601 Zenbakia 2011-11-18 / 2011-11-25

Gaiak

Semblanzas del anarquismo vasco I (1870-1934)

ESTEBARANZ, Jtxo



La actividad anarquista en Vasconia ha legado a nuestra historia intensos y apasionantes personajes desde su misma aparición como corriente interna del movimiento obrero durante el último tercio del siglo XIX.

Ya en los primeros tanteos que cristalizarían en la formación del primer núcleo de la Internacional en la región española a comienzos de 1869, encontramos al gasteiztarra Manuel Cano, asiduo de los círculos de debate del Ateneo de Formación de las Artes madrileño de los que surgiría aquel primer grupo promotor. Cano sería, asimismo, el anfitrión del futuro patriarca anarquista Anselmo Lorenzo, cuando éste, en 1871, desplazara su residencia primero a Vitoria y posteriormente a Bilbao, temporalmente distanciado de una joven Internacional agriada ya por la suspicacia interna y acogotada por su ilegalización. Por el contrario, Lorenzo encontraría durante su estancia en las ciudades vascas un ambiente de confluencia y optimismo en los núcleos locales de los internacionales, que se correspondía aún con una clase obrera como tal en fase de formación. Tiempo en el que la propuesta del anarquismo mutualista, de confluencia de sociedades obreras radicalizadas, orientadas hacia la solidaridad clasista y unidas por su rechazo de la esfera de la política formal, obtendría su eco en directa proporción con el escaso tejido asociativo obrero vasco existente.

Portada del semanario anarquista El Látigo.

Sería en función de un movimiento obrero local ya en marcha, para 1890 año de la primera jornada reivindicativa del 1.° de Mayo y de la primera gran huelga minera, cuando destaquen nuevas figuras libertarias como la de Vicente García, que nos muestra unos núcleos anarquistas locales también bregados en el debate interior de su movimiento. García, que se emparentaba con una propuesta libertaria que había evolucionado ya de sus primeras premisas colectivistas hacia las certezas del anarco-comunismo, sería el promotor de la cabecera “El Combate”, por la que pagó prisión en Donostia en 1890 y que pudo poner en marcha finalmente en Bizkaia, y compartiría labores de agitación en el mitin de diciembre de 1891 en la minera Ortuella con el teórico emergente del anarquismo Errico Malatesta. Vicente García sería también visible en las diversas iniciativas para la promoción cultural obrera que se pondrían en marcha en la cada vez más fabril margen izquierda bilbaína, desde los grupos de teatro-denuncia al impulso de la escuela laica de Sestao durante 1899-1990.

De aquellos mismos ambientes, surge la figura de Aquilino Gómez, impulsor también de publicaciones anarquistas, entre las que destaca por su longevidad “El Látigo” (1911-1914), periódico quincenal publicado en paralelo a la adhesión de los primeros núcleos locales a la Regional del Norte de la recién fundada Confederación Nacional del Trabajo (CNT), que suponía la vuelta a la apuesta por la centralidad obrera en el movimiento libertario. CNT tomaría progresiva relevancia tras la huelga revolucionaria en el abra bilbaína de 1917, y obtendría entonces las mayores cotas de afiliación e impacto social de su historia como organización.

Su ágil apuesta por la creación de un único sindicato que agrupara en una misma sección local a todos los obreros sin distinción de ramo u oficio, llevaría a su rápida extensión por las pequeñas ciudades vascas, como Vitoria, donde las actividades reivindicativas del popularmente conocido como “el Único”, pronto desequilibrarían su edificio social. Son los años de anarquistas como Galo Díez, cuya concurrencia sería decisiva para la propagación de los Sindicatos Únicos a Eibar y a las ciudades gipuzkoanas de Ordizia, Rentería, Tolosa,...

La labor de agitación sindicalista durante aquel periodo y sus duros métodos de confrontación, junto con la descarnada represión de las autoridades (que desmembrarían el movimiento bizkaino en 1921 deteniendo y mandando en conducción a centenares de estos) serían el acicate para la irrupción de anarquistas como el navarro Gregorio Suberviola, centrados en el impulso de los grupos de acción, como respuesta a la violencia gubernamental. El arrojo de estos, era pagado también con su propia vida: Suberviola, a quien se le atribuyera la muerte del exgobernador bizkaino González Regueral, cayó bajo las balas de la policía de Primo de Rivera en 1924.

Bajo aquella primera de las dictaduras del siglo XX, el anarquismo se reprodujo entre sus resquicios, entre los que brilla el médico libertario Isaac Puente con sus artículos de promoción de la salud y de la contracepción, mientras en las filas del sindicalismo libertario se producían intensos debates entre quienes postulaban optar por aceptar las limitaciones que imponía la Dictadura para proseguir con la labor sindicalista, y quienes las rechazaban. Entre estos últimos volvería a destacar Galo Díez.

Con la década de 1930, y la creciente conflictividad que deshace la dictadura de Primo, emergen con fuerza figuras como Puente, que comienza su producción política, ligada a una esperanza emancipatoria que nada espera de la nueva República. Proclamada el 14 de abril, en poco más de un mes, certificaría para la mayor parte de los anarquistas su naturaleza continuista con la Dictadura, a través de los sucesos de Trintxerpe. La represión de la marcha desde Pasajes a Donostia de pescadores, mujeres y criaturas se traduciría en la muerte de 8 manifestantes, 17 en total tras la huelga general que se desató como protesta. La desafección con el régimen republicano y la recesión económica tras el crack de 1929, potenciaban la idea de una insurrección popular que impusiera otro tipo de organización social. Radicado en la montaña alavesa, y en conexión con la creciente insatisfacción jornalera, Isaac Puente redactaría su “La sociedad del porvenir. El comunismo libertario” en 1933, como programa de organización práctica de la nueva sociedad que se sentía en ciernes.

Disturbios en Bilbao y huelga general al anunciarse un acto de la Unión Monárquica Nacional. Octubre de 1930.

En el abra bizkaina, al retorno de las labores sindicalistas se agregarán anarquistas como el bilbaíno Horacio Martínez Prieto, quien llegaría a ser secretario general de la Confederación en 1935-1936, impulsando desde su adscripción a los postulados del anarcosindicalismo un tono circunstancialista, acorde con la relación de fuerzas presente en la Bizkaia industrial. Sin embargo, los vientos de insurrección se traducirían en levantamientos en diciembre de 1933 en toda la línea del Ebro, con fuertes choques en poblaciones vascas como Labastida o Lodosa, y en octubre de 1934 sería el turno de las ciudades fabriles de Gipuzkoa y Bizkaia. El anarquismo vasco volvía a los tiempos de prohibición, y de prisión para sus miembros más significados.

Con todo, y como ocurriera en ocasiones previas, éste volvería a recomponerse y con él, emergería una nueva generación de militantes libertarios quienes, acorde con su propio tiempo político, impondrían sus lógicas y prioridades, encabezando la inmediata epopeya que prende la sublevación derechista de 1936.

Bibliografía mínima:

Iñiguez, M. (2008). Enciclopedia histórica del anarquismo español. 3 vols. Vitoria, Asociación Isaac Puente.

Velasco Nuñez, A. (2009). El Hilo negro vasco. Anarquismo y anarcosindicalismo en el País Vasco (1870-1936). Bilbao, Martxoak 18.

Estebaranz, Jtxo (2011). Breve historia del anarquismo vasco. Desde sus orígenes al siglo XXI, Donostia, Txertoa.