269 Zenbakia 2004-09-24 / 2004-10-01
Michoacán es uno de los estados más hermosos de la República Mexicana, situado al Este, en la costa del Pacífico, con superficie de 39864 km2 y 3382000 habitantes. Su capital, Morelia -llamada Valladolid durante la Colonia y luego Morelia por haber nacido en esta ciudad el caudillo insurgente José María Morelos y Pavón- fue declarada recientemente por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Se trata del reducto tal vez más numeroso de linajes vascos en todo el país, con la circunstancia de que casi todos estos portadores de sangre de Euskal Herria están conscientes y orgullosos de llevarla en sus venas, junto con el gran cariño que sienten por su lugar de nacimiento.
Don Vasco de Quiroga. En los siglos XVII y XVIII, muchos vascos se asentaron en esa región y fundaron dinastías familiares, algunas con suficiente pureza para haberse mantenido fieles a su forma propia de ser, a pesar de estar lejos del País Vasco. Tal vez atraídos por el clima de tranquilidad y trabajo que se respiraba en aquella región, luego de la labor de paz y progreso que desarrollaron en ella los misioneros franciscanos, entre ellos el abogado español Lic Don Vasco de Quiroga, quien más tarde ocupó el cargo de obispo de Michoacán y a quien apoyaba desde México el obispo durangués Fray Juan de Zumárraga. A Vasco de Quiroga aún lo recuerdan con cariño los indígenas como “Tata Vasco” y lo reconocen como quien sentó las bases del desarrollo de su pueblo y su región.
Apellidos como Iturbide, Arriaga, Solórzano, Ibarrola, Ansorena, Butrón, Michelena, Lejarza y muchos otros, de los que más adelante daremos más detalles, aparecieron casi simultáneamente en los siglos que he mencionado, aunque se sabe que luego continuaron llegando otros que ahora forman parte de la colección de linajes vascos de la ciudad de Morelia.
Muchos de estos vascos y sus hijos participaron cuando la guerra de emancipación, en 1810, a favor de esta causa, ocupando puestos principales como en el caso de Agustín de Iturbide, consumador de la Independencia y primer Emperador de México, y de quien ya nos hemos ocupado en otros trabajos: [http://www.euskonews.com/0229zbk/kosmo22902.html] [http://www.euskonews.com/0227zbk/kosmo22701.html] [http://www.euskonews.com/0225zbk/kosmo22501.html]
En la muy interesante obra “Familias y Casas de la Vieja Valladolid”, del Pbro. Gabriel Ibarrola Arriaga (q.e.p.d.) y que editó en 1969 la desaparecida agencia de publicidad Fimax Publicistas, aparecen las monografías de gran número de familias, incluidos sus escudos de armas. En su índice onomástico figuran más de seis mil apellidos vascos de personas, algunos dobles y hasta triples, como Larrauri e Ibarrola, Larrazábal y Uriarte, Iturbide y Arregui y otros más.
Tomando una somera muestra de dichos apellidos familiares, recogimos los siguientes por orden alfabético, en la inteligencia de que son los paternos, de que muchos de los maternos también son vascos, aunque no los tomamos en cuenta para esta lista; y de que gran número de ellos se repiten hasta en 200 veces o más:
Abarca, Abrecoechea, Acha y Larrea, Aguirre, Aizpun, Alday, Alvírez, Alzúa, Alzugaray. Ansorena y Garayoa, Arancibia, Arango, Arvide, Arízaga, Arizmendi, Arredondo, Arreguín, Arriaga, Chapela, Echevarría, Echeverría, Echevertz, Eguía, Eizaguirre, Duarte, Elizacoechea, Elizalde, Elorza, Erdozain, Gorbea, Gorozábal, Goitia, Guisasola, Huarte, Ibáñez, Ibarra, Ibarrola, Ibarrarán, Isasola, Icaza, Iturbide, Larrauri, Larrazábal, Lecuona, Mauleón, Mendieta, Mendizábal, Michelena, Ochoa Garibay, Orozco, Olaguibel, Olasiregui, Olaveazar, Olea, Olarte, Ordóñez, Orduña, Orobio, Oropeza, Ruiz de Chávez, Udizíbar, Ugarte, Ulibarri, Ulloa, Uraga, Urbina, Unzaga, Urdanegui, Ureña, Uriarte, Urquiaga, Urrutia, Uribe, Urueta, Ursúa, Urquiza, Zabala, Zamacona, Zanturre, Zamudio, Zárate, Zabaleta, Zubiaga, Zubiría, Zuloaga, Zúñiga, Zurita y muchos otros.
Catedral de Morelia. Y es que, además, acostumbraban estos vallesoletanos o vasco-morelianos a contraer nupcias con otros vascos, y en la obra referida encontramos datos como los siguientes: “Doña Ana de Orobio casó el 2 de febrero de 1734 con D. Juan de Escurra, natural de Leseca e hijo legítimo de D. Juan B. Escurra y de Da. Manuela de Garviso”.
Cuando no era así, se casaban con criollos o criollas de vascos, con lo cual se preservaba la sangre:
“D. Agustín del Río y Eizaguirre casó con Da. Josefa de Alday, hija legítima de D. Pedro de Alday, Regidor Capitular del Ayuntamiento de Valladolid, originario del valle de Oquendo en Alava, y de la Sra. Rosalía López Aguado y Marín de Villaseñor, nieta paterna de D. Miguel de Alday y de Da. Cruz de Gallarreta”.
En su relación de familias, la obra citada trae los datos, por orden alfabético, de cada una de éstas y aparece al principio de cada relación el escudo de armas respectivo, luego su descripción, y enseguida la genealogía familiar hasta los tiempos modernos.
Tomando como ejemplo la información que trae respecto al autor del libro, el padre Ibarrola, vemos que son originarios de Suaza, en el valle de Ayala, que prestaron servicios notorios al rey y las ejecutorias de nobleza que obtuvieron, así como el paso de la rama asentada en Respaldiza a la Nueva España. Esta rama estaba emparentada con los Gorbea, los Urquijo, Echavarría, Retes, Zalbidegoitia, Arriaga, Uriarte y otros linajes. Otros Ibarrola de la misma línea pero más modernos están relacionados con apellidos como Olasiregui, Arango, Urquiaga y Ansorena.
Este último apellido, navarro, es otro ejemplo muy característico, relacionado con linajes como Aguirre, Abarca, Legorburu, Ulibarri, Eguía y recientemente Buitrón (variante de Butrón) todos naturales de Morelia.
Ahora se siguen buscando entre sí estos descendientes de vascos en forma natural, por coincidencia de carácter, de gustos y de opiniones.
En otros lugares por donde pasaron los colonizadores vascos colonizando y abriendo espacios al progreso, como las tierras del norte, especialmente Sinaloa, sus descendientes siguen conservando su carácter original aunque algo reducida esta circunstancia por el mestizaje, cosa que se observa menos en Morelia, donde estos descendientes de vascos forman un conglomerado identificable. Un poco de historia del lugar
Escudo de Michoacán. La “muy noble y leal ciudad de Valladolid de Michoacán” fue fundada por Cédula de la reina Doña Juana de 27 de octubre de 1537 y le fue designado su asiento “en un sitio muy hermoso hacia la puerta de los chichimecas” -indios muy bravíos que para entonces ya estaban parcialmente pacificados- el 23 de abril de 1541, en la Provisión Virreinal, que decía: “Por ende, por la presente señalo el sitio de Guayangareo, para que en él se asiente la dicha ciudad de Michoacán” y fueron nombrados Juan de Alvarado, Juan de Villaseñor y Luis de León Romano para que asentasen la ciudad y entendiesen en la traza y repartimiento de ella, lo que hicieron fielmente el 18 de mayo del propio año.
Se agruparon las casas de los nuevos vecinos en torno de una ermita conocida como de San Francisco, ya construida por Fr. Antonio de Lisboa en 1531, con lo que se constituyó un barrio de españoles, entre los que ya seguramente había algunos vascos, rodeado de pueblecitos indígenas situados a corta distancia, como era lo usual entonces.
La región de Michoacán, habitada por los purépechas, también llamados “tarascos” por los españoles, y situada en el suroeste de México, se caracteriza por la variedad de su geografía, que va desde la de montaña con hermosos bosques, hasta las costas con clima tropical. La zona de Morelia tiene clima templado.
De los conquistadores, entre los cuales no venía, al parecer, ningún vasco pues éstos llegaron a la región en el siglo XVIII, se fueron formando las primeras familias criollas: Luis Dávila, procedente de Sevilla; Juan Pantoja, de Medellín; Juan Alvarado, de Badajoz; Gregorio de Aviña, de Galicia y Francisco Moreno, de Aragón. Entretanto, el primer gobernante de la Nueva España fue el ilustre Don Antonio de Mendoza.
La casa de los Mendoza, oriunda de las merindades de Alava “es una de las más ilustres del solar hispánico, por la bravura y generosidad de sus guerreros, por el brillo de sus prelados, por la inspiración de sus ingenios, por la magnificencia de sus cortesanos y el tino político de sus gobernantes, embajadores y diplomáticos”, asegura una relación antigua.
Fue Don Antonio descendiente del celebradísimo ingenioso y bravo caballero Don Iñigo López de Mendoza, primer marqués de Santillana.
Por cierto, cuando Don Antonio de Mendoza visitó la provincia de Michoacán, recibió una gran sorpresa al conocer al pueblo que habitaba esas tierras y la labor desarrollada por el genio creador de Vasco de Quiroga.
Vasco de Quiroga. Este Don Vasco, que de vasco sólo tenía el nombre, justo es decirlo, había logrado por el convencimiento que los indios se tranquilizaran y regresaran a sus pueblos. Desde entonces las industrias indígenas recibieron la influencia de otras culturas, los productos de arte michoacanos recorrían el mundo, como los cristos de caña, que eran vendidos en las principales ciudades europeas. Las lacas de esa región competían con las chinas y se descubría un nuevo mundo para la pintura: el virrey conoció todavía a los últimos caciques tarascos vestidos con mantos de pluma de colibrí y adornados con orejeras de obsidiana y turquesilla, llenos de colorido y belleza. También admiró la gracia ágil y sencilla de la mujer indígena. Por esta razón ordenó que se recogieran en un manuscrito la historia, las costumbres y la religión de aquel pueblo y se publicó la Relación de las ceremonias, ritos y población de los indios de la Provincia de Mechuacán, a pesar de la prohibición de Carlos V para investigar todo lo concerniente a los indios de la Nueva España. Fue Don Antonio de Mendoza, fundador de la ciudad de Valladolid, hoy Morelia, quien reconoció el valor de las culturas indígenas, dentro de la relatividad de su época.