141 Zenbakia 2001-10-26 / 2001-11-02

Gaiak

Manuel de Irujo y Ollo. Lizarra/Estella, 1891-Iruña/Pamplona, 1981

AMEZAGA, Arantzazu

Manuel de Irujo y Ollo. Lizarra/Estella, 1891 Iruña/Pamplona, 1981 Manuel de Irujo y Ollo Lizarra/Estella, 1891 Iruña/Pamplona, 1981 A los veinte años de su muerte Arantzazu Amezaga Iribarren Falleció después de una larga y fecunda vida y hace veinte años que no está con nosotros, pero fue un hombre tan avanzado para su tiempo, que hoy sigue siendo avanzado para el tiempo que nos ocupa. Aunque definía los preceptos de su vida con el lema "Soy cristiano, vasco y demócrata", él mismo no dejó de asombrarse de que la reforma de la Iglesia Católica ala que tan ardorosamente estaba adscrito, con el Concilio Vaticano II, respondiera, al fin, a las exigencias íntimas de su fe. Cuarenta años le tocó esperar en el exilio de París, en su activo y enérgico y protestante exilio, hasta que finalmente la vida institucional interrumpida por el golpe militar de Franco, se renovaba en Euskal Herria y él pudo tomarle el pulso e incluso, marcar la dirección. Sobre todas las actividades de Irujo y que abarcan abanico de facetas pues desde el ardiente mitinero al conferenciante académico, del escritor del artículos polémicos al autor de libros históricos, cubre toda la gama, añadiendo a esto el atractivo de su personalidad y el marcado liderazgo de la misma. Pero cuando en la vida política en la que ha de ensayar casi todos los cargos posibles, le toca en circunstancias bien adversas el de ser ministro de Justicia de la II República Española en 1937 y el gabinete de Negrín, y a cambio como recordaba siempre el Estatuto Vasco, Irujo va involucrarse en una acción que tienen fundamento en la definición que de si mismo da a lo largo de su vida. No sólo pretenderá humanizar la guerra, sino que se lanza arrojadamente por el camino de la negociación y el canje. Pretenderá detener los crímenes y matanzas, las venganzas seculares que en el caos de la guerra encuentran camino, y haciendo gala de un valor personal poco corriente, se expone en las trincheras, en los cementerios, en osadas visitas alas denominadas "cárceles del pueblo", y reglamentado en el espacio de tiempo que dura su ministerio, la vida jurídica de una nación en guerra. El canje se convertirá para Irujo en un instrumento de salvación, y será llamado el Ministro de los Canjes por unos y otros. Accede en primer lugar, como ministro sin cartera, a dar el salvoconducto del Gobierno de Euskadi a cuantos se lo solicitan, salvando con ello vidas amenazadas en Madrid y más tarde en Barcelona, sobre todo religiosos de uno y otro sexo. Obtiene la ayuda de los cónsules británicos que serán amigos y admiradores suyos a lo largo de su vida, y también de Mr. Junod, presidente de la Cruz Roja. Por primera vez se abren las cárceles a la inspección de la Cruz Roja Internacional, en un gesto de trasparencia, que puede ofrecer la República pero no así la llamada zona nacional que, para sorpresa de Irujo, no quiere ni acceder al canje de muchos de sus propios hombres, entre ellos, el tan destacado y luego tan falsamente llorado, José Antonio Primo de Rivera. Manuel Irujo en la inauguración del monumento a los héroes de la Batalla de Matxitxako. A Manuel Irujo, cuyo concepto de la democracia está inserto en la foralidad vasca, como el mismo explica en su libro Instituciones Jurídicas Vascas (Buenos Aires, Ekin, 1945) se le debe que en tiempos de horror, donde privaba la venganza y la desolación, su limpia voz reclamara por la justicia y la libertad. Hizo suyo y nos legó con su ejemplar gestión, el lema de los Infanzones de Obanos que tanto gustaba repetir, esculpido en el bronce de las campanas de Nájera: "Hombres libres en patria libre". Arantzazu Amezaga Iribarren, escritora Fotografías: Del libro Euskonews & Media 141.zbk (2001/10 26/11 2) Eusko Ikaskuntzaren Web Orria