576 Zenbakia 2011-04-29 / 2011-05-06
El libro de Juan Madariaga aborda diversos aspectos que conforman la peculiar forma de organizarse socialmente los azpeitiarras, de expresarse culturalmente y pensar y percibir en un periodo histórico que abarca aproximadamente desde 1640 a 1840, más o menos el lapso de tiempo que abarca la mentalidad “barroca” (o contrarreformada), su resquebrajamiento durante la fase del racionalismo ilustrado y los inicios de la mentalidad burguesa. Así, se abordan tanto las jerarquizaciones sociales como las expresiones de solidaridad y fraternidad, las formas de denotar y nombrar (en especial la vitalidad de los apodos), el sistema de creencias y las ritualidades que llevaban anejas, el influjo y poder de los eclesiásticos a la hora de controlar la moralidad pública y privada, las formas de difusión de la ideología religiosa dominante, las actitudes y comportamientos ante la muerte y las expresiones del rito funeral, la situación socio-lingüística, con atención tanto a la lengua oral como a la escrita, el universo iconográfico de los hogares azpeitiarras en la sociedad tradicional como expresión de la mentalidad dominante, el largo proceso de alfabetización y la lenta incorporación de las masas a la cultura escrita y en relación con esto el consumo libresco de los azpeitiarras en aquella época, con un análisis de las bibliotecas pública y privadas existentes. Desde luego, todos estos aspectos, y aún algún otro más que se estudia, se contemplan siempre de forma diacrónica, analizando los desarrollos y cambios surgidos en el tiempo, junto a las permanencias e inercias de las formas mentales y sociales que se resisten a cambiar.
Azpeitia: gizarte, kultura eta pentsamoldeak.
A modo de ejemplo, se pueden comentar algunos de los aspectos más largamente tratados en el libro. Así, el rigidísimo control de la moral, pública y privada, ejercido no solamente por los eclesiásticos y las autoridades locales, sino por el resto de los convecinos, que celaban por descubrir conductas inapropiadas o “licenciosas”, para denunciarlas y reprimirlas severamente. Los ámbitos privilegiados de esta perpetua vigilancia eran los de la sexualidad y la vagancia, acentuándose el rigor con el paso de los años y abordando espacios del comportamiento personal que hoy día consideraríamos estrictamente íntimos y privados: “liviandad”, amancebamiento, adulterio, vagancia o inasistencia a los oficios religiosos. En este sentido puede parecer chocante que uno de los cometidos que más trabajo daba a los alcaldes, concejales y alguaciles fuese la ronda que hacían periódicamente por las tabernas al tiempo de celebrarse los oficios religiosos en la parroquia, para sorprender a los contraventores, detenerlos y aplicarles las sanciones que para este caso estaban previstas en las Ordenanzas municipales.
Para comprender el giro rigorista que emprendió la sociedad azpeitiarra (y la vasca en general) desde inicios del siglo XVIII, hay que conocer la tenaz labor ejercida por los eclesiásticos, especialmente los regulares, a través de una prédica atemorizante y estrecha que mantenía en vilo a los fieles siempre temerosos de las penas del Purgatorio,... o del Infierno. Resulta singularmente interesante el papel jugado en este sentido por las misiones populares que repetidamente pasaban por los pueblos forzando a los vecinos a un auténtico baño de actos religiosos que movían a la contrición más perfecta. En Azpeitia, en la primera mitad del siglo XVIII están documentadas misiones al menos en los años 1702, 1736, 1740, 1746, 1754 y 1764, pero sin duda hubo otras muchas más.
Otro ámbito de interés a la hora de comprender la mentalidad de la época es el sistema de creencias en torno a la salud de las personas y la salvaguarda de las cosechas, asuntos ambos cruciales en una sociedad como aquella y que podían significar simplemente la diferencia entre la vida y la muerte. Estas creencias eran en algunos casos de origen pagano, en otros se entroncaban simplemente en la civilización popular agraria y en los menos tenían un significado estrictamente católico. Las expresiones más interesantes de estas creencias eran el conjuro de los campos y las rogativas en tiempos de calamidad. En Azpeitia, entre 1799 y 1872, se documentan 41 funciones de rogativas relacionadas con los problemas de los campos (plagas, sequías, exceso de lluvia...), aparte de las que tenían otras motivaciones: guerras, calamidades, etc. Es decir una función de este tipo cada año y medio aproximadamente.
Otro asunto que puede chocar con nuestra mentalidad actual es el carácter ejemplarizante que reconfería a las penas judiciales y muy especialmente a la de muerte. Se entendía que la contemplación de una ejecución movía a las gentes a escarmentar en cabeza ajena, sobre todo si los espectadores eran niños, todavía en estado de formación. En ocasiones los condenados colaboraban en el espectáculo y hacían una declaración de arrepentimiento ante las masas. Las ejecuciones se convertían en auténticos festejos mitad moralistas, mitad morbosos. En la tardía fecha de 1893 se juntaron ante los juzgados de Azpeitia, bajo una inclemente lluvia, más de 6.000 personas para contemplar la muerte de José Tejería, que había cometido parricidio.
Grabado del S.XVIII. Santuario de Loiola.
Dentro de los aspectos culturales, la lengua ocupa un puesto notable. En el periodo que se estudia, habría que decir que Azpeitia era una población masivamente monolingüe en euskara. Si nos fijamos en las declaraciones que se hacían ante notario en diversos procesos en las que a la hora de firmar los declarantes no entendían la escritura redactada en castellano y el escribano había de traducírsela, podemos estimar en torno al 80-85% de la población la que estaba en este caso, siendo probablemente bilingües alrededor de otro 10-15% y quedando un exiguo 5% que sólo hablaba castellano.
Por último, el acceso a la cultura escrita y el consumo de libros de aquellas sociedades era francamente reducido. Los libros eran caros y la mayor parte de la población no estaba alfabetizada. Hasta muy avanzado el siglo XIX era verdaderamente extraordinario encontrar un libro en manos de una mujer o de un campesino. Sin embargo las clases dirigentes y los profesionales acumularon hermosas bibliotecas, más o menos especializadas en temas religiosos, jurídicos o médicos. Azpeitia contaba con varias bibliotecas notables, tanto las de las órdenes religiosas (jesuitas, dominicos y agustinos) como las privadas que lograron acumular algunos eclesiásticos, ricos mayorazgos, abogados, médicos o burgueses.
El libro se enmarca dentro de un proyecto de investigación contratado por el Ayuntamiento de Azpeitia (Gipuzkoa), el cual creó un organismo llamado “700 urte Azpeitia” para conmemorar el 700 aniversario de la fundación de la Villa. Dentro de este contexto Juan Madariaga asumió el encargo de diseñar y coordinar una colección de siete monografías históricas sobre la localidad. La investigación debía realizarse durante los años 2008-2010.
En el año 2010, tras haberse culminado la mayor parte de los trabajos, han sido publicadas las siguientes monografías:
Maite Ibáñez y Marta Zabala, Azpeitiko Industria-lanaren oroimena (“Recuerdo del trabajo industrial de Azpeitia”).
José Antonio Azpiazu, Azpeitiko industria eta merkatalgoa Aro Modernoan (“La industria y el comercio de Azpeitia en la Edad Moderna”).
Joseba Zuazo, Ilustrazio garaia eta lehenengo Karlismoa Azpeitian (“La época de la Ilustración y el primer carlismo en Azpeitia”).
Mari Jose Aranburu y Jesús Gil, Arte, arkitektura eta hirigintza Industriaurreko Azpeitian (“Arte, Arquitectura y Urbanismo en la Azpeitia preindustrial”).
Juan Madariaga Orbea, Azpeitia: gizarte, kultura eta pentsamoldeak (“Azpeitia: sociedad, cultura y mentalidades”).
En primavera se publicarán las dos monografías restantes:
Famili arteko eta genero harremanak Azpeitian (“Relaciones familiares y de género en Azpeitia”), de Lola Valverde.
Antzinako Azpeitiatik Azpeitia berrira (“De la antigua a la nueva Azpeitia”), de Mikel Aizpuru.
Juan Madariaga es Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y Doctor en Historia por la Universidad del País Vasco, tras varios años como profesor de la UNED de Bergara, es en la actualidad profesor titular en la Universidad Pública de Navarra y director del Postgrado Especialista Universitario “Estudios Vascos: Ciencias Humanas, sociales y naturales”, organizado por Eusko Ikaskuntza, UNED y UPV-EHU.