
Gaiak
Vivir y trabajar en Mendialdea/Montaña Alavesa. Una mirada desde Vírgala Menor
Periodista
Cuando uno atraviesa fugaz la aldea de Vírgala Menor / Birgara Barren —un puñado de casas, una iglesia, cuatro habitantes—, a veces, en el arcén de la carretera, picotea sin miedo a los coches un grupo de gallinas. Son las de María Ester, que puede estar en su casa o en algún descampado, o en alguna pieza cercana recién cosechada con sus cuarenta ovejas. María Ester —pañuelo en la cabeza, vara en mano, sonrisa puesta— vive sola, ronda los 95 años y no quiere ni hablar de qué pasará con sus ovejas el día que necesite ir al hospital. Y eso que vive al lado de Santi, uno de los pocos ganaderos que quedan en la zona y que podría echarle una mano. Pero Santi, que sí tiene familia que cuidar, pasa los días entre el bosque de Izki, donde su ganado acata una estricta regulación; mataderos lejanos, porque la provincia ya cerró todos; talleres de reparación cada vez que su tractor se avería; y, seguramente, oficinas en las que dar parte de su actividad. A Santi rara vez le sobra un minuto.
Vírgala Menor es un pueblo con suerte. Arraia-Maeztu, el municipio que Vírgala comparte con otros dieciséis pueblos, es el único de los seis de Mendialdea / Montaña Alavesa que, en lo que va de siglo, ha logrado frenar su despoblamiento y revertir la tendencia. Su carretera de segundo nivel, un parque natural de 9000 hectáreas y el tener la cabecera municipal a cinco minutos, la comarcal a unos quince y la capital de provincia, con los servicios restantes, apenas a veinte, harían viable e incluso privilegiado vivir en Vírgala Menor. El médico, la escuela, el bar o la panadería están en Maeztu, a cinco minutos; el mini-súper o la educación secundaria en Santa Cruz de Campezo, a quince; y el hospital, la universidad o incluso un aeropuerto en Vitoria, a media hora de autobús, porque hay hasta once servicios al día. En los municipios de Harana, Campezo, Bernedo, Peñacerrada o Lagrán, e incluso otros pueblos del mismo Arraia-Maeztu, carreteras estrechas y repletas de curvas suman distancia física y mental con Vitoria-Gasteiz, a donde, desde los años sesenta, mucha población rural migró al anunciarse la instalación de grandes empresas. El sector primario, tradicional en la zona, también se industrializó, y en tiempos de mercado común y sobrerregulaciones, quienes no dejaron el trabajo en el campo se vieron obligados a arrendar tierras a los que sí para que sus ganancias fueran viables. Falto de ríos que propiciaran fuerza a las fábricas, en Mendialdea no hay grandes industrias. Sin embargo, si alguien quiere instalarse en la zona, si lleva un proyecto, o si teletrabaja, verá que sigue faltando vivienda. Es raro que quien se haya mudado a Vitoria quiera vender su casa en el pueblo.

Leorza. Sin grandes hoteles, las posibilidades de alojamiento y de disfrute van acorde con
la experiencia del entorno. Foto: PZP
La Montaña, la comarca menos poblada de Euskadi, mantiene identidad y vigencia. Se oye a menudo que, incluso en tiempos de hambre, pocas veces faltaba allí un terreno en el que poder sembrar patatas o alubias. Las desigualdades fueron menores que en otros territorios y los pueblos, aun mínimos, mantuvieron poder, apoyados en el hecho de haber conservado la propiedad pública de los bosques y su gestión comunal, que proveía de madera y otros recursos y bosques o rasos para el pastoreo. Además, desde los años treinta, prácticamente toda la Montaña se benefició de la Estación de Mejora de la Patata. Satélite de la Granja Modelo de Arkaute en los altos de Iturrieta, unió fuerzas con los agricultores de pueblos vecinos para garantizar patata de siembra de calidad a todo el Estado. Y en opinión de un exproductor, eso aún se nota.
Vitoria-Gasteiz siempre quedaba detrás de un puerto u otro, pero nunca demasiado lejos. Su distancia relativa hizo que muchas personas viajaran en coche al trabajo a diario y siguieran volviendo a dormir a sus casas. Aunque hubo cierto complejo por el hecho de quedarse en el pueblo, quien permaneció allí ha alcanzado hoy una calidad de vida notable, y quien llega de fuera disfruta de ello. Para que eso pasara, junto a la mejora de las carreteras, los centros de salud y de día, tienen un papel central las escuelas. En Campezo, la escuela pública y el nacimiento de una ikastola en 1977 dio una doble oferta a la zona cuando Harana cerraba su último centro. En Bernedo, los padres y madres decidieron cerrar el suyo para que sus alumnos socializaran más en Campezo, y con ellos los de Lagrán. Los de Peñacerrada atraviesan el Condado de Treviño para tomar clase diaria en Vitoria-Gasteiz, y en Arraia-Maeztu decidieron que mantendrían su escuela, pese a que en los primeros noventa tocaron fondo con solo 17 alumnas y alumnos. Fue una larga pelea contra los números y las instituciones por parte de madres y padres, de la alcaldesa, de las maestras y de su directora, Marijose, que quizás creyó más que nadie. “Yo no tenía autoridad moral para cerrar un legado tan importante. La idea me revolvía, me parecía un sacrilegio, y en nuestro caso, cerrar era decapitar la zona”, dice ella. Décadas después, con la llegada de nuevas familias, el municipio alcanzó los 800 empadronados y la escuela, setenta niños y niñas. La relación escuela-futuro es tan esencial que, en 2023, la comunidad educativa de Campezo organizó plantes diarios ante el anuncio de quitar profesores.

Maeztu. En un área de fincas muy pequeñas, la concentración parcelaria permitió la mecanización del campo.
Hoy, menos agricultores necesitan más terreno para que siga siendo rentable. Foto: PZP
La irrupción de patata europea y su caída de precios en los noventa fue un nuevo golpe a la zona, pero existen otras fuentes de empleo. En Bernedo, la cooperativa N. S. de Ocón sigue comercializando patata alavesa. Según Oskar Anzuola, que desde los años noventa dirige Mendialdea Press, el mayor empleador actual de la comarca es la farmacéutica irlandesa Altan, antigua planta de Biomendi, también ubicada en Bernedo. En Campezo siempre se trabajó la madera, y destaca la de primer nivel, producto de Gámiz. A su vera permanece Ibarrondo, fabricante de harinas que ya ronda el siglo desde que se instalara en el río Ega una primera turbina. En Laminoria, las arenas silíceas que explotó Eusebio Echave, hoy Grupo Sainsa, salen en camión hacia clientes del resto de la península; dieron de comer a numerosas familias y fueron destino de algunos empleados de la Cía. de Asfaltos de Maestu cuando la mina empezó a languidecer en el pueblo de Atauri. En Maeztu, con cuarenta años de antigüedad y parecido número de empleos, Envases Vícmar es líder del sector de los envases de cartón, en especial de bidones con cierre de aluminio. En el sector industrial también proveen de empleos Idiroi, que fabrica herramienta en Maeztu, o Talcer, empresa de paneles metálicos situada en el Alda (Harana). Junto a la A-132 existen otras empresas de transporte, talleres mecánicos o gasolineras. En el sector terciario, el reclamo del Parque Natural de Izki, el también golf de Izki o la Vía Verde del Vasco-Navarro se apoya en una serie de nuevos alojamientos rurales, pero también dan servicio —y lugares vitales de encuentro entre los vecinos— los restaurantes y bares de Santa Cruz de Campezo, Maeztu, Vírgala Mayor, San Vicente de Arana, Bernedo, Urturi, Okina, Peñacerrada o Lagrán.

Azazeta. En Mendialdea, los ganaderos no tienen fácil encontrar pastores profesionales,
y con gran parte del bosque protegido, tampoco pastos. Foto: PZP
Arrea!, que abrió en 2018 en Campezo, es parte de una serie de nuevos emprendimientos asociados al medio. Aúna la cocina de autor con la que Edorta Lamo y Leire Martínez llaman furtiva, y ya se ha llevado su primera Estrella Michelín, su segundo Sol Repsol y un Premio Euskadi al mejor chef. Mendialdeko Ogia, panadería situada en Maeztu, abrió en 2014 en Azazeta para hacer pan artesano y, después del traslado, ha logrado asentarse, generar cinco empleos y ser referente en la provincia, tal como la longeva Panadería Alonso en Peñacerrada. Como ellos, otras personas comprometidas con el medio han desarrollado explotaciones ecológicas, muchas de ellas agrupadas bajo el sello Laborariak, impulsado por la Asociación de Desarrollo Rural Izki, que desde 1989 apoya la actividad de agricultores y ganaderos. La mina de Atauri, reabierta para visitas guiadas, es un nuevo reclamo del territorio que se suma a iniciativas culturales como las rutas guiadas a cargo de Natouring o Álava Medieval, o a eventos como el Mendialdea Music Festival, el Atauri Art o el Trial Clásico de agosto. Sin embargo, es difícil que una comarca rural se mantenga viva sin personas que como María Ester o Santi en Vírgala Menor, o en su día Martina o Macario, Nazar o Raúl, Luis o Rubén decidieron vivir en el campo y del campo. A la administración y a quienes trabajan la tierra no les queda sino lograr consensos en torno a los usos del campo, los objetivos demográficos y las necesidades actuales del mercado y climáticas, y también las de los propios agroganaderos para que sus explotaciones sean viables. Tanto el relato de la comarca como su futuro se escriben con ellas y ellos.

Apellániz. En los últimos años han aflorado actividades en relación con la minería del asfalto, con caleras
y carboneras, con ermitas románicas o con la flora protegida, como los castaños de Apellániz. Foto: PZP
Foto cabecera: Maeztu. El obrador de Mendialdeko Ogia ha cambiado la forma de comer y conocer el pan en Maeztu y sus alrededores. Foto: PZP
El autor agradece su colaboración a Oskar Anzuola, de Mendialdea Press.