El 650 aniversario de la Feria de Santo Tomás de Mondragón El 650 aniversario de la Feria de Santo Tomás de Mondragón * Traducción al español del original en euskera Josemari Velez de Mendizabal Este año se cumplen 650 desde que el Concejo de Mondragón recibiera la autorización para celebrar la feria de Santo Tomás. Tendríamos que retroceder hasta el 20 de septiembre de 1351 para dar con la orden que el Rey Pedro I de Castilla y León, que la historia ha bautizado con el sobrenombre "El Cruel", suscribiera en Valladolid, mediante la cual se permitía llevar a cabo la feria de Mondragón los días 21, 22 y 23 de diciembre. Por tanto, no se puede decir que la celebración que en la actualidad sigue teniendo lugar sea una costumbre de ayer. Tal y como los escritos de la época ponen de manifiesto, la joven villa de Mondragón, que por aquel entonces contaba con sólo noventa y un años, mostraba una especial destreza en el ámbito de la actividad mercantil. Cabe recordar que Alfonso X tuvo presente aquella cualidad de los arresatearras en el momento de rubricar la carta de creación del municipio, dada la prosperidad de las minas de hierro, como bien cabe deducir del hecho de que al tiempo de fundar Mondragón empezara a conceder privilegios a los nuevos habitantes, atendiendo principalmente al desarrollo del comercio exterior con plenas garantías. En efecto, parece ser que, aprovechándose de tales facilidades, los mondragoneses de aquella época llegaron a ser auténticos maestros en las artes del contrabando, ante lo cual en 1270 la ciudad de Logroño manifestó su descontento ante Alfonso X, querellándose de la entrada en secreto de los mondragoneses en el Reino de Navarra a través de Logroño con ganado y otra serie de mercancías. En su condición de municipio principal del valle de Léniz, Mondragón reunía una serie de cualidades para el comercio, situado como está en el cruce de caminos de Aramaio, Bizkaia y la costa guipuzcoana, por lo que no es de extrañar que en varias ocasionesrecibiera los favores de las resoluciones reales. En vista de las ventajas derivadas de su estratégica localización geográfica, los arrasatearras desarrollaron astutamente la actividad comercial. Los habitantes del municipio se personaban una y otra vez ante el Rey suplicando que adoptara decisiones tendentes a normativizar su actividad comercial. De este modo, poco a poco fueron aprobándose normas que incentivaban tanto el comercio exterior como el interior, hasta el punto de que Arrasate llegó a erigirse como un importante referente en la comarca de lo que los reyes de Castilla deseaban en cuanto a la estructuración de las villas. Convencido de su utilidad para el desarrollo del recién fundado municipio de Mondragón, el Rey Pedro I decidió institucionalizar y oficializar la feria de Santo Tomás. Según relatan los escritos de la época, los días de mercado los baserritarras y escuderos de las proximidades se acercaban al mercado con el objeto de comprar y vender la mercancía. El impuesto sobre la operación comercial quedaba en manos del consistorio; de hecho, la competencia para enjuiciar a los mercaderes endeudados correspondía al alcalde. Resulta curiosa la justificación que Alfonso XI presenta en un escrito datado el 25 de septiembre de 1345, por el que confiere dicho poder al alcalde: "porque la nuestra villa non se hierme e sea mejor poblada". Es obvio que el pueblo disponía de todo tipo de ventajas para su propio crecimiento y enriquecimiento. ¿Dónde se celebraban tales ferias? Es de suponer que no muy lejos de las murallas en construcción. En cualquier caso, el Concejo aprobó una normativa sobre las ferias, y éstas según relata el historiador arrasatearra Jose Maria Uranga se trasladaron a la ermita de San Valerio de Meatzerreka. ¿Por qué motivo? No se me ocurre otra respuesta que la de situarse más cerca de la actividad desarrollada en las minas de hierro. Sin embargo, a partir de 1727 las ferias empezaron a celebrarse junto a las murallas del pueblo, en elPortal de Abajo hoy denominado Portalón donde se desarrollaron hasta 1926, año en que pasaron a ubicarse en el enclave de Uherkape, conocido como ferixal lekua. Haciendo un salto de seiscientos años desde los tiempos de Pedro I el Cruel, llegaríamos hasta nuestra niñez, donde de los tres días iniciales en que tenía lugar la feria de Mondragón únicamente se celebraba la correspondiente al día 22 de diciembre. Esa mañana, los chavales nos disponíamos en las calles a ver pasar a los baserritarras, con sus bueyes y vacas, dirigiéndose hacia el Ferial. Ya para media mañana todos los rincones de la villa se veían repletos de personajes estrambóticos, tales como curanderos, vendedores ambulantes y charlatanes, que nos deleitaban con joviales mensajes con la única finalidad de vender los más extraños objetos y servicios. Se trataba de una fiesta de especial significado para nosotros los arrasatearras, un significado que me atrevería a decir que todavía perdura, aun cuando su celebración haya dejado de derrochar la naturalidad de antaño. Pero esa pérdida no sólo afecta a este evento, ya que todas las pérdidas derivadas del omnidevorador desarrollo de nuestra sociedad entran a formar parte de un mismo saco. Prueba de ello es el caso de la artesanía, ya que las cestas, alpargatas, yugos y demás aperos que con tanta normalidad se podían encontrar a mediados del siglo XX están hoy día tildados de folclóricos. Y eso no tiene marcha atrás. Josemari Velez de Mendizabal, escritor Euskonews & Media 148.zbk (2001/12/21 2002/01/04) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria
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