494 Zenbakia 2009-07-10 / 2009-07-17
Son pocos los pueblos que aún recuerdan y representan la costumbre ancestral de las revistas y los alardes de armas. Aquel ordenamiento militar propio del País Vasco basado en las milicias municipales, se rememora tan sólo en algunas poblaciones como Hondarribia, Irún, Tolosa, Elorrio o Antzuola. Es este último, un pequeño pueblo guipuzcoano, el que el próximo día 18 de julio celebrará el "Alarde del Moro" dentro de sus fiestas patronales.
Hay que remontarse hasta el siglo X para descubrir los orígenes de esta celebración. Corría el año 920 cuando el 26 de julio, los vecinos del pueblo ganaron la batalla contra las tropas de Abd al-Rahmán III en el valle navarro de Valdejunquera. En honor de aquella victoria se celebra en Antzuola cada año este particular y vistoso alarde de armas.
Alarde del Moro en Anzuola de 1985. Antxon Aguirre Sorondo. 3digitala. El Alarde de armas
Se aproximan las seis de la tarde y las calles del pueblo se llenan de vecinos y visitantes que buscan el mejor lugar para ver el desfile de armas. A esa hora partirá el cortejo de la plaza del pueblo, acompañado de la música de los tambores y los txistus que se sitúan a la cabeza del grupo. Tras los músicos avanza el Capitán a caballo y, a continuación, el moro Abd al-Rahmán III montado en un burro y encadenado. Los gastadores y escopeteros cierran la comitiva. Los espectadores observan el cortejo y escuchan los detalles de la hazaña histórica que una voz narra a través de los altavoces estratégicamente colocados a lo largo del recorrido. La voz que narra, los ojos que observan y la música que acompaña. Una música que rememora una partitura fechada en 1761 y conocida como “Marcha de Fusileros para Pífanos y Tambores de Espinosa. Música de Ordenanza de Carlos III”.
Alarde del Moro en Anzuola de 1985. Antxon Aguirre Sorondo. 3digitala. El arrepentimiento
La revista de armas finaliza y el cortejo regresa a la plaza. En ese momento el Capitán del ejército comienza un discurso en el que recuerda el papel desempeñado por los militares antzuolarras en la campaña de Valdejunquera. Durante esta alocución se escuchan también una serie de versos cantados. Es el coro que entona los versos escritos por el urretxuarra José María Iparraguirre hacia 1878. Los cantos se apagan y la voz del Capitán se silencia. Es el momento del arrepentimiento de Abd al-Rahmán III. El caudillo moro cae arrodillado y, tras besar el suelo, promete fidelidad eterna al pueblo de Antzuola. Seguidamente abandona la plaza. Estalla la alegría y con ella el estruendo de los cañones y escopetas que disparan varias salvas.
Un año más la tradición se ha cumplido. Un año más el pueblo de Antzuola ha podido recordar un pequeño fragmento de su historia en un ambiente de fiesta y alegría. Imborrables permanecerán estos momentos en las imágenes que, tanto de Antzuola como de otros alardes, recoge el banco de imágenes de 3digitala.