Artículo publicado y cedido por la Fundación Elkano.
Juan de Zubileta fue el más joven de los tripulantes vascos que dieron la primera vuelta al mundo. Nacido en Barakaldo, embarcó como paje con 13 años en la nao Victoria, en la que volvería tres años después a Sevilla, con Elkano. Sabía firmar, algo que no era habitual entre la marinería. Prestó declaración en la Junta de Badajoz para probar el derecho de Castilla a la posesión de las islas Malucas y allí dijo haber conocido a Carlos I.
Juan de Zubileta, hijo de Martín Ochoa de Zabileta y Sancha, nació en Barakaldo, en el barrio de su nombre, en la orilla izquierda del río Cadagua. La margen izquierda del Nervión aportó otros dos expedicionarios: Juan de Sanfelices, grumete de Somorrostro, que embarcó con Zubileta en la Victoria, y Pedro de Laredo, marinero de Portugalete que lo hizo en la San Antonio.
Desconocemos cuándo llegó a Sevilla el de Barakaldo, pero sabemos que no participó en los trabajos de puesta a punto de las naos de la expedición de Magallanes - Elkano ya que no consta en la Relación detallada de los gastos hechos para la Armada de Magallanes, por lo que se debió enrolar como paje durante el verano de 1519.
Torre de Zubileta en la orilla del rio Cadagua en Barakaldo.
En las naos de la época, los pajes solían tener desde ocho hasta quince años. Había dos tipos bien diferenciados. El primero era el de los pajes recomendados o bajo la protección de un oficial superior y que iniciaban así una carrera profesional. El segundo grupo era el de aquellos que no tenían ningún tipo de protección y que tenían que obedecer a todos. La vida de estos últimos, era bastante peor.
Se encargaban de las tareas menos especializadas, como distribuir los alimentos y recoger la mesa tras la comida, o barrer y limpiar la nao. Eran los encargados de la vigilancia durante las guardias, de cambiar los relojes de arena o ampolletas cada media hora, acompañándolo de letanías religiosas, y estaban siempre recibiendo órdenes de los marineros y grumetes. Su sueldo era de 500 maravedís al mes, menos de la mitad del sueldo de un marinero y cobraban cuatro meses adelantados (un maravedí equivalía a poco más de un euro actual).
Pago a Juan de Zubileta de 2.000 maravedís de adelanto al embarcarse.
Ejecuciones, motines, escorbuto
Juan de Zubileta vive en primera persona las diferentes vicisitudes que se dan en la Victoria. La primera, que se produce en la travesía del Atlántico, es la acusación al maestre de la nao, Antón Salomón, de haber mantenido relaciones sexuales con un grumete compañero de Zubileta, el italiano Antonio Genovés. Salomón fue ejecutado y el grumete se suicidó poco después. Este hecho nos muestra y nos hace reflexionar sobre un aspecto no muy conocido de la vida en las naos que Zubileta vivió muy de cerca. Las relaciones homosexuales están muy castigadas y la condena por practicar el “pecado nefando” seguía siendo, como en tiempos medievales, la de morir en la hoguera.
Tras el motín de San Julián – en marzo de 1520 los capitanes de las naos se sublevaron contra Magallanes en la Patagonia argentina al no dar con el paso al Pacífico–, Elkano y otros cuarenta expedicionarios son condenados a muerte, aunque posteriormente se les conmuta esta condena. En el caso del getariarra se le degrada a marinero. Casi con toda seguridad, en ese momento Elkano es trasladado de la Concepción a la Victoria donde permanecerá durante los meses siguientes, con Zubileta.
En la travesía del Pacífico que se prolongó durante más de tres meses, la Victoria es la nao que mayor mortalidad tiene por el escorbuto. De los 19 europeos que fallecen de la expedición, 15 pertenecen a la Victoria, un tercio de la tripulación. Y Zubileta se salva.
Después, durante la travesía del Índico sur, con la Victoria navegando en solitario hacia Sevilla bajo el mando de Elkano, de nuevo el escorbuto acaba con otro tercio de la tripulación, sobreviviendo una vez más el de Barakaldo. Tenía la suerte de cara.
En las islas de las especias Juan de Zubileta fue testigo de los acuerdos que alcanzaron los capitanes de la flota, Elkano y Gómez de Espinosa, con los reyes del lugar. Sin embargo, en su declaración sobre estos hechos añade una cosa curiosa, que algunas cosas no las vio porque, “nunca salia de la nao en que estaba”. No sabemos si esto solo ocurrió durante el mes y medio que estuvieron en las Molucas o si era una práctica generalizada para determinados colectivos de la tripulación, como los pajes.
El paje que conoció a Carlos I
El 8 de septiembre de 1522 Zubileta y otros 17 tripulantes llegan a Sevilla. Al desembarcar, el baracaldés llevaba una bolsa de 10 libras de peso (4,6 kg) de clavo cuyo valor ascendería a unos 1.692 maravedís. Zubileta, con Juan de Acurio y Juan de Arratia fue recibido por el rey en Valladolid poco después de Elkano.
En la liquidación del sueldo, Zubileta recibió 38.756 maravedís de los cuales 16.478 correspondían al sueldo y 22.286 a quintaladas. Las quintaladas eran una forma de remuneración suplementaria, por la que cada tripulante disponía de un espacio en el navío en el que podía llevar mercancías para ser intercambiadas, por especias por ejemplo, que traían en estos mismos espacios.
En la imagen, liquidación del sueldo de Zubileta a su llegada.
El 23 de mayo de 1524, Juan de Zubileta prestó declaración en la Junta de Badajoz junto a Acurio, Arratia y Pedro de Tolosa, para probar el derecho de Castilla para la posesión del Maluco. El de Barakaldo declaró haber conocido a Carlos I, pero no a los reyes Fernando e Isabel. Firmó porque sabía hacerlo, algo que no era habitual en un paje. En aquella época, ocho de cada diez marineros, grumetes y pajes no sabían escribir su nombre.
A partir de ese momento desconocemos más aspectos de su vida. Zubileta tiene dedicada una calle en su población natal y otra en Sanlúcar de Barrameda.
La aportación del Señorío de Vizcaya a la expedición de Magallanes - Elkano fue considerable, tanto en naos, como en armamento y expedicionarios. Tres naos y 22 hombres provienen del Señorío. Juan de Zubileta fue uno de ellos. Embarcó siendo casi un niño y volvió con 16 años, tras haber llegado a los confines de la tierra pero también a las profundidades más oscuras del alma humana.