268 Zenbakia 2004-09-17 / 2004-09-24

KOSMOpolita

De Bilbao al Chaco argentino

DE DIOS ALTUNA DE MARTINA, Ángeles

Socia del Centro Vasco "Kotoiaren Lurra" Tierra del Algodón Resistencia Chaco Argentina



Santiago Ibarra y Beraza, partió hace casi cien años desde Bilbao rumbo a América. Fue el 20 de noviembre de 1904. Había nacido en Begoña en 1889, y era hijo de José Ibarra Echevarria e Isidora Beraza Gorostiaga, ambos arrendatarios del caserío Zurbaran, 8. De familia numerosa, Santiago tuvo ocho hermanos Elvira, Félix, Rosario, Liborio, Fernando, Leoncia, Gabriel y Fidel con quienes compartió la infancia, el recorrido por los montes begoñeses y la vida sencilla a la vez que intensa en afectos y enseñanzas en la casa de sus padres. En el lugar funcionaba un chacolí atendido por sus caseros, sitio de tertulia de amigos y vecinos, se jugaba al mus y en su patio se arreglaban los elementos de labranza. Era posible comer el pescado que preparaban las muchachas de la casa, los pollos cocinados en el horno y beber el vino ácido y tradicional de Vizcaya.

Cuenta la historia familiar que por ese sitio anduvo Miguel de Unamuno, que recreó en su novela Paz en la guerra, episodios de las guerras carlistas, describió personajes de la zona y un chacolí de particular importancia, tal vez inspirado en el chacolí de los Ibarra, en las costumbres y decires de sus gentes, en las romerías, los bailes campestres, el paisaje con su vegetación exuberante, las misas en euskera celebradas en la Iglesia Nuestra Señora de Begoña lugar donde el protagonista de Santiago Ibarra. Historia de un inmigrante vasco. Euskal etorkin baten historia, cantaba en su coro.

Pero la vida de Santiago estuvo signada por la emigración como la de tantos jóvenes de aquellos años que por distintas causas abandonaron su tierra en busca de mejor fortuna como se decía. Un tiempo antes lo había hecho su hermano Fidel y seguramente las noticias de las cartas que llegaban desde Argentina, entusiasmaron a sus dos hermanos, Liborio y el joven Santi que contaba para ese tiempo sólo quince años.

El protagonista de esta historia similar a la de muchos emigrantes vascos, tiene una diferencia e interés particular. Después de 50 años, contaría a su familia, historias increíbles, anécdotas, vivencias de otro mundo que todos escucharían con arrobo y admiración.

Santiago cumplió con el deseo de su hermana para que escribiera sus aventuras, y le dedicó una larga carta que dató en Resistencia, Chaco, Argentina, en diciembre de 1954, en donde describió con clara letra y excelente redacción, desde el momento en que partieron desde Bilbao, la separación de sus padres y hermanos, las vicisitudes del viaje, el arribo al puerto de Buenos Aires y el sentir que ya no estaban junto a los seres queridos.

La carta, es un relato cronológico, cuya lectura permite pensar que cada tramo de la misma fue meditado y documentado. En el proceso de la investigación, apareció una pequeña libreta que probablemente constituyó el borrador que el cronista utilizó para anotar cada uno de los temas que desarrolló. Lo inició en 1952 y tituló “Mis recuerdos”. Esta fecha permite presumir que su testimonio le insumió aproximadamente dos años de escritura, tal vez no exenta de emotividad por los recuerdos que surgirían en su memoria, los asuntos que lo afligieron en su vida, el dolor por los seres queridos que ya no estaban y la nostalgia por la tierra vasca..

Begoña era su mundo, su nido cuando se dispuso “a salir del cascarón”, como él mismo lo expresa. “Era el 20 de noviembre de 1904” cuando aún Santi –en el decir de su hermana Elvira- “no había aprendido a ponerse los pantalones “. El relato de la separación definitiva de su familia, las palabras pronunciadas, los gestos y silencios, más las reiteradas miradas hacia atrás para ver por última vez la casa que los vio nacer, trasunta dolor y desamparo. “Desde ese día –dice el emigrante niño- “ya fuimos hombres sin bigotes todavía”.

Los hermanos Ibarra partieron desde Santurce, en el bajo Nervión. Un remolcador los trasladó hasta “mar afuera” lugar donde se encontraba el barco “Mendoza”.

A Santiago Ibarra, nada le fue ajeno en la larga carta- testimonio que le enviara a su hermana.: la forzosa emigración; la historia, la descripción de la geografía de los distintos lugares que recorrió; la flora y la fauna; las condiciones laborales de los distintos trabajos que emprendió en la Argentina y las costumbres de su tiempo. Particular importancia revisten sus vivencias en el Ejército del país donde arribara en donde se alistó en calidad de proveedor civil en una de las últimas campañas militares al Chaco . Ellas tenían misiones específicas tales como avanzar la línea de fronteras contra el indio y facilitar la ocupación de las tierras del Chaco. Describió el cronista la vida en los obrajes, lugar donde se explotaban los bosques de maderas de gran valor económico y las condiciones de vida de los hombres que trabajaban en ellos; su experiencia laboral en “Las Palmas del Chaco Austral” dedicada al cultivo de miles de hectáreas de caña de azúcar y sus derivados en donde el inmigrante se desempeñó en tareas administrativas con particular eficacia, ; y otros emprendimientos que realizó hasta trabajar en forma independiente como él lo deseaba.. Todas sus experiencias laborales las consignó por fecha, lugar, actividad que realizó y dificultades que tuvo en cada lugar.

Respecto de su experiencia en el Ejército, dejó un testimonio demostrado históricamente respecto a la matanza de indios ocurrida en 1909 acerca de la cual la prensa nacional dio cuenta por sus características; la vida en el Ejército dejaría en él profundas huellas por las condiciones de vida en que se desempeñaban los hombres incorporados a esa Institución. El recorrido de montes cerrados, el transporte de la tropa, las armas, carros y demás pertrechos militares, significó un gran esfuerzo, una vida austera y con privaciones de todo tipo en un clima excesivamente caluroso, con alimañas y peligros de todo tipo.

El conocimiento del río Bermejo, el más extenso de la provincia, que remontaron entre cañadas y “picadas” en el monte se hacía en ese tiempo sólo “ a brújula”. La gran riqueza ictícola, la proliferación de aves multicolores, víboras y otros animales de la selva chaqueña, fueron documentados por este peculiar cronista vasco. Como un moderno conservacionista, no fue ajeno entre otras cosas, al extermino de garzas rosadas cuyas plumas eran vendidas en París para los sombreros de moda.

En 1910, la aparición de Cometa Halley que se vio en estas latitudes con particular brillo y durante un tiempo prolongado, fue descripto por Ibarra en forma ilustrativa y hasta con anécdotas pintorescas surgidas en la zona rural donde vivía en esos años.

Santiago Ibarra formó su familia en el Chaco. A los 25 años , en 1914, se casó con Emma Liberata Guasti, nacida en la provincia de Buenos Aires, hija de un inmigrante italiano y de madre descendiente de irlandeses.. De este matrimonio nacieron seis hijos, dos fallecidos tempranamente. Lo sobreviven aún sus hijas Margarita Emma y María Ester, quince nietos y 33 biznietos.

Al final de su relato, escrito cuando tenía 66 años, se apoderó del inmigrante, nuevamente la nostalgia y el dolor por su esposa fallecida para quien tuvo palabras de particular ternura y reconocimiento. Escribió: “Hoy vivo solo para su recuerdo”.

La carta del protagonista a su hermana, es un testimonio que comprende cincuenta años de su vida. Su relato es lúcido y visionario. Fue un cronista de su época y testigo privilegiado del entonces Territorio Nacional del Chaco. Vivió en Resistencia, su capital, en los últimos veinte años de su vida. La lectura de su carta que conmueve a familiares y extraños, permite conocer los sueños, las luchas, los sufrimientos y los logros de los esforzados pioneros del poblamiento chaqueño. Su escrito, contribuye además al conocimiento de aspectos históricos, geográfico y sociales de estas tierras situadas a más de 1000 kilómetros al norte del puerto de Buenos Aires. Entre los descendientes de Santiago Ibarra, un hijo, un nieto y un biznieto llevan su nombre. La carta original es conservada aún con especial afecto por un familiar residente en la ciudad de Bilbao.