junto su mujer Guadalupe se instaló en San Francisco donde se embarcó como cocinero en barcos correo. Regresó a la Baja California y navegó, también como cocinero, en buques de El Boleo hasta que, a finales de la década de los 1920 se hizo con el Hotel Francés un viejo edificio de madera que había sido levantado por los franceses como parte del poblado que construyeron para sus trabajadores. No fue este el único hotel regentado por vascos en la zona. En 1930 algunos marinos vascos y sus familias estaban alojados en el Hotel Arriola.

Siguiendo los pasos de Francisco Lezamiz, se instalaron en la Baja California dos jóvenes pilotos originarios de Busturia: Victoriano Erezuma y Adrián Gorriño, embarcando en los buques de la Compañía Naviera del Pacífico como el luego famoso “General Pesqueira” en los que navegaron hasta 1917. Antes, como otros, habían estado en Veracruz. Erezuma navegó asimismo en barcos de bandera americana.

Victoriano Erezuma ingresó pronto en la Compagnie du Boleo. Se convirtió, además, en uno de los capitanes de confianza de la misma. Durante más de veinte años (por lo menos desde 1918), mando sus barcos: el SS Korrigan III, el SS Jim Buttler, el SS Providencia, el SS Argyll o el SS San Luciano.  En 1930 residía en Santa Rosalía con su segundo esposa María. La primera, Rosario Muñiz había fallecido en 1918.

Gorriño estuvo embarcado en buques de la Mexicana y residió en Veracruz donde se casó con Ana Monreal (n. Veracruz) en Tampico antes de trasladarse a la Baja California. Era padre de Andrés (n en Veracruz), de Antonio y de Gloria (nacido estos en Tampico). En 1930 residía en Santa Rosalía con su familia. Al igual que Erezuma, durante años, navegó como piloto y, luego, desde 1925, fue capitán del SS Providencia o del SS Santa Agueda. Capitanes vascos de este periodo fueron Francisco Sarasua (n. Lekeitio) o Juan Oleaga (n. Sukarrieta). En 1940, este último se casó en Santa Rosalía con Consuelo Lara con quien tuvo un hijo, Iñaki.

SS Providencia.

Llegan los exiliados

En 1937 llegó a la Baja California el primer marino exiliado a causa de la guerra civil española:  el capitán Benito Guerequeta Landa, de Busturia. Venía acompañado por su esposa, Margarita Santa María. Este, además, era sobrino de Victoriano Erezuma. Al comenzar la guerra, pertenecía al Cuerpo de Servicios Marítimos como otro exiliado: Martín Ugalde Echevarria. También llegaron algunos oficiales del yate Vita -en el que se habían trasladado bienes de la república española a México: Echave y Brouard (pilotos) y Bilbao, Arechavaleta y Echaniz (maquinistas). Otro marino exiliado que navegó en los barcos de Boleo fue Estaban Hernandorena que fue uno de los marinos que llevó refugiados judíos a Israel tras la II Guerra Mundial, convirtiéndose en uno de los primeros capitanes de la ZIM (la compañía naviera israelí)

Durante la II Guerra Mundial, algunos de estos marinos navegaron en barcos de transporte de tropas. Así Eduardo Echaniz fue jefe de máquinas del USAT “Wm. A. Glassford”. Antonio Brouard trabajó en el puerto de Okinawa donde también estaba un paisano de Lekeitio, Miguel Usatorre.

Tras la guerra mundial, algunos de aquellos marinos fundaron al menos dos empresas pesqueras. Eduardo Echaniz comenzó el negocio de la pesca del camarón en Guaymas como armador constituyendo la Pesquera Onena propietaria de barcos como el “Salma” -que se hundió en 1963- o el “Wasp”. Las tripulaciones estaban formadas por pescadores de la Cooperativa Progresista Sonorense, S. C. L. Se casó con (María) Jesús Encinas, de Santa Rosalía. Echaniz llamó a Brouard y también se sumó Álvaro Arechavaleta.  Brouard dejó la compañía y se asoció con Francisco Llano y Rodolfo Ruiz en la Sociedad Pesquera Cabo Haro con una decena de barcos dedicados a la pesca del camarón. En 1956 Brouard se casó Guymas con Angele Murillo Chísem.

Listado de marinos vascos


[1] Juan Manuel Romero Gil (1989), El Boleo, Santa Rosalía, Baja California Sur, 1888-1954, Médico DF. Centro de Estudios Mexicanos y Centroamericanos


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