675 Zenbakia 2013-10-16 / 2013-10-30
Redes sociales y paisanaje entre los vascos novohispanos. El tránsito de la tradición a la modernidad a fines del siglo XVIII (II/II)
Trabajo presentado en el Primer Congreso Internacional de Etnohistoria Americana. Realizado en el 2010 en la ciudad de Taxco, México.Presentación
Gracias a los muy diversos grupos étnicos que migraron y se asentaron en México a lo largo de tres siglos de vida colonial, la sociedad novohispana se nutrió de una rica y amplia variedad de tradiciones e instituciones políticas y culturales. No obstante, para fines administrativos, las distinciones étnicas fueron omitidas con la intención de simplificar la categorización social aplicada tanto a los americanos como a los peninsulares, lo que propició quea pesar de que la administración novohispana no los reconociera como tales, al interior de ambos sectores, en un ámbito doméstico y privado,dichos grupos siguieron ejerciendo sus particularidades étnico-culturales.
En el ámbito administrativo, la distinción básica entre ambas condiciones, se materializó en la dicotomía indio-español. El reduccionismo simplista con que las autoridades hispánicas reorganizaron a la sociedad novohispana, implícitamente negaba la posibilidad de reconocer la diversidad étnica y cultural en su gestación, factor que contribuyó a que por mucho tiempo, se hicieran pocas referencias en las fuentes históricas documentales sobre las peculiaridades culturales de los grupos “indios” y “españoles”.1
En el caso específico de la comunidad vasca que residió en México entre los siglos XVI y XVIII, el rastreo resulta aún más complejo, ya que además de ser considerada como una comunidad española, también se les ha relacionado con los círculos de poder novohispanos más altos. Por esta causa, al buscar información sobre este grupo en archivos públicos como el Archivo General de la Nación, lo más común es encontrar referencias a sus instituciones y personajes más destacados, pero en lo que respecta a sus particularidades culturales y organizativas es poca la documentación. Por el contrario, en los archivos privados como es el caso del archivo del Colegio de San Ignacio de Loyola, “Vizcaínas”, la documentación es rica en información sobre las particularidades organizativas y culturales de dicha comunidad, gracias a que al interior de esta institución, en un ámbito social restringido, los vascos-novohispanos practicaban una serie de valores, principios organizativos y estrategias culturales propias de su grupo.
A partir de la revisión exhaustiva de dicho repositorio, puede documentarse que para la segunda mitad del siglo XVIII, pese a estar inmersos en una compleja red social novohispana, los vascos lograron sostener una fuerte identificación gracias al ejercicio de determinados principios culturales como el patriotismo y sus redes de paisanaje, sus prácticas matrimoniales tendientes a la endogamia, el asistencialismo económico que ejercían sus cofradías, el ejercicio de una profunda religiosidad y la importante labor educativa, científica y cultural de instituciones como el Colegio de San Ignacio de Loyola, “Vizcaínas” y la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País, que aunque naciera en las provincias vascas, llegó a contar con cerca de 540 paisanos novohispanos.
Tomando en cuenta tales circunstancias, he considerado pertinente incluir en este texto tres reflexiones: en la primera abordaré la pertinencia de utilizar el término “étnico” para referir a la comunidad vascongada radicada en la Nueva España a finales del siglo XVIII; consecutivamente proporcionaré datos que nos permiten mostrar la existencia de un sistema de redes y solidaridades que les permitió al interior de su grupo, apuntalar a su comunidad dentro de los círculos más altos de la sociedad novohispana; finalmente, abordaré las condiciones y circunstancias en que algunos personajes vasco novohispanos transitaron de un modelo de pensamiento propio del antiguo régimen, a otro en que la modernidad y los destellos de la ilustración hispánica comenzaban a transformar al mundo intelectual que les rodeaba.I.- La etnicidad vasco-novohispana
Aparición de Nuestra Señora de Aránzazu.
Óleo en tela. Siglo XVIII.
Cristóbal de Villalpando. Museo del Colegio de San Ignacio de Loyola.
Los vascos han sido una comunidad cuyo origen, códigos morales y personalidad social la distinguen de cualquier otro grupo peninsular. Pierre Lhande explica esta distinción como el resultado histórico de las condiciones socio-geográficas en las cuales se desarrolló este grupo dentro de la península ibérica.2 En este sentido, los factores que comúnmente se consideran parte fundamental de la identidad vasca, van desde su lengua el euskera (distinta del tronco indoeuropeo), su pasado patriarcal y su delimitación geográfica en un valle coronado por los pirineos. A estas condiciones, habría que sumar, el sistema jurídico foral que se conservó por mucho tiempo como un órgano jurídico de gran tradición y que le ha permitido mantener cierta independencia y autonomía del sistema monárquico español desde su creación.
La presencia de la comunidad vasco-novohispana, recientemente ha sido objeto de numerosos trabajos monográficos y biográficos por parte de diversos investigadores de múltiples instituciones.3 En ellos, se han abordado de manera muy particular aspectos culturales tan diversos como sus instituciones políticas, su labor educativa, los personajes más influyentes de su grupo, las familias, el parentesco, los empresarios y el ejercicio de su religiosidad a través de sus cofradías. Sin embargo, pocos han sido los investigadores que se detienen a analizar en su conjunto todos estos factores para proponer la existencia de un modelo étnico vasco novohispano, cuya función primordial fue ejercer, defender y perpetuar en un ámbito social restringido, su legado cultural en México desde hace casi cinco siglos.4
En tales circunstancias, a partir de las herramientas teórico-metodológicas propias de la etnohistoria y el estudio pormenorizado de sus instituciones y estrategias económicas podemos identificar a los vascos novohispanos como un grupo que a su interior practicaba una serie de códigos culturales, que al ser dictados por los miembros más prominentes de su comunidad, lograban reproducir y adaptar en tierras mexicanas, la herencia cultural traída por los inmigrantes vascos provenientes de las tres provincias vascas del lado español: Álava, Guipúzcoa y Vizcaya, a las cuales se le sumo un importante contingente de oriundos del Reino de Navarra.
Para historiadores como Zaballa Beascoechea, la unidad política y cultural de los vascos es de reciente constitución. Según la autora, antes de que España emprendiera la conquista de México, las provincias vascongadas se encontraban envueltas en una devastadora “lucha de bandos” entre las facciones que buscaban el poder y que solo logró apaciguarse con la aparición de la Virgen de Aránzazu.5 Es de suma importancia destacar que el misticismo de dicho acontecimiento, dotó a la imagen de Nuestra señora de Aránzazu de una enorme capacidad de convocatoria, convirtiéndola en el símbolo por excelencia de la fraternización de la nación vascongada en todo el mundo. Su adopción e impacto fue tan grande, que muy pronto su culto llegó a convertirse en el principal motor que impulsaría la solidaridad, fraternidad y asistencialismo entre los vascos radicados dentro y fuera de la península.
En México, la devoción a la Virgen de Aránzazu tuvo tal auge entre la comunidad vasco novohispana, que para finales del siglo XVII se erigió en la ciudad de México la Archicofradía de Nuestra Señora de Aránzazu.6 Su presencia e influencia en la capital mexicana fue tan fuerte que para el 6 de Noviembre de 1729 fue acogida bajo la protección de la corona española, quien la eximio de todos los jueces y tribunales eclesiásticos y seculares, con lo que también quedó exenta de todas las fundaciones y visitas.7
Para comprender el manejo en el discurso público y privado, de la identidad y las particularidades culturales de los vascos que se agremiaban en la Cofradía de Aránzazu y como es que esta construcción de identitaria reproducía e idealizaba el mismo auto concepto vasco novohispano, es de sumo interés el contenido del Paraninfo celeste, historia de la mystica zarza, milagrosa imagen y Prodigioso Santuario de Aránzazu, de religiosos observantes de nuestro seráfico Padre San Francisco en la Provincia de Guipúzcoa de la región de Cantabria. Escrito por Juan de Luzuriaga y editado por vez primera en Nueva España.8
El Paraninfo fue escrito con toda la intención de informar a todo aquel inmigrante de origen vasco que por azares de la vida se había avecindado en algún lugar de la América hispánica sobre una serie de virtudes que colocaban al descendiente de vascos, en una categoría superior respecto a otros grupos peninsulares. El texto de Luzuriaga, al igual que muchos de los sermones pronunciados en honor a la Virgen de Aránzazu, buscaba inculcar en los asistentes a las ceremonias religiosas que se celebraban en honor a los santos patronos de su comunidad, la identidad, cultura y tradiciones vascas para que sus paisanos novohispanos no olvidaran su origen. Es por ello que entre otras cosas, el Paraninfo pone especial énfasis en las preeminencias básicas de las que debían gozar los vascos:
1. Los vascos eran nobles originarios a causa de su pureza de sangre y el valor e invencibilidad que habían mostrado a lo largo de siglos de luchas y conquistas en la península ibérica.
2. Habían aprendido el monoteísmo de Tubal por lo que era inmemorial su fidelidad al catolicismo. Por ello serian llamados “cristianos viejos”, característica especialmente apreciada en el antiguo régimen.
3. Eran descendientes de un pueblo unido y pacificado por efecto de la aparición de la Virgen de Nuestra Señora de Aránzazu, motivo por el cual, debían apoyarse y socorrerse mutuamente.
Escudo del Colegio de San Ignacio de Loyola, “Vizcaínas”.
Museo del Colegio de San Ignacio de Loyola, “Vizcaínas”.
No obstante, de acuerdo con el doctor Juan Madariaga la obra de Luzuriaga es debatible, pues al igual que muchas otras representaciones y obras escritas en el seno de una comunidad religiosa, sus textos generalmente están dirigidas a un fin muy específico, en este caso a vindicar y propagar el culto a Nuestra Señora de Aránzazu, lo cual bien puede coincidir con el hecho de que la comunidad vasca necesitara de elementos culturales que le permitieran mantenerse cohesionada cultural, económica y políticamente en tierras lejanas.
De acuerdo con el doctor Madariaga, la “fraternización de la nación vascongada fue un proceso más común y frecuente fuera de Euskal Herria (tal es el caso de Perú, México, Cádiz, Sevilla o Madrid), donde había colonias vascas nutridas con unos intereses determinados”9. En el caso novohispano, también debemos considerar las complicadas circunstancias económicas que venían de la mano con el estancamiento en la minería, las crisis agrícolas, la piratería, el contrabando, la creciente población criolla y su consecutiva demanda de espacios en la administración estatal. El abordar dichos factores en su conjunto, nos permite explicar por qué los vascos novohispanos buscaron asociarse entre sí, aludiendo al “amor a la patria original”, la solidaridad entre paisanos y las preeminencias que implicaba ser vasco, para crear instituciones de gran impacto como lo son el Colegio de San Ignacio de Loyola y las numerosas cofradías dedicadas a Nuestra Señora de Aránzazu en territorio novohispano.
Evidentemente, la Cofradía de Nuestra Señora de Aránzazu fue la principal detentora de la cultura vasca. Era esta quien dirigía y ejercitaba los principales mecanismos para la construcción en el imaginario colectivo, del “buen patriota”10. Algunas de las funciones que esta desempeñaba se orientaban claramente a cubrir las necesidades económicas, las relaciones políticas y el ejercicio de su religiosidad; a través de estos tres ejes de acción aseguró y perpetuó los paradigmas culturales y económicos de un “modelo étnico” vasco.
La Cofradía como núcleo cultural realizaba puntualmente las celebraciones a sus santos patronos, asistía económicamente a sus agremiados, daba resguardo a las viudas y huérfanas de su comunidad, defendía y observaba el cumplimiento de códigos éticos y morales entre sus agremiados; organizaba su cotidianeidad y aseguraba la reproducción de los símbolos, tradiciones e historia ancestral.11
Dado que una de las preeminencias enunciadas por Luzuriaga se relacionaba directamente con la singularidad de su origen racial, la labor de la Cofradía orientó sus esfuerzos a la asistencia y resguardo de huérfanas y viudas para que no tuvieran que acudir a la caridad. Fue entonces que se planteó la creación de un colegio que actuara como microcosmos cultural, alejado en principio de cualquier contacto con el exterior. Dentro de sus muros se educaría a las mujeres en desgracia, proporcionándoles un hogar y una instrucción básica que les permitiera dignificar su subsistencia a través de trabajos manuales como los bordados.12
Para la segunda mitad del siglo XVIII, la Cofradía y el Colegio se consolidaron como instituciones que aglutinaban y regían la economía, religiosidad y cultura vascongada en la Ciudad de México. La articulación de sus agremiados así como sus redes sociales, giraba en torno a las relaciones de parentesco y paisanaje; sin embargo, a finales del siglo XVIII, experimentaron una interesante apertura a otros grupos distintos al de su origen. Es necesario mencionar que muy pronto dieron asistencia a mujeres de otros grupos sociales y que incluso, adoptaron el culto novohispano de la Virgen de Nuestra Señora de Guadalupe, a la cual le dedicaron un altar dentro de la capilla del Colegio de las Vizcaínas.13
El proceso de integración que experimentaron los vascos con la realidad novohispana quedó plasmado en la composición del escudo del colegio y que hasta la fecha, sigue dando cuenta de la identificación y unión entre las provincias vascas de Álava, Guipúzcoa, Vizcaya, la Ciudad de México y Navarra. Es importante destacar que en la parte superior del escudo se lee el lema en euskera BOS TAC BAT (“las cinco a una” o “las cinco hacen una”), poniendo de manifiesto que las tres provincias vascas, además de la Ciudad de México y Navarra ostentaban en el mismo grado de importancia y que estaban unidas por el paisanaje y la gran labor asistencial emprendida por los vascos.
1 Información tan valiosa sobre su dinámica social, usos y costumbres, la forma de relacionarse entre sí, el ejercicio de su religiosidad, sus esquemas y reglas de parentesco y transmisión del poder, además de otras circunstancias y características culturales.
2Pierre Lhande. La emigración vasca. San Sebastián, Auñamendi, 1971 T.2 p. 1718.
3Solo por mencionar algunas, entre las obras más importantes destacan: Los vascos en las regiones de México, siglos XVI-XX, coordinado por Amaya Garritz y editado por la U.N.A.M. en 6 tomos; Ilustrados en la Nueva España. Los socios de la Real sociedad Bascongada de los Amigos del País, escrito por Cristina Torales Pacheco y editado por la Universidad Iberoamericana, la Real Sociedad Bascongada y el Colegio de Vizcaínas en 2001; así como los diversos seminarios de historia organizados por la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País en los cuales se han incluido numerosos artículos sobre los vascos novohispanos.
4 Entre los pocos trabajos que han inaugurado el debate sobre la existencia de un modelo étnico vasco-novohispano destacan las investigaciones de Elisa Luque Alcaide en su artículo “Asociacionismo vasco en la Nueva España, modelo étnico-cultural” y el texto de Ana de Zaballa Beascoechea: “Mentalidad e identidad de los vascos en México, siglo XVIII. Una aproximación a su estudio” ambos en: Los vascos en las regiones de México, siglos XVI-XX. T. II. Coord. Amaya Garritz. UNAM. 1996.
5 A. Zaballa. Op. Cit., p. 166.
6 Esta institución religiosa, más no eclesiástica, se logró establecer oficialmente en México por instrumento notarial del 18 de diciembre de 1681; aunque no fue sino hasta el 14 de abril de 1696, cuando obtuvo su erección como cofradía por parte del Arzobispado. En: Amaya Garritz, “El Colegio de las Vizcaínas en México”, en Euskonews&Media, número 72. Consultado el 31 de marzo del 2005.
7 Archivo Histórico “José María Basagoiti Noriega” del Colegio de las Vizcaínas (en adelante AHCV). Fondo: Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País (en adelante R.S.B.A.P.). Estante 2, Tabla IV, Volumen 4 (en adelante E-, T-, V-), folio N. C. 10644.
8 Juan de Luzuriaga, Paraninfo celeste, historia de la mystica zarza, milagrosa imagen y Prodigioso Santuario de Aránzazu, de religiosos observantes de nuestro seráfico Padre San Francisco en la Provincia de Guipúzcoa de la región de Cantabria. Impreso en Madrid por Juan García Infanzón, Año de 1690. La primera edición fue en México, Herederos de la Viuda de Bernardo Calderón 1686.
9 Comunicación personal con el Doctor Juan Madariaga Orbea. Profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad Pública de Navarra, España. Junio de 2010.
10 Jesús Héctor Trejo Huerta, La Real Sociedad Bascongada de los Amigos del País y el proyecto vasco novohispano de la Archicofradía de Nuestra Señora de Aránzazu. 1791-1850. Tesis de licenciatura en Etnohistoria presentada en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, ENAH. Septiembre de 2007. P. 14.
11Luque Alcaide. Op. cit., p. 74.
12Para más información sobre los bordados de las internas del colegio, ver: Graciela Romandía de Cantú. “Los bordados” en: Los vascos en México y su colegio de las vizcaínas. Segunda edición. Integración Editorial, 2006. México. p. 256.
13Elisa Vargas Lugo. “Los tesoros artísticos”. En: Los vascos en México y su colegio de las vizcaínas. Segunda edición. Integración Editorial, 2006. México. p. 211.
Redes sociales y paisanaje entre los vascos novohispanos. El tránsito de la tradición a la modernidad a fines del siglo XVIII (II/II)