Un año más y ya van 62, el Zinemaldia, Festival de Cine de Donostia ha cerrado sus puertas dejando, no sólo entre las gentes que hacemos cine, sino también entre los que lo amamos el buen sabor de boca de haber sido partícipes de lo mejor del año.
La Sección Oficial ha mostrado un nivel más que digno con algunas películas que permanecerán por largo tiempo en nuestra cabeza y corazón. Magical Girls de Carlos Vermut flamante ganadora de la Concha de Oro, la excelente Loreak de Jon Garaño y José Mari Goenaga, tan interesante como aquella y que perfectamente hubiera podido estar en su lugar, compartiendo galardón, La vie sauvage de Cédric Khan, profundo análisis de las opciones alternativas de vida o Phoenix del alemán Christian Petzold, gran aproximación al tema de la recuperación de la personalidad tras la aniquilación fisica y espiritual posterior a las catástrofes de la guerra. Éstas son para mí las 4 grandes películas de la edición de este año, aquellas que recordaré cuando la pátina del tiempo desdibuje los contornos del año 2014.
Este año ha sido sin duda el año del cine vasco ya que en toda la historia del Festival nunca habíamos tenido una cosecha tan abundante y de calidad en lo que a producción vasca del año se refiere. Permítanme centrar mi análisis en las películas vascas presentes en las diferentes secciones del festival.
Loreak del donostiarra Jon Garaño y el ordiziarra José Mari Goenaga estuvo merecidamente presente en la Sección Oficial. Es una obra intimista que mete la cámara entre las gentes que viven su día a día intentando encontrar una salida a sus frustraciones a través de la ilusión que proporcionan unas flores que irrumpen de forma repentina en sus vidas. Flores al mismo tiempo símbolos del amor y de la muerte, testigos del cariño y del recuerdo ante la pérdida y que implican a tres mujeres, una madre, una esposa y una dulce desconocida.
La historia está perfectamente dosificada, el ritmo narrativo es el adecuado a una historia de silencios e incertidumbres, la empatía con los personajes y sus circunstancias es total y afectivamente eficaz. Obra redonda, transmite una manera genuinamente vasca de controlar las reacciones psicológicas de los personajes, los sentimos como nuestros en la manera de transmitir sus emociones, en sus silencios, la interiorización de sus cambios de humor, las maneras de plantear sus vidas ante el recuerdo o la desaparición.
Saludamos la llegada de Loreak como un eslabón más para construir un cine vasco rodado en euskera por gentes que han empleado esta lengua desde su conocimiento profundo como lengua materna. Una película digna sucesora de cintas de ficción como 80 egunean, Aupa Etxebeste o Urte berri on amona.
Lasa y Zabala del donostiarra Pablo Malo recupera la memoria de nuestra trágica y reciente historia relatando el secuestro, torturas y asesinato por parte del GAL de los refugiados vascos Josean Lasa y Joxi Zabala. Solamente por la valentia que supone abordar un tema tan reciente y conflictivo y por la apuesta decidida a favor de la claridad de nuestra memoria histórica la película es digna de consideración y estima.
La película adopta un estilo narrativo basado en los moldes con los que el cine americano aborda las temáticas de cine negro: eficacia narrativa, priorización de la acción, montaje nervioso, espectacularidad en imagen y sonido, caracterización de personajes muy marcada y con perfiles muy definidos. Esta opción permite una obra con eficacia narrativa evidente celebrando la pericia artesanal del buen cineasta que es Pablo Malo, aunque eches de menos la presencia autoral de un cineasta poseedor de un estilo propio.
En la difícil tarea de mantener un equilibrio entre las diferentes posturas ideológicas representadas por los protagonistas de la historia la película toma sin embargo algunas decisiones de guión bastante discutibles y polémicas. El guionista Joanes Urkixo disponía de dos fuentes bien claras y diversas de inspiración: Por un lado, estaban las actas del sumario judicial, fuente en principio objetiva y refrendada por la autoridad moral de un tribunal. Por otro lado estaba la fuente totalmente subjetiva de la imaginación del propio guionista que reconstruye ficcionadamente lo que pudo pasar entre bastidores en la investigación, las conversaciones, las acciones colaterales. Es aquí donde surge la polémica y donde se sitúa la parte más endeble y cuestionable de la opción ideológica de la película.
La historia oficial, refrendada por el juicio, relata una historia de buenos y malos, de verdugos y víctimas. Las posiciones están claras y la balanza claramente inclinada hacia un único lugar. Consciente de esto el guionista deseando construir personajes complejos, decide equilibrar tal tendencia e inventa una toma de postura del abogado de los jóvenes que ponga tintas oscuras en una lucha que se adivinaba de un solo color. El abogado manipula afectivamente a un testigo obligándole moralmente a testificar en falso. La sensación de la escena es que no sólo lo hace entonces sino que es práctica habitual justificada por la dureza de la lucha contra el todopoderoso enemigo. La sensación que tansmite es que tambíén los buenos tienen su lado oscuro. Esta afirmación es gratuíta, tanto más cuanto que la historia debía desarrollarse por los cauces de la objetividad judicial. Además, parece que la afirmación de que el bueno aplica las mismas tácticas que los malos molesta al guionista y así, en una vuelta de tuerca bastante inverosimil, el guionista redime al abogado en una última peripecia judicial. Las aguas vuelven a su cauce, buenos y malos sin fisuras.
Tales tretas, a veces torpes, de guión lastran la película, le quitan coherencia y disminuyen su evidente fuerza de denuncia.
Negociador del donostiarra Borja Cobeaga parte de plantamientos bien diferentes. Sin intención de objetividad alguna fabula, en clave de humor, sobre el proceso negociador entre la cúpula de ETA y un representante socialista. Aunque las negociaciones fueron secretas se intuyeron a posteriori diversas actitudes y posturas que hicieron que el imaginario popular se hiciera una idea del absurdo de las situaciones que allá se desarrollaron.
Sin complejos, ni miedos, Borja Cobeaga diseña unos personajes ficticios que corresponden a los que todos imaginábamos. Es libre para adjudicar personalidades, describir situaciones chuscas o trágicas, diseñar unos diálogos a medida de sus necesidades cómicas. Todo ello entra con naturalidad en la coherencia de sus planteamientoas autorales. El resultado es una obra divertida, que deja sin embargo una sensación agridulce ya que a su comicidad a veces amarga sigue una percepción de obra pequeña a la que el tema le cae excesivamente grande.
Los tontos y los estúpidos, presente en la sección Nuevos Creadores es un excelente documental del bilbaíno Roberto Castón sobre el proceso de creación de una obra entre teatral y cinematográfica. Los ensayos de la obra se confunden con las vidas de los personajes que interpretan. Personajes y personas entremezclan sus vidas en un ir y venir donde la realidad y la ficción interactúan ineluctablemente. La referencia autoral parece ser Vania en la Calle 42 del genial Louis Malle adecuada al estilo, época historica de la Euskal Herria de hoy con sus problemas de identidad sexual, compromisos amorosos y conflictos de todo tipo.
Excelente obra, minoritaria por sus planteamientos estéticos y estilísticos, que gustó a un público tan dificil y perspicaz como es el del jurado joven que la clasificó en segundo lugar del concurso.
Estos fueron las 4 grandes películas vascas de esta edición. Junto a ellas la presencia en Zinemira de 6 documentales de mucho interés: Las excelentes miradas hacia la danza de Notes en mouvement de Óscar Tejedor y Five days to Dance de Rafa Molés y Pepe Andreu, Señales de vida: Néstor Basterretxea con y sobre el recientemente fallecido escultor, I Am Haiti de Raúl de la Fuente y Lantanda de Gorka Gamarra, acercamientos a la vida y la música de Haiti y Guinea Bissau y finalmente Ateak Zabalduz de Juanmi Gutiérrez, mirada abierta a la realidad del mundo Okupa en Euskal Herria.
Los participantes en Zinemira éramos, sin duda el eslabón más humilde del inmenso tren del Festival pero está claro que nos hemos beneficiado del tirón que ha supuesto la abundante y cualitativamente significativa presencia del cine vasco en las seccciones importantes. Ha supuesto la visibilización de nuestras películas. Los medios de comunicación se han volcado este año con nosotros como no lo habían hecho en anteriores. Loreak y las demás han actuado como locomotoras potentes y veloces que nos han arrastrado a todos asimilándonos a la velocidad de crucero que imprimían. Gracias.