674 Zenbakia 2013-10-02 / 2013-10-16

KOSMOpolita

Con las manos vacías

SAN SEBASTIÁN, Koldo

Periodista



Para cualquier emigrante, de cualquier tipo, no hay nada peor que regresar a casa “con las manos vacías”. Hay que llevar algo por poco que sea. Entre los retornados del Oeste americano, muy pocos llegaron con “las manos vacías”. Los fracasados preferían no regresar. Con los ahorros, “rescataron” caseríos (arrendados durante generaciones) o crearon pequeños negocios e industrias que ayudaron a la economía de algunos pueblos.

Lekeitio es un pueblo pequeño en la costa oriental de Bizkaia. Durante siglo, la mar fue su alma y su principal recurso económico para un lugar con un territorio muy pequeño (menos de 2 kilómetros cuadrados). Sabemos de marinos lekeitiarras en el Mediterráneo en el siglo XIV. Los primeros lekeitiarras llegaron a América con Colón en su primer viaje: el contramaestre Chanchu (Juan de Lequeitio), Domingo de Lequeitio, Domingo de Anchia, de Ispaster, Martín de Urtubia, grumete, de Natxitua... Desde entonces, se pueden localizar lekeitiarras en cualquier rincón del imperio español. Eran conocidos como “indianos” y dejaron un sinfín de vestigios en Lekeitio: Iglesias, escuelas, palacetes1,... Casa Bengoetxea-Iturraspe en Arropain.

Foto: Mikel San Sebastian

Muchos años después, a finales de la década de los 1880s, un grupo de vizcaínos llegaron al norte de Nevada implicándose en el pastoreo de ovejas. Entre estos, los hermanos Ugariza, de Natxitua. Uno de estos, conocido con “Joe Español” o “Joe” viajó al Viejo país para reclutar tanto en Natxitua como en los pueblos cercanos: Ereño, Ibarranguelu, Elantxobe, Ispaster o Lekeitio... En los años siguientes, llegaron algunos miles de vizcaínos a Estados Unidos. Muchos de ellos se casaron con jóvenes vascas y comenzaron una nueva vida.

En las primeras décadas del siglo XX, la población de Lekeitio rondaba los 4.000 habitantes (1900: 3.944; 1910: 4.014; 1920: 4.110). Pronto aparece un Nuevo tipo de ciudadano, el “amerikano”. Hasta entonces, Lekeitio estaba dividido en dos “clases": los “marineruak” (pescadores) y “txaputxeros” (los que hacían chapuzas). Albañiles, tenderos, carpinteros. Entre ambas, había un enorme antagonismo como lo prueban las viejas canciones:

Seinero santar lotsabagia

Beti itsasorako deya

Andrak ederrak

Lorak itxitxak

Txaputxeruen kontura.

Taberna Natxiondo.

Foto: Mikel San Sebastian

Para 1906, los primeros “amerikanuak” ya se habían asentado en Lekeitio. Aquel año, Melitón Bengoechea, de Bedarona, llevó a su esposa Flora (n. Bedarona) y a sus tres hijos a Bizkaia. Con otro pastor, Juan Iturraspe Uberuaga (n.Lekeitio) construyó una casa en Arropain, en el barrio de Krutziaga (Ispaster), pero a un kilómetro del centro de Lekeitio. Después, regresó al condado de Elmore para seguir con sus actividades ganaderas junto a sus hermanos José (el famoso Ganadero) y Gabriel.

En los años que siguieron, llegaron más vasco-americanos: Eiguren (diferentes ramas), Onaindia, Nachiondo, Gabicagojeascoa, Urizar, ... Construyeron casas nuevas, reconstruyeron viejas, la mayor parte en el barrio de los “txaputxeros”. Los antiguos pastores comenzaron nuevas actividades: tenderos, taberneros, contratistas, camioneros,...

Aquellos “amerikanuak”, al menos los recién llegados, no eran considerados “lekittiar benetakoak” (verdaderos lekeitiarras), sobre todo por parte de los marineros, pero también por los txaputxeros. Eran de Bedarona (Urizar, Bengoechea), Ispaster (Natxiondo), Mendexa (Eiguren), Ereño (Gabika),... Hablaban incluso diferente variedad de euskara y tenían orígenes “baserritarras” (granjeros). Joxe Mallea recuerda una canción que escuchaba en Lekeitio cuando era pequeño (y que no le gustaba):

Baserritarra tirri tarra,

Jan bedarra,

bota uzkarra,

Zapo zuluan bizi zara.

Casa construída por Flora Alzola.

Foto: Maite Saavedra

Unas treinta familias amerikanuak vivían fundamentalmente en Tendería (Dendari), Beascocalea (Behekokale), Tórtola y en dos pequeñas plazas: Gamarra y Eskolape. Sus casas eran más grandes que las de los Pescadores. Además de las casas, los negocios: Manuel Natxiondo, de Ispaster, fue pastor en Utah y en Nevada. Regentó una taberna muy popular. Prudentzi Urizar, de Gizaburuaga, vivió Mountain Home, Idaho, donde nacieron sus cuatro hijos. Tenía una tienda cerca de los Natxiondo. El viejo Gabika (Gabikagojeaskoa), de Ereño, ahorró dinero en Oregon y Idaho, donde, además de cuidar ovejas, comenzó a conducir los camiones que transportaban la lana a las estaciones de ferrocarril. En Lekeitio, él y luego sus hijos, tenían una pequeña compañía de camiones para el transporte del pescado.

Es cierto que algunos de aquellos “amerikanuak” perdieron sus ahorros con la bancarrota del Crédito de la Unión Minera, uno de los principales bancos vascos a principios del siglo XX. La vida cotidiana

Al menos una vez a la semana y durante más de cincuenta años, un grupo de amerikanas se juntaban para jugar a la briska (“a perra txika”) y recordar los buenos viejos tiempos en el Oeste: Flora, Maria, Maximina, Prudentzi, ... Por cierto cuando Melitón Bengoetxea falleció en Idaho, su viuda, Flora Alzola, vendió su casa en Arropain y el rancho que tenía en Mountain Home para construir una nueva casa en Lekeitio, en el “barrio Americano”.

Segundo Natxiondo y Balbino Urizar, en el Pacífico.

Foto: Familia Urizar

Muchos de los hijos habían nacido en América. Los varones tenían que tomar la gran decisión: quedarse en Lekeitio e ingresar en el Ejército español en los días de la Guerra de Marruecos o regresar a Estados Unidos. La mayor parte optaron por la segunda opción. Este fue el caso de Luis Bengoechea (nacido en Boise), Segundo Nachiondo (nacido Jiggs, Nevada), Balbino Urizar nacido en Mountain Home) o Jose Eiguren “Kashpar” (nacido en Jordan Valley, Oregon). Desde entonces, Flora, Maximina, Prudentzi y María intercambiaban noticias de sus hijos durante su partida semanal de briska. Por cierto, todos ellos ingresaron en el Ejército Americano al estallar la II Guerra Mundial.

Algunos de los que se quedaron (porque habían nacido en Bizkaia) recibieron formación: se convirtieron en oficiales de la marina mercante, contables, alguno incluso en médico o ingeniero. Muchas mujeres, aquellas educadas como “señoritas”, se casaron con hombres de otro estatus (de nuevo, marinos, ingenieros, funcionarios, ...) lo que aumentaba la diferencia (y los recelos), por ejemplo, con los “marineros”.

La guerra civil acabó con las diferencias entre “marineros” y “txaputxeros” y los hijos y nietos de los “amerikanos” se convirtieron en “benetako lekittarrak”. Eso sí las viejas aldeanas nunca dejaron su partida de “briska” semanal.

1 Gonzalo Duo, Lekeitio en el siglo XIX y José Javier de Uribarren (1791-1861), San Sebastián : Iralka, 2006