708 Zenbakia 2016-05-04 / 2016-06-01

Gaiak

Aprendizaje emocionante

IBARROLA, Begoña



El desarrollo de las técnicas de escáner cerebral nos permite conocer cómo procesa el cerebro los conocimientos y cómo se comporta durante el proceso de aprendizaje. El potencial de estos avances, así como la investigación, cada día más extensa, sobre las emociones, permite a los docentes, familias y a cualquier persona involucrada en los procesos de enseñanza-aprendizaje, mejorar su práctica educativa y la educación de los hijos a la vez que ayudar a que se motive y aprenda mejor.

En estos últimos años también han aparecido investigaciones de la neurociencia que nos muestran la importancia de los procesos emocionales y su influencia sobre la atención y la memoria. En realidad, no podríamos hablar de aprendizaje en ausencia de memoria, de modo que esta conferencia también se centrará en comprobar su relación y analizar cómo influyen las emociones en el proceso de fijación de los recuerdos, en la conducta de vuestros hijos y alumnos, y en su proceso de aprender y crecer como personas.

Las emociones nos acompañan a lo largo de toda la vida y nos ayudan a diferenciar aquello que es peligroso de lo que es amistoso, lo que nos aburre de lo que nos interesa, lo que preferimos y lo que rechazamos, lo que anhelamos y lo que aborrecemos. A veces, nos abruman porque nos sentimos en sus manos, se adueñan de nosotros y provocan cambios de humor e incluso de visión de la propia realidad.

Las personas vamos configurando unos esquemas emocionales basados en parte en nuestras experiencias a lo largo de la vida y en parte en el temperamento. Estos esquemas constituyen la esencia de las diferencias individuales, y en ellos se basan los estilos de respuesta emocional que caracterizan a cada uno de los alumnos.

Los estados emocionales resultan de un sistema complicado de mensajes químicos a través de nuestro cuerpo que a su vez afectan a lo que percibimos y en lo que tenemos enfocada nuestra atención momento a momento. Las emociones son así “los guardianes del aprendizaje” y son importantes tanto para el que aprende como para el que enseña.

No olvidemos que los procesos de aprendizaje, la atención, la memoria, están dirigidos emocionalmente y que las emociones están constantemente regulando lo que se experimenta como realidad.

Una vez que el interruptor de la curiosidad se enciende, la atención se focaliza y el proceso de aprender, comienza. Gracias a las emociones se almacenan y evocan memorias de forma más efectiva y se elaboran contenidos relacionados con cualquier función mental. Por eso cuando la emoción se apaga, cuando el interruptor se desconecta, las consecuencias para el aprendiz son muy negativas. Una vez que el interruptor de la curiosidad se enciende, la atención se focaliza y el proceso de aprender, comienza.

Foto: CC BY - John Morgan

Las emociones dirigen la atención, elemento importante en el contexto escolar, que crea significado y es determinante para que un contenido sea asimilado, y tienen sus propias vías de recuerdo, elemento necesario para afianzar los aprendizajes.

Un aprendiz con problemas emocionales difícilmente puede tener buena respuesta en el aula, será un niño distraído, ausente, poco motivado a participar en las dinámicas de clase. Por ello es vital que la emoción participe y se tenga en cuenta en el aprendizaje y en la educación.

Hay emociones que ayudan a aprender, pero otras limitan el pensamiento y dañan de forma severa el proceso de aprendizaje como por ejemplo el miedo, el aburrimiento, la envidia, la ansiedad, etc. La tensión emocional prolongada puede obstaculizar las facultades intelectuales de un niño y dificultar su capacidad de aprendizaje, por eso, la emoción capacita o incapacita el pensamiento.

Podríamos decir que estados anímicos como la alegría, el entusiasmo o el coraje nos impulsan con la energía emocional adecuada para llevar adelante con eficiencia cualquier proceso de aprendizaje.

Existen también cinco aspectos fundamentales, que la familia y la escuela deben tener en cuenta, que pueden favorecer el cuidado y el funcionamiento del cerebro y, por lo tanto, su capacidad de aprender:

1º Tiempo para aprender: es necesario el tiempo para que se graben y se asienten los aprendizajes. Este tiempo incluye el descanso y el sueño.

El aprendizaje necesita tiempo para llevarse a cabo, y para que sea más eficaz, y evitar interferencias, debe alternarse con períodos de no-aprendizaje, de descanso o de cambio de actividad. El sueño es un factor determinante en la neuroplasticidad cerebral, ya que mantiene determinadas sinapsis, elimina otras, refuerza ciertas conexiones entre áreas corticales y, sobre todo, en los procesos cognitivos, principalmente en la consolidación de la memoria.

Pese a que se apague la consciencia mientras dormimos, la actividad cerebral no se detiene y el cerebro sigue trabajando durante las horas de sueño para afianzar en la memoria la información que se capta durante el día.

2º Ejercicio físico: provoca un incremento de la cantidad de oxígeno en sangre (necesario para aprender), mejora el estado de ánimo y evita el estrés, por lo que influye de forma positiva en la motivación.

El oxigeno es fundamental para el cerebro, pues utiliza la quinta parte del oxígeno del cuerpo. Con un aire de mejor calidad en las aulas o practicando ejercicios de respiración profunda, aumentaría el nivel de atención y de funcionamiento mental de los alumnos.

3º Alimentación: el cerebro, aunque supone el 2% del cuerpo, gasta el 20% de su energía, consumiendo la quinta parte de la demanda de oxígeno. Para mantener una actividad adecuada es necesaria una dieta rica en agua, proteínas, glucosa y ácidos grasos. Una buena alimentación debería aportar los nutrientes necesarios para un buen aprendizaje, incluyendo proteínas, grasas insaturadas, verduras, carbohidratos complejos y azúcares. Y oligoelementos como el boro, el selenio, el vanadio y el potasio. Alimentos buenos para el cerebro: los vegetales de hoja verde, el salmón, los frutos secos, las carnes magras y las frutas frescas.

Tanto la nutrición adecuada como la estimulación temprana durante los “períodos críticos-vulnerables”, generan cambios cuantificables, rápidos y significativos en neuronas que dependen del ambiente, responsables de inducir conductas de asombro, exploración y predicción.

4º Agua: los niños necesitan una media de 1,8 litros de agua hasta los 8 años y, a partir de los 10, esta cantidad sube hasta los 2,5 litros, lo que le aporta al cerebro el equilibrio electrolítico para su funcionamiento. La deshidratación ocasiona a los alumnos letargo y debilitamiento del aprendizaje. Dado que el cerebro está formado por un mayor porcentaje de agua que cualquier otro órgano, la deshidratación provoca con rapidez pérdida de atención y somnolencia.

5º Equilibrio ambiental: procurar un entorno agradable, sin graves conflictos, enriquecido, estimulante y emocionalmente seguro. Todo ello puede provocar que los genes se expresen o no y, por lo tanto, influir en la capacidad de aprendizaje de los hijos. Un ambiente estimular rico es aquel que combina una gran variedad de estímulos novedosos con un ambiente tranquilo, relajado y emocionalmente estable, donde el aprendiz tenga tiempo suficiente para asimilar cada nuevo estímulo que le llega al cerebro.

Los primeros años de vida son, pues, esenciales para el desarrollo del ser humano debido a que las experiencias tempranas perfilan la arquitectura del cerebro y diseñan el futuro comportamiento

Crear ambientes con estímulos sensoriales potentes genera más fuerza en el proceso de aprendizaje pues se aprende más rápidamente y mejor cuando la información llega por varios canales sensoriales.

El cerebro tiene sistemas naturales de aprendizaje, entre los cuales se prioriza el aspecto emocional, ya que mientras más positiva es la emoción, mejor se aprende. Por lo tanto todo lo que se aprende con emoción, se graba en el cerebro de forma permanente.