331 Zenbakia 2006-01-20 / 2006-01-27

KOSMOpolita

El uso de las palabras

GONZÁLEZ ZALDUA, Martha MALDONADO ARRUTI, Leticia



La primera vez que vimos la palabra “diáspora” atribuyéndola al colectivo vasco en el mundo, fue en ocasión del II Congreso Mundial de Colectividades Vascas en boca del Prof. Dowglas. Como no conocemos la realidad de la Comunidad de los EEUU de Norteamérica, no dijimos nada. Pensamos que tal vez en esa zona del planeta todavía había muchos vascos emigrados.

En los últimos tiempos hemos notado un aumento en el uso de la palabra diáspora para hacer referencia a las colectividades vascas creadas para nuclear a los vascos que tuvieron que emigrar fuera de Euskal Herria. Hoy, en la mayoría de los centros de Argentina, sólo quedan sus descendientes.

Diáspora significa dispersión, disgregación.

Se dice que fue utilizada en el año 70 de nuestra era, para señalar la destrucción de Jerusalén por los ejércitos de Tito y la consecuente dispersión de sus habitantes.

Desde esos tiempos este término, con un contenido emocional que supera su definición etimológica, se aplica a la disgregación de cualquier pueblo que se ve obligado, por distintas circunstancias, a abandonar su tierra. Curiosamente, no existe en euskera.

Al igual que otros pueblos, los vascos se dispersaron por el mundo en busca de aventura, de paz o de mejoras económicas. A veces lo hicieron voluntariamente, otras a pesar de sus deseos. Emigraron.

Nuestros antecesores, aquellos que vinieron desde todos los puntos de Euskal Herria, realizaron un doble esfuerzo de integración: mantener su grupo de pertenencia e incorporarse a sociedades diferentes a la suya, formando parte de ellas y ayudando a su crecimiento.

En este quehacer, fundaron ciudades, pueblos, instituciones y la propia familia. Los hijos que nacieron pertenecían ya a otra tierra, la elegida para vivir la nueva experiencia.

Tuvieron una necesidad, casi un mandato: divulgar la cultura y los valores del pueblo de sus mayores. Pero ello obedeció a una elección personal, a algo a lo que se llega por propia decisión con el convencimiento de que es importante asegurar lo recibido, acrecentarlo, redescubrirlo y revalorizarlo.

Ni somos diáspora ni hemos nacido en Euskal Herria. Tampoco, a pesar de nuestros ingentes esfuerzos, poseemos la lengua.

Comprendemos al que, por la razón que sea, tuvo que pedir otra ciudadanía u otra nacionalidad, o asumir una doble ciudadanía o una doble nacionalidad. Conocemos el desgarro que padecieron los que tuvieron que emigrar. Porque NADIE lo hace por puro gusto.

Nacimos y vivimos aquí. Es nuestra la amplitud de la pampa, la hondura de los bosques y la serenidad de los lagos de la estepa patagónica. Nos movemos en un paisaje que hemos contribuido a crear. Por consiguiente, somos diferentes. Como descendientes de vascos, amamos la tierra de nuestros mayores casi tanto como a la nuestra.

Pero no nos equivoquemos, la diáspora pasó. En nuestro país llegó a su fin con el último inmigrante que arribó allá por los años 50. Paradójicamente, pareciera que las cosas se han invertido: hoy nuestros jóvenes parten hacia allá. Tienen que emigrar, por las mismas razones que antiguamente lo hicieron sus mayores hacia aquí.

Nos agrada que los nativos de Euskal Herria nos llamen vascos-argentinos. ¿A quien lo amarga un dulce? Habla del cariño que nos tienen. Pero que quede claro, nosotros somos argentinos.

Pertenecemos sí a un grupo que ama profundamente, y desea conservar y divulgar, los valores que nos fueron dados. Somos tolerantes y por ello plurales. Nos gusta el discenso. Somos democráticos, por eso discrepamos, discutimos y acordamos todo el tiempo.

Visto desde esta perspectiva nuestro objetivo es enriquecer, dotar con estas pautas a una sociedad que se nos presenta a veces con enfoques que poco tienen que ver con lo que pretendemos brindar. Pero no por eso es menos importante el esfuerzo.

Entendemos que con la palabra “diáspora” se quiere nombrar a todo ese grupo que, descendiendo de vascos, hoy se encuentra nucleado en los Centros Vascos del mundo. Pero nos parece que no es la palabra adecuada. Pensamos y deseamos que podamos encontrar otra, la correcta, más amplia, más abarcativa.

Con las puertas abiertas al mundo al que pertenecemos, con la convicción de que aquello que queremos transmitir pierde su valor si se encierra en sí mismo convocamos a todo aquel que quiera unirse en la búsqueda de la palabra que reemplace a “diáspora” para definir a este grupo, que ama profundamente sus raíces y que se encuentra fuera de ese lugar llamado Euskal Herria para que opine en este sitio.

Difundimos la cultura vasca en todos sus aspectos, ya que en ella están nuestras raíces y ese conocimiento nos ayuda a construir nuestra propia cultura argentina. Como los frutos maduros, debemos abrirnos y dejar caer la semilla. Que el terreno sea fértil depende de nosotros.