651 Zenbakia 2012-12-19 / 2013-01-02
La cooperación al desarrollo se encuentra en un momento de profunda crisis. En el caso de la cooperación descentralizada, encontramos también drásticos recortes que afectan a todos los ámbitos y están haciéndola retroceder a niveles de hace décadas.
En este contexto de necesario replanteamiento, que en algunos aspectos viene de tiempos anteriores a la crisis, es necesario evaluar lo que las políticas de cooperación han supuesto en nuestro entorno, poner en valor sus logros y estudiar sus carencias. Se trata así de plantear opciones de futuro para una cooperación que contribuya a una verdadera transformación y a hacer del mundo un lugar más humano, manteniendo la solidaridad en favor de una justicia social universal, y atendiendo también a la difícil situación en nuestro entorno más cercano.
Con este objetivo, el Grupo de Investigación sobre Análisis y Evaluación de Políticas de Cooperación al Desarrollo perteneciente al Instituto Hegoa (UPV/EHU), ha desarrollado un trabajo de análisis del trabajo de 7 instituciones vascas clave: Gobierno Vasco, Diputaciones Forales y Ayuntamientos de las tres capitales. El estudio abarca el período 1987-2012, cubriendo el recorrido de estas políticas desde su inicio.
Tras estudiar más de 300 documentos relacionados con las políticas desde diferentes niveles (Planes directores, Reglamentos, Convocatorias etc.) y casi 7.000 intervenciones financiadas por estas instituciones, cabe distinguir dos áreas principales de análisis: el diseño de las propias políticas y la forma en que las mismas han sido aplicadas.
El principal destino de los fondos se centra en proyectos y programas de desarrollo en sectores muy variados (salud, educación, desarrollo local...).
Foto: CC BY - PLANET’N GO
Con respecto al diseño de las políticas, nos planteamos si éste es adecuado y coherente, si responde a los criterios de eficacia y calidad planteados internacionalmente, qué tratamiento legal ha recibido y cómo se ha coordinado, cómo se han definido sus objetivos y aportación, cuáles han sido las relaciones de cooperación desplegadas, y cómo se ha considerado la información a la sociedad y su participación.
En lo referente a la gestión y aplicación de las políticas, se estudian los medios técnicos y financieros dedicados, la relación entre el diseño y las intervenciones efectivamente financiadas, los aspectos de coordinación y complementariedad entre instituciones, y el funcionamiento de los canales de información y participación desplegados.
Las principales conclusiones del estudio parten del reconocimiento de la implicación y esfuerzo de la cooperación vasca, que ha sido pionera en muchos aspectos y se mantiene a la cabeza del esfuerzo solidario de las administraciones autonómicas y municipales. A lo largo de 25 años se han aportado por las instituciones estudiadas más de 850 millones de euros, financiando miles de actividades diversas. El principal destino de los fondos se centra en proyectos y programas de desarrollo en sectores muy variados (salud, educación, desarrollo local...) en diferentes lugares, destacando Latinoamérica como destino, junto a una importante presencia africana (especialmente en el caso saharaui). A esto se suman acciones de sensibilización y educación para el desarrollo, ayuda de emergencia y otras, en una labor realizada en colaboración con ONGD, universidades, centros de enseñanza y profesionales, instituciones religiosas y otras muchas organizaciones. La mejora con el tiempo es evidente en términos de planificación, dotación técnica, profesionalización, formación o la incorporación de aspectos transversales como la equidad de género.
Además de constatar los avances y la positiva aportación realizada, el estudio encuentra también puntos de mejora, intentando contribuir a la evolución de la cooperación vasca en el actual contexto.
En este sentido, es preciso recordar que el modelo de cooperación vasca parte de la propia movilización ciudadana y las campañas de recogida de firmas a favor del 0,7%, con un claro protagonismo de las ONGD, mantenido hasta la actualidad. Así, las 7 instituciones estudiadas tienen en común un tipo de cooperación mayoritariamente externalizada, donde las instituciones ponen mayoritariamente los fondos, y las entidades sociales (fundamentalmente ONGD) se encargan de gestionarlos en su mayor parte. Entendemos que este esquema tiene aspectos positivos, por ejemplo en cuanto a mantener la cercanía e independencia de otros intereses de la cooperación, o por la propia trayectoria y experiencia que aportan entidades como las ONGD, pero también representa una limitación a la hora de incorporar a nuevos agentes, y muy especialmente a las propias administraciones, en las actividades de cooperación al desarrollo. El tema es especialmente importante en un contexto en que la cooperación difícilmente puede aislarse de otros muchos aspectos de la vida económica y social, en los que otros agentes tienen una gran influencia, y que no pueden quedar fuera de los esfuerzos de cooperación y coherencia entre unas y otras actuaciones. Este modelo presenta también dudas en cuanto a su sostenibilidad, dada la débil estructura de las administraciones para cooperación, y la propia dependencia de las ONGD hacia los fondos externos. Casos recientes como el del Ayuntamiento de Vitoria, que ha reducido brutalmente su presupuesto (pese a ser históricamente una entidad de referencia a nivel estatal), muestran lo fácil que resulta disminuir o eliminar estas partidas externalizadas cuando la coyuntura se tuerce.
En el caso de la Educación para el Desarrollo y la sensibilización, como reflejo del necesario cambio de actitudes y trabajo en nuestra sociedad, se han hecho esfuerzos importantes y crecientes (estas acciones representan un 8,5% de los fondos en el período estudiado).
Foto: CC BY - PLANET’N GO
En lo que respecta a los debates internacionales sobre la cooperación, las propuestas referidas a la cualificación y los procesos de formulación, seguimiento y evaluación, o los referidos a la incorporación transversal del género o medioambiente, vemos que han ido dándose avances, al menos en lo que se refiere al diseño, pese a la dificultad de aplicarlos en algunos casos.
Estas mismas dificultades para pasar a la práctica se observan en los procesos de planificación y sus niveles, resultando difícil trasladar las reflexiones teóricas a la práctica de agentes, instrumentos o relaciones de cooperación que se despliegan en realidad. En muchos casos se teoriza acerca de la necesidad de nuevos enfoques, mientras se continúa utilizando las mismas herramientas que otros tipos de cooperación cuyo marco se pretende superar, para establecer otro tipo de relaciones más horizontales y alejadas de la lógica donante-receptor.
Un aspecto claramente mejorable es el referido a la coordinación de políticas que, con algunas excepciones, ha sido claramente deficitario. Más allá de acuerdos como los referidos al Sáhara, en el caso de los Ayuntamientos, o el Plan Director conjunto de las Diputaciones, encontramos escasos ejemplos de trabajo conjunto entre las instituciones, sin que se hayan planteado posibilidades reales de división o racionalización del trabajo, en una tendencia que la nueva Agencia Vasca de Cooperación (muy centrada en el Gobierno Vasco) refuerza. Encontramos poco razonable que en un territorio como Euskadi se den tantos planes estratégicos desconectados, y tan poca actividad conjunta.
Otro aspecto que debe reforzarse, y que da sentido a la cooperación vasca, es la propia reflexión sobre el valor añadido y la identidad de la misma, algo que entendemos que no recibe la suficiente atención. En este sentido, la importancia concedida a los temas de desarrollo local, participación y desarrollo institucional, que podría ser una seña de identidad, queda algo diluida ante la falta de concreción en los términos o en objetivos de avance en esta materia. En el caso de la Educación para el Desarrollo y la sensibilización, como reflejo del necesario cambio de actitudes y trabajo en nuestra sociedad, se han hecho esfuerzos importantes y crecientes (estas acciones representan un 8,5% de los fondos en el período estudiado). Sin embargo, está pendiente consensuar un enfoque apropiado, en línea con los planteamientos más recientes, que entienden la Educación para el Desarrollo como un concepto global, que trasciende el ámbito tradicional de la cooperación, y defiende el compromiso frente a las situaciones de injusticia y exclusión en muy diferentes ámbitos.
En definitiva proponemos dar pasos hacia una cooperación cada vez más acorde con las problemáticas globales a las que nos enfrentamos, superando la visión de mera “ayuda” y los enfoques de donante-receptor, con un enfoque de búsqueda de alianzas para solucionar problemas comunes.
Reconociendo el papel clave de las ONGD en este proceso, entendemos que es indispensable un papel más activo de las propias instituciones, con implicaciones más allá de lo financiero que entren en el terreno del personal y sus capacidades.
Todo ello implica buscar mecanismos apropiados e innovadores, y reforzar la participación y transparencia fomentando los espacios apropiados (Consejos, tecnologías de información etc.), desde el convencimiento de que la cooperación al desarrollo sigue siendo imprescindible y debe mantenerse especialmente en estos momentos de crisis.
Acceso libre al texto completo del estudio en castellano y euskera.