329 Zenbakia 2006-01-06 / 2006-01-13

KOSMOpolita

Casiano querido

MALDONADO ARRUTI, Leticia



Era petisote, macizo, de movimientos vivaces, inquieto, ágil, le decían “Polvorita”.

No recuerdo desde cuando lo conocí, supongo que desde la panza de mi madre. Él redactó el Estatuto fundacional del Centro Vasco de La Plata y ella formó parte de los que fundaron nuestro Euzko Etxea.

A cada persona que lo conoció, y le pregunté sobre su recuerdo, me dio la misma respuesta: “alegre”.

Y así lo recuerdo yo también, era divertido. Para el día del euskera siempre se hacía un picnic en el parque Pereyra Iraola. Allí nos reuníamos varios Centros Vascos de la zona. Él no faltaba. Yo lo he visto tomar el borde posterior de su hábito, engancharlo en la parte delantera del cordón, plantarse en medio del frontón y desafiar a los presentes; empezar a jugar a la pelota dura a las tres de la tarde y dejar de jugar cuando el sol se ponía, después de agotar a varios contrincantes. En esta iglesia Casiano celebraba misa como primer parroco.

Contaba Jorge del Amo, que en una de esas excursiones, Casiano jugaba uno de esos interminables partidos. Por aquel entonces, Jorge era un muchachote recién llegado desde Euskadi, le habían encargado que llevara el tanteador. Lo llevaba anotando en el piso con una tiza. Casiano, a quien no le gustaba perder a nada, se le acerco conversando para distraerlo y caminando sobre las anotaciones con sus sandalias fue borrando todos los tantos.

Había nacido el 15 de enero de 1907 como Miguel Legarra Legarra, en un pueblito navarro muy pequeño en la ruta entre Pamplona y Donostia-San Sebastián, cerca de San Miguel de Aralar: Goldáraz. Con apenas 11 años entró al Seminario de los Hermanos Capuchinos. Cualquiera podría decir que no es edad para tomar tamaña decisión de vida. Sin embargo Casiano abrazó su sacerdocio con una pasión y una alegría poco conocidas hoy en día.

A los 24 años, adoptando el nombre con el que lo conocimos: Casiano de Goldáraz, se ordenó sacerdote en Roma y se doctoró en Teología por la Universidad Gregoriana.

En 1936 llegó a la Argentina donde comenzó su carrera de profesor de Teología. Primero lo hizo en O’Higgins (un pueblo chiquito de la llanura argentina ubicado entre Chacabuco y Junín) y después en el Seminario de Villa Elisa. Es aquí donde lo conoce el padre Pablo, mientras cursaba sus estudios de teología.

Según el Padre Pablo, Casiano tenía “dos toscanos por orejas”. Consciente de ese problema iba a la habitación del alumno y, con toda humildad le decía: “Hermano Pablo, el domingo tengo que cantar misa, Ud. que sabe música ¿me podría enseñar?”. Y los dos ensayaban, ensayaban, ensayaban… Pero llegaba el domingo y Casiano volvía a desafinar. La Parroquia de Villa Elisa era muy extensa y muy rural. Él la recorría incansablemente montado en una bicicleta, en sulki o a caballo. Iglesia y convento de Villa Elisa.

El Arzobispado de La Plata lo nombra juez prosinodal y después Asesor del Consejo Arquidiocesano de la rama masculina de la Acción Católica.

Es en esta época en que se funda el Centro Vasco de La Plata. Casiano fue el “alma mater”. De hecho fue quien reunió a sus amigos vascos de la Cooperativa de Tamberos y de la Acción Católica (lecheros y tamberos en su mayoría), los impulsó a que se agruparan.

Pero no se ocupaba solamente de las necesidades espirituales de sus feligreses. También se preocupaba por las condiciones en que vivían, con especial dedicación hacia los más necesitados: los habitantes de las Villas de Emergencia. Así conseguía que se asfaltaran las calles, que tuvieran iluminación eléctrica, la beca para que un chico estudiara, la asistencia médica para alguien que no la pudiera pagar.

Al igual que el resto del clero, en 1955, padeció persecución religiosa; a punto tal que desde el 25 de febrero hasta el 8 de noviembre tuvo que dejar de usar la tonsura eclesiástica, la barba y vistió de civil.

También fue “constructor”: en Pompeya fundó el Colegio secundario “Instituto Nueva Pompeya” y reubicó el primario en un edificio construido en el predio del preseminario durante su gestión. En Euskal Etxea, y con el acompañamiento del Padre Policarpo de Aibar como ecónomo, se construyó la pileta de natación y se cerró el frontón de pelota a paleta.

Y hablando de Euskal Etxea, aquí se vuelven a encontrar con el Padre Pablo, esta vez Casiano como Director del Colegio y Pablo como Prefecto de Disciplina. Tenían 250 pupilos. Cuando sonaba el timbre del recreo Casiano salía, pelotita en mano, y desafiaba (sobretodo a los hijos de ganaderos) a ver quien hacía rebotar la pelota mas alto. Les apostaba un cordero o un lechón que, por supuesto, siempre ganaba él. Al Padre Pablo le costaba mucho restablecer la disciplina después de la pasión que se desataba entre los muchachos durante las apuestas cursadas.

En Nueva Pompeya fue profesor de Filosofía del Convento, Director del Colegio, Superior del Comisariato Provincial, Párroco de la Parroquia de Nueva Pompeya y Provincial de la República Argentina.

Los que lo conocieron cuentan que en la calle Fournier los muchachos de 15, 16, 17 años se reunían a jugar al fútbol. Como estaba prohibido aparecía la Policía y los llevaba detenidos. Y allá iba Casiano a la Comisaría, ante el pedido de las madres. Se entrevistaba con el Comisario y se los llevaba a la Parroquia. El favor tenían que “pagarlo”: uno barría el Patio del Claustro (al que nosotros llamábamos del Peregrino), a aquel lo ponía a podar un árbol, a este otro le hacía pintar la puerta del Colegio… Patio del convento de Villa Elisa.

Tan grande fue el cariño que despertó en su feligresía que se generó una movida entre los vecinos para ponerle su nombre a una calle del barrio. Así fue como el 14 de septiembre de 1995 se sancionó la Ordenanza Nº 49.653: “Denominase Padre Casiano al tramo de la actual calle Fournier, comprendida entre la calle Moisés Lebensohn y la Av. Perito Moreno”.

La prueba más dura que le tocó afrontar fue, sin ninguna duda, la de tener que pasar sus últimos años en una silla de ruedas. En Pamplona, el 8 de marzo de 1991 falleció a los 84 años y después de 67 años de vida religiosa totalmente dedicada a sus feligreses. Casiano querido, espero que Tatita Dios te haya premiado con un frontón en el cielo, en el que me hayas guardado un sitio en su tribuna, para que yo también disfrute cuando me haya llegado la hora.