Uno de los más destacados debates en la historia del urbanismo de Madrid, a lo largo de los años 50, fue sin duda el que provocó el capital financiero bilbaíno. Si antes de la guerra, este, marcó pautas y definió conductas, constructivamente hablando, sobre la capital, durante los años 40 dio un importante quiebro en su hasta entonces política, que, recuerden, había sido continuista y fundó toda una serie de nuevas inmobiliarias que junto a las ya existentes fueron determinantes en la configuración urbana del Madrid contemporáneo. Con su actividad no sólo afecto a la estética de Madrid modernizándolo, según los criterios de la familia de técnicos y empresarios, los Otamendi, y de los gestores del Banco de Vizcaya, sino que también afectó a su carácter como ciudad al pasar de ser una urbe, según los dirigentes franquistas, capital espiritual y administrativa de aquella nueva España surgida tras la guerra, pero que aún mantenía una imagen de pueblo manchego contraria a los intereses tanto de los políticos como de los financieros. Para pasar, a través de la intervención de los vascos, a ser una ciudad moderna de empresas y de negocios.
Prolongación La Castellana Vacesa. Archivo Histórico BBVA.
A principios de los 50, en Madrid se estaba produciendo entre diferentes actores vinculados con su gestión, un debate en torno a la vivienda. Se discutió sobre cómo debía de planificarse, sobre cómo se debían de ir eliminando los cientos de suburbios que surgían en la periferia urbana y cómo fue el gobierno, rompiendo con su política de dejar hacer, el que instó a la iniciativa privada a no solo redoblar esfuerzos sino que también a ayudar en la edificación de 60.000 viviendas con el fin de resolver el déficit existente. El privado pasó de este modo de construir viviendas de renta elevada, que tenía muchas dificultades para vender, a construir viviendas para clase media y viviendas sociales qué eran necesarias. Por lo que empezó un periodo de transición.
Recuerden que en esos momentos por parte de las autoridades se aceleraban las obras en la Avenida del Generalísimo preparando solares para vivienda media sobre unos 215.984 m2 de superficie urbanizada y que se unirían a las posibilidades de la Avenida General Perón, de esta forma el privado tendría suficiente suelo sobre el que edificar. En 1951 se inauguraban 3.000 viviendas en Moncloa, se promovían proyectos de ciudades satélites y barriadas que, no obstante, muchas obras se quedaron sin construir al producirse una reducción del capital social de las inmobiliarias. Ejemplos los hubo como el caso de Inmobiliaria Centro, Empsa o Electra. Otras alteraron planes y nombres, como Banloque, filial de Banca López Quesada o se liquidaron sociedades como El Hogar o Inmobiliaria Herrero. Las inmobiliarias de mayor resistencia fueron las sustentadas por el capital vasco ya que fueron de las pocas que acabaron los proyectos que tenían en marcha.
RNA nº 150 Junio 1954. pp. 13-19.
Las actuaciones que se producían, lo hacían en La Castellana, sobre 552.000 pies2 y como consecuencia de que el Plan General de Ordenación Urbana avanzaba, se recalificaban los solares, sobre todo los de las inmobiliarias sustentadas por el capital bilbaíno, como fue el caso de Vacesa. Lo que originó que el suelo de su propiedad y los grupos de viviendas que se iban edificando, los ocho grupos de viviendas en el grupo Martínez Campos, en Las Ventas y el edificio del parque de La Quintana, se revalorizaran e incrementaran notablemente sus beneficios.
A la sombra de los planes de urbanización que había en marcha, las anexiones que se estaban produciendo y el fomento de la expansión de la capital, iban surgiendo modernas barriadas sobre todo gracias a la iniciativa privada, ante lo que consideraban además de un lucrativo negocio, de modernizar la imagen de Madrid y de paliar parcialmente el grave problema del déficit en viviendas.
Sucedieron dentro del proyecto del Gran Madrid, las anexiones de Villaverde, Carabanchel, Canilla, Canillejas, Hortaleza, Barajas, Puente Vallecas, Vallecas, Vicalvaro, El Pardo, Aravaca, el Plantío, Fuencarral y Chamartín de la Rosa y estaban proyectadas grandes avenidas y calles radiadas hacia los distintos ensanches de Madrid, como la reforma y ampliación de la carretera de Valencia, la gran avenida de Barajas, desde la calle O’Donnel hasta la autopista de Barajas, la prolongación de la Calle Alcalá hasta los jardines y parques de La Quintana, la Avenida del Abroñigal en el arroyo del mismo nombre, la gran Avenida del General Perón, prolongación del General Mola y el paseo del Doctor Esquerdo unido a la autopista de Barajas. Enlazando una amplia zona Norte y Este, aparte de dar un impulso constructivo a la autopista de Portugal y a la reforma del paseo de Extremadura con la urbanización del suelo entre la Ciudad Universitaria y los Carabancheles.
Solares Torre Madrid Archivo Histórico BBVA.
En esa época, entre las grandes construcciones finalizadas por la iniciativa privada, cabría destacar, la barriada del Niño Jesús, integrada por cuarenta y cinco edificios para un total de veinte mil habitantes sobre una superficie de ocho millones de pies cuadrados. Aunado a los grandes bloques del final de la prolongación del General Mola, que albergarían a un total de cincuenta mil personas y que fueron construidas por la empresa Terrés. El barrio de la Concepción, en lo que sería la prolongación de la calle Alcalá, lindando con la avenida de Barajas, lo fue para un total de veintidós mil habitantes, los cuales fueron distribuidos en treinta y nueve edificios construidos por el promotor José Banus sobre un perímetro de dos kilómetros. Por otro lado, entre el barrio de la Concepción y la carretera de Aragón, la empresa Saconia, construía una disposición en gran bloque con un total de veinticinco edificios para seiscientas cincuenta viviendas. La inmobiliaria Bami, sociedad también sustentada por el capital bilbaíno, a la izquierda de la Carretera del Este, llevaba a cabo la construcción de veintisiete casas y un mercado. A la derecha de la Carretera de Aragón había construido Cyesa veintiocho bloques con un total de quinientas viviendas. La inmobiliaria Alcazar, por su parte, edificaba en Puerta del Hierro, sobre una superficie de siete millones de pies cuadrados, en donde llevaba a cabo la construcción de hoteles y vendía algunas de sus parcelas con ese mismo fin, pues se trataba de un excelente lugar residencial dada su excelente situación.
Torre Madrid. Archivo Histórico del BBVA.
El profesor Fernando Roch, lo tachó de ser un momento de gran excitación inmobiliaria de un capital cuantioso que buscaba ávidamente en donde invertir y sacar mayores rentabilidades que en bolsa.
Se suscitaron los correspondientes cambios legislativos ante la ineficacia de anteriores leyes por lo que se decretó la ley de Viviendas de Renta Limitada. Así creyeron, un tanto ingenuamente, que el privado pasaría de construir viviendas de lujo por su rápida rentabilidad a construir viviendas de clase media y sociales para lo cual se incrementaron subvenciones, anticipos y exenciones haciendo atractiva su inversión.
Las inmobiliarias sustentas por el Banco de Vizcaya, como la CIM, tenía en esos momentos los inmuebles del Parque Metropolitano y de Lope de Vega, el edificio de España en el que se inauguraba el hotel y la CUM por su parte vendió dos solares uno de 27.000 pies2 y otro de 7.800 pies2 por cuya venta obtuvo como beneficio 3.500.000 pts. José María Otamendi propuso al consejo de la sociedad utilizar parte de aquellos beneficios en la construcción de una residencia de estudiantes ya que este tipo de edificaciones tenían mucha aceptación entre las comunidades religiosas y es que buena parte del barrio tenía hasta 37 hoteles dedicados a residencias. Incluso propuso vender 1.150.000 pies2 por lo que esperaban obtener unos 63 millones de pesetas de beneficios.
Mientras, la iniciativa privada desarrollaba su actividad constructiva en La Castellana, en el barrio de la Prosperidad sobre el cruce de la calle López Hoyos con Alfonso XIII hasta el cruce de la autopista de Barajas con la calle Cartagena. También actuaban en el barrio de Santa Marta que se extendía entre La Castellana y Prosperidad apoyado en la prolongación de la calle General Mola y en el barrio del Paraíso colindante con Prosperidad al sur de la autopista de Barajas y en el Barrio La Estrella asentado entre el paseo Doctor Esquerdo y el nuevo acceso de la carretera de Valencia y Abroñigal, además de hacerlo también en el sector Batan y en el barrio del Niño Jesús.
Las inmobiliarias sustentadas por el Banco de Vizcaya, como Bancaya vendían solares en la calle Joaquina María López. Vacesa, por su parte, terminaba un nuevo bloque en Las Ventas más otro edificio de 120 viviendas en el parque de La Quintana y otro en la continuación del bloque del General Martínez Campos con 124 nuevas viviendas además de utilizar los bajos para 35 tiendas y oficinas con un desarrollo de los edificios en vertical. Asimismo llegaron a disponer en la prolongación de La Castellana de 550.000 pies2 de suelo sobre el que podían edificar. Bancaya mediados los años 50 se dedicó a construir varios áticos en sus inmuebles de la Avenida de América y arrendó sus inmuebles en Cea Bermúdez.
Ante el Plan Nacional de la Vivienda de 1955 y las quinientas mil viviendas previstas para ser construidas en los siguientes cinco años, había que aunar, que estuviera aún pendiente de aprobar la Ley del Suelo y el que la Comisaria de Ordenación Urbana se dispusiera a urbanizar nueve millones de metros cuadrados. Esta serie de pretensiones urbanas se planteaban como la línea a seguir para resolver el déficit en viviendas, tratando de conseguir suelo suficiente sobre el que construir e incluso se dirimiría, cómo sería, el futuro desarrollo de la ciudad.
En estas fechas comenzó un enérgico debate en torno a otro de los grandes proyectos de los Otamendi junto a la banca sobre Madrid. Duró una década y suscitó una enorme controversia sobre su viabilidad. Para José María Otamendi y su grupo de arquitectos al amparo de la sociedad UFINSA sostuvieron que el viejo Madrid debía desaparecer y dar paso a un nuevo Madrid más moderno basado en la cultura americana de los Otamendi y tomando Manhattan como modelo de ciudad exitosa. Recuerden que en esos momentos los Otamendi tenían tres grandes proyectos en Madrid, uno, la construcción de un edificio seguido al edificio España junto a la iglesia de Sam Marcos, dos, la Compañía Coto fundada por José María Otamendi urbanizaba la zona de la autopista de Barajas y tres, el proyecto de la Gran Via Diagonal. Los Otamendi eran descritos por la prensa como los grandes promotores de Madrid, el Metropolitano, la Avenida Reina Victoria, el Parque Metropolitano, el edifico España, la Torre de Madrid... fueron tan solo algunos de sus grandes proyectos.
Fue un proyecto tachado de faraónico al ser una operación de gran complejidad al pretender extirpar calles enteras, barriadas, al expropiar 702 inmuebles, 7.746 viviendas que afectarían directamente a 30.128 madrileños que vivían entre la Plaza España y la Plaza Colon, una gran vía de 1.665 metros de longitud, lo que suscitó un pánico entre sus habitantes al no saber si serían expulsados y en qué zona acabarían viviendo. La idea del plan era destruir aquellos tugurios y edificios en ruina y construir edificios funcionales, grandes centros comerciales con grandes aparcamientos y pasos subterráneos. Se pretendía en el proyecto erigir entre Callao y la Plaza de España una zona análoga a las calles 42 y 55 entre Madison y Broadway y con un comercio de lujo como en la Quinta Avenida.
Durante el segundo quinquenio de los años cincuenta tuvieron lugar dos hechos que han sido considerados como capitales por los historiadores para tratar de entender el profundo viraje suscitado en la política de la vivienda hasta entonces sostenida por la iniciativa privada: en 1956 se aprobaba la Ley del Suelo como instrumento para controlar la inmigración y evitar la especulación sobre el suelo, y un año después, en 1957, se unificaban todas las direcciones generales, las promotoras oficiales del Instituto Nacional de la Vivienda, Dirección General de Regiones Devastadas, Dirección General de Arquitectura y Urbanismo... además de las Cámaras Oficiales de la Propiedad Urbana. Todas ellas formarían parte del Ministerio de la Vivienda y por Decreto del 25 de Febrero de 1957 se nombraba al bilbaíno José Luis Arrese como nuevo ministro de la vivienda.
La política en vivienda sería a partir de entonces unitaria, en el convencimiento de que supondría un punto de inflexión en el devenir constructivo y en la pronta solución del problema de la vivienda, al ceder definitivamente a la iniciativa privada todo el peso constructivo y al hacer de la política de la vivienda en propiedad la forma de atraerla. No obstante, lo más grave del problema se hallaba en el déficit en viviendas que se mantenía en torno a cifras tan elevadas, unas sesenta mil, y ello era debido al fracaso del plan nacional de construcciones previsto que había asignado dieciocho mil viviendas a construir en Madrid de las que cinco mil cuarenta eran Viviendas de Renta Limitada y solo se pudo cumplir con una parte del plan. Las cifras que durante 1957 se presentaron al Instituto Nacional de la Vivienda para edificar en la capital superaban las dos mil cuatrocientas noventa y cinco solicitudes que amparaban la construcción de cien mil viviendas de Renta Limitada lo que multiplicó sus concesiones. Algo que se podía comprobar al pasar por los ensanches y suburbios a través de los numerosos carteles indicadores de las obras, por estar, estas acogidas, a dicho régimen. Era perceptible vislumbrar desde las pequeñas promociones en la calle Macarena, hasta los grandes grupos de la colonia municipal de Vallecas con sus ocho poblados y sus tres mil viviendas en total. A ellos se aunaban los ocho poblados de absorción de la Comisaria de Ordenación Urbana de Madrid con cuatro mil doscientas cuarenta y seis viviendas y otras seis mil viviendas previstas en otros barrios madrileños, como Vallecanos, Villaverde, Comillas, Fuencarral... Todos ellos previstos dentro del Plan Nacional de la Vivienda de 1954-1955. A pesar de seguir creciendo el tejido urbano, estas propuestas no fueron en el fondo sino un rotundo fracaso porque el déficit en viviendas seguía manteniéndose por lo que el Gobierno aprobó a propuesta del Ministerio de la Vivienda la ley del Plan de Urgencia Social para construir en dos años sesenta mil viviendas.
Prensa 15 enero 1960 Proyecto José María Otamendi Gran Via Diagonal.
La gravedad de aquella situación se fue agudizando, porque siguieron llegando a Madrid en torno a las cincuenta mil personas al año. Y es que Madrid, en dos décadas, había visto duplicada su población. Con la aprobación del presupuesto de urbanismo municipal entraba una etapa interesante que debía de influir en el desarrollo, fisonomía y ordenación de Madrid. El plan quinquenal trazado por los servicios técnicos del ayuntamiento, comprendía una serie de proyectos enlazados de enorme importancia, atendiendo los transportes, luego las urbanizaciones y finalmente las construcciones. Se dividía en cuatro grandes sectores: Central, Norte, Este y Oeste, dentro de cada uno de ellos se situaban polígonos —tanto de iniciativa pública como de iniciativa privada—. En el primero de esos sectores, la actuación municipal se dedicaría a la ordenación interior con la construcción de la gran vía San Francisco-Puerta de Toledo, que se preveía abrir a la circulación durante 1958, reforma de las calles Luna y Desengaño, en cuya zona ya se habían expropiado solares y edificios y de la plaza Benavente y de la plaza Mayor con varias obras en ejecución. Por otra parte, el sector Norte, que lindaba con la calle Francos Rodríguez, constaba de una más que interesante superficie para la iniciativa privada de veinticuatro hectáreas, en el que estaba prevista la construcción de Viviendas de Renta Limitada dentro del Plan de Urgencia Social. Abarcaba los polígonos de Canillas y Ciudad Lineal, con una superficie de ciento veinte hectáreas, de Santa Marta con veinte hectáreas, de Hortaleza con cien hectáreas aproximadamente y los Olivos y la Dehesa, con los que se formaría una zona de reserva. Otros polígonos de actuación se fijaban en los sectores Este y Oeste entre los que figuraban, el de Palomeras de ciento cuarenta hectáreas, Vallecas Villa de ciento veinte hectáreas y el situado al Norte de la Carretera de Valencia con ochenta hectáreas además de los poblados de Carabanchel.
El siguiente paso lo daría el capital bilbaíno que tenía previsto, a finales de los años 50, dos importantes proyectos, que resultaron ser más que singulares para la trama urbana madrileña durante la siguiente década: el triángulo Princesa y AZCA1.
1 Para más información consultar BILBAO LARRONDO, Luis, “El capital bilbaíno en la configuración urbana del Madrid de posguerra 1940-1960” en Scripta Nova nº 541 Agosto 2016.