531 Zenbakia 2010-05-07 / 2010-05-14
Hacia 1870, Argentina intentaba un primer esbozo de organización nacional. Se proyectaban instituciones, se elaboraban proyectos de urbanización en ciudades de importancia, se pretendía llegar a ser un país posible. Pero su territorio estaba apenas poblado.
Se dictaron entonces leyes inmigratorias que transformarían notablemente esta situación y en las dos décadas siguientes, la mano de obra extranjera ayudaría a la expansión esperada, especialmente en el sector agrícola.
Foto: gentileza de la publicación “Pampa Gringa”.
De la mano de Alberdi y Sarmiento y de otros como ellos, el país trató de encontrar un rumbo. Hubo cambios en las aspectos sociales y políticos y la relación campo-ciudad adquirió especial importancia. En esta relación los pequeños y medianos productores agrícolas ocuparon el espacio que antes habían habitado los pueblos originarios y los gauchos.
Una de las provincias que mayor importancia dio a la colonización de sus tierras fue Santa Fe. Una mayoría de italianos junto a franceses, suizos, vascos, judíos, rusos, alemanes, fundaron colonias agrícolas que modificaron el mapa productivo de la región.
En 1865 doscientas familias de origen suizo, francés, belga y luxemburgués, daban origen a la primera de ellas, a la que llamaron Esperanza. Luego vendrían San Carlos, San Jerónimo, Cavour, Alcorta y otras más. Nace así la “pampa gringa”.
“Pampa” es un término de origen quechua que significa “llanura sin árboles”, “gringo” se le dice en mi país especialmente al italiano y por extensión a los europeos.
Este concepto de “pampa gringa” pertenece a Alcides Greca, que en 1936 publicó una novela con ese título en Santiago de Chile. En ella hace una muy ajustada descripción de la llegada de los “gringos” a un lugar que había sido patrimonio de gauchos e indios. Lo cierto es que esta amplia zona con eje en la ciudad de Rosario, a partir de la colonización, pasa de 20.000 hectáreas cultivadas de trigo en 1872 a 500.000 en 1890.
Octavio Paz, uno de los mejores escritores del siglo XX y premio Nobel de Literatura 1990, dijo una vez en tono de broma que “los mexicanos descienden de los aztecas, los peruanos de los incas y los argentinos... de los barcos”.
José Pedroni, otro poeta, esta vez argentino, lo expresa de esta manera en su poesía “La invasión gringa”.
Hoy nadie llegaría. Pero ellos llegaron
Sumaban mil doscientos.
Cruzaron el Salado.1
.......................................
Los barcos (uno... dos...tres... cuatro...)
Ya volvían vacíos,
camino del Atlántico.
Su carga estaba ahora
en un convoy de carros:
relumbre de guadañas;
desperezos de arados;
hachas, horquillas, palos,
algún fusil alerta;
algún vaivén de brazos;
.......................................
Un niño que pregunta
cuando vuelven los barcos.
Una mano de madre,
que detiene la pregunta en los labios.
Un hombre con los ojos clavados en el campo.
Una mujer que escribe: “ya llegamos.”
¿Quién es este poeta que con sencillez y profundo conocimiento, documenta en poesías de gran belleza la vida del colono inmigrante?
Colonos de la Pampa Gringa.
Foto: Gentileza de el diario El Litoral de Santa Fe.
En un artículo anterior sobre María de Alcorta, hago mención de sus poesías, que se centran en el tema de la inmigración, en su caso la inmigración italiana. Me unen a él, el interés por el tema, la admiración por su obra y el apellido de mi familia política.
Los Pedroni llegaron a Argentina en el siglo XIX. Unos se afincaron en Santa Fe y otros en Buenos Aires. Como en tantas historias de inmigrantes, por diversas razones, la familia se dispersó. El padre de mi marido se instaló finalmente en Bahía Blanca, Provincia de Buenos Aires. Se llamaba José, como el poeta y siguió durante su vida con suma atención la obra de su pariente, pero no intentó tomar contacto con él. Nunca supe el porqué. Fue en su casa, donde llegó a mis manos “Gracia Plena” su segunda obra.
Nacido en Gálvez, Provincia de Santa Fe, el 21 de septiembre de 1899, era hijo de Gaspar Pedroni y de Felisa Fantino. En 1912 se traslada a Rosario para realizar estudios comerciales y de idiomas. Sus primeros trabajos los publica en un diario de su ciudad natal. Muchas de sus obras retienen imágenes registradas en su niñez de hijo de inmigrantes piamonteses.
La trilladora (fragmento)
Ahora la niñez es de avión por el cielo.
La mía fue de nube... No cambio mi recuerdo.
Aquél rancho, aquél árbol, aquel trigal inmenso.
Aquella trilladora que atravesaba el pueblo.
Ahora la niñez es de coche en el viento.
La mía fue de pájaro sobre caballo suelto.
Aquél carro, aquél árbol, aquél poste de hornero.
Con música en el alma... No cambio mi recuerdo.
La ciudad lo recibe convulsionada por movimientos obreros socialistas y anarquistas. En ese tiempo se produce la primera huelga agraria del país, conocida como “El grito de Alcorta”. Con el tiempo dará a conocer su poema “María de Alcorta”. Simboliza en esta mujer el esfuerzo y el trabajo de quienes trataban de construir una sociedad mejor en una tierra nueva.
Foto: gentileza de la publicación “Pampa Gringa”.
María de Alcorta (fragmento)
Nadie plantaba para nadie un árbol.
Ninguna oveja te era consentida.
Sin cantos, sin balidos, las mujeres
hijos tristes tenían.
Hasta que en noche de sudor y tierra,
sola de soledad, vacía,
con delantal de llanto entre los dientes,
diste en un grito el día.
Ya casado con Elena Chautemps y con un hijo, Pedroni se radica en la colonia Esperanza y en 1923 aparece su primer libro “La gota de agua”. En 1925 llegará “Gracia Plena” ambos éxitos literarios. Sucede que su poesía es diferente. Sencilla, bella, sus protagonistas son el obrero, el hombre de campo, la familia, la mujer amada, los hijos, la tierra.
La cuna de mi hijo (fragmento)
Haz con tus propias manos
La cuna de tu hijo
Que tu mujer te vea
cortar el paraíso.
.......................................
Se mecerá con aire.
Te acordarás del pino.
Dirás: “Duerme en mi cuna”.
Verás que no es lo mismo.
Este hombre tranquilo, de bajo perfil, contador en la misma empresa durante 35 años, será seguramente el primer sorprendido ante la repercusión de su obra.
En 1926 en un artículo del diario La Nación, Leopoldo Lugones, gran escritor argentino exalta la obra del poeta santafesino y lo llama “el hermano luminoso”. Luego de diez años aparecen “Poemas y palabras”, “Diez mujeres” (1937), “El pan nuestro” (1941) y “Nueve cantos” (1944).
Maternidad (fragmento)
Mujer: en un silencio que me sabrá a ternura,
durante nueve lunas crecerá tu cintura;
y en el mes de la siega tendrás color de espiga,
vestirás simplemente y andarás con fatiga.
.......................................
Y un día, un dulce día con manso sufrimiento,
te romperás cargada como una rama al viento,
y será el regocijo
de besarte las manos, y de hallar en el hijo
tu misma frente simple, tu boca, tu mirada,
y un poco de mis ojos, un poco, casi nada...
Colonos de la Pampa Gringa.
Foto: Gentileza de el diario El Litoral de Santa Fe.
Después, otra vez el silencio, hasta 1956 en que publica lo que para muchos fue su mejor trabajo: “Monsieur Jaquín”. Es este un conmovedor homenaje a los nmigrantes que fundaron la Primera Colonia agrícola organizada del país: Esperanza, el lugar que eligió para vivir. Sin embargo, sabía que la tierra a la que llegaban era ajena y así lo dice:
Indio (fragmento)
Quien ordenó la carga del arado
ordenaba tu muerte el mismo día.
Ella tuvo lugar junto al Salado
con paloma y calandria, a mano fría.
Descendiente de gringo y su pecado,
por cementerio de tu alfarería,
a lo largo del río voy callado.
.......................................
La culpa de tu muerte es culpa mía.
Indio, dime que soy tu perdonado
por el trigo inocente que nacía.
En 1960 publica “Cantos del hombre” donde hace referencia a las islas a las que Atahualpa Yupanqui llamaría después “la hermanita perdida”: nuestras Islas Malvinas. En diciembre da a conocer “Canto a Cuba”, en 1961, “La hoja voladora” y en 1963, el que sería su último libro: “El nivel y su lágrima”.
Pero el poeta presenta otra faceta, un tanto dejada de lado por sus biógrafos. En 1957 funda “Los títeres de Pedro Pedrito” y recorre con ellos durante casi tres años, los pueblos del interior santafesino, tan caros a su corazón. Se sentía feliz y orgulloso de ser titiritero. Su audiencia eran ahora los hijos y nietos de aquellos primeros colonos, lo que le permite decir “hay un olor a espiga en mis libros leídos” y agregar:
La lengua era difícíl.
Sus nombres eran raros.
Los gauchos se murieron
sin poder pronunciarlos.
Bérlincourt se llamaban,
que es un hilo enredado.
Zingerling se llamaban:
campanita sonando.
Zimmermann: un dibujo del mar atravesado
José Pedroni siguió escribiendo hasta sus últimos días. El 4 de febrero de 1968, falleció en Mar del Plata, lejos de su amada Esperanza. Cuando se le preguntaba sobre su obra solía decir:
“He publicado diez libros de versos, dónde el hombre en quién creo y a quién amo, participa de mi emoción y domina sobre el paisaje. El recuerdo del hombre dirá cuál es el mejor de mis poemas. Pienso que ha de ser aquel donde mi semejante de hoy y de mañana, se reconozca”.
“La gloria no es más que un verso recordado”.
Se preguntarán porqué esta historia de italianos en un espacio preferentemente ocupado por temas vascos. Es que la ilusión no tiene límites geográficos.
Fuentes:
Greca, Alcides, “La Pampa Gringa”. Ediciones Ercilla Santiago de Chile . 1936
Pedroni, José. “Obra poética” (Rosario, Argentina, 1962, 2 vols.)
1Río Salado. Corre desde el Norte de Argentina y desemboca en el río Paraná pasando por Santa Fe.