780 Zenbakia 2023-09-13 / 2023-11-15

Gaiak

Y en eso llegó el general un 13 de septiembre de 1923… Ecos vascos del golpe de estado de Primo de Rivera

RILOVA JERICO, Carlos

Si atendemos a muchas fuentes documentales de nuestros archivos, parece que nada había más sólido en la Europa de entreguerras que la Restauración española de 1876. Era una imitación casi perfecta del sistema británico (ejemplo para el mundo en esa segunda mitad del siglo XIX), aquel reparto pacífico del poder que siguió a la última guerra carlista y había durado, casi sin sobresaltos, hasta septiembre de 1923.

Todo un récord en un país que, como la mayor parte de Europa continental, desde 1814, se había sumido en un marasmo de golpes palaciegos, revoluciones, pronunciamientos militares y nada menos que tres guerras civiles entre partidarios del sistema parlamentario y quienes soñaban con el regreso a la situación anterior a la madre de todas las revoluciones europeas: la francesa de 14 de julio de 1789…

Sin embargo los historiadores (González Calleja, Quiroga…) que han estudiado la dictadura de Primo de Rivera -que acaba con ese sistema en apariencia tan sólido- recogen bastantes testimonios del aplauso con el que fue recibido ese golpe de estado que acabó con esa Restauración y que ahora cumple cien años.

Hay nombres entre esos admiradores de primera hora que podrían sorprender. Por ejemplo el de un funcionario ya cuarentón llamado Manuel Azaña que, con el tiempo, contribuiría a derrocar esa dictadura y a dirigir una desafortunada segunda república española. Azaña, en efecto, pensaba que el golpe de Miguel Primo de Rivera el 13 de septiembre de 1923, era el “escobazo” que necesitaba aquella Restauración y todos sus vicios y corruptelas…   

Una opinión compartida por muchos, a decir verdad. Al menos hasta que observaron que el “escobazo” a ese sistema corrompido de falseamiento del voto, poco representativo y generador de muchos otros problemas, se convertía en una dictadura en toda regla. Una más de las que iba a padecer esa Europa donde la revolución rusa de 1917 había disparado todas las alarmas y bañado en sangre un continente en el que la aparentemente bien asentada sociedad de la “Belle Époque”, se venía abajo con unas clases “inferiores” que ya no aceptaban de manera deferente la tutela de káiseres, emperadores y reyes (menos aún de los zares) y reclamaban tomar las riendas del poder tras la conmoción de la “Gran Guerra”.

Algo que habían experimentado incluso los vencedores de esa Primera Guerra Mundial. Como Italia, donde la amenaza de la creación de una república bolchevique era un hecho cierto en los años en los que, no por casualidad, Miguel Primo de Rivera decide dar ese “escobazo” con carácter preventivo. Acaso tras ver a la España de la Restauración reflejada en el espejo italiano…

¿Causó mucha sorpresa o contrariedad en tierra vasca lo ocurrido a partir del 13 de septiembre de 1923? Ciertamente el plan de gobierno del general Primo de Rivera podía ser inquietante para ciudades como San Sebastián, donde nada parecía hacer urgente un golpe de estado para evitar que se repitieran los acontecimientos de Berlín en 1919 o los más recientes de Italia. Es más, pese a que la ilidad del general hacia los casinos (savia vital de ciudades como San Sebastián) era menos determinante de lo que se ha dicho, la buena sociedad donostiarra que había prosperado imitando (e incluso superando) a ciudades-casino como Montecarlo, podía sentirse razonablemente inquieta por el golpe de Primo de Rivera…

Los documentos de época, como la Prensa del momento, sin duda pueden ayudarnos a disipar muchas dudas al respecto.

Quizás el punto más oportuno para iniciar esas indagaciones sea “La Constancia”, periódico de ideas declaradamente antiliberales y, por tanto, en principio afín a lo ocurrido en septiembre de 1923.

El día 13 de ese mes y año el periódico no se publicó. Sí lo hizo al día siguiente, el viernes 14. Curiosamente el diario integrista calificaba entonces, en su primera plana, de “Situación gravísima” lo ocurrido en 13 de septiembre que, en realidad, reduce a que el general Primo de Rivera ha declarado unilateralmente el estado de guerra en Cataluña.

Una impresión engañosa la de esos titulares porque pronto, en el texto principal, se deja ver un desbordante entusiasmo -en esa redacción integrista- ante la confirmación de rumores persistentes sobre una intervención militar que pusiera coto a la anarquía que, decían, se iba apoderando de España. Para “La Constancia” eso era un gesto de protesta y rebeldía ante la política corrupta, llena de “desaciertos, torpezas y orgías” en la que estaba sumido el país. La redacción integrista, apuntando maneras sin duda inspiradas en la Italia mussoliniana, pedía también justa venganza contra los responsables de los presuntos desmanes y recalcaba que España entera había recibido el golpe de estado con entusiasmo. Pese a que a “La Constancia” le constaba, por el dimisionario ministro de Estado, que el Gobierno constituido pensaba resistir a esos militares liderados por Primo de Rivera. O que, como cuenta en su página 2 de ese día, en Bilbao y Vitoria las tropas estaban acuarteladas y en la capital vizcaína incluso se discutía acaloradamente sobre las consecuencias de lo ocurrido…

¿Eran de una opinión parecida los sempiternos adversarios políticos de “La Constancia”?

“La Voz de Guipúzcoa”, diario republicano, a diferencia de su rival, sí se había publicado el día 13, justo el siguiente a la aparición, el 12, del manifiesto de Primo de Rivera en Barcelona.

Para esa cabecera no había duda (o muy poca) sobre el carácter que revestía el pronunciamiento. Así en su primera plana de 13 de septiembre de 1923, la redacción donostiarra republicana se preguntaba, literalmente, si España estaba en vísperas de una “mussolinada”. Y eso pese a que no quedaba claro si, finalmente, elementos que ese diario califica de facciosos iban a dar una cuartelada para amparar la intervención militar en Marruecos. Aventura colonial que “La Voz de Guipúzcoa” veía repudiada por diversos ayuntamientos. Entre ellos el de “Donostia” y el eibarrés…

En la portada del día 14 el diario republicano no duda ya en calificar de golpe “militarista” lo que ocurre, recoge la dimisión del ministro de Estado Santiago Alba, motivada por evitar una guerra civil, y el detalle de que Alfonso XIII abandonaba San Sebastián vistiendo uniforme de capitán general. En la página 2 se apuntaba que el general con mando en plaza en la capital guipuzcoana, Querol, afectaba no saber nada, y que el regimiento Sicilia, como tantos otros, quedaba acuartelado en Loyola con dos compañías de retén…

Las consecuencias del golpe primorriverista, especialmente para San Sebastián, se harían sentir sólo con el paso del tiempo. Una vez más “La Constancia” da la clave para saber cómo quedaba dividida la opinión guipuzcoana en torno a ese golpe de estado fascistoide (tal como lo veía “La Voz de Guipúzcoa”) de septiembre de 1923.

Miguel Primo de Rivera, vestido con traje civil, recibe honores militares en la Estación
del Norte de San Sebastián. Foto Ricardo Martín (1928). Fototeka Kutxa

En la primera plana de “La Constancia” de justo un año después del golpe (esto es: el 13 de septiembre de 1924) se hacía todo un panegírico de la que ya había quedado como una dictadura apenas encubierta. ¿La razón? La determinación con la que el Directorio primorriverista había ordenado la prohibición del juego en todos los casinos de España. Sin excepción. Como la que pretendían obtener algunos elementos donostiarras, excusándose en decir que era vital para la prosperidad de la ciudad. Un extremo que desmentía “La Constancia”, alegando que no era necesario tal vicio funesto para que San Sebastián siguiera siendo un centro turístico de primer orden, convirtiéndose así esa primera plana de “La Constancia” en heraldo a favor de la prohibición del juego en esa ciudad que se venía debatiendo nada menos que desde el año 1871. Como nos muestra el detallado artículo que dedicó al tema Miguel Pino Abad, en 2017, en el “International Journal of Scientific Management and Tourism”.

“La Constancia” indicaba también, con verdadera inquina, que sólo podían oponerse a esto los desaprensivos que vivían del juego y gente de ideas políticas liberales y (para esa redacción) disolventes como las que representaba “La Voz de Guipúzcoa” que, según el diario integrista, bien lo demostraba con su silencio inicial ante la tajante decisión del Directorio respecto al juego en los casinos y similares...

Lo cierto es que “La Constancia”, enrocada, como siempre, en su ideario algo simplista, como todo autoritarismo, olvidaba que el régimen primorriverista podía desagradar en tierras vascas por muchas razones y no sólo por la prohibición del juego.

Otro general, éste de origen vizcaíno, el erudito Juan Arzadun, lo dejó bien reflejado en un escrito -conservado hoy en su archivo familiar y remitido a Gran Bretaña- donde se le pedía su opinión sobre el Directorio primorriverista. “Terror Blanco”, gobierno autocrático y abusivo era lo más suave que el general Arzadun, antiguo gobernador militar del territorio guipuzcoano, tenía que decir sobre el régimen de aquel otro general al que tanto elogiaban, desde el 13 de septiembre de 1923, periódicos vascos de Derechas, como “La Constancia”, hace ahora cien años...  


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