41 Zenbakia 1999-07-09 / 1999-07-16

Gaiak

El cuco o cómo partir antes de vacaciones

SARASUA, Asier

El cuco o cómo partir antes de vacaciones El cuco o cómo partir antes de vacaciones * Traducción al español del original en euskera Asier Sarasua Junio es una magnífica temporada para andar por el monte. La lluvia de abril y la templanza del sol de mayo regeneran nuestros campos y bosques que durante el lánguido invierno han permanecido en silencio: los árboles se visten con sus hojas, los prados se llenan de los colores de las flores, los bichos zumban alborotando las orillas de los riachuelos... La primavera está a rebosar, el verano a las puertas, y los pájaros ya están aquí, de regreso de los invernaderos y procreando nuevas crías. Pero hay un ave que, en el tiempo en que los demás hacen su camada, prepara sus maletas antes de San Juanes y realiza el viaje de regreso a África: el cuco. ¿Cómo puede hacer eso? Pues dejando sus huevos a otro pájaro. El cuco pone sus huevos en el nido de otro y sus crías serán alimentadas por sus padres adoptivos, mientras los auténticos permanecen de vacaciones. Pero, ¿cómo se las arregla el cuco para dejar sus huevos a unos padres adoptivos? ¿Y cómo no se dan cuenta los pajarillos de que el huevo que tienen en su nido pertenece a una cría de cuco? Intentemos, si bien someramente, darle una breve explicación. El cuco es una especie migratoria que pasa el periodo estival en el norte de Europa y Asia, y el invierno en el sur de África y Asia. Los que nos visitan en el País Vasco viven durante el invierno en África, en países tan exóticos como Zaire, Ghana o Gambia. Sin embargo, para tener sus crías prefieren subir arriba. Así, tras efectuar un viaje superior a los 5.000 km, los primeros llegan en torno a marzo a España y Portugal, en abril al País Vasco, y aquéllos que tienen que realizar el viaje más largo necesitan un mes más para llegar a Noruega y Finlandia. El charlatán cuco no aguardará demasiado tiempo para acreditar que ya está entre nosotros. El macho empieza a llenar nuestros bosques con sus conocidas melodías nada más llegar,haciéndole así saber a la hembra que ya está preparado para la fecundación. Con un canto tan característico como el suyo, no es de extrañar el nombre que se le ha concedido en la mayoría de las lenguas: kukua en euskara, cuckoo en inglés, cucut en catalán, cuco en castellano, coucou en francés... Todos ellos son nombres que imitan el sonido de su canto. En lo referente al aspecto, casi todos tienen el color de la pizarra, si bien en ocasiones la hembra es rojiza. La parte del vientre está llena de rayas blanquecinas que la atraviesan de izquierda a derecha. Tiene una larga cola, y es fácil de identificarlo cuando se encuentra en una rama, pues parece que estuviera tomando el sol, con el vientre apoyado en la rama, la cabeza echada para atrás y la cola mirando hacia arriba. Nos permite escuchar a menudo su conocido "cu cu", pero el cuco, que vive entre 10 12 años, al ser bastante tímido, se suele dejar ver en pocas ocasiones. Dada esa timidez, jamás lo veremos en los alrededores del pueblo. Sin embargo, a medida que nos alejamos de él, se le puede encontrar en cualquier lugar, ya que no es de los que requieren mucho en cuestiones de vegetación, y puede comer casi cualquier cosa, principalmente insectos. Por ejemplo, es de los únicos que pueden comer el coco de pino que tanto ha proliferado en estos últimos años. Sin concederle la más mínima importancia al venenoso vello de las citadas orugas, las traga una tras otra, como si del más refinado manjar de "la nueva cocina vasca" se tratara. A pesar de que en el País Vasco hay una sola especie, tiene muchos parientes por todo el mundo, formando junto con 150 especies el grupo de los Cuculiformes. Además, la mayoría tiene una misma característica: son parásitos de otros pájaros. Es decir, que la hembra cuco no construye ningún nido, ni cuida de sus crías, y pone sus huevos en los nidos ajenos: en los de las lavanderas, acentores, currucas... Así, se ha podido constatar que nuestro cuco es capaz de ser parásito ¡de cien especiesdiferentes! Pero esa actitud no es de ningún modo casual; no piensen que deja sus huevos en cualquier sitio y de cualquier modo. El cuco lo tiene todo calculado. En mayo la hembra cuco empieza, con sus huevos ya fecundados, a vigilar las idas y venidas de los pájaros de alrededor. Salvo excepciones, cada hembra vigila la especie que fue su madrastra. Es decir, el cuco que creció en una familia de petirrojos suele vigilar las hembras petirrojo, y los nacidos entre alcaudones, las hembras alcadones. Vigila más de un nido, y en cuanto el propietario del mismo lo abandona por un momento, el cuco entra, pone un huevo, y cogiendo otro del nido, huye rápidamente. Repite la misma acción unas 10 15 veces. Pero aún hay más, y es lo más maravilloso: en función de la especie que importuna, ¡el tamaño y color del huevo que pone varían! Pequeño y verde si pone en el nido del bisbita, rojo y algo mayor en el del colirrojo, blanquísimo en el del zarcero... El cuco es una de las aves más asombrosas, sin lugar a dudas. No obstante, lo declarado suscita unas cuantas preguntas: ¿cómo es que el pájaro hospedero no se percata del cambio? ¿Cómo puede el cuco cambiar el aspecto de su huevo? Y, los hospederos, ¿aprenden con el paso de los años a reconocer los huevos ajenos? Tratemos de responder brevemente a estas cuestiones. J. H. Swynnerton fue unos de los primeros que a principios de siglo comenzó a investigar las cuestiones relativas a los cucos. Y enseguida se dio cuenta de que mientras unas especies eran capaces de reconocer huevos ajenos, otras jamás se percataban. Además, incluso dentro de una misma especie, algunos eran más rápidos que otros a la hora de conocer los huevos de cuco. Cuando un cuco les dejaba un huevo, lo rompían enseguida. Pero, ¿cómo y por qué? Todo ello se puede explicar mediante un curioso e interesante proceso que se da en la naturaleza: la coevolución. Es decir, una característica de una especie influye en otra característica de una segunda especie, y esta segunda,a su vez, modifica la característica de la primera (Dawking & Krebs, 1979). Así, sucesivamente, la pareja parásito hospedero evoluciona una en contra de la otra, pero conjuntamente. ¿Difícil de entender? No tanto; mostrémoslo con otro ejemplo. Pongamos la pareja cuco petirrojo. Las hembras cuco dejan sus huevos en los nidos de muchos petirrojos. Entre todos éstos, al tener unos menos capacidad que otros para reconocer los huevos de cuco, al ser más torpes en esa tarea, criarán sólo crías de cuco. Nunca tendrán crías propias, descendencia, y sus "mediocres" genes desaparecerán de la populación. Por consiguiente, aumentará el número de petirrojos más inteligentes que saben reconocer los huevos de cuco. De este modo, los petirrojos darán un paso hacia adelante dentro de esta pequeña lucha contra los cucos. Pero, al mismo tiempo, a medida que la capacidad de diferenciación de los petirrojos aumenta, también incrementa el mimetismo entre los cucos. Los que ponen cualquier clase de huevos se encontrarán con dificultades para engañar a los petirrojos. Con lo cual, los huevos de los cucos torpes no crecerán, y sólo tendrán ocasión de engañar al hospedero aquellos cucos que pongan huevos muy parecidos a los de los petirrojos. Y así una y otra vez: mientras los petirrojos aprenden a reconocer los diferentes huevos, los cucos mejoran el mimetismo de sus huevos. Ambos evolucionan conjuntamente y en contraposición. Así, las especies que el cuco no importuna (como por ejemplo los vencejos), no han desarrollado ningún mecanismo de diferenciación, y cualquier objeto del tamaño de un huevo que pusiéramos en su nido lo considerarían como huevo (Soler, 1990). Sin embargo, las especies a quien los cucos importunan desde antaño actúan con cada vez más prudencia en el momento de verificar que los huevos que se encuentran en su nido son o no suyos (Briskie et al, 1992). Como consecuencia de este largo y complejo proceso, a través de los siglos los cucos han ido especializándose, y hoy endía contamos con distintos "linajes" de cucos, cada uno de los cuales se ha especializado en imitar los huevos de un determinado hospedero. De todos modos, ¿en qué medida es aprendida y en qué medida es genética esa capacidad que muestran los hospederos para reconocer los huevos ajenos? Hasta hace poco se pensaba que era del todo genética (Rothstein, 1990); que el responsable de la diferenciación era una mutación. No obstante, varias investigaciones desarrolladas con córvidos nos han demostrado que la respuesta puede ser aprendida. Sirva como ejemplo la investigación que Nakamura (1990) ha realizado con la mica azul (Cyanopica cyana), recientemente aparecida en Japón. Esta especie es nueva en Japón, y en un principio el cuco lo importunaba fácilmente. Pero, en muy poco tiempo, las micas aprendieron a reconocer los huevos ajenos. El cambio se produjo súbitamente; demasiado repentinamente para deberse a motivos genéticos. Otras investigaciones similares han demostrado lo mismo (Soler et al, 1994). Así pues, parece que la capacidad para reconocer huevos ajenos está genéticamente determinada, pero que se trata de un proceso que los pájaros hospederos en alguna medida aprenden. Aun y todo, son muchas las dudas que nos quedan por esclarecer en este cuento, y por cada avance que se da nos surgen nuevas preguntas que quedan sin respuesta. Lo que está claro es lo siguiente: que de algún modo u otro, las hembras cuco consiguen año tras año engañar a algún pajarillo y dejarle su cría. Es lo único que la hembra cuco hace para la procreación (y el macho aún menos). Lo restante compete a la cría. Generalmente nacen antes que sus compañeros de nido, y en breve la ciega cría de 3 gramos comienza a "limpiar" el nido. Nada más nacer se convierte en un frío y duro asesino: valiéndose del trasero, echa del nido los restantes huevos o crías recién nacidas, hasta quedar sólo él. Hay que decir que lo hace impulsado por un consistente motivo: si quiere crecer bien, necesita de toda la atenciónde sus padres, y no puede compartir su alimento con otras 10 bocas hambrientas. O mata a los demás o muere él; debe hacer una elección. Una vez teniendo para sí tanto el nido como la total atención de los padres, la joven cría crece vigorosamente. En pocos días es más grande que sus padrastros, y, bajo la sorprendida mirada de los pájaros que lo han alimentado, suele tener que trasladarse del nido a la rama del árbol, si no quiere que el nido que hasta entonces ha sido su hogar se desplome. Las crías permanecen con nosotros hasta septiembre. Los mayores, sin embargo, al no tener que criar ninguna cría, pronto cogerán sus vacaciones. Si lo queréis ver alguno de estos días, caminad atentamente e id al bosque hasta julio. ¡Ah! Y no olvidéis llevar los bolsillos repletos de dinero, porque ya sabéis lo que dice el proverbio: que quien lleva dinero encima al escuchar el canto del cuco, dispondrá de él durante todo el año. Asier Sarasua, Biólogo