271 Zenbakia 2004-10-08 / 2004-10-15
Todo lazo de unión con la tierra lejana es especialmente atesorado por los inmigrantes. Las cartas y las fotos personales, las noticias generales, la música y las danzas locales, los juegos y los deportes compartidos, la remembranza constante, propia y trasmitida. Resulta comprensible por ello, la gran acogida que tuvieron los pintores vascos en el Montevideo de los años 20 a 40 del siglo XX, cuando la presencia de numerosos inmigrantes vascos y su nostalgia por los paisajes añorados, tanto urbanos como rurales, hizo posible una serie de exposiciones de costumbristas vascos y resultó un factor decisivo para la adquisición de varios cuadros.
Probablemente la propia nostalgia de Arnaldo Parrabére, sumada a su espíritu emprendedor, a su destacada posición en la Institución Euskal Erria -que tanto vasco congregaba-, donde ocupó el cargo de secretario por muchos años, junto con las importantes vinculaciones desde su cargo en la redacción del renombrado “Diario del Plata” y su pluma divulgando a los pintores desde la revista de la mencionada Institución, fueron el engranaje del motor que puso en marcha el éxito de las exposiciones artísticas que dejaron en nuestro país, un sinnúmero de escenas vascas. Entre los pintores más recordados, atendidos por Parrabère, figuran Ángel Cabanas Oteiza (1920) los hermanos Zubiaurre, Ramón y Valentín (1921), Nicolás de Múgica (1928); los hermanos Arrue, José y Ramiro (1928), Clemente Salazar Echeverría (1930) y Flores Kaperotxipi (1930 y 1936).1
En noviembre de 1920 expone en Montevideo el donostiarra Ángel Cabanas Oteiza, tal vez el primero de los pintores vascos en presentar sus cuadros entre la colonia vasca radicada en ambas márgenes del Plata. Habiendo realizado una presentación previa de sus cuadros en Buenos Aires, Cabanas Oteiza se presenta al público uruguayo en el salón Maveroff, donde exhibió más de treinta telas con paisajes de su tierra. Tanto la prensa argentina como la nacional ponderaron la naturalidad y belleza de sus pinturas.2 “Paisaje vasco” de Cabanas Oteiza.3
Un par de meses más tarde, en enero de 1921, se realiza la exposición de cuadros de los hermanos Zubiaurre, en el salón Moretti, Catelli y Mazzuchelli, con dieciocho telas de Valentín y once de Ramón.4
Los Zubiaurre, sordomudos de nacimiento, fueron inculcados en el mundo artístico por su padre, quien fuera director de orquesta en el Teatro Real y profesor de la Academia de música de Madrid. Ambos se entregaron a la pintura, siendo reconocidos por sus obras costumbristas, en las cuales realzaban el entorno natural de las provincias vascas, los caseríos, las tradiciones y costumbres, así como los rasgos de la gente, definiendo, de alguna manera, el tipo vasco. Valentín y Ramón hermanos habían asistido, primero, a una escuela de arte y luego a la Academia de Bellas Artes de Madrid, completando su formación pictórica en París y en los más importantes museos de Europa. Cuando exponen en Buenos Aires, a fines de junio de 1920, y en Montevideo en enero de 1921, contaban ya con un claro reconocimiento europeo, con obras expuestas en el Museo de Luxemburgo, “Los remeros de Ondarroa” y el Real de Ámsterdam, “El amo de casa”.5
Fácil es imaginar el impacto que producirían en los inmigrantes radicados en nuestra tierra, las telas de Valentín, “Tierra vasca”, “Echeco jauna”, “Remero de Ondarroa”, “Pescadores vascos”, “Mirentxu”, “Los caciques del pueblo” y “Tipo vasco”, o las de Ramón, con varias obras localistas, relativas unas a Lagartea, Oropea y Ondarroa; caracterizándose las de Valentín, por escenarios montañosos, viejos aldeanos, jóvenes atléticos y alegres, plenos de vida, mientras que las de Ramón, tendían más a los tipos de la costa y la lucha del hombre contra el mar, con figuras más melancólicas y de paleta más apagada, aunque recurrente hacia la fuerza de los brillos luminosos.6 Ramón Zubiaurre (izq.) y su esposa Isolina Yegros junto a Arnaldo P. Parrabère.7
La venida de Nicolás de Múgica en marzo de 1928, fue anunciada con anticipación desde la revista “Euskal Erría”, que ya en el mes de enero preparaba a sus lectores informándoles sobre las particularidades de este pintor, residente en Zarauz, pero viajero incansable por el territorio vasco. Múgica era conocido por su continuo deambular captando, con su paleta rica en colores, las imágenes características de los pueblos, ya fuesen días de mercado, perfiles de calles o iglesias, y los aldeanos, recuperando para la eternidad, distintos momentos del Baztan, Vera, Errazu, Elbetea, Arizcun, Zubieta, entre otros.8
Sumado a las constantes recordaciones de la Institución Euskal Erría a sus socios, la prensa nacional informaba al público en general, sobre la exposición de este paisajista vasco, la que se realizaría el 5 de marzo de 1928, en el salón de Moretti, Catelli y Mazzuchelli.9 Sin duda, las palabras de anuncio habrían logrado que su exposición fuese esperada con ansiedad; cómo escapar a la frase “Múgica trae trabajos especiales que se relacionan con las casas en que nacieron numerosos elementos conocidos de “Euskal Erría””10. Aquellos recuerdos del lugar de nacimiento impulsarían, seguramente, el deseo por adquirir las telas que más reflejasen los años vividos en la tierra de nacimiento, reforzados al leer las palabras reproducidas de “La Voz Guipuzcoana”:
“Una de las más fuertes preocupaciones de Nicolás de Múgica es la de representar el espíritu de los campos, los caserones y las costumbres vascas. A pintar una calle de pueblo con viejas casas solariegas, el artista busca el efecto de soledad y reposo, de señorial recogimiento que reflejan sus piedras seculares y sus nobles y severos blasones; cuando pinta una plaza escoge la hora de sol y de barullo el momento en que llegan las aldeanas, conversan los mozos y pasean los miqueletes; si Múgica trata de representar una iglesia, elige la hora del Angelus y un celaje de nubes acarminadas. No se conforma con reflejar el aspecto exterior de las cosas: indaga, analiza, llega al espíritu del paisaje y, pincelada tras pincelada va expresando las hondas impresiones que la contemplación de la realidad han dejado en él.”11 Nicolás Mújika. Mañana de domingo en Oñati.
A la inauguración de la exposición asistieron diplomáticos, integrantes del Poder Ejecutivo, artistas nacionales, numeroso público y en particular, ávidos inmigrantes vascos, que compraron inmediatamente, varias telas del pintor, seleccionadas entre las treinta y cuatro expuestas. Resulta interesante saber que junto a los cuadros de Múgica se exponían muñecos artísticos de José Amunátegui, que representaban tipos vascos cargados de humor.12
Múgica no sólo vendió sus cuadros, también recogió el cálido afecto de la colectividad vasca que lo agasajó calurosamente y estableció un vínculo estrecho comprometiéndose el pintor con varios cuadros de las distintas regiones de procedencia de los inmigrantes y los particulares rincones recordados.13
En el mismo año, cuando aún se mantenía fresco el recuerdo del éxito de la exposición de Múgica, se realizó la propia de los hermanos Arrue. Al igual que los otros artistas mencionados, estos hermanos expusieron primero parte de sus obras en Buenos Aires. Los comentarios elogiosos generados en la orilla opuesta, precedían entonces a los pintores y generaban un ansia particular entre nuestros vascos, expectantes por apreciar sus obras. Los cuatro hermanos componen su arte alrededor del tema vasco, pero cada uno le imprime su propio sentir, distinguiéndose entre sí. Entre los numerosos cuadros expuestos, pareciera que destacaban las obras de José, por su habilidad en captar la psicología de los personajes, conmoviendo y regocijando a la vez a quienes contemplaran sus cuadros; los óleos de Alberto retratan también lo personajes del entorno vascos; los cuadros de Ramiro, dominados por el color, en acuarela, gouché y óleo, demostrando una especial sensibilidad por la naturaleza, exponiendo éste a demás, junto con su hermano Ricardo, una serie de placas de cobre esmaltadas que llamaron merecidamente la atención a los concurrentes.14
Las palabras de José Pedro Argul, renombrado crítico uruguayo de arte, ilustran perfectamente el sentir de todos quienes, contemplando los cuadros de los hermanos Arrue, se internaban en las luces de sus propias nostalgias:
“¿Ilusión? No, realidad. En lugar de una exposición de pintura en el salón Moretti, Catelli, donde están los cuadros de los hermanos Arrúe hemos hallado un país. El país basko.”15 “Pescadora” de Alberto Arrue.16
Porque así lo sentirían los inmigrantes al observar las figuras de remeros, alpargateros, pescadores y vendedoras de pescados, pelotaris, gente bailando al son de la música del pueblo, aldeanos o los paisajes de San Juan de Luz, el puente de Biderray en otoño, entre otros, así como las escenas de mercado, trabajos en el campo, la confraternidad a la entrada de la iglesia, en la feria, en el mercado, la alegría en el baile, en el camino a la romería…
La misma galería de arte brindó sus salones para la exposición de Salazar Echeverría en enero de 1930, quien dividió los temas expuestos en “españoles” y “franceses”, pero donde los títulos reflejan la presencia vasca, entre los que destacaremos: “Marinero vasco”, “Paisaje de Sestao”, “El muelle viejo (Portugalete)”, “El barrio antiguo (Algorta)”, Monte Aloña (Oñate)”, “El puerto (Bermeo)” y “San Juan Gastelugatxe”.17 “Jugadores de cartas” de Ramiro Arrue.18
En 1938 fue la propia Institución Euskal Erría la que organizó la exposición de cuadros de Flores Kaperotxipi en los salones de su sede. Los terribles días que se vivían en su tierra lo mantenían alejado de la misma y expone sus obras en América; Buenos Aires y Montevideo dieron cabida nuevamente a este artista tan requerido. Distintos artículos de prensa nos permiten componer la idea de su arte en un momento tan duro, y a través de las palabras de los periodistas apreciamos la sensibilidad que despertaba en nuestra gente, al representar las costumbres de un pueblo sumido en los dolores de la guerra; como ejemplo nos bastan las de Rafael Marquina de El Día,:
“Su gran dominio del dibujo le permite a Kaperotxipi, en una armoniosa ponderación de líneas y volúmenes, apresar el contorno del mundo, pero con el color lo define y lo bautiza. Hay en este excelente artista una rara virtud difícil: la serenidad. En sus obras, la tortura ha dejado lugar a la gracia, son de amor de dios las mañanas de sus cuadros. Porque en definitiva, Kaperotxipi posee un don de privilegios: ver el mundo a través de una sonrisa. Algunas de las figuras que sonríen en sus lienzos han llorado mucho; otros saben que han de llorar.”19 Kaperotxiki retratando a Parrabère.20
A lo largo de estos años de exposiciones, los vascos radicados en Uruguay, fueron incrementando sus pinacotecas personales con las obras de sus coterráneos. También la Institución de Euskal Erría cuenta desde entonces con varias obras que han dado marco singular a los encuentros de confraternidad. “Bebedores y fumadores” de Flores Kaperotxipi.21
En el año 1943, la mencionada institución organizó la Semana Cultural Vasca, concentrando varias actividades que mostraban distintos aspectos de su cultura, entre las que destacaban una serie de charlas, cantos y danzas populares de las distintas regiones, interpretadas por más de doscientos artistas y la exposición de arte vasco en los salones del Museo de Bellas Artes. Los festejos de la semana tuvieron mucha repercusión en el público en general, contando con la presencia de autoridades, en particular el Presidente de la República, Dr. Juan José de Amézaga, quien asistió a la inauguración de la exposición. Entre los autores expuestos, se menciona a Zuloaga, Bikandi, Zubiaurre, Aranoa, Ibáñez de Aldecoa, Bienabié Antía, Cruzalegui, Arrue, Félix Pascual, Olasa Gasto, Salazar, Mujica, Zaruaz, Apoita. Las telas y las cerámicas exhibidas resultaron una excelente demostración del alcance del arte vasco, más allá del denominado costumbrista o regional.22
Con el mismo entusiasmo se llevó a cabo, años más tarde en los salones de Euskal Erría, una exposición de pintura, como parte de la celebración del “Día del Euskera” de 1949. Vuelven a mostrarse las telas que años antes habían sido adquiridas por muchos de los socios y suenan nuevamente los títulos de “El Angelus” de Valentín de Zubiaurre, “Apuesta de Vaca”, de su hermano Ramón, “Remeros de Bilbao”, y “Regreso de pesca” de Zalazar, “La abuela de la Herrada” de Kaperotxipi, “Plaza de Leiza” y “Calle de Hasparren” de Múgica, así como los nombres de Reganau y Barthold, representados por sus cuadros “Calle vasca” y “Paisaje de Loyola”, respectivamente.23
Lo más interesante de esta exposición del 49, es el aporte de socios al prestar sus cuadros para que la misma se pudiese lograr. El hecho queda registrado en la nota de agradecimiento de Euskal Erría a la Galería Berro y nueve socios, en quienes manifiesta que “...confiamos encontrar en Ud. para futuros actos, la misma cooperación”.24 Pero al día de hoy, no sabemos cuántas obras permanecen en manos de las familias de quienes las adquirieron en primera instancia, movidos entonces por un sentimiento de afinidad con lo representado en ellas. Los cotidianos remates que se efectúan en la ciudad, han incluido entre las piezas subastadas, obras de los pintores acá mencionados. Seguramente, el inevitable alejamiento que provoca la herencia, haya implicado una disminución paulatina en el significado, en el valor intrínseco del cuadro. Pero muchos conservan con orgullo, “el cuadro con la calle del pueblo donde nació mi abuelo”. 1 “Reminiscencias, amarguras y despedida. Arnaldo Pedro Parrabère”, 1954, Recopilación y Homenaje de la Editorial Florensa y Lafon, Montevideo, p. 40. 2“Un gran artista vasco”, 1920, en ”El País”, Montevideo, 11 de noviembre 1920, p. 3. 3“Euskal Erría” Revista de la Institución, Año IX, Nº 346, Mont., nov. 10, 1920, p. 392 4Folleto de la exposición (enero 10 al 22, 1921). Archivo de la Biblioteca Nacional –Sala Uruguay. 5“Ramón y Valentín Zubiaurre”, 1920 La prensa de Buenos Aires, en “Euskal Erría” Revista de la Institución, Año IX, Nº 344, Montevideo, octubre 20 de 1920, p. 354 y Nº 348, p. 401-402. 6Ídem y Folleto de exposición citado. 7Foto publicada en la p. 37 de la publicación en homenaje a Parrabère, ya citada. 8“La venida del paisajista vasco Don Nicolás Múgica”, en “Euskal Erría”, Año XVI, Nº 537, Mont. Enero 15 de 1928, p. 14. 9Diario del Plata, Montevideo, sábado 3 de marzo de 1928, p.3. Archivo Biblioteca Nacional. 10“Llegada del paisajista vasco Don Nicolás Múgica”, en “Euskal Erría”, Año XVI, Nº 539, Mont. febrero 15 de 1928, p.38. 11Ídem. 12Diario del Plata, Montevideo, martes 6 de marzo de 1928, p. 6. Archivo Biblioteca Nacional. 13Diario del Plata, jueves 8 de marzo de 1928, p. 6; Archivo Biblioteca Nacional y “Euskal Erría”, Año XVI, Nº 541, Montevideo, p. 60-61 14“Los hermanos Arrue realizarán su exposición en Montevideo en la segunda quincena de septiembre”, en “Euskal Erría”, Año XVI, Nº 552, Mont., septiembre 1º de 1928, p. 224-225. 15“Los hermanos Arrue”, en “Euskal Erría”, Año XVI, Nº 554, Mont. Oct.1º,1928, p. 251. 16“Euskal Erría”, Año XVI, Nº 552, cit. p.226. 17“Euskal Erría” Año XVI, Nº 554, cit. p 249 18Diario El Plata, Montevideo, jueves 16 de enero de 1930, p.6. Archivo Biblioteca Nacional. 19MARQUINA, Rafael, “Exposición de Cuadros” en “El Día”, Suplemento dominical, Montevideo, Año VII, Nº 298, 25 de septiembre de 1938. 20Foto de F. García en “Reminiscencias, amarguras y despedida. Arnaldo Pedro Parrabère”, ya cit. p.46 21Diario El Día, suplemento dominical, Año VII, Nº 298, septiembre 9, 1938. 22“Euskal Erría”, Año XXXII, Nº 892, Montevideo. febrero1º,1944, pp. 17-28. 23Diario El País, Montevideo, diciembre 9 de 1949, p. 4; Archivo Biblioteca Nacional. 24“Euskal Erría”, Año XXXVIII, Nº 963 y 964, Montevideo. Enero y febrero,1950, p.34