677 Zenbakia 2013-11-13 / 2013-11-27
El reinado de Carlos IV transcurrió en período de decadencia generalizada en lo político, lo económico y lo social. Tiempos críticos plagados de guerras, hasta el punto en que el gobierno del Estado estuvo enteramente condicionado por las relaciones internacionales. La Revolución francesa marcará el devenir de su reinado, que tras tres contiendas bélicas y tras someterse al servicio de los intereses napoleónicos dejará el país sumergido en la Guerra de Independencia.
El estado de guerra constante al que se vio sometida la monarquía, propició que desde la marina se jugase un papel de carácter más bien disuasorio-defensiva, por temor a una pérdida irreparable de la flota derivada de una política ofensiva. A pesar de ello, la Armada Real aprontará con un número considerable de navíos armados.
Presencia que no fue suficiente en el cantábrico oriental, por ello en más de una ocasión se observa como el Consulado de Bilbao o el de San Sebastián solicitan al monarca “se destinen algunos buques de la Real Armada que crucen estas costas y protejan al comercio y navegación”1 Omisión de defensa que en ocasiones se justificaba con “no poder verificar los cruceros de buques de guerra (fragatas y corbetas), por estar transportando milicias, artillería y pertrechos a la Coruña”.2
Labores de transporte de levas de marinería que perduró a lo largo de todo el reinado, llegando en el Señorío de Vizcaya a reclutar a más de 2.400 gentes de mar, cifra que provocó muchos aprietos a la ya maltrecha situación en la vida marítima del golfo vizcaíno. Sin embargo, estos y otros esfuerzos no fueron suficientes, dado que desde 1795 a 1815 se produjo el aniquilamiento de las fuerzas de marinería debió en gran parte por las enfermedades y la deserción.3 El estado de guerra constante al que se vio sometida la monarquía, propició que desde la marina se jugase un papel de carácter más bien disuasorio-defensiva, por temor a una pérdida irreparable de la flota derivada de una política ofensiva.
Un gran esfuerzo en envió de marinería que no se verá recompensado en la presencia de escuadras por estas costas, ya que tan sólo surcarán estas costas dos escuadras, ambas durante la Guerra de la Convención, momento en el que las fuerzas de la armada enemiga se mostraban más participativas. La primera es la dirigida por el comandante y capitán del navío San Vicente, Vicente de Hecea, que permanece los meses de verano de 1794 por el cantábrico oriental.4 Flota a la que no se comunica los continuos mensajes de San Sebastián suplicando el envío urgente de fuerzas navales para hacer huir a la flotilla francesa5 que amenazaba con un desembarco inminente, tal y como finalmente ocurrirá.
En enero de 1795 se destinará una nueva escuadra para todo el cantábrico bajo el mando del jefe de la Fuerzas navales del cantábrico, el Brigadier José Lorenzo de Goicochea.6 Entre sus principales éxitos: el auxilio prestado al pueblo de Deba cuando estaban siendo atacados por tierra, que impidió que también fuesen embestidos por mar7; el apresamiento de cuatro embarcaciones francesas8; y los viajes de convoyes que organizó auxiliando al comercio de litoral.
El abandono al que se vio sometido por parte del la Real Armada el cantábrico oriental no sería suficiente suplirlo mediante sistemas de convoyages o con las fugaces apariciones de escuadras armadas. Desde muy temprano el gobierno fue consciente de esta circunstancia, por lo que pronto se promovió el armamento de diferentes embarcaciones en corso9, quedando en manos de los autóctonos la defensa de la costa. Esta política se servirá de un gran número de reales órdenes10 y también de las tres ordenanzas de corso que están vigentes con Carlos IV (1779, 1796 y 1801).
Se busca desde el gobierno una reactivación del corso. Corso vasco, que en el cantábrico oriental, prácticamente había ido desapareciendo a lo largo del siglo XVIII, estando muy lejos del período de esplendor del que disfrutó esta actividad durante los reinados de los dos Austrias menores. Este fenómeno se produjo por dos razones: la primera es la reforma de la Armada y las transformaciones económicas o la “simple evolución económica”11. Al romper con el monopolio de Cádiz y permitir el libre comercio, se ofreció una ocasión de desarrollo comercial hasta el momento inexistente. El libre comercio con América resultaba una idea más seductora, y sobre todo menos arriesgada, que la del corso. De esta manera los corsarios guipuzcoanos, que habían gozado de la hegemonía en el cantábrico, fueron desapareciendo rápidamente alcanzando niveles de actos anecdóticos.12 Tipología de las embarcaciones corsarias vascas.
El número de patentes de corso que se otorgaron en el Señorío de Vizcaya y la provincia de Guipúzcoa entre los tres períodos de guerra, fueron para alrededor de las 50 embarcaciones.13 En general, del puerto de Bilbao fue de donde más corsarios salieron, seguido del de San Sebastián y en menos porcentaje Bermeo, Lekeitio y Pasaia. En el conflicto con Francia fueron cuantas más fianzas se constataron, aunque la diferencia de cifras con el período bélico con Inglaterra no está tan alejada.
Todos los armadores están vinculados con la actividad mercantil. El principal de ellos es el Consulado14, es la institución con una capacidad más rápida de reacción, que tiene a su disposición un gran número de embarcaciones. Por otro lado están las medianas-pequeñas compañías mercantiles, que a no ser que fueran patentes para navegar hacia América, solían armar barcos de más bajo nivel.
La tipología de los barcos que arman los vascos es de muy diversa índole, como se puede observar en el gráfico a continuación. Sin duda, lo que más abundan son las lanchas, esto se debe a las múltiples lanchas que existían en los puertos vascos, por ser de tamaño inferior (5-10 toneladas) y más baratas, a las que se les colocaba un mortero en la proa y permitía una mayor aproximación a los enemigos por su fácil maniobrabilidad.
1 ZABALA URIARTE, A. La guerra en la mar. Letras de Deusto, 1994, vol. 24, nº 65, pp. 64, Bilbao
2 Archivo Foral de Bizkaia (A.F.B.) Administrativo, AJ 0036/008.
3 MERINO NAVARRO, J.P. La Armada española en el siglo XVIII. Madrid, Fundación universitaria española, pág. 87.
4 A.F.B. Administrativo, AJ 0036/008.
5 CACERES BLANCO, F. I. de. Los corsarios del Cantábrico durante el reinado de Carlos IV. Altamira. Revista del centro de estudios montañeses, 1964, nº 1-2-3, pp. 92, Santander
6 LABAYRU Y GOICOECHEA, E.J. Historia general del Señorío de Bizcaya. Bilbao, Gran Enciclopedia vasca, 1974, vol. 6, pág. 596.
7 A.F.B. Administrativo, AQ 0873/020.
8 A.F.B. Administrativo, AQ 0873/025.
9 El mismo día que el Estado realiza la declaración de guerra a Francia, el 23 de marzo, se redacta la Real Orden comunicando a Santander, Bilbao y San Sebastián armar en corso algunas embarcaciones. A.F.B. Administrativo, AJ 1598/084.
10 GUILLEN TATO, J.F. Índice de los papeles de corso y presas. Madrid, Instituto Histórico de Marina, 1953, pág. 5.
11 OTERO LANA, E. Los corsarios vascos en la Edad Moderna. Itsas memoria: Revista de estudios marítimos del País Vasco, 2006, nº 5, Donostia, pág. 225.
12 En el corso guipuzcoano el cambio se aprecia más temprano, por la proliferación de la Compañía de Caracas (1728) o la posterior Compañía de Filipinas (1785).
13 Datos obtenidos del vaciado de los siguientes archivos: Archivo Histórico Provincial de Vizcaya, Archivo Histórico Provincial de Guipúzcoa y Archivo General de la Marina “Álvaro de Bazán”.
14 La primera fianza de corso pertenece al Consulado de Bilbao, la Goleta Nuestra Señora de la Consolación, alias Esperanza, tan solo 7 días después de la declaración de guerra. Archivo Histórico Provincial de Vizcaya (A.H.P.V.) Protocolos, Zacarías Bolívar, 3234, 1 de abril de 1793.