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Presencia y legado vasco en Venezuela - 500 años -
AMEZAGA IRIBARREN, Xabier Iñaki
La presente compilación, a partir de varios escritos, solo pretende mostrar lo que ha sido 500 años de vida, en el hacer y quehacer de la diáspora vasca en Venezuela.
Los vascos llegaron a suelo americano siglos antes de su descubrimiento oficial por Cristóbal Colón, aunque se limitaron a pescar el bacalao y la ballena, sin pensar en hincar banderas que marcaran una conquista.
La incorporación del elemento vasco a Venezuela puede ser estudiada en tres momentos que denominaremos la Aventura, la Empresa y el Exilio y que corresponden respectivamente a los primeros tiempos de la institución colonial, al siglo XVIII y a nuestros días.
El movimiento de la Aventura es aquel que se realiza bajo el signo de la inmigración individual y esporádica de los siglos XVI y XVII, determinado por el ansia de riqueza y bienestar superando las barreras que la estrechez de la tierra, la fecundidad familiar y las restricciones de la legislación civil, celosa conservadora de la casa solariega, imprimían a los enérgicos hombres de una raza que nacían frente a los infinitos caminos del mar. Conquistada pérfidamente Navarra a principios del siglo XVI —aunque sea digno de notarse como al principio algunos juristas de Indias niegan a los navarros la calidad de españoles—, y unidas también las regiones de Alaba, Guipúzcoa y Vizcaya a Castilla aunque en realidad no fuese más que en la persona del común soberano, este vínculo que según corrían los tiempos había de engendrar tan desnacionalizadores efectos, ofrecía de momento a los vascos un amplio campo para sus actividades que, como es sabido, desde el Descubrimiento, comenzaron a desplegar a lo largo y lo ancho de toda la América.
El vasco aventurero se concreta en Venezuela y, para ser aún más precisos, en Caracas, en individualidades como la de Diego de Henares Lezama (natural de Baracaldo, Vizcaya), el hombre que diseñó el plano de la primera urbe caraqueña; en Sancho del Villar, uno de sus primeros alcaldes; en Juan de Amezaga, escribano de cámara; en encomenderos como Simón de Bolívar (el Viejo), Sancho de Zuazo, los capitanes Arteaga y Guevara y otros que pudiéramos citar y cuyos nombres aparecen en los repositorios de viejos documentos caraqueños anteriores al año 1600, sin olvidar a don Simón de Basauri, fundador de la primera escuela que hubo en la ciudad (año 1594).

Con los primeros años del siglo XVII (1606-1611) tenemos al gobernador Sancho de Alquiza cuyo nombre deformado en Sanchorquiz aún perdura en la toponimia caraqueña. Antes de él y después a lo largo de toda la centuria, van llegando y afincándose en el país segundones de las más conocidas familias de Euzkadí, como los orgullosos vastagos de los Muxi-ca y Butrón —"Muxika arerioakaz agika; Butroe zelangoa dan oróle da-kie", reza su lema inscripto en las piedras de su viejo y poderoso castillo allá en Gatika;— o de los Villela de Munguia, los de "los cinco lobos en vela de la casa de Villela" que recordará todo lector del precioso "Libe" del Maestro Arana Goiri. De esa época son los Landaeta, una de las estirpes más prolíficas entre todas las familias caraqueñas; los Arguinzoniz, los Arechederra y, para concluir con dos conocidas esquinas de la ciudad los Ibarra y los Veroiz que ahora dicen Veroes. Los frutos de esta inmigración de la Aventura correspondieron a sus orígenes y no pudieron ser otros que invididuales y dispersos.
El 4 de septiembre de 1730, con la llegada a Puerto Cabello de los tres primeros navios de la "Real Compañía Guípuzcoana de Caracas", las fragatas "San Ignacio de Loyola", y "San Joaquín" y la galera "Guipuzcoa-na", comienza sus actividades la inmigración de la Empresa. Una empresa de carácter puramente mercantil, nunca hay que perder esto de vista. Ni podemos olvidar tampoco que si del lado vasco ofrece la ventaja de ser un organismo netamente nacional en su dirección, en sus hombres, en sus instrumentos y hasta, en gran parte, en el destino de sus ganancias, representaba tan sólo el esfuerzo de una de las siete regiones o estados vascos que, si en la letra de las leyes seguía tan independiente como el primer día de su unión personal a la corona de Castilla, llevaba ya sufriendo siglos de adulteración en lo más íntimo de su esencia nacional.
Como quiera, con todas las limitaciones con que nacía y todos los reparos y objeciones que desde distintos ángulos pueden hacérsele, es indudable que esta empresa, ya se la mire desde el punto de vista del esfuerzo vasco, ya desde el de su influencia en los destinos de Venezuela a la que encontró "...reducida a la situación de una provincia agobiada por la pobreza... y la dejó próspera, revalorizada para el Imperio y bogando en la plena corriente del comercio exterior", como dice Hussey, reviste una trascendencia que sólo los voluntariamente ciegos pueden negar. Y junto con el aspecto mercantil de la empresa, "...no se ha de olvidar" —como escribe Gil Fortoul— "que los bascos de la Compañía Guipuzcoana trajeron a la hasta entonces pobre e inculta colonia venezolana, algo más importante que las mercaderías españolas. Trajeron libros, ideas, moderno espíritu emprendedor, hombres arrastrados en su mayoría por el movimiento que iba a culminar en la Enciclopedia y la Revolución Francesa. Guipúzcoa, vecina de Francia y hogar de una raza noble que juntó siempre las energías del trabajo con el espíritu de independencia vino a modernizar en lo posible el anticuado régimen de los conquistadores". Con lo que consiguió que Venezuela, añadimos nosotros, no estuviera ausente del siglo XVIII y hasta que fuese su siglo auroral, sin que pudiera decirse aquí lo que Ortega y Gasset escribió de España: "Cuanto más se medita sobre nuestra historia más clara se advierte la desastrosa ausencia del siglo XVIII... Este ha sido el triste sino de España, la nación europea que se ha saltado un siglo insustituible".
Lo que los libros y las ideas de ese siglo traídas por los vascos a Venezuela representaron en la incubación del movimiento independentista es fácil de excogitar. Pero hay que señalar además algo tan importante como es la natural predisposición del hombre vasco para las empresas de libertad. Como escribiera aquel nuestro Ramón de Basterra a quien "las claridades de Roma" y la herencia romana de España desviaron de los senderos de su patria: "La alarma me invade en presencia de la acción de los vizcaínos en América. La sorda conciencia de haber abortado su forma espontánea de raza anterior a Roma por la imposición de Castilla, parece haberlos preparado a la comprensión y hasta a la misma simpatía con las poblaciones indígenas-.. He tenido que cerrar mis ojos a la plétora de apellidos del Pirineo que hormiguean en las rebeldías de las guerras civiles de América". Sin duda los cerraría al leer la lista de los complicados en el alzamiento de Gual y España y después, aún con más violento esfuerzo, al ver en la gloriosa lucha por la Independencia venezolana, junto a la figura de Bolívar, tantas otras de primera magnitud como Urdaneta, Anzoategui, Aris-mendi, Sagarzazu, Aramendi, Mendiri, etc, etc.
Esta inmigración de la empresa fue organizada y, en lo que cabe, masiva. Más de 2.500 fichas de vascos del tiempo de la Guipuzcoana tenemos recogidas, lo que algo significa, habida cuenta de que la mayor parte corresponden a Caracas cuya población no excedía de 20 a 30.000 habitantes por aquel entonces. Los Olabarriaga, Aizpurua, Goizueta, Urroz, Zaran-dia, Uranga, Goicoechea, Amenabar y Mintegui, por citar sólo a los Factores principales de la empresa, encabezan una relación desde capitanes generales a grumetes, pasando por marinos, comerciantes y representantes de las más diversas actividades. De estos hombres proceden familias tan profundamente arraigadas en los medios venezolanos de hoy como los Le-cuna, Zufoaga, Azpurua, triarte y tantos otros.
La disolución de la Compañía en 1785 y las conmociones y guerras que sacuden a Venezuela en las primeras décadas del siglo XIX, cortan a lo largo de todo el resto del siglo y casi primera mitad del XX la corriente emigratoria vasca que se encauza preferentemente por esta época a las orillas del Plata. Tenemos que llegar al año 1939 para poder dar testimonio de una tercera corriente emigratoria de Euzkadi a Venezuela.
Es la que hemos llamado del Exilio. Parecida sólo a la anterior en que se inicia también con la llegada de tres barcos, el "Cuba", el "Flandre" y el "Bretagne" a los puertos de Venezuela, pero muy distinta a las dos anteriores en su motivación y en su espíritu. No llegaban ellos como aventureros a tierra conquistada ni organizados en poderosa empresa mercantil bajo los auspicios de un monarca. Venían rotos, con sus vidas truncadas por los horrores de una guerra que nunca quisieron pero que hubieron de aceptar, con heroica determinación, en defensa propia y de sus valores nacionales
Ya en el Fuero de San Sebastián del año 1150 se habla de la pesca de la ballena por sus marinos; y consta documentalmente la presencia de los pescadores vascos en Terranova desde 1413, probablemente estaban yendo regularmente a estos parajes desde uno o dos siglos antes.
El piloto de la expedición colombina en 1492 es un vasco, Juan de Lakotsa (La Cosa para los españoles), que al mismo tiempo es propietario de la nave almirante, la "Mari Galante", rebautizada como "Santa María"; también son vascos la mayoría de los tripulantes de esta nao. Desde entonces no faltan los vascos en ninguna de las expediciones descubridoras. Sebastián de Elkano da la vuelta al mundo por vez primera en 1519-21. Urdaneta y Legazpi colonizan las Islas Filipinas en 1564-5.
Es curioso observar que los vascos no proporcionan conquistadores, sino colonizadores. Es decir, los hombres que vinieron al Nuevo Mundo no a conquistar fáciles riquezas, sino a crear nuevas riquezas, a incorporarse a la vida de este continente, y con el transcurso de los siglos a constituir las futuras repúblicas americanas.
Los primeros colonos del Nuevo Mundo son los que deja Cristóbal Colón en el Fuerte Navidad; cuando al siguiente viaje regresa y encuentra la fortaleza destruida y sus hombres muertos, se echa la culpa a los vizcaínos que pelearon entre sí "por el oro e las mujeres".
Años más tarde, el guipuzcoano Hernando de Cebara es el primer europeo que se casa con una princesa india, con Higuemota, hija de la reina de Jaragua Anacaona.
Más tarde, Irala funda Asunción de Paraguay en 1538, Legazpi funda Manila en 1571, Garai funda Buenos Aires en 1580, Zabala funda Montevideo en 1724.
Los tres grandes problemas que provoca la colonización americana son luchas por la libertad; y en ellas ocupan siempre papel protagonista los vascos.
El primer problema es el de la esclavitud de los indígenas. Su gran defensor es el dominico vasco Francisco de Vitoria, que desde su cátedra de la Universidad de Salamanca pronuncia la Relectio de Indüs, que, a la vez que defiende la libertad de los indios americanos, sienta las bases para el futuro Derecho Internacional.
El segundo problema es la revuelta de los primeros colonos contra los poderes omnímodos de gobierno que los reyes habían concedido a los descubridores y conquistadores.
Esa revuelta surge en la Isla Española, donde el vasco Adrián de Muxika secunda a Roldan en su protesta contra los hermanos Colón. Y culmina en México, donde el obispo Zumarraga se enfrenta a conquistadores y oidores, a la par que defiende a los indígenas.
El tercer problema será la futura independencia de los países americanos. Aunque ésta tenga lugar a principios del siglo XIX, su primer estallido lo dirige el vasco Lope de Aguirre el año 1560, desde el corazón del río Amazonas. Su figura ha sido denigrada por los escritores al servicio de Felipe II; pero, pese a los tintes sangrientos que aureolan su gesta, hay que reconocerle la gallardía de haber sido el primero en proclamar la independencia del Perú y declarar la guerra contra el rey de España.
Con estos antecedentes no es extraño que los vascos se incorporen plenamente a la gesta independentista desde México a la Argentina.
Esa participación vasca llega a su cumbre con la figura del venezolano Simón Bolibar, por cuyas venas corría la sangre vasca. Su obra es genial como libertador de naciones, pero quizás tenga aún más valor profético en su espíritu, cuando en plena campaña convoca el Congreso de Panamá.
Con esta introducción de la influencia de los vascos en America, nos enfocaremos en hacer y quehacer de los vascos en Venezuela, a través de 500 años.
Como dije; Venezuela y los vascos, dos viejos conocidos.